La autoeducación de Jan Appel

 Jasper Bernes

Al castellano: Non Lavoro

https://jasperbernes.substack.com/p/the-self-education-of-jan-appel


Parte cinco

[de una serie:  1 ,  2 ,  3 , 4]

26 de enero de 2021

Resulta que todavía no puedo dejar a Jan Appel. Todavía hay más que decir sobre su relación con la comunización, si es que no con el “comunismo de consejos” o “consejismo”. Pues en 1920, Appel, en su recién secuestrada goleta de arenques, navegando hacia Murmansk y hacia San Petersburgo para ser reprendido por el hombre que daría nuevo nombre a la ciudad, aún no era un consejista o siquiera un comunista de consejos, si nos guiamos por las definiciones que Phillipe Bourrinet nos deja.* Más bien, él era parte de un comunismo de izquierda amplio, aún indefinido, en proceso de definición, mientras la revolución mundial decaía. Después de todo, se dirigía a la Rusia soviética, en nombre del recién formado KAPD, cuyas posiciones eran antiparlamentarias, antisindicales y a favor del consejo, pero de ninguna manera comunista de consejos. El mismo hecho de haber secuestrado el “Senador Schröder” en nombre de su partido, para comunicarse con el Komintern, indica que todavía veía en éste un rol creciente. Después de todo, iba  en una embarcación que llevaba el nombre de un funcionario parlamentario, de camino a comunicarse con los líderes de un estado rebelde.

Jan Appel sigue siendo fascinante no solo porque es el modelo mismo del intelectual proletario, con sus teorías formadas directamente en el corazón palpitante de la lucha de clases, sino porque atraviesa cada uno de los momentos notables de la Revolución Alemana (hay cinco, aunque solo cuatro son relevantes para la historia de Appel) y podemos leer esos momentos en la evolución de su pensamiento, una evolución que, de hecho, parece escapar de todas las etiquetas que podríamos aplicarle. El primero de estos períodos llega con las grandes huelgas revolucionarias que condujeron a la revolución de noviembre de 1918 y a la formación de los consejos. Appel había sido enviado a los astilleros de Hamburgo durante la guerra, todavía bajo mando militar, donde se convirtió en un importante organizador. Este primer período termina a principios de enero de 1919 con el paso a un segundo período de abierta guerra civil, la llamada revuelta “espartaquista” de enero, aplastada rápidamente en Berlín por las unidades de los freikorps que el nuevo ministro de Defensa del SPD, Gustav Noske, desató sobre los trabajadores radicales. En otros lugares, el levantamiento duró más. Appel se encontraba en Hamburgo cuando se enteró de que los freikorps habían recuperado todos los edificios ocupados por los espartaquistas — principalmente la comisaría y la sede del Vorwärts, el periódico del SPD — y que habían rastreado y asesinado a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg, los líderes de la naciente izquierda comunista.

No existía entonces el KPD ni el KAPD, en 1919, solo el USPD, los socialdemócratas independientes y dentro de él la izquierda comunista semiorganizada conocida como la Liga Espartaquista, que a partir de enero se convertiría en el KPD y luego en el KAPD. En Hamburgo, tras el derrotado levantamiento de Berlín, Appel trabajó con Ernest Thalmann, entonces miembro del USPD y más tarde líder del KPD, para organizar una marcha nocturno de trabajadores a los cuarteles cercanos en Barenfeld, a cuyos soldados desarmaron y donde se apoderaron de cuatro mil armas. Pero el intento de unir a esos cuatro mil trabajadores armados en una fuerza insurreccional disciplinada fracasó, nos dice Appel, ya que “después de una buena semana de esfuerzo para construir una fuerza de combate bien armada, los que tenían armas comenzaron a dispersarse uno tras otro y desaparecían junto con sus armas. Fue en este punto en que llegamos a la conclusión de que los sindicatos eran bastante inútiles para el propósito de la lucha revolucionaria.”

A partir de entonces, Appel fue uno de los organizadores principales de los unionen, los grupos de fábrica que se convertirían en la base social del comunismo de consejos de 1919 a 1921 (después de lo cual la izquierda comunista en Alemania esencialmente implosiona y cede el terreno a los ajedrecistas del putsch [golpe de Estado] bolchevique a cargo del KPD). Los unionen no eran ni fueron, hay que decirlo enseguida, lo mismo que los consejos, los räte, que estaban geográficamente determinados con representación proporcional por lugar de trabajo y en ocasiones con mecanismos para la representación de los desempleados y otros. El rol de los unionen, después de 1919, fue preparar el terreno para un gobierno obrero por los consejos, que hasta ahora había sido frustrado por el SPD y los sindicatos. Los unionen no representaban a la totalidad de la clase trabajadora sino más bien a la perspectiva de la minoría militante.

Pero, entonces, ¿qué papel, si lo hay, juega el partido? Las posiciones dentro del comunismo de izquierda, el KAPD, y el unionen asociado al KAPD, la AAU, fueron variadas. Algunos imaginaron un papel directivo para el partido dentro de la lucha de clases, capaz de actuar donde los unionen fragmentados no podían; otros imaginaron un papel para el partido como propagandista, abriendo el camino hacia un gobierno obrero por consejos, pero sin que permaneciese ahí para arruinar el espectáculo. Esta es más o menos la opinión de Appel cuando regresa a Rusia un año después, aparentemente por medios legales, para presentar en la bien documentada Tercera Conferencia de julio de 1921 del Comintern, que tomó como tarea la reflexión sobre la “Acción de marzo” de 1921 (analizada más adelante) y, en particular, la conducta del KAPD. En su convocatoria a la conferencia, el Comité Ejecutivo del Comintern (ECCI) escribió que el KAPD “debe decir de manera concluyente si acepta o no la disciplina internacional”. Appel respondió a este llamado para decir que no, no lo harían, y se presentó bajo el nombre de Max Hempel. Aclaró su posición sobre el papel del partido. Respondiendo a un fulminante ataque al KAPD por parte de Karl Radek, Appel ofreció una cruda pero efectiva periodización del movimiento obrero, sugiriendo cortés pero definitivamente que la guerra de posiciones bolchevique pertenecía a una época pasada de revolución burguesa fuera de sintonía con el carácter contemporáneo del movimiento obrero, en el que ahora toda la clase tenía a mano las herramientas organizativas (los consejos) y los medios de producción para pasar directamente al gobierno obrero. Los sindicatos y los representantes parlamentarios solo podían producir más de lo mismo. Los partidos y sindicatos acostumbrados al antiguo estado de cosas sólo pueden ser un obstáculo, y no hay lugar para seguir trabajando en los sindicatos o en el parlamento. La tarea era coordinar la provisión de armas al proletariado y la transición a un gobierno por consejos.

La mayoría en la conferencia de 1921 pensaba que las condiciones en Alemania seguían siendo prerrevolucionarias y así orientaron su planificación. Jan Appel estaba particularmente interesado en recordar a la ECCI que en su viaje anterior a Rusia le dijeron que el Ejército Rojo entraría en Silesia, al alcance de Dresde y Berlín, y que él y sus camaradas en las unidades subterráneas del KAPD por sí solos habían emprendido para sabotear los trenes de suministros, llenos de armamento y suministros franceses, que las potencias de la Entente habían enviado a Polonia a través de Alemania. La inesperada derrota del Ejército Rojo en Varsovia, después de abrir un camino por la Europa del Este, fue uno de los muchos encuentros perdidos, en los que la incapacidad para coordinar el poder proletario armado llevó a la pérdida de oportunidades fatales. Aquí, si es que en algún lugar, estaba el papel del partido, no en la maniobra parlamentaria y sindical.

La verdad es que los consejos no eran un poder organizado dentro de la revolución después de 1918. Incluso antes de la insurrección de enero, en la descripción fulminante pero aún así precisa que da Dauvé, “se suicidaron”. Por eso Appel pone el acento en el sindicalismo y el partido, las fuerzas necesarias para revivir ese gran florecimiento de la soberanía de los consejos se suicida en su nacimiento. Los mecanismos democráticos de los consejos implicaban que los funcionarios del SPD pudiesen obtener de manera transparente una mayoría absoluta en muchas áreas, o mediante simples desviaciones en otras. Los elementos radicales dentro de los consejos intentaron contrarrestar este proceso convocando un Congreso de los Consejos para el 16 de diciembre, pero los reformistas ya se habían integrado en la estructura de delegados, controlando el Congreso y el Comité Ejecutivo de gobierno en Berlín. Por Broué nos enteramos de que de 489 delegados, 405 fueron enviados por trabajadores y 85 por soldados. Pero solo 179 eran trabajadores de fábricas u oficinas. Del total, 288 votaron por el SPD y sólo 90 por los independientes, de los cuales apenas 10 eran espartaquistas. El Congreso, reunido en el landtag prusiano, entre la chusma proletaria, votó para entregar el poder a la Asamblea Constituyente y al Reichstag.

Cada momento en la serie de sucesos siguiente, desde el levantamiento de enero en adelante, es un intento por hacerse cargo de las consecuencias de esta decisión, y los eventos de enero se desarrollan casi directamente a partir de esta intriga entre partidos. Los consejos de ninguna manera habían sido derrotados, pero éstos no eran una forma alternativa de soberanía excepto donde así se establecieron, por la fuerza violenta y por declaración, como lo harían repetidamente durante los siguientes cuatro años, solo para ser derrotados por el estado, por la contrarrevolución organizada y por la falta de apoyo de los trabajadores desde dentro. Todo lo que hace Jan Appel, todo lo que el comunismo de consejos o el comunismo de izquierda podría significar en este momento, era ser un intento de corregir este problema, principalmente en torno a dos momentos de oportunidad: el levantamiento del Ruhr de 1920 y la acción de marzo de 1921. La oportunidad volvería a aparecer en 1923, en medio de la hiperinflación, pero para ese momento la izquierda comunista no era ya una fuerza.

Estos episodios posteriores ocurren en gran parte fuera de Berlín, pacificados a partir de 1919, en lugares donde los consejos fueron, desde el principio, los más militantes. En la región minera e industrial del Ruhr, una parte importante de la economía de la Europa occidental y, por esa razón, un escollo en el acuerdo de posguerra entre Alemania y las potencias de la Entente, donde trabajaban muchos inmigrantes, el consejo de Essen declaró un gobierno obrero y exigió la plena socialización. En otros lugares dominados por la industria pesada, se formularon demandas radicales similares, a veces acompañadas de la toma del poder del gobierno regional. Muchos de estos complicados eventos se desarrollaron, sin embargo, no en torno a la cuestión del control de la producción, sino a la reorganización del poder armado del estado. Las últimas insurrecciones son en general respuestas de los trabajadores a los intentos del Estado de desarmarlos o, alternativamente, a la contrarrevolución fascista, durante un período en el que el ejército está en proceso de reconstrucción, limitado por un tratado, enfrentándose a la subversión fascista desde dentro, y debe apoyarse en fuerzas irregulares y contrarrevolucionarias. Estas insurrecciones, por tanto, ni siquiera llegan a plantear la cuestión de la revolución contra el capitalismo, excepto implícitamente a través de la revuelta contra el poder armado. Los momentos posteriores son una retirada de la posibilidad del poder de los consejos, una retirada necesaria hacia el poder armado, que deberá hallar su camino de regreso a los consejos.

Quizás el más prometedor y el más sorprendente, fue el primero, que tomó a la mayoría por sorpresa. En marzo de 1920, después de que el SPD intentara desarmar algunas unidades de los freikorps que regresaban de saquear el Báltico, los oficiales de derecha intentaron tomar el control del gobierno. Rechazado el apoyo de los comandantes del ejército local (“La Reichswehr no dispara contra la Reichswehr”), los ministros del SPD huyeron, dejando la capital a los golpistas. Los líderes recién formados del KPD, demostrando su notable capacidad para perder la cabeza en el culo, declararían la neutralidad. La clase trabajadora, sin embargo, respondió con una ferocidad casi igual a la de 1918, aniquilando al gobierno de Kapp en una huelga general de cuatro días que detuvo al país de arriba abajo. El líder del golpe, el canciller Kapp, se enfrentó a una poderosa demostración de la ciencia proletaria del valor; no pudo encontrar a nadie que imprimiese dinero para el nuevo gobierno, pues todos los impresores estaban en huelga.

El intento de golpe colapsó rápidamente, excepto en Baviera, donde los golpistas tenían el poder. El gobierno de Berlín regresó y pidió a los trabajadores que se retiraran. Sin embargo, las pasiones no se calmaron fácilmente. En el Ruhr, en particular, donde los trabajadores oyeron que las unidades locales de los freikorps, estacionadas cerca, apoyaban el golpe, barrieron toda la región en un frenesí insurreccional, ciudad tras ciudad desarmando a la policía y luego a las unidades militares, formando varios comandos, y derrotando en batalla, en varios casos, a muchas de las unidades de freikorps enviadas para combatirlos. Este Ejército Rojo del Ruhr, formado de la noche a la mañana, contaba con alrededor de 100.000 personas. Se organizaron regionalmente, como los consejos, pero tenían poca conexión con las organizaciones laborales. No había un comando central, seamos  claros, sino varias agrupaciones regionales. En la mayoría de las áreas, dominaban el USPD y el ala derecha del KPD, pero los anarquistas eran muy activos en el área y,  con la izquierda del KPD (que se convertiría en el KAPD), empujaron bastante lejos. En Duisberg, por ejemplo, depusieron al ejecutivo del SPD y allanaron bancos y almacenes, en un momento de protocomunización. Eventualmente, sin embargo, la mayoría de las unidades se retiraron y entregaron su poder a los delegados que aceptaron desarmarse a cambio de concesiones. Una parte del Ejército Rojo no participó en tales negociaciones, pero así les fue. Los que se negaron a desarmarse fueron masacrados por los Freikorps.

Jan Appel estaba trabajando en el Ruhr en ese momento, aunque no tengo información sobre lo que estaba haciendo. El KAPD se formó en abril de 1920, como respuesta directa a la perfidia del KPD en su respuesta al golpe de Estado de Kapp, expulsó efectivamente a su mayoría y continuó como antes, con anterioridad a una unificación con los independientes. En Hamburgo, Appel y Fritz fueron enviados por el KAPD a Rusia, y fue entonces cuando se embarcó en el Senador Schröder, llegando a Rusia el 1 de mayo. Esto es en parte una proyección, pero me gusta imaginar a Appel en el barco reflexionando sobre el curso de la revolución hasta ahora, e imaginando lo que se podría haber hecho. ¿Qué se deberá hacer de manera diferente la próxima vez? La apasionada voluntad estaba allí, desarmando unidades de freikorps y robando barcos. ¿Qué faltaba? ¿Cómo evitar el autodesarme obrero mediante su propia autoorganización? La respuesta debe haber sido, para Appel, el consejo. ¿Y si tan solo los Ejércitos Rojos hubieran entregado su poder a los consejos y no a una parte negociadora?, ¿y si ese ejemplo pudiese haberse extendido?

Tendrían su oportunidad un año después, durante la Acción de Marzo de 1921, que estalló en Alemania Central, particularmente en las áreas industriales de Halle y Mansfeld. Era un área donde los trabajadores no habían sido desarmados, particularmente en las ultramodernas fábricas químicas de Leuna. Una huelga general se extendió por la región y, en un momento de sincronía, tanto el KAPD como el KPD decidieron que había llegado el momento de la insurrección. Pidieron a los trabajadores que se armaran y tomaran el poder. Este era el momento del aventurerismo heroico. En respuesta al llamado general, las unidades armadas comenzaron a incendiar comisarías de policía y juzgados, asaltar bancos y distribuir bienes. Max Holz, el llamado Robin Hood de la revolución, destrozó las unidades policiales enviadas desde Berlín para sofocar a los trabajadores rebeldes en Mansfeld. Esta es una descripción de su fuerza proto-comunizadora en acción:

El comando, motorizado, cuenta entre 60 y 200 hombres. Al frente, un grupo de reconocimiento con fusiles mecánicos o armas más ligeras: les seguían los camiones fuertemente armados. Luego el “jefe” en un automóvil, “con el efectivo” en compañía de su “ministro de finanzas”. Como tapa, otra camioneta pesadamente blindada. Todo decorado con banderas rojas. Desde su llegada a una localidad, se requisan provisiones, Se saquean oficinas de correos y cajas de ahorros. La huelga general es proclamada y pagada por los empresarios con un “impuesto”. Se ordena a los carniceros y panaderos que vendan su mercancía entre un 30 y un 60 por ciento más barata. Toda resistencia es aplastada inmediata y violentamente …

El KPD y el KAPD emitieron un llamado general a la insurrección, pero más allá de eso, tenían poco control sobre los acontecimientos de rápida evolución. Los mensajes se perdían en el relevo entre el centro y las provincias, y la incapacidad de estas unidades para formar conexiones laterales resultó fatal. En la obra de Leuna, los trabajadores calificados resistieron el llamado a tomar las armas que tenían y a pasar a la ofensiva, porque concluyeron que serían masacrados. Sin embargo, no sabían que la fuerza de Holz estaba cerca. Finalmente, la fábrica fue bombardeada, los trabajadores desarmados, Holz capturado y arrestado. Se había vuelto a perder la oportunidad.

No está claro si esta fue la última oportunidad o no. En 1923 regresó la que parece ser una auténtica situación prerrevolucionaria. Como resultado de los acontecimientos en el Ruhr, desde los cuales la Reichswehr estaba prohibida por el tratado de Versalles, el ejército francés ocupó este vital centro industrial (fuente de gran parte de su carbón). La economía alemana entró en picada hiperinflacionaria; se formaron consejos radicales y se inició una vez más el paso hacia la insurrección. Pero el KPD había perdido contacto con las organizaciones de trabajadores, pensando que la lección de marzo fue la falta de cadenas de mando organizadas y disciplinadas. La izquierda comunista ya no existía y el KPD inició una insurrección mecánica, desconectada del estado de ánimo de la lucha de clases, que fracasó.

En ese momento Appel estaba en prisión. Había sido detenido por las autoridades francesas, que negociaban para enviarlo de regreso a Hamburgo para ser juzgado por piratería. Un detalle que aprendemos de la biografía de Paul Mattick es que él, que entonces tenía 19 años, se estaba preparando para sacar a Appel de la cárcel, pero las autoridades acordaron acusar a Appel de un delito menor, del que estaba dispuesto a declararse culpable. Appel comenzó sus estudios y apareció en 1925 con un primer borrador del documento del GIK, que se llevó a los Países Bajos. Este documento es, entonces, una reflexión sobre todas estas insurrecciones fallidas — si los unionen  radicales hubieran existido, en posesión de un programa viable de socialización de la producción, tal vez la clase obrera no hubiera rechazado la perspectiva de tomar el poder a través de los consejos e integrar a las unidades armadas.

Appel está en prisión en Dusseldorf escribiendo su borrador de los Fundamentos de la producción y distribución comunista casi al mismo tiempo que Hitler está en prisión en Munich escribiendo Mein Kampf. Pero las conclusiones que extraen son diametralmente opuestas. Hitler abandona un camino insurreccional hacia el poder nazi y concluye que los mecanismos parlamentarios representativos son un complemento necesario. Appel renuncia a la organización parlamentaria y decide que el partido debe ser sólo un coordinador de la insurrección. Para sus respectivos proyectos ambos tenían razón.

¿Qué hay del consejo en todo esto? ¿Dónde están todos los consejos? Vemos inmediatamente dos problemas que afectaron el poder del consejo. Una fue la estructura centralizadora de delegados revocables, que creó un cuello de botella en el Comité Ejecutivo en Berlín y permitió que el poder del consejo se eliminara fácilmente. No me queda claro que los delegados revocables — en lugar de las relaciones laterales — sean la última palabra en la estructura autoorganizada. Pero más fundamentalmente, al menos para cualquier análisis del siglo XXI, está el problema de la división del trabajo y la integración de los desempleados. Cuando Appel se presentó al Komintern, sugirió que solo la forma de consejo organizado regionalmente podría integrar a las grandes masas de proletarios desempleados con las que tendría que enfrentarse el nuevo movimiento obrero. Aquí radica una paradoja, sin embargo: El apoyo al comunismo de consejos y a la izquierda comunista fue mayor entre los desempleados o, alternativamente, en industrias con una división del trabajo bastante rudimentaria: la minería, la industria pesada. En estas áreas, los trabajadores tendían a formar unidades armadas, ejércitos rojos, no consejos, mientras que los trabajadores organizados en la industria y otros sectores, formados en consejos, tendían a ser más cautelosos. El encuentro perdido entre los 12.000 trabajadores de la ultramoderna fábrica de productos químicos Leuna y el batallón de Max Holz de 2000 merodeadores ultraizquierdistas es instructivo. ¿Cuál es la forma que podría unir todo esto? ¿El consejo? ¿El partido? ¿Y qué tipo de consejo, qué tipo de partido?

El GIK tenía una respuesta — solo el consejo. El consejo en sí, preparado por grupos de unionen, era suficiente. Pero no está claro si Jan Appel llegó a asumir esta posición por completo. Después de la ocupación nazi, durante la cual Appel y otros consejistas  participaron en el trabajo de Resistencia, sus colegas del GIK comentarían que Appel tenía demasiado gusto por la intervención, y que quería seguir trabajando con los grupos de resistencia mucho después de que los otros consejistas decidieran que era el momento de partir. En las décadas de 1960 y 1970, cuando se renueva el interés en la historia del comunismo de consejos, Appel se une a miembros de la Corriente Comunista Internacional, un grupo comunista de izquierda, en su reunión de fundación en 1976. La posición de la CCI es bastante opuesta a la del GIK, y la historia de la izquierda comunista alemano-holandesa que ellos producen, escrita por Philippe Bourrinet, lee al consejismo como una especie de criptoanarquismo que fracasa por su incapacidad para pensar en el papel crucial del partido. Pero, ¿quién sabe qué pensaba realmente Appel sobre todo eso? Yo no. Lo estoy usando como un set de coordenadas, como una forma de pensar la historia, pero me doy cuenta de que el Appel real escapa a todo esto, atravesando todas las categorías — partido, consejo, sindicato, ejército rojo — con las que podríamos intentar hacer sentido de su tiempo.

 


* Bourrinet, alineado estrechamente con la perspectiva de Amadeo Bordiga, insiste en la diferencia entre rätekommunismum y linkskommunismus, señalando el animado debate sobre el papel del partido dentro de la izquierda comunista alemano-holandesa. El consejismo, según su definición, es el comunismo de consejos que no ve ningún papel para el partido. Una aclaración de términos, entonces, es la siguiente: el comunismo de izquierda consiste en un rechazo a los sindicatos y partidos parlamentarios, involucrando unionen, partidos y consejos. El comunismo de consejos incluye los tres, con un rol contenido para el partido. El consejismo rechaza al partido, pero no al sindicato y al consejo. Bordiga rechaza al consejo y al sindicato por el partido. Sin adoptar el argumento tendencioso de Bourrinet, encuentro útil este uso de los términos.