Emancipación social y tiempo de trabajo socialmente necesario

por Jehu

Al castellano: Non Lavoro

https://therealmovement.wordpress.com/2013/05/22/social-emancipation-and-socially-necessary-labor-time/


En una conferencia reciente patrocinada por el grupo Platypus, Elmar Flatschart habló de la abstracción más importante que existe en nuestra sociedad actual, el valor, y afirmó:

“El marxismo no debe entenderse como una postura saludable  que nos da una identidad y que la historia demostró que era  errónea, sino que debe reducirse a un núcleo teórico que puede ayudarnos a comprender la sociedad, mediante una crítica negativa, aunque no necesariamente nos provea de  una salida. El llamado a la abolición del trabajo no tiene ramificaciones inmediatas para la política marxista.

 No existe un programa nuevo o un plan maestro para la emancipación que pueda desarrollarse a partir de la abolición del valor. Más bien, puede verse como una condición de la emancipación del valor y del sistema abstracto de opresión que representa. Cómo se logrará la emancipación es una historia más compleja. Sabemos lo que no funcionará: mucho de lo que la Vieja Izquierda propuso como política marxista. Mucho de eso debería abandonarse porque, esencialmente, la dominación abstracta no puede abolirse mediante la imposición de algún otro tipo de dominación personal directa. Si vamos a criticar las abstracciones de las formas económicas, también debemos apuntar a la forma política en sí. Si bien Marx y Engels lo sugirieron en su formulación del eventual “desvanecimiento” del estado, creo que debemos ser mucho más radicales. En última instancia, la emancipación tiene que significar también la abolición de lo político. Esto es contradictorio en la situación política actual, pero no deberíamos intentar posponer esta tarea hasta después de la revolución. Deberíamos ver las limitaciones y fetichizaciones inmanentes a la forma política como algo de lo que queremos deshacernos ahora”.

 Es una declaración extrañamente ambigua, con la que sus dos co-ponentes discreparon. En respuesta a la afirmación de Flatschart, Alan Milchman declaró: “La división que Elmar traza entre el dominio de la política y el de la Wertkritik es muy dudosa”. Jamie Merchant también argumentó, en contra de la afirmación de Flatschart, que la crítica del valor “tiene ciertas implicaciones para la política”.

La declaración de Flatschart es ambigua porque no está claro si está hablando de una política posterior a la abolición del valor o de una política que surge de la crítica del valor. Si, como sugiere una lectura literal de su declaración, Flatschart quiere decir que no hay política después de la abolición del valor, creo que tiene razón. Pero es extraño que los dos co-ponentes de Flatschart parecieran pensar que esto no era en absoluto lo que quería decir. Al parecer interpretan su afirmación en el sentido de que la teoría laboral no ofrece una guía para la acción sobre la cuestión de la emancipación social del individuo.

De hecho, Flatschart continuó, diciendo que la abolición del valor es solo “una condición de la emancipación del valor y del sistema abstracto de opresión que representa”. Es decir, la abolición del valor es distinta de la emancipación, cuyo logro “es una historia más compleja”. Parece entonces estar separando la abolición del valor de la emancipación misma.

Este es mi problema con eso: la abolición del valor no es más que la abolición del tiempo de trabajo socialmente necesario. Flatschart esencialmente sostiene que el tiempo de trabajo socialmente necesario puede abolirse sin emancipar al trabajador del trabajo y la división del trabajo. Ésta es una afirmación importante, porque el tiempo de trabajo socialmente necesario — el valor — tiene una dimensión puramente social y una material. Su dimensión material es la de satisfacer las necesidades materiales del productor; mientras que su dimensión social satisface  estas necesidades en un contexto histórico específico: el trabajo asalariado. Flatschart entonces estaba diciendo, o bien, que la dimensión material puede abolirse sin la abolición de la dimensión social, o viceversa.

Esto nos lleva a una ambigüedad fundamental dentro del propio marxismo de la posguerra (posterior a la Segunda Guerra Mundial): ¿se puede abolir la necesidad material del trabajo manteniendo mientras su necesidad social? Incluso un gran pensador como Moishe Postone así lo cree :

“Contra los análisis de Robert Kurz, no creo que estos desarrollos conduzcan necesariamente al colapso del capitalismo, incluso si la dinámica de expansión se estanca. En cambio, los desarrollos actuales asolados por la crisis podrían conducir a la creación de estados altamente militarizados, en los que un gran número de personas se han vuelto superfluas y están controladas por medidas autoritarias represivas. Ese no es un escenario muy bonito, pero así el capitalismo podría sobrevivir. De modo que no creo en un colapso inevitable, a menos que lo que se quiera decir sea la regresión a las relaciones de la barbarie capitalista”.

 Aunque Postone crea que Robert Kurz no concuerda con esto, está equivocado. Dijo Kurz:

“Hay que distinguir entre una crisis, e incluso, el colapso del capitalismo, y la trascendencia del capitalismo. Son ambos cosas diferentes. La trascendencia emancipadora real del capitalismo depende de una conciencia crítica, que puede desarrollarse o no. Eso es independiente de la crisis”.

Incluso estos dos magníficos pensadores se cuidan de distinguir entre la abolición del valor y la emancipación. Es un argumento muy peculiar en el que, habiendo ya pasado la necesidad del trabajo, el trabajo asalariado se mantiene en su lugar puramente por la fuerza de las armas. El argumento, sin embargo, no carece de precedentes: es precisamente la distinción entre necesidad material y trabajo asalariado lo que se hallaba en la raíz del conflicto entre Marx y Bakunin, solo que la situación se invirtió: en lugar de abolir la necesidad material del trabajo mientras permanecía la necesidad social, el trabajo asalariado sería abolido por la revolución proletaria pero la necesidad material permanecería. La diferencia entre Marx y Bakunin se reducía a esto: si los explotadores eran derrocados, ¿cómo se organizaría la producción materialmente necesaria? Marx pensó que requeriría cierto nivel de autoorganización de la clase trabajadora (una dictadura proletaria), Bakunin insistió en contrariar esta idea.

El mismo argumento se repite ahora, solo que los polos de la discusión necesidad social versus necesidad material, cambian de lugar. Pero el hecho de que los polos de la relación entre la necesidad material y social hayan cambiado de lugar es lo que  marca la diferencia aquí. Una cosa es buscar reemplazar a los explotadores en una condición de necesidad material, y otra muy distinta cuando no hay necesidad material. En condiciones en las que la necesidad material de trabajo ya ha sido más o menos eliminada, el conflicto entre Marx y Bakunin sobre cómo organizar el trabajo materialmente necesario después de que el trabajo asalariado ha sido derrocado es vuelto irrelevante por el desarrollo del capital mismo.

El problema con el que nos enfrentamos, y sobre el que ni Postone ni Kurz se mostraron especialmente optimistas, es cómo la conciencia de los individuos llega a reconocer que, habiendo sido conquistada la necesidad material, la necesidad social del trabajo debe ser derrocada. Este reconocimiento requiere una revolución en la conciencia de los individuos que debe surgir directamente de sus circunstancias empíricas. Personalmente, no creo que haya ningún sustituto teórico para una conciencia empíricamente derivada.

La ausencia de una necesidad material del trabajo debe demostrarse de tal manera que resulte obvia para la gran mayoría de los que tienen la carga de realizar este trabajo. En La ideología alemana, Engels y Marx argumentaron que esta falta de necesidad de trabajo se haría sentir en una crisis en la que, en paralelo a una sociedad de gran riqueza, la masa de trabajadores se vería aislada del trabajo y de la satisfacción de sus necesidades materiales. Básicamente, se volverían superfluos para el capital y para la producción misma. Esto no quiere decir que fuera la única ruta, pero era el requisito previo para una trascendencia empírica del capital. Empíricamente, la gran mayoría de la sociedad solo derrocaría a un modo de producción basado en el trabajo asalariado después de que el modo volviera superfluo al trabajador.

Este era el escenario base de Engels y Marx en cuanto a la “trascendencia” del capitalismo. Una base que presuponía que el capital ya había completado su misión histórica de reducir el trabajo socialmente necesario al mínimo absoluto. Dado este escenario base, el papel que juegan las circunstancias empíricas en generar una revolución en la conciencia es obvio.

Esto explica por qué siempre ha sido tan importante para los apologistas burgueses argumentar que el desarrollo de las fuerzas productivas ha mejorado la vida de la clase trabajadora. Y en este esfuerzo han sido ayudados e incitados por marxistas que compran este argumento y la idea de un capitalismo conscientemente regulado y sin crisis. Según Wikipedia, Horkheimer y Adorno, por ejemplo, afirman que:

“… La intervención estatal en la economía había abolido efectivamente la tensión en el capitalismo entre las “relaciones de producción” y las “fuerzas productivas materiales de la sociedad”, una tensión que, según la teoría marxista tradicional, constituía la principal contradicción dentro del capitalismo. El mercado previamente “libre” (como mecanismo “inconsciente” para la distribución de bienes) y la propiedad privada “irrevocable” de la época de Marx han sido reemplazados gradualmente por la planificación estatal centralizada y la propiedad socializada de los medios de producción en las sociedades occidentales contemporáneas. La dialéctica a través de la cual Marx predijo la emancipación de la sociedad moderna es así suprimida, siendo efectivamente subyugada a una racionalidad positivista de dominación:”

Dicen Horkheimer y Adorno:

“[Atrás] quedaron las leyes objetivas del mercado que regían las acciones de los empresarios y tendían a la catástrofe. En cambio, la decisión consciente de las gerencias ejecuta como resultados (que son más obligatorios que los más ciegos mecanismos de precios) la vieja ley del valor y, por lo tanto, el destino del capitalismo”.

La idea de que la planificación podría resolver por sí misma los problemas del modo de producción capitalista tiene un largo historial dentro del ala revisionista del marxismo. Uno pensaría que esta idea había sido refutada hace mucho por el colapso de la Unión Soviética, pero hoy resucita con un sorprendente nuevo giro en el materialismo histórico: Postone y Kurz parecen sugerir que la humanidad podría caminar hasta el precipicio de la abolición del tiempo de trabajo socialmente necesario, pero luego retroceder. En el momento en que el tiempo de trabajo socialmente necesario se volviera materialmente obsoleto, según Postone, la sociedad simplemente retrocedería a la barbarie.

Ahora bien, ¿sobre qué base hace Postone esta sorprendente predicción? ¿Y por qué Kurz asume que la trascendencia es, en el mejor de los casos, un simple echar al cara o sello? Yo sugeriría lo obvio: porque la crítica de la forma valor no puede ver más allá de la abolición de esa abstracción. Teóricamente, es imposible que la teoría laboral  describa una sociedad fundada en la abolición del trabajo de otra manera que no sea negativamente. La teoría laboral sólo puede decir: “Después de la abolición de la ley del valor, la sociedad no se organizará de acuerdo con la ley del valor”.

No es muy útil, supongo.

Pero, ¿es tan inútil como parece? Tal vez no. Con la abolición de la necesidad material del trabajo, la vida social material organizada sobre la base de la necesidad material también debe desaparecer: en primer lugar, el trabajo agrícola, seguido del trabajo industrial. Si esto parece exagerado, consideremos que puesto que solo estamos hablando de trabajo abstracto homogéneo, ambas formas particulares concretas de trabajo aparecen solo en la forma de cierta parte de la suma del trabajo abstracto homogéneo, no como lo que son: trabajos concretos particulares. En la teoría laboral, el trabajo útil particular concreto no juega ningún papel en el trabajo abstracto homogéneo, excepto que todo trabajo debe ser socialmente útil. Entonces, parecería que la materialidad del trabajo no tiene nada que ver con la categoría valor, es decir, con el tiempo de trabajo socialmente necesario.

Se asume en ciertos argumentos, como el de André Gorz, que podríamos tener una sociedad compuesta por individuos que intercambian derechos en papel sobre ganancias futuras a una saludable tasa de ganancias ficticias, atendidos por un ejército masivo de niñeras, sirvientas, jardineros, conserjes y afines. Además, por supuesto, de un gran cuerpo permanente de hombres y mujeres armados para “hacer cumplir la ley”. Todo seguiría como antes, excepto que toda la producción material sería de alguna manera automatizada. En lugar de un capitalismo sin el capitalista de la pesadilla marxista del siglo XX, tenemos una pesadilla marxista del siglo XXI de un capitalismo sin el trabajo materialmente necesario.

Me parece que, en el escenario pintado por Postone y Kurz, la necesidad social del trabajo consiste enteramente en la necesidad de que los individuos vendan su fuerza de trabajo y nada más. Una necesidad social hecha posible por completo por la exclusión forzosa de los esclavos asalariados de los medios de producción automatizados, hecha efectiva por un estado fuertemente militarizado. O algo así. ¿Alguien ha intentado alguna vez averiguar cómo diablos funcionaría esto? ¿Todo el trabajo material está automatizado y la necesidad de trabajo surge simplemente del control impuesto por el estado de estos medios de producción?

En el debate entre Bakunin y Marx, pareciera que Postone y Kurz desertaron hacia el  lado de Bakunin y la idea anarquista de que, en el nivel más fundamental, las relaciones sociales capitalistas deben explicarse enteramente por la imposición del estado. En su argumento, las relaciones sociales capitalistas pueden imponerse únicamente por medio de un cuerpo armado de hombres y mujeres. En otras palabras, los dos pensadores parecen llegar a la desaparición de la forma valor como categoría económica y hacen una proyección en línea recta para todas las demás relaciones sociales existentes. En su argumento, estas otras relaciones sociales, aunque estén fundamentadas en la forma valor, continúan, sin ser perturbadas por la desaparición del valor y del trabajo materialmente necesario mismo.


Nota del traductor: Este texto continúa  en la serie “¿Podemos abolir el trabajo, por completo y ahora mismo?”