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¿Una teoría competa de las crisis económicas capitalistas? Una apreciación de la obra de Sam Williams
Terry Coggan
Al castellano: Non Lavoro
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Parte dos: La caída de la tasa de ganancia y otras explicaciones de la crisis capitalista
¿Acaso este foco en el papel económico central del oro convierte a Williams en un bicho del oro [N. del T. “gold bug”, un entusiasta del oro como inversión y/o como estándar de medida]? Puede que el patrón oro haya pasado por una larga agonía en los años intermedios del siglo pasado, pero ¿es seguro que haya pasado a la historia? Uno de los aspectos más útiles del trabajo de Williams es su desacreditación de la idea, compartida implícitamente por algunos marxistas, de que el oro haya sido desmonetizado. Y lo hace describiendo ampliamente la naturaleza y el rol de las otras dos formas de dinero, el dinero signo [“token money”] y el dinero de crédito, y demostrando que el hecho mismo de que existan leyes económicas que limitan la cantidad que puede crearse de ambas formas de dinero es una prueba de que, si bien esas formas pueden representar al dinero en oro en circulación, ninguna puede reemplazarlo.
Las formas de dinero
El dinero signo es papel moneda emitido por el estado y su equivalente electrónico, las reservas bancarias comerciales depositadas en el banco central (es por eso que es legítimo referirse a las políticas estatales de “flexibilización cuantitativa” que amplían estos depósitos, como: “imprimir dinero”). Si se crean demasiados signos, se devalúan en relación con el oro, o en otras palabras, suben los precios de las mercancías en términos de la moneda depreciada. El dinero de crédito, aunque constituye la gran mayoría de lo que los economistas llaman “la oferta de dinero” y en muchos países ha casi completado su invasión del comercio minorista, es en realidad solo una promesa de las instituciones bancarias que emiten crédito, de pago en otra forma más básica de dinero, en primera instancia dinero signo, pero en última instancia, lingotes de oro. Si se emite una cantidad excesiva de crédito en relación a una base cada vez menor de “efectivo contante y sonante”, ocurrirá una crisis bancaria, que destruye una parte del dinero de crédito. Ha habido pruebas suficientes de esto, internacionalmente, en los últimos años.
La ley de que una duplicación en la cantidad de papel moneda en relación con el stock de dinero en oro conducirá a una duplicación de los precios nominales, ha sido aparentemente contradicha por el hecho de que a partir de 2007-2009 los gobiernos y los bancos centrales en muchos países se entregaron a masivos ejercicios de “flexibilización cuantitativa” sin desatar la inflación. Para explicar esto, Williams invoca la preventiva de: “todas las cosas siguen iguales”. En tiempos de crisis, las cosas no son iguales, y la demanda de efectivo como medio de pago o acaparamiento ha permitido que las autoridades se salgan con la suya. Pero la presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, y sus equivalentes a nivel internacional, conocen las lecciones de la década de 1970 [1] y saben que no pueden seguir indefinidamente con estos programas sin socavar la confianza en la moneda y provocar una huida del dólar. De ahí los movimientos recientes para reducirlos.
El fracaso del keynesianismo
Para confirmar el hecho de que las leyes que aplican al dinero metálico no aplican al papel moneda, Williams, como Yellen y sus colegas, vuelve con frecuencia a las lecciones de la década de 1970, a los experimentos del “keynesianismo monetario” que se emprendieron con tanta confianza. y a su necesario resultado, el “Shock de Volcker” al final de la década. Un aumento en la cantidad de dinero metálico en relación con las mercancías, con todas lo demás permaneciendo igual, baja las tasas de interés, y, tarde o temprano, conduce a una expansión del mercado.
El economista burgués más influyente del siglo XX, John Maynard Keynes,
representó al poder imperialista en declive, el Reino Unido,
en la conferencia de Bretton Woods de 1944
que estableció el sistema monetario internacional
posterior a la Segunda Guerra Mundial.
La ortodoxia keynesiana de la época, esperaba que una vez que se eliminara el rol del oro en el sistema monetario internacional, se pudieran lograr los mismos resultados haciendo que las autoridades monetarias ampliaran la cantidad de papel moneda, e indirectamente, el dinero de crédito creado sobre la base de la mayor oferta de signos (tokens) monetarios. En cambio, la década fue marcada por la depreciación de la moneda y el aumento de las tasas de interés impuestas por los capitalistas del dinero que buscan compensarse por el “riesgo de devaluación” percibido, al mismo tiempo que huían hacia el oro. Surgió una situación en la que simplemente atesorar oro era más “rentable” que llevar a cabo la producción, un estado de cosas que, de haber continuado, habría puesto en duda la viabilidad del sistema capitalista. La única forma de detener la podredumbre y restablecer la tasa de ganancia positiva en términos de oro, era terminar con la depreciación del dólar, lo que la Reserva Federal bajo Volcker solo pudo hacer poniendo fin a su resistencia a aumentar las tasas de interés, dejando paradójicamente que aumentaran, por todavía un tiempo más, hasta el punto en que los capitalistas del dinero fueron inducidos a abandonar el oro en favor de valores financieros denominados en dólares, para tomar ventaja de las inauditas altas tasas de interés.
La fuerte medicina administrada por la Reserva Federal de Volcker no estuvo exenta de efectos secundarios (también explorados por Williams), pero fue también necesaria desde otro punto de vista: para persuadir a los capitalistas fuera de los EE. UU. a que aceptasen lo que se conoce como Bretton Woods II, un sistema monetario internacional todavía basado en el dólar estadounidense, aunque en papel, y reemplazar al abandonado Bretton Woods I. [2]
Paul Volcker, presidente de la Reserva Federal 1979-87,
y jefe de la Junta de Recuperación Económica bajo el presidente Barack Obama.
Williams no está convencido de que todos sus compañeros marxistas hayan aprendido la lección básica de la década de 1970, tan bien como sí lo hizo Paul Volcker. Williams escribe: “Cuando las autoridades monetarias permiten que la cantidad de papel moneda medida en términos de dólares estadounidenses, libras, euros, etc. crezca más rápido que la cantidad de dinero-mercancía, tarde o temprano el papel moneda se deprecia con respecto al material monetario. Cuando el proceso avanza hasta determinado punto, la inflación consume el poder adquisitivo que las autoridades monetarias intentan crear “de la nada” en lugar de desde el oro sólido producido por el trabajo humano. Es la incapacidad de comprender esto lo que ha impedido que la mayoría de los marxistas actuales resuelvan completamente el enigma de las crisis capitalistas modernas”.
Williams presenta una crítica extensa, no solo de las doctrinas del “keynesianismo monetario”, sino también de las del “keynesianismo fiscal”, y del trabajo de marxistas subconsumistas como Paul Sweezy, influenciado por éstas. Esencialmente, esto implica demostrar que las crisis de sobreproducción generalizada ocurren no solo porque “los trabajadores no pueden volver a comprar su producto” — la versión cruda de la teoría del subconsumo — sino porque “periódicamente hay una sobreproducción generalizada de mercancías relativas al mercado, de modo que el poder adquisitivo combinado de los trabajadores y los capitalistas, así como todas las posibles “terceras personas”, incluido el estado, es periódicamente insuficiente para comprar la producción total de mercancías a precios rentables”. Una consecuencia de esta realidad básica es que cualquier movimiento del estado para aumentar su gasto, ya sea financiado por impuestos actuales o por préstamos, en última instancia resultará ineficaz, aunque el grado de eficacia del movimiento puede variar según la etapa del ciclo industrial en la que se lleve a cabo.
Las políticas monetarias y/o fiscales keynesianas pueden aminorar la severidad de la fase de recesión/depresión del ciclo, pero hay un inconveniente. Marx explicó que una función necesaria de una crisis económica era la deflación del crédito. Según Williams, “esta transformación cíclica de un sistema de crédito a efectivo es simplemente el reflejo, en la esfera financiera, de la liquidación de la sobreproducción que ocurre en la economía real, así como la inflación previa del crédito era el reflejo de la sobreproducción industrial anterior que causó la crisis en primer lugar … Sin embargo, las políticas keynesianas, al reducir las depresiones cortas, han limitado en gran medida la transformación de un sistema de crédito a un sistema de efectivo durante y después de las recesiones. … Bajo las políticas keynesianas, por lo tanto, la sobreproducción que se produjo durante el auge no se liquida por completo durante la fase de recesión/depresión que le sigue, como más o menos ocurría antes de que los gobiernos capitalistas adoptaran las políticas keynesianas de estabilización. El resultado ha sido un crecimiento gradual de sobreproducción acumulada en los ciclos industriales. El problema es que esto no puede continuar para siempre. Se ha desatado una tendencia poderosa hacia un “súper choque” que liquidará por la fuerza décadas de sobreproducción y forzará un retorno a un “sistema monetario”.
La caída de la tasa de ganancia
Williams reconoce que Marx asignó a la caída tendencial de la tasa de ganancia promedio como la ley más importante de la economía política. Entonces, ¿cómo encaja el curso de la tasa de ganancia en la teoría de Williams de las crisis capitalistas?
Para empezar, él señala que cuando Marx establece la ley, en la Parte Tres del Volumen III de El Capital, no estaba tratando de explicar las crisis periódicas del capitalismo, sino más bien, de explicar por qué su desarrollo, en su conjunto, conduce inexorablemente a su colapso. A este respecto, la ley de Marx conserva toda su fuerza y validez. Pero para analizar la evolución de la tasa de ganancia, de la manera en que lo hizo en el Volumen III, Marx tuvo que enfocarse en las condiciones técnicas de producción de manera aislada, abstrayéndose de todas las fluctuaciones en la actividad comercial, “incluyendo”, dice Williams, “la más dramática de todas las fluctuaciones — las crisis. Es por eso que el estudio de la tendencia histórica de la tasa de ganancia no es lo mismo que la teoría de las crisis”.
La caída de la tasa de ganancia se manifiesta durante largos períodos de tiempo.
Eso no quiere decir que la caída tendencial de la tasa de ganancia sea solo ruido de fondo. Williams está de acuerdo, por ejemplo, en que un aumento en la composición orgánica del capital que ejerce una presión a la baja sobre la tasa de ganancia fue un factor importante para poner fin a “el largo boom” después de la Segunda Guerra Mundial. Pero no necesariamente existe un vínculo inmediato con ninguna crisis en particular. Un colapso temporal en la tasa y masa de ganancias como resultado de una crisis cíclica, o las pérdidas causadas por el hecho de que los capitalistas tienen que restar de sus ganancias cualquier depreciación de los elementos existentes de su capital fijo que ocurra en el transcurso de un ciclo, no debe confundirse con la caída permanente en la tasa de ganancia causada por el aumento en la composición orgánica del capital.
Este último fenómeno es necesariamente gradual, manifestándose durante períodos de tiempo más largos. Aunque este proceso se ha detenido periódicamente o incluso ha sido revertido por la operación de varias combinaciones de influencias contrarias, el resultado neto ha sido que la tasa de ganancia es ahora mucho más baja de lo que era en los primeros días del capitalismo. Para compensarse, los capitalistas se ven obligados a aumentar la masa de ganancias llevando a cabo una producción a gran escala. Que desde un punto de vista tecnológico, y en esta etapa de la historia, sean capaces de hacer esto, nos devuelve a la subvaloración de Williams, mencionada anteriormente, de la capacidad peculiar del capitalismo para aumentar la producción más rápido de lo que puede hacer crecer los mercados. Fue en este sentido general que Marx hablaba, según Williams, cuando decía que la caída de la tasa de ganancia “procrea” (“promueve” en la traducción de Penguin) las crisis de sobreproducción.
“El principal problema para la teoría marxista de las crisis”, escribe Williams, “es en qué medida el colapso en la tasa de ganancia, que ocurre al comienzo de la crisis, es causado por las crecientes dificultades para producir la plusvalía versus las crecientes dificultades para realizar la plusvalía.” No tiene duda alguna de que “la causa de la caída o incluso la desaparición completa de las ganancias como resultado de la sobreproducción, surge del hecho de que el valor de las mercancías no puede realizarse en la forma de dinero”. O, en otras palabras, la producción capitalista, representada por la fórmula D—M … P … M’— D’, se descompone en el último punto, M’— D’.
Williams recurre a la historia económica en busca de evidencia que demuestre la exactitud de esta afirmación, y concluye: “En la mayoría de las crisis cíclicas del mundo real, la crisis comienza en los medios de consumo personal — en el Departamento II de Marx — no en el Departamento I.” Aquí parece estar en oposición a la escuela de la caída de la tasa de ganancia. Michael Roberts, un miembro destacado de esta escuela, sostiene que las crisis son causadas por una caída previa en la tasa de ganancia que aborta la inversión. Escribe en un blog reciente: “En todas las recesiones económicas de los Estados Unidos desde 1945, es la inversión la que ha caído un año antes de que comience la caída del PIB, mientras que en casi todas las recesiones, el gasto de consumo continúa (en las pocas excepciones donde hubo una caída en el consumo antes de una recesión, era pequeña)”.
Roberts pareciera estar en terreno más sólido. La Oficina de Estudios Laborales de EE. UU., por ejemplo, toma nota, en relación con la caída de 2007-2009, que el gasto de los consumidores alcanzó su punto máximo en el último trimestre de 2007, mientras que la “inversión privada fija”, que incluye el gasto en estructuras, equipos y software relacionados con la producción, alcanzó su punto máximo en 2006. Pero tal vez la aparente contradicción entre los hechos citados por los dos autores se resuelven si tenemos en cuenta dos factores. Williams señala en primer lugar que la construcción de viviendas pertenece al Departamento II y no al Departamento I, y que todos están de acuerdo en que fue la caída del mercado inmobiliario lo que desencadenó la crisis; y en segundo lugar, que cualquier crisis de sobreproducción general de mercancías es al mismo tiempo una crisis de sobreproducción de capital real: la “inversión privada fija” a la que se refieren los estadísticos del gobierno.
Pero Williams está definitivamente de acuerdo con Roberts y sus co-pensadores cuando describe el papel que juegan las crisis en la restauración de la salud de las economías capitalistas mediante la administración de una mayor dosis de ganancias, la única medicina a la que responden. Las crisis aumentan la tasa de ganancia al permitir que los capitalistas utilicen el desempleo para obligar a la clase trabajadora a aceptar un aumento en la tasa de plusvalía, (y si esto conduce a una mayor inversión en capital variable en lugar de constante, a una desaceleración, por un período, del aumento de la composición orgánica del capital); y bajando o destruyendo el valor de los elementos del capital existente. Así, las crisis actúan como un mecanismo que pone en marcha las influencias contrarias a la tendencia a la caída de la tasa de ganancia. Fenómenos de corto plazo se convierten en una parte de la evolución a largo plazo del capitalismo.
Determinar cómo es que las tendencias económicas a corto plazo interactúan con las tendencias a largo plazo en el desarrollo capitalista ha demostrado ser un desafío para todos los exponentes de la economía marxista. La periodización de diez años de los ciclos industriales sugerida por Marx, basada en un supuesto período de reemplazo para el capital fijo, ha sido una especie de albatros alrededor de sus cuellos, aun si correspondiese más o menos a las idas y venidas de las recesiones en la historia del capitalismo. Ciertamente, cualquier intento de ajustar una teoría de las crisis dentro de este plazo se encuentra pronto con dificultades. Michael Roberts le da a sus “ciclos de ganancias” una duración de 30 a 36 años de cabo a cabo. El propio Williams admite: “Por simplificación, asumí que el período en el cual la cantidad de material monetario se ajusta a las necesidades de la reproducción capitalista expandida es exactamente un ciclo industrial de 10 años. ¿Pero lo es? Señalo en las notas al pie de página que los datos empíricos de hecho no respaldan esto … ”
De modo entonces que Williams se siente más cómodo discutiendo su teoría en una escala de tiempo mayor. Esto también le permite integrar con mayor facilidad su postura con la de la escuela de la tasa de ganancia decreciente. Escribe: “en mi opinión, las teorías que relacionan las ondas largas con las fluctuaciones a largo plazo en la tasa de ganancia causadas por el aumento en la composición orgánica del capital y los cambios en la tasa de plusvalía, y la teoría de las fluctuaciones a largo plazo vinculadas al nivel de producción de oro se pueden combinar”. Y procede a hacerlo, en breve resumen, argumentando que a medida que la fase ascendente del ciclo comienza a alcanzar su punto máximo, “El sistema capitalista enfrentará una mayor dificultad en la producción de plusvalía en el mismo momento en que se vuelve más difícil realizar la plusvalía. Pronto, una gran crisis económica, o una serie de crisis económicas, se desarrolla”. Y a la inversa, “En la parte inferior del ciclo largo, una combinación de la creciente facilidad para producir plusvalía coincide una vez más con la mayor facilidad para realizar la plusvalía … y el ciclo, o la ola, se repite”.
El peligro para cualquier teórico que quiera descubrir “olas largas” en la curva del desarrollo capitalista, es que no aprecian suficientemente el impacto de eventos accidentales o no cíclicos como las guerras, las revoluciones o los grandes descubrimientos de oro. Esa fue la esencia de la crítica de Trotsky a Krondratiev, uno de los defensores originales de las olas largas. Williams es consciente de este peligro y trata de conciliarlo en su teoría, por ejemplo, con su descripción, descrita anteriormente, de la influencia de los descubrimientos fortuitos de oro en California y Australia en la década de 1850, y en Sudáfrica y Alaska en la década de 1890.
Conclusión, y lo político
Debo añadir una palabra de precaución sobre lo político. Las voluminosas publicaciones de Williams están intercaladas con comentarios políticos. Sin duda, esto es inevitable porque, como él mismo dice en un momento: “como marxistas, no podemos realmente separar la economía de lo político”. Sin embargo, de alguna manera espero que esto no sea cierto, ya que algunos de sus puntos de vista políticos, que en mi opinión se derivan de la incapacidad de comprender la naturaleza fundamentalmente contrarrevolucionaria del estalinismo, a algunos lectores podrían parecerles más polémicos que los económicos. Pero quizás puedan dejar a un lado lo político en Williams, al menos en primera instancia, para hacer uso de su valiosa contribución a la economía.
Se propuso proporcionar una teoría más completa de las crisis económicas capitalistas que las previamente desarrolladas, al demostrar que no solo se debe generar plusvalía, sino que también debe realizarse en la forma de dinero real: “el segundo acto en el proceso” en palabras de Marx. En esto tiene mucho éxito.
Notas
- El ex gobernador del Banco de la Reserva de Nueva Zelanda y líder del Partido Nacional, Don Brash, comparte esta nueva sabiduría convencional. Escribe en una columna reciente en The New Zealand Herald “… en ambos países [Estados Unidos y Australia] la legislación que cubre sus bancos centrales se remonta a una época en la que los economistas (o al menos los políticos) creían que la política monetaria podría generar una baja inflación y pleno empleo. Ahora entendemos que la política monetaria no tiene ningún efecto sobre el nivel de empleo a largo plazo, y los intentos de generar un mayor nivel de empleo a través de una política monetaria flexible, solo conducen a una mayor inflación”.
- Bretton Woods I, un estándar de intercambio de oro, era el sistema monetario internacional impuesto por el imperialismo estadounidense tras su victoria en la Segunda Guerra Mundial, en el que el dólar estadounidense se estableció como la moneda de reserva internacional, que el Tesoro estadounidense convertiría en oro a una tasa de U$35 por onza. Todas las demás monedas se fijaron en relación con el dólar estadounidense. Bajo Bretton Woods II, un estándar de cambio de dólar en papel que entró en vigencia después de 1971, terminó con la convertibilidad del dólar en oro y estableció un sistema de tipos de cambio flotantes.