¿Podemos abolir el trabajo, por completo y ahora mismo? (Parte 1)

por Jehu

Al castellano: Non Lavoro

https://therealmovement.wordpress.com/2013/05/24/can-we-completely-abolish-labor-right-now/


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En mi publicación anterior, expliqué que la escuela de la wertkritik había llegado a una conclusión bastante sorprendente:

“La abolición del valor no equivale a la emancipación social”.

El argumento que exponen Postone, Kurz, Flatschart y otros respecto de la crítica del valor, no es muy complicado: materialmente, el tiempo de trabajo socialmente necesario puede ser reducido sin una reducción correspondiente en la cantidad de trabajo realmente gastado.

Pero, ¿puede acaso reducirse a cero la necesidad material de trabajo, sin el fin del trabajo asalariado mismo? Por alguna infame razón, Postone y Kurz asumen la postura anarquista de que, aún en ausencia de toda necesidad material de trabajo, el trabajo asalariado puede, aún así, existir. Bueno, vale. Hagamos eso a un lado por ahora.

Es decir que, varios teóricos distintos, que emplean varios tipos de análisis críticos, han llegado todos a la misma conclusión, y ésta se presenta en la forma de una no-identidad: la abolición del valor no es lo mismo que la emancipación social.

Para realmente comprender el sentido del argumento de la wertkritik, podríamos expresarlo mejor de la siguiente manera: no todo el trabajo asalariado que realizamos es materialmente necesario. La reducción de la necesidad material de trabajo asalariado no conduce, por sí sola, a una reducción de la cantidad de trabajo asalariado realmente realizado. Por lo tanto, existe una muy alta probabilidad de que la mayor parte del trabajo que realizamos todos los días sea completamente superflua para cualquier necesidad.

En este punto, el estudioso de la wertkritik se queda allí simplemente, con una expresión sombría en su rostro, y solemnemente declara: “El llamado a la abolición del trabajo no tiene ramificaciones inmediatas para la política marxista”.

Ahora, hay que entender lo que la wertkritik está diciendo: el hecho de que te levantes cada mañana con un reloj despertador y salgas a trabajar a algún repugnante cubículo durante ocho o diez horas al día, ¡no tiene consecuencias para la política marxista! Y el teórico de la wertkritik proclama, ¡que esto es cierto incluso si el trabajo que estás haciendo es completamente innecesario para ti o para cualquier otra persona!

¿Tú crees que alguna vez se detuvieron a pensar: “Bueno, esto muy bien podría no tener un impacto para la política marxista , pero ¿qué pasa con las implicancias para la persona que realmente realiza el trabajo inútil?” ¿Acaso el resto de nosotros tenemos vida, sueños, esperanzas y deseos propios, o no somos más que putas herramientas mecánicas para la acumulación de capital? Al parecer nunca se le ocurre a la wertkritik que, para los jinetes de cubículo expectantes del reloj, su trabajo podría tener quizás alguna importancia pasajera. A estos idiotas nunca se les ocurre, que el espacio muerto entre el momento en que estacionan su automóvil en el estacionamiento de la empresa y el momento en que lo encienden nuevamente para irse a casa, podría rellenarse con algo más que una absurda producción de plusvalía.

Algo como, por ejemplo, ¡UNA PUTA VIDA!

En cambio, todo lo que obtenemos de estos académicos pendejos, son frases indescifrables como “la crítica negativa” o “el carácter abstracto y fetichista de la dominación moderna”.

Uno pensaría que al menos uno de estos imbéciles podría tomar algunos de los datos del estado fascista, e intentar determinar en qué medida se ha eliminado el trabajo socialmente necesario material, y comparar esto con la cantidad de trabajo que la gente está realmente haciendo. Pero — ¡NO! — eso sería demasiado parecido a un maldito trabajo relevante. Y lo último que queremos es que el marxismo sea relevante para la vida de cualquier maldita persona. Mantengamos las cosas como están: una paja grupal entre personas con ocho semestres de posgrado de puta filosofía hegeliana.

Entonces, la wertkritik no tiene en realidad un argumento complicado: afirma que la mayor parte del trabajo que hacemos es absolutamente innecesario — superfluo . Pero lo dice en un lenguaje tan denso y arcano que, aparentemente, el mensaje ni siquiera penetra en los cerebros de los pocos que sí lo entienden.

Si estos hijos de puta no pueden descifrar qué es lo que ha producido su esfuerzo teórico, ¿quién mierda más va a hacerlo?

Nosotros podemos.

En realidad no necesitamos que esos pendejos saquen su nariz de ningún puto libro  para entender lo que están diciendo. Una vez que captamos su argumento esencial, es posible verificarlo sin mucha dificultad.

Y, una vez que hagamos esto, veremos que Elmar Flatschart es un idiota y que la wertkritik sí tiene profundas implicancias para la política marxista.

Así que, comencemos por los números — y hay muchos.

***

  1. Características de la semana laboral social.

Entre 1964 y 2012, el total de horas de trabajo en los Estados Unidos (la semana laboral social) se duplicó.

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Figura 1: Semana de Trabajo Social 1964-2012

Esta expansión del total de horas de trabajo se produjo a pesar de que las horas promedio individuales, durante el mismo período, disminuyeron desde casi 39 horas a poco menos de 34 horas.

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Figura 2: Promedio de horas individuales de trabajo 1964-2012

Según las cifras proporcionadas por la Oficina de Estadísticas Laborales [BLS], las horas totales de trabajo en la economía se duplicaron porque la nómina total no agrícola en 2012, fue de un 229% de lo que había sido en 1964.

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Figura 3: Nómina total no agrícola 1964-2012

Entonces, para 2012, tenemos más del doble de personas, trabajando el doble que en 1964.

Aunque estas personas trabajaron en promedio menos horas en 2012 que en 1964, más personas ingresaron a la fuerza laboral durante el mismo período, lo que aumentó el total de horas de trabajo. (Los datos no incluyen a los trabajadores liberados de la agricultura durante este período. Por lo tanto, es imposible decir cómo influyó eso en el problema de las horas de trabajo. Washington es famoso por no incluir la agricultura en sus datos de la fuerza laboral).

Distintos sectores de la economía tuvieron cambios muy diferentes durante ese período:

En las industrias productoras de bienes, las horas de trabajo y empleo casi no cambian — de 40.3 a 41.1 horas y de 19.7 a 18.4 millones de trabajadores. El empleo en la industria alcanzó un máximo de 25 millones de trabajadores en 1979 y ha estado disminuyendo desde entonces, mientras que las horas alcanzaron su punto máximo en 1997, en 41,1 horas. En términos generales, entonces, toda la producción material, para una población mucho mayor en 2012, toma casi el mismo tiempo que en 1964.

El aumento en el tiempo de trabajo ocurrió, no en la producción de bienes materiales, sino en otras dos áreas: en el así denominado, sector servicios, y en el estado. Las horas de trabajo en el sector servicios, en 2012, aumentaron al 258% del nivel de 1964, mientras que el empleo estatal en 2012, aumentó al 197% del nivel de 1964. Aunque las horas semanales promedio cayeron en el sector servicios, de 37.5 horas en 1964 a 32.5 en 2012, el empleo total aumentó a casi el 300% de 1964. Del mismo modo, a medida que las horas promedio cayeron para toda la economía, el empleo en el sector estatal aumentó en un 225% entre 1964 y 2012.

Para 2012, las horas totales de trabajo en las industrias productoras de bienes han caído al 75% de lo que eran en 2000: la mayor parte con el inicio de la crisis de 2009. A diferencia del período comprendido entre 1964 y 2000, tanto el empleo en el sector estatal como el empleo en la industria de servicios, desde el 2000 en adelante, se han estancado. Si bien el empleo industrial ha experimentado una caída a largo plazo desde 1979, los sectores estatal y de servicios se han detenido solo desde 2000. Esto significa que los tres sectores han dejado de crecer, mientras que el colapso del empleo industrial se ha acelerado.

El empleo industrial tuvo dificultades durante la década de 1980, antes de ascender en 1992, solo para finalmente colapsar desde un nuevo peak en 2000. Lo que es muy interesante es que, el empleo industrial fue extremadamente inestable durante la crisis de 1970, pero logró crecer en general entre 1970 y 1980. Me parece interesante  porque yo sostengo que lo de la década de 1970 fue una depresión total, al menos al nivel de la Gran Depresión. Y a pesar de ser un período de depresión, el empleo industrial se expandió.

Es extraña esta inversión en que el empleo industrial se expande durante la depresión de los años 70, pero cayó precipitadamente durante la recuperación de Reagan. Para 1992, el empleo industrial había caído por debajo de su nivel de 1970. Definitivamente, el período Reagan no fue “Morning in America” cuando se trata de la industria, que solo comenzó a recuperarse después de 1992. Entre 1979 y 1992, la industria redujo el 12% del empleo. Incluso con el colapso del 12% del empleo industrial durante los años de Reagan, el empleo general creció un 20% durante ese período. El sector estatal aumentó su empleo en casi un 17% bajo el régimen anti-“gran gobierno” de Reagan. Sin embargo, la mayor expansión fue en la industria de servicios, que aumentó en un 33% durante el régimen de Reagan.

Esto muestra las interesantes diferencias entre la depresión de la década de 1970 y la depresión actual (que comenzó en 2000, no en 2008). En la depresión de la década de 1970, el empleo industrial aumentó un 9%, los servicios aumentaron un 35% y el sector estatal aumentó un 29%. Si bien la expansión del empleo fue desigual, el empleo en los tres sectores aumentó en medio de una depresión. Por el contrario, en la depresión desde 2000, el empleo industrial cayó un 25%, los servicios aumentaron solo un 7,5% y el sector estatal aumentó solo un 5%.

En general, el crecimiento total de la nómina no agrícola durante cada uno de los dos períodos se ve así:

empgrowth19701980-20012012

Figura 4: Crecimiento del empleo, depresión de los años 70 versus depresión de los años 2000

Bien, suficientes números por ahora.

 

  1. Trabajo abstracto homogéneo

En la sección anterior, analicé la división de la jornada laboral en sus tres partes: industrial, servicios y estatal. La parte industrial de la jornada laboral ha estado disminuyendo desde 1979, y tanto los servicios como el sector estatal se han estancado desde 2000. El resultado es que la jornada laboral general alcanzó su punto máximo en 2007, en 4.700 millones de horas, cayó bruscamente y aún no se ha recuperado . (Ver figura 1)

Aunque dividí las horas de la semana laboral en tres sectores — industrial, servicios y estado — en realidad esta es una división falsa. Desde el punto de vista del modo de producción, solo hay un gasto homogéneo único de trabajo abstracto. La suma del trabajo gastado en una sola semana cuenta como el gasto de un solo trabajador social compuesto por todos los individuos que participan en la actividad económica. En este sentido, no hay empleo industrial o de servicios o trabajo estatal como tal, sino el gasto de una sola masa de trabajo, con una duración de una semana. Del mismo modo, no hay gastos de trabajo de un empleado industrial, de servicio o estatal, sino solo el gasto de un solo trabajador social que abarca a todos los empleados de todas las empresas industriales, empresas de servicios y del estado con todas sus subdivisiones. El gasto particular de un empleado individual en determinada labor cuenta solo como gasto de trabajo del productor social de cierta duración de trabajo abstracto.

Destaco esto porque la noción de trabajo en sí sufre una transformación con el modo de producción capitalista. El trabajo en el modo de producción capitalista ya no es el acto de los individuos, sino un acto directamente social y debe ser entendido como tal. La mismísima manera en que el estado fascista recopila los datos supone ciertas condiciones materiales que ya no existen: que el trabajo privado se lleva a cabo individualmente y solo se convierte en social mediante el intercambio. Sin embargo, en el trabajo directamente social, los diversos actos de trabajo concreto realizados por cada empleado individual cuentan solo como gasto definido de trabajo abstracto por un solo trabajador social que lo abarca todo.

Además, el tiempo de inactividad de cualquier trabajador dentro de esta masa única de tiempo de trabajo abstracto cuenta como tiempo perdido (desaprovechado) para el productor social. El desempleo no es solo una pérdida para el individuo en cuestión, cuenta como pérdida de tiempo laboral productivo del productor social. Para el productor social, el desempleo es un desperdicio tan grande como lo sería una interrupción de la producción debido a un corte de energía o una inundación. Que esta interrupción del trabajo surja de las leyes de la producción capitalista, y no de un “acto de Dios” o del fracaso de una maquinaria, de ninguna manera importa. Desde el punto de vista del productor social, una pérdida resultante de una porción de la fuerza laboral inactiva es lo mismo que la producida por una inundación o un colapso de un componente crítico de una línea de ensamblaje.

Del mismo modo, el trabajo del productor social está dirigido a la reproducción de los requisitos materiales de la masa de individuos que lo componen. El trabajo del productor social es el proceso vivo de autorreproducción de la premisa material de su propia existencia como trabajador social. No es diferente al caso del trabajador privado individual de épocas anteriores, cuya actividad es la reproducción de su propia premisa material individual. El desvío en la actividad del productor social fuera de la reproducción de su premisa material, por ejemplo en la producción de municiones o en un campo de batalla, tiene el mismo efecto que en el caso individual. No es posible argumentar que el productor social mejora con esta desviación más de lo que se puede argumentar esto mismo en el caso del productor individual. El tiempo laboral perdido del productor social no se suma a la reproducción de su premisa material y, por lo tanto, constituye un desperdicio. Además, este desperdicio no es diferente en su cualidad que el desperdicio que se encuentra en la forma de desempleo, un corte de energía o una inundación. Que esta primera forma surja de la política estatal, la segunda de las leyes del desarrollo capitalista, la tercera como resultado del colapso de un componente crítico de la producción y la cuarta como un “acto de Dios”, no importa.

Así como ocurre con el trabajo mismo, que ya no es trabajo de individuos, sino un solo trabajo abstracto de un solo productor social, lo mismo ocurre con el desperdicio en todas sus formas: ya no son formas particulares de desperdicio, sino desperdicio de  tiempo de trabajo abstracto de un solo productor social. Existe, por un lado, la actividad del productor social, la reproducción material de sus condiciones de vida y, por otro lado, diversas actividades del productor social y tiempo forzosamente inactivo que de ninguna manera contribuye a la reproducción de sus condiciones de vida.

Ahora tenemos un problema adicional: dado que, en condiciones de producción capitalista, no estamos tratando con trabajos de ningún tipo en particular, sino solo trabajo abstracto homogéneo y, por lo tanto, trabajo despojado de cualquier característica de identificación peculiar, no solo no podemos diferenciar entre empleo industrial, de servicios y estatal, ni siquiera podemos evaluar en qué medida el trabajo invertido en cualquiera de estas formas es superfluo para la sociedad y puede ser abolido. Las características del trabajo social abstracto no son para nada las características de los trabajos concretos individuales de tipos específicos. Por lo tanto, necesitamos un método para hacer esta diferenciación: una herramienta, lista y a la mano, que nos permita descubrir hasta qué punto el trabajo asalariado gastado actualmente no tiene ninguna necesidad social material.

Pasaré a este problema a continuación.