Catalizador:
Socialisme ou Barbarie, la Internacional Situacionista y la teoría de la comunización

Jasper Bernes

Al castellano: Non Lavoro

https://jasperbernes.substack.com/p/catalyst


Parte tres

[de una serie: parte 1 , parte 2]

 

27 de diciembre de 2020

Como se señaló, la teoría de la comunización que desarrollaron Gilles Dauvé y otros ofrece una crítica de la ultraizquierda (que aquí se refiere principalmente al comunismo de consejos) a través de las ideas de Amadeo Bordiga. He descrito esto como una síntesis, la producción de una nueva teoría de la revolución. Esta síntesis no podría haber tenido lugar sin la presencia de un catalizador crucial, la Internacional Situacionista.

Pero primero, una narrativa de fondo. La confrontación entre Bordiga y el comunismo de consejos descrita anteriormente fue posible gracias a un resurgimiento internacional de las ideas ultraizquierdistas iniciadas, en parte, por desertores de la Cuarta Internacional de Trotsky justo después del final de la guerra. En Francia, el grupo Socialisme ou Barbarie, en los Estados Unidos, el círculo alrededor de la Tendencia Johnson-Forrest de CLR James, y en Italia, los autores más tarde asociados con el operaismo, mantuvieron correspondencia durante las décadas de 1950 y 1960, repudiando el relato de Trotsky sobre la URSS — en gran parte convergieron en torno a la tesis del “capitalismo de estado” — y pusieron especial énfasis en la espontaneidad y la autoactividad de los trabajadores.

El triunfo del capital durante este período, de Taft-Hartley y el Plan Marshall, nos parece más total de lo que se experimentó entonces. En Europa, los partisanos comunistas, esenciales para la victoria aliada, salieron de la guerra por el control de Francia, Grecia, Italia y Bélgica, con huelgas masivas y otras acciones obreras en alza. La revuelta en Alemania del Este en 1951 y la Revolución Húngara de 1956, junto con desarrollos menores en Polonia, convencieron a ex trotskistas, comunistas de consejos y otros de que una ola de lucha de clases que atravesara la división de la Guerra Fría entre el este y el oeste podría pronto tumbar al siglo estadounidense. La publicación del discurso secreto de Jrushchov, también en 1956, aceleró las deserciones de varios partidos comunistas alrededor del mundo, algunos de los cuales buscaron un marxismo heterodoxo que pudiera explicar desde adentro la derrota que habían sufrido.

Socialisme ou Barbarie (en adelante S. ou B.) reunió a muchos de estos disidentes en torno al ex-trotskista Cornelius Castoriadis, que había llegado al trotskismo durante la Guerra Civil griega, y Claude Lefort, socio de Merleau Ponty y escritor para el Les Temps Modernes de Sartre. Al argumentar que la URSS era capitalista de estado, Castoriadis puso especial énfasis en la dimensión del control, gestión y ejecución, desarrollando una teoría del capital-como-poder que podría describir tanto al capitalismo francés como al socialismo nominal en la URSS y en otros lugares. S. ou B. fue influenciado por la tendencia Johnson-Forest de CLR James, y particularmente por el análisis del lugar de trabajo que este grupo estaba produciendo en textos como The American Worker, que combinaba las reflexiones del trabajador automotor Phil Singer sobre el proceso laboral, con el análisis de Grace Lee Boggs, y que inspiró el giro de S. ou B. a la práctica de la escritura y la investigación obrera. Sin embargo, ese giro ya estaba anticipado por el énfasis de Claude Lefort en la experiencia proletaria en los debates que había llevado a cabo con Sartre y otros en Les Temps Modernes en la década de 1940. A esta rica coyuntura llegó un núcleo de trabajadores fabriles en algunas plantas, ex bordiguistas, comunistas de consejos y muchos intelectuales jóvenes, incluidos Jean-Francois Lyotard, Gerard Genette, Edgar Morin y Hubert Damisch.

Como soles gemelos actuando sobre una multitud de cometas, Lefort y Castoriadis forzarían dos salidas de la organización que demuestran las contradicciones dentro del grupo, y también los impasses a los que responde la teoría de la comunización. A medida que S. ou B. desarrollaba su crítica, involucró a Anton Pannekoek y al comunismo de consejos de una manera que llevaría a Lefort y a algunos otros dentro de la organización a adoptar una posición más o menos consejista, resistiendo el vanguardismo residual de Castoriadis, quien todavía imaginaba que la organización podría desempeñar un papel intervencionista. La guerra de Argelia y el golpe de Estado de 1958 llevaron estas diferencias organizativas a un punto crítico, y Lefort se fue con Henri Simon para formar Informations et correspondance ouvrières, llevando consigo la complicada teoría y práctica de la investigación obrera, así como la mayor parte de su conexión con las organizaciones de fábrica. El ICO fue rigurosamente anti-vanguardista, concluyendo que el único papel válido para una organización teórica era como aparato intersindical para que los trabajadores se comunicaran y teorizaran su experiencia.

Esta salida al comunismo de consejos en 1958 fue seguida por la afluencia de nuevos miembros a S. ou B., y una nueva revista, Pouvoir Ouvrier, libres de participar con más soltura en las luchas existentes. Este grupo en torno a P.O. era la versión de S. ou B. a la que Guy Debord se unió brevemente en 1960 y de la que se fue, con una crítica de despedida que sugería que la agrupación seguía atravesada por divisiones entre “estrellas” y “espectadores”, parecidas a las divisiones entre quienes dan órdenes (dirigentes) y quienes reciben órdenes (ejecutantes) que había estado teorizando Castoriadis. Se necesitaba una nueva organización y Debord ya estaba trabajando en eso en otros lugares. Finalmente, el egoísmo de Castoriadis y su incapacidad para un verdadero trabajo colectivo llevaron a la mayoría de Pouvoir Ouvrier a fundar un nuevo grupo, que traía consigo el peso de todas estas críticas, y cuyos miembros eventualmente, después de 1968, se unirían a algunos de los pequeños colectivos que desarrollarían la teoría de la comunización.

En resumen, S. ou B. presentó una salida hacia el comunismo de consejos y otra hacia el intervencionismo y en medio de ellas un viraje, que era la crítica de Debord al militante. Debord, en otras palabras, proporcionó el elemento faltante, el elemento necesario para superar las contradicciones internas de S. ou. B. Debord, por lo tanto, en nuestra historia, no es el lugar de la crítica reconstituida, sino simplemente un catalizador para ella. Esto se debe a que la propia Internacional Situacionista nunca resolvió su relación con el comunismo de consejos ni articuló el papel que imaginó que jugarían los consejos en la revolución. Las ocupaciones de fábricas de mayo del 68 fueron, en este sentido, tanto la realización como la neutralización del proyecto político de la IS — los trabajadores paralizaron la economía, pero no se comportaron como esperaba la teoría del comunismo de consejos; sus motivos y deseos se encontraban en otro lugar.

El elemento faltante que aporta Debord es, por supuesto, la crítica artística, la herencia del dadaísmo y el surrealismo, Rimbaud y Lautreamont, y todo el proyecto de la vanguardia histórica, a la que Debord tanto sometió a una crítica despiadada como, en cierto modo, llevó a su compleción. Cuando Debord y sus pares comenzaron en la década de 1950, sus actividades estaban bien circunscritas por el dominio de la cultura — eran comunistas como lo eran los surrealistas y los dadaístas, pero su actividad no era directamente anticapitalista, excepto por analogía. Como las primeras vanguardias, su superación de la separación entre el arte y la vida no supuso todavía una superación de la separación entre el arte y la efectividad política, sino más bien un paso hacia la ética y la psicología, por un lado, y a la fantasía arquitectónica, por el otro. Solo una vez que Debord desacopló al grupo de cualquier tipo de producción cultural, la IS pudo desempeñar su papel histórico último. Esta crítica del arte le dio a Debord una ventana única a los problemas que enfrentaba S. ou B. Al ver la tiranía tanto del lugar de trabajo como de la vanguardia política a través del lente de la crítica de la división del trabajo que Debord había desarrollado con respecto al arte, pudo ir mucho más lejos que Castoriadis en la crítica a la burocracia, la gestión y el control.

Sin embargo, tampoco Debord se pone del lado de Claude Lefort y sus socios apartados, como enfatiza en su carta. Si Debord ubica en las acciones autoorganizadoras obreras una capacidad de resolución creativa de problemas independiente de su representación por intelectuales y burócratas, nunca pensó que esto significara que los intelectuales deban silenciarse. Como señala Dauvé más adelante, esto es algo que Debord comprendió absolutamente bien. Simplemente asumió que, como condición para la revolución, los trabajadores y los intelectuales eventualmente se unirían, antes de lo cual la ansiedad de los intelectuales no servía para nada. Quizás la creatividad de Debord como escritor y cineasta lo lleva a ser menos temeroso de que sus ideas puedan intimidar a los trabajadores hacia el sometimiento.

A pesar de todo esto, la IS nunca supera realmente los límites de la ultraizquierda como la define Dauvé. Como lo señala, quienes se unieron al grupo a fines de la década de 1960 adoptaron una teoría del consejo como instrumento revolucionario que queda en mayor o menor medida sin ser confrontada con la antropología obrera implícita del grupo. Por un lado, en muchos textos la IS establece al proletariado revolucionario como un grupo cuyas necesidades y deseos multifacéticos lo ponen en conflicto fundamental con el modo de producción capitalista y el movimiento obrero. Por otro lado, imaginan un pasaje consejista más o menos clásico a la revolución, en el que la necesidad de un partido es eludida por la toma directa de los medios de producción por parte de los propios trabajadores, quienes, presumiblemente, pueden entonces averiguar cómo gestionar sus asuntos. Pero si la fábrica y la oficina, la mina y el campo, son lugares que el proletariado rechaza instintivamente, cómo imaginarlos luego allí como gestores de su propio sufrimiento. ¿Dónde, entonces, está la crítica estética de la estéril unilateralidad de la vida cotidiana en el capitalismo? Seguramente los requisitos de la revolución implican más que un consejo obrero que se elige a sí mismo como propietario y que cuelga algunos banderines alegres en el piso de la fábrica.

Debord y la IS, por tanto, plantearon implícitamente la cuestión del contenido, pero dejaron a la revolución que explícitamente la hiciera. Quizás esto esté en consonancia con la singular manera de pensar de Debord sobre la vanguardia. Él ve a la IS como un grupo aventurero pero no como una vanguardia. Su objetivo es provocar, inquietar, desenmascarar, y en su momento lo que sea tenga que aportar se habrá generalizado. Como escribe, en la banda sonora para su reflexión elegíaca sobre la IS, In girum imus nocte et consumimumr igni, “Las vanguardias solo tienen un tiempo, su objetivo es animar su tiempo sin sobrepasarlo”. Con esta idea de la vanguardia, no se pone del lado de Lefort ni de Castoriadis — la IS es un catalizador, una forma de acción de vanguardia que cataliza la autoorganización proletaria, obviando así las preocupaciones sobre la dominación partidaria que obsesionó a S. ou B.

Me refiero a la metáfora del catalizador aquí de manera bastante explícita. Un catalizador es un elemento necesario para una reacción química del cual no se pueden encontrar rastros en el producto terminado. El producto aquí es la teoría de la comunización, la crítica de la ultraizquierda que Dauvé efectuó a través de Bordiga. Nótese que en ese texto original de Dauvé, “Sur l’ideologie ultra-gauche”, de 1969, no se menciona la IS. Pero ésta sigue siendo esencial, sin embargo, como reconocerá Dauvé en sus últimos artículos. Porque es el énfasis en la vida cotidiana como un lugar de sufrimiento que encontramos en la IS, y en la expresión creativa como arma proletaria y como bien general, lo que muestra las fallas del “comunismo de barracas” de Bordiga.

 


* Bordiga puede señalar que los comunistas de consejos dejan el contenido del comunismo indeterminado de una manera que implica a la Internacional Situacionista, pero no obstante la crítica estética del capitalismo que desarrollan ofrece un sentido más seguro de la consistencia de ese contenido de lo que lo hace Bordiga.


* kasernenkommunismus, “comunismo de barracas”, es el término que acuña Marx para criticar el colectivismo militarista y forzado de Sergey Nechaev durante la división en la Primera Internacional.


Referencias / lectura adicional

  1. Sobre S. ou B., ver a) Marcel Van Der Linden, ” Socialisme ou Barbarie: A French Revolutionary Group (1949-1965)”, Left History 5.1(1977) , b) Stephen Hastings-King, Looking for the Proletariat: Socialisme ou Barbarie y el problema de la escritura obrera (Haymarket 2015). Sobre la división en particular, Henri Simon es instructivo: https://libcom.org/library/communism-france-sob-ico-echange
  2. Sobre la investigación obrera, S. ou B., JFT y la experiencia italiana, consulte el invaluable tercer número de Viewpoint: https://viewpointmag.com/2013/09/30/issue-3-workers-inquiry/
  3. Sobre la conexión de Debord con S. ou B., ver Anthony Hayes, “The Situationist International and the Rediscovery of the Workers ‘Movement”
  4. Gilles Dauvé explica mucho de esto en Crítica de la Internacional Situacionista; véanse también los pasajes sobre la IS, en Roland Simon, Histoire critique de l’ultragauche, que es la mejor historia general disponible.
  5. No tengo motivo ni espacio aquí para discutir la Internacional Situacionista y lo que ofrecen a la teoría estética y la crítica estética, pero basta decir que creo que es difícil exagerar la importancia. Para obtener más información sobre esto, consulta mi ensayo “Arte y revolución” del Manual de teoría crítica de la escuela de Frankfurt.