¿Podemos abolir el trabajo, por completo y ahora mismo? (Parte 2)

por Jehu

Al castellano: Non Lavoro

https://therealmovement.wordpress.com/2013/05/29/can-we-completely-abolish-labor-right-now-part-2/


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  1. El problema de identificar el desperdicio económico en una economía capitalista

Como dije en la sección anterior de esta serie, si vamos a establecer como objetivo la abolición completa del trabajo, el problema de una economía capitalista plantea una gran pregunta. Por reiterarlo brevemente: en una economía basada en el trabajo directamente social, las formas particulares de trabajo concreto aparecen como trabajo abstracto homogéneo. El trabajo del médico, el conserje, el trabajador del automóvil o el soldado no aparecen en estas formas concretas, sino solo como sueldos, salarios, etc. Lo mismo es cierto para los diversos sectores de la economía: industrial, servicios, agricultura y estatal. Finalmente, cualquier desperdicio que pueda estar presente en la economía, y que sirva como base material para una reducción de las horas de trabajo, aparece en la economía como un costo más.

Un gasto de trabajo abstracto homogéneo es exactamente idéntico en todos los sentidos a cualquier otro gasto de trabajo abstracto homogéneo.

Por lo tanto, no hay manera de distinguir la producción industrial de los desechos industriales, la atención médica por el asesinato de civiles simplemente pasando por el Sistema de Clasificación de la Industria de América del Norte y seleccionando qué trabajo es útil y qué trabajo no lo es. Si la atención médica es útil, ¿sigue siendo útil cuando se usa para devolver a un soldado al campo de batalla? Si se supone que la producción industrial es útil, ¿sigue siendo útil cuando el producto es material militar? El trabajo industrial que produce botas militares, ¿es más o menos útil que el trabajo gastado en transportar una mesa a un restaurante? Podemos hacer juicios morales sobre esto, pero la moral de Obama es diferente a la mía.

Este es el problema que Chris Harman trató de abordar en su artículo de 2007, “La tasa de ganancia y el mundo actual”. Harman se basó en los escritos de varios marxistas que se remontan a la década de 1970 para diferenciar el trabajo productivo del improductivo. Su esfuerzo estuvo lejos de ser satisfactorio. Cada uno de los escritores involucrados usaba definiciones distintas de lo que cada cual consideraba trabajo improductivo y llegó a estimaciones muy diferentes de la cantidad de trabajo improductivo en la economía.

Según Harman, a Fred Moseley propuso una cifra de aproximadamente 21 millones de trabajadores cuyo trabajo se desperdiciaba; mientras que Michael Kidron creía que el trabajo de 3 de cada 5 trabajadores era innecesario. Según estos cálculos, entre el veinte y el sesenta por ciento del tiempo de trabajo empleado en la economía era puro desperdicio, no producía nada de valor.

Harman no mejoró esto, pero sí identificó cuáles creía que eran las razones del aumento masivo en la cantidad de trabajo desperdiciado en la economía. Lo interesante de su lista es que trata de proporcionarnos razones por las cuales el trabajo tendía a desperdiciarse en una economía capitalista vinculadas al comportamiento de los propios capitales, incluyendo: la defensa o la expansión de los mercados, la especulación financiera, el aumento en los gastos administrativos, la expansión militar, los gastos para mantener la paz social entre clases.

Desafortunadamente, las razones de Harman nos son inútiles, porque no explican nada. Son una lista de las formas en que se desperdicia el trabajo, no por qué. Creo que esto se debe, en parte, a que Harman no tenía en realidad una explicación de por qué la pérdida de tiempo de trabajo era un atributo sistémico del capitalismo.

Este es el problema: tendemos a pensar en el capitalismo como un modo de producción eficiente, como suelen afirmar su apologistas. Esto es cierto hasta cierto punto, pero surge una pregunta: ¿eficiente en qué?

Resulta que el capitalismo es eficiente en la producción de plusvalía, que no tiene nada que ver con el empleo eficiente de la fuerza de trabajo. Precisamente por su eficiencia en la producción de ganancias, el capital desperdicia trabajo a gran escala y siempre lo ha hecho. Cada crisis no es más que la destrucción masiva de capital a  una escala inigualable en cualquier época anterior, una destrucción vuelta necesaria por el empleo ineficiente de la fuerza de trabajo. Las crisis hacen posible la producción de plusvalía al destruir cantidades cada vez mayores de valor existente o al forzarlas a permanecer sin uso durante períodos de tiempo más largos o más cortos.

Como Harman confunde la eficiencia en la producción de plusvalía con la eficiencia en la producción de riqueza material, es incapaz de abordar teóricamente el problema del trabajo improductivo bajo el modo de producción capitalista. Sin embargo, si tomamos como punto de partida que la producción capitalista es el desperdicio sin precedentes de trabajo humano, la pregunta entonces no es por qué el capitalismo desperdicia cada vez más el tiempo de trabajo, sino cuánto de este tiempo de trabajo desperdiciado puede convertirse en tiempo libre para la gran mayoría de la sociedad actualmente condenada a realizar dicho trabajo, día tras día.

  1. Moishe Postone: el desperdicio como objetivo de la producción capitalista

La respuesta a esta pregunta no la proporciona Harman, quien ni siquiera se molesta en plantearla, sino Moishe Postone, quien, en su libro, Tiempo, trabajo y dominación social, reconstruye la categoría de la teoría laboral de Marx, tiempo de trabajo superfluo. Según Postone, Marx toma como punto de partida del análisis del modo de producción capitalista que el capitalismo plantea gastos cada vez mayores de tiempo de trabajo superfluo como condición para el gasto de tiempo de trabajo socialmente necesario. No es tanto que, en cierto punto de su desarrollo, el capitalismo comience a desperdiciar tiempo de trabajo a gran escala; más bien, el caso es más horrible: el trabajo que no es socialmente necesario (el trabajo superfluo) es en sí mismo el objetivo directo del modo de producción capitalista desde su inicio!

Como modo de producción, al capitalismo solo le interesa el trabajo en la medida en que este trabajo no es socialmente necesario, es decir, solo en la medida en que es superfluo.

Ahora, solo piensa en eso por un minuto.

Postone introduce una concepción completamente nueva de la trayectoria histórica del capitalismo: la expansión constante del tiempo de trabajo superfluo. La expansión del tiempo de trabajo superfluo no es un accidente en el argumento de Postone, es el objetivo del modo de producción capitalista desde el principio. Dado que, según Postone, la teoría laboral asume que el objetivo del capital es la expansión cada vez mayor del tiempo de trabajo que es superfluo para la sociedad, nos proporciona una concepción crítica del tiempo de trabajo bajo el modo de producción, donde todo el trabajo homogéneo abstracto se divide en dos formas antagónicas: tiempo de trabajo socialmente necesario y tiempo de trabajo superfluo.

El tiempo de trabajo total de la sociedad debe, por lo tanto, estar compuesto de estas dos categorías del tiempo de trabajo en alguna proporción.

Como dije antes, qué porción del tiempo de trabajo es socialmente necesaria y qué porción del tiempo de trabajo es superflua no puede determinarse simplemente seleccionando varios tipos de trabajo concreto y segregándolos en cajas etiquetadas “necesario” y “superfluo”, si fuera así de fácil, no necesitaríamos la teoría laboral. Podríamos identificar el tiempo de trabajo superfluo y deshacernos de él, tal como lo hacemos con el despilfarro, el fraude y el abuso en el presupuesto federal.

Afortunadamente para nosotros, la teoría laboral proporciona un medio para segregar los tiempos de trabajo en necesarios y superfluos, aunque es una herramienta implícita. Para comprender esta herramienta, tenemos que revisar la teoría del dinero de Marx, que la mayoría de los marxistas considera tediosa, pasada de moda e innecesaria.

En la teoría de Marx, cada mercancía tiene un valor que es igual al tiempo de trabajo promedio socialmente requerido para su producción. Este valor es, sorpresa, sorpresa, el tiempo de trabajo socialmente necesario de la mercancía. Sin embargo, dado que el tiempo de trabajo socialmente necesario de un producto individual en particular no tiene nada que ver con el tiempo que le tomó al productor producirlo, solo existe como un promedio social de todos los tiempos de trabajo de todos los productores, ningún productor sabe cuál es el valor real de su propia mercancía particular. El valor, por lo tanto, es la materia oscura de la economía política: sabemos que está allí, pero solo podemos verlo indirectamente.

En la teoría laboral, el valor de la mercancía solo aparece visiblemente en la forma del dinero por el que se intercambia. El valor de una mercancía se “expresa materialmente” en una cantidad definida de alguna mercancía que sirve como dinero en una transacción. Por “se expresada materialmente” la teoría laboral entiende que el material real que sirve como dinero da forma visible a la cantidad desconocida de valor contenida en la mercancía.

Esto tiene que estar claro: en la teoría laboral, la única forma en que el valor de una mercancía puede hacerse visible es en la forma de su equivalente monetario. No hay excepción a esta regla.

En el problema que Postone resuelve sobre la división del tiempo de trabajo total de la sociedad en dos partes antagónicas — el tiempo de trabajo socialmente necesario y el tiempo de trabajo superfluo — solo hay una forma de distinguir una de la otra: un dinero-mercancía. Dado que todo el trabajo realizado bajo el modo de producción capitalista cuenta solo como trabajo abstracto homogéneo, y dado que no hay forma de distinguir directamente qué de este trabajo es necesario y qué trabajo es superfluo, el único medio permitido por la teoría laboral para realizar tal determinación es el empleo de un dinero-mercancía.

A saber, el ORO.

El tiempo total de trabajo social de los Estados Unidos realizado, por ejemplo, en una semana, se denomina en dólares, pero estos dólares no tienen valor propio. Al no tener valor, no pueden servir como medida del tiempo de trabajo socialmente necesario en nuestra economía. No podemos, por lo tanto, distinguir entre trabajo socialmente necesario y trabajo superfluo gastado durante un período de tiempo dado simplemente argumentando que si puede pagarse con dólares, debe ser necesario — este es el método de la economía burguesa.

En la teoría laboral, la parte del trabajo gastada en la producción de mercancías que cuenta como valor debe expresarse en alguna unidad definida de dinero-mercancía. Nuevamente, no hay absolutamente ninguna excepción a esta regla. A su vez, una unidad definida del dinero-mercancía se denomina en una cantidad definida de moneda que se utiliza en una transacción en el mercado entre el comprador y el vendedor.

El precio en moneda de una mercancía solo representa el valor subyacente en dinero-mercancía una vez que convertimos este precio en moneda en una cantidad física definida del dinero-mercancía. Si esa moneda no está vinculada a una cantidad definida de dinero-mercancía, el mismo precio en moneda en diferentes momentos representará valores diferentes.

Para aclarar esto, permítanme dar un ejemplo:

En 1969, el dólar representaba 1/35 de una onza de oro, es decir, 35 dólares estaban vinculados a una onza de oro, mientras que hoy, según la gente de Kitco, 1392 dólares representan el valor de una onza de oro. Entonces, la cantidad de dólares que se necesita para representar una onza de oro ha aumentado cuarenta veces en los últimos cincuenta años más o menos.

Así, en 1969, por ejemplo, la línea de la pobreza para una familia de cuatro, según el Departamento de Censo de los EE. UU., era de U$ 4.462 , o 127,5 onzas de oro. Hoy ese mismo ingreso de pobreza, 127.5 onzas de oro, representa la enormidad de U$ 177.460.

A modo de comparación, el umbral oficial de pobreza de hoy es establecido por la oficina del censo en U$ 26.981, no U$ 177.460, es decir, se establece en solo el 15%  de la línea de la pobreza de 1969 en términos de un dinero-mercancía. Esta cifra es consistente con lo que hallamos sobre los salarios promedio en general.

¿Es sorprendente la diferencia entre las dos cifras? Por supuesto, pero esa es la cantidad que se han depreciado tus salarios en estos cincuenta años. Solo para seguir  el ritmo de la depreciación de la moneda en los últimos 50 años, tendrías que ganar 40 dólares por cada dólar que ganaron tus padres en 1969. Otra forma de decir esto: si los ingresos hubieran seguido el ritmo de la depreciación del dólar, nadie estaría viviendo en la pobreza hoy.

Es imposible entender cuán implacablemente estás siendo explotado hoy al observar las medidas en dólares de la actividad económica. Del mismo modo, es imposible visualizar la cantidad de tiempo de trabajo superfluo en nuestra economía y, por lo tanto, el potencial para una reducción o incluso la abolición total del trabajo, sin emplear un dinero-mercancía.

Pasaré a ese tema a continuación.

 

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