Según la Agencia Central de Inteligencia, casi alcanzamos el comunismo en 1980

por Jehu

Al castellano: Non Lavoro

https://therealmovement.wordpress.com/2017/11/14/according-to-the-central-intelligence-agency-we-almost-reached-communism-by-1980/


Después de la Segunda Guerra Mundial y del esfuerzo de reconstrucción de la posguerra, la Unión Soviética comenzaba a ver más allá y a describir, en términos de los pasos prácticos concretos, las condiciones materiales que tenía que cumplir para la transición a una sociedad plenamente comunista.

Hasta ahora, nunca se ha explicado cómo intentaba llegar a ello, ni por qué falló.

Parte uno

En 1950, Stalin planteó sus ideas sobre lo que haría falta para que la Unión Soviética hiciera la transición del socialismo al comunismo. Había que duplicar el nivel de vida y reducir radicalmente las horas de trabajo:

“Sería erróneo pensar que un avance tan sustancial en el nivel cultural de los miembros de la sociedad puede lograrse sin cambios sustanciales en la situación actual del trabajo. Para ello es necesario, en primer lugar, acortar la jornada laboral al menos a seis, y posteriormente a cinco horas. Esto es necesario para que los miembros de la sociedad tengan el tiempo libre necesario para recibir una educación integral. Es necesario, además, introducir la educación politécnica obligatoria universal, requerida para que los miembros de la sociedad puedan elegir libremente sus ocupaciones y no estar atados a ninguna ocupación durante toda su vida. Asimismo, es necesario que las condiciones de la vivienda mejoren radicalmente y que los salarios reales de los trabajadores y empleados como mínimo se dupliquen, si no más, tanto por medio de aumentos directos de los salarios como, especialmente, por mayores reducciones sistemáticas de los precios de los bienes de consumo.

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Sólo después de que todas estas condiciones preliminares hayan sido satisfechas en su totalidad, será posible pasar de la fórmula socialista, “de cada uno según su capacidad, a cada uno según su trabajo”, a la fórmula comunista, “de cada uno según su capacidad, a cada uno según sus necesidades”.

Esta será una transición radical de una forma de economía, la economía del socialismo, a otra forma superior de economía, la economía del comunismo”.

 Si los comunistas recuerdan 1956 por algo, es por la denuncia secreta de Stalin hecha por Jrushchov. Lo que probablemente no comprenden es que el repudio de Jrushchov por Stalin no se extendía a sus ideas sobre las horas de trabajo y el comunismo. A partir de 1956, la URSS inicia una reducción programada de las horas de trabajo que, de concretarse, según lo planeado, para 1968, reduciría la semana laboral de 48 a 30 horas y duplicaría el salario mínimo de 250 rublos a más de 600 rublos.

La reducción de las horas de trabajo era vista como una parte esencial de la transición al comunismo que podría tal vez ser alcanzable ya para 1980.

 

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En 1961, la CIA estaba seriamente preocupada por el plan de la Unión Soviética de reducir las horas de trabajo sin que ello afectara su situación defensiva militar contra los Estados Unidos. La evaluación original del esfuerzo soviético por reducir las horas de trabajo, como parte de un esfuerzo deliberado para la transición al comunismo, se encuentra en el sitio web de la CIA. El seguimiento de la evaluación original, realizado por David Bronson en la Universidad de Columbia en 1968 está disponible aquí.

La Agencia Central de Inteligencia (CIA) revisó el programa en 1961. Su interés era descubrir la motivación de los soviéticos para reducir las horas de trabajo en medio de la guerra fría, y evaluar si un programa tan audaz era factible sin con ello comprometer el desarrollo de la defensa soviética. El interés de la CIA en la motivación de los soviéticos para perseguir la reducción planificada de las horas de trabajo se basaba en el supuesto de que, a medida que los trabajadores proporcionaran menos horas de trabajo al plan central soviético, les resultaría a éstos más difícil mantener el desarrollo de su defensa. ¿Por qué emprenderían deliberadamente los soviéticos un programa que, de tener éxito, virtualmente garantizaría un programa de defensa menos sólido?

Los analistas de la CIA admitían que la reducción de las horas de trabajo era una postura del movimiento comunista a largo plazo. Estaba claro que los soviéticos habían buscado este tipo de reducción durante mucho tiempo, desde los primeros esfuerzos por establecer la jornada de ocho horas. Y estaba claro que el liderazgo de los soviéticos bajo Jrushchov describía el comunismo en términos de una jornada laboral de no más de 3 a 4 horas para 1980.

Por dar una idea de cuán audaces eran las ideas soviéticas sobre la duración de la jornada laboral en ese momento, Keynes predijo que el Reino Unido podría alcanzar la jornada de tres horas aproximadamente para el año 2030. Jrushchov proponía que la Unión Soviética podría alcanzar el objetivo de Keynes cincuenta años antes que dicha potencia industrial capitalista avanzada. Por tanto, el establecimiento de la semana laboral de treinta horas habría tenido un gran valor propagandístico para el sistema soviético contra Occidente.

A pesar del evidente valor histórico, político e ideológico de la reducción drástica de las horas de trabajo como la que estaba prevista, los analistas de la CIA asumieron que dicha reducción tendría costos en términos del ritmo de construcción de la defensa soviética. ¿Por qué estarían dispuestos los soviéticos a pagar este costo? ¿Había  factores influyentes en el ritmo de construcción de la defensa soviética que Washington no había sospechado cuando comenzó la Guerra Fría?

Lo impactante de la reducción planificada soviética de las horas de trabajo es que implicaría que la Unión Soviética podría efectivamente igualar los gastos de Estados Unidos incluso con la reducción de las horas de trabajo; que la Unión Soviética tenía vastos recursos a los que recurrir para igualar el gasto militar estadounidense y que podía seguir recortando las horas de trabajo en su marcha hacia el comunismo pleno.

Esto implicaba que la Unión Soviética estaba luchando contra Estados Unidos con una sola mano.

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Lo que descubrió la CIA fue que, la reducción de las horas de trabajo, en lugar de ser un impedimento para la producción, en realidad la estimulaba. Al reducir las horas de trabajo, dicen los analistas, la Unión Soviética podía resolver una serie de problemas que antes no podía resolver:

“Los administradores soviéticos se han visto obligados a realizar cambios beneficiosos, pero anteriormente descuidados, en los métodos de operación, aumentando con esto la eficiencia en el sector no agrícola considerablemente, con una cantidad mínima de nueva inversión. Por último, la semana laboral reducida, junto con un mayor salario por hora, ha ayudado a aliviar la presión del mercado laboral urbano, cada vez más ajustado, al proporcionar un incentivo particular para que las amas de casa y los jóvenes busquen empleo”.

La Unión Soviética tenía una enorme reserva oculta de fuerza de trabajo, que asumía la forma de colosales ineficiencias en el empleo de mano de obra en la producción y una enorme reserva industrial de, en su mayoría, trabajadoras mujeres. Al reducir las horas de los trabajadores ya empleados, los soviéticos obligaban a los administradores a emplear el trabajo de manera más eficiente. Esto además atraía a la producción a mujeres imposibilitadas de trabajar la mayor cantidad de horas anterior. Al forzar a los administradores a introducir nuevas tecnologías y nuevos métodos de producción, los soviéticos habían aprovechado el potencial productivo adicional a un costo adicional mínimo o nulo para el plan estatal y, por lo tanto, a costo bajo o nulo para la construcción de su defensa.

Según la CIA, estas reservas ocultas de trabajo adquirían la forma de una falta de “sincronización de los flujos de producción, una mejor asignación de los trabajadores primarios y secundarios, y la eliminación del tiempo de inactividad aparente en muchos estudios de tiempos y movimientos … para reducir el retraso de los empleados y el “tiempo de inactividad” de las máquinas”. También asumían  la forma de administradores que acumulaban mano de obra “para asegurarse contra el incumplimiento del plan de producción, al mantener una reserva de mano de obra y otros insumos utilizables hasta el final del período del plan o para el cumplimiento de otras metas lucrativas de producción prioritaria”.

Al reducir las horas de trabajo, los soviéticos estaban “limpiando el terreno”, por así decirlo; obligando a los administradores a liberar sus reservas de mano de obra.

Sorprendentemente, incluso mientras reducía las horas de trabajo, el Estado redujo también su ejército en más de un millón de tropas. La Unión Soviética podía jactarse de poder igualarse aproximadamente en poder militar a los Estados Unidos incluso mientras reducía las horas de trabajo de los trabajadores.

Contrario a muchos marxistas de hoy, que sostienen que la Unión Soviética no podía reducir las horas de trabajo debido a sus necesidades de defensa, la CIA en ese momento estaba preocupada de que la Unión Soviética probase que ambas cosas podían hacerse en simultáneo.

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Casi se puede sentir la confusión de los analistas de la CIA en su intento por darle sentido a la reducción de las horas de trabajo:

“En vista de la aparente inclinación del régimen en el pasado por expandir constantemente la producción de bienes físicos a tasas máximas, cualquier acción que redujera sustancialmente el potencial aumento de la producción podría considerarse irracional”.

Es el comprensible desconcierto de este grupo de analistas, que confunde la producción de valores de uso con la producción de valor. La magnitud de la producción de valor es una función de las horas de trabajo, mientras que la producción de valores de uso no tiene una relación necesaria con el trabajo. Es posible, por tanto, (al menos en teoría) que aumente la producción del producto físico incluso cuando el tiempo de trabajo dedicado a esta producción está rápidamente disminuyendo.

Operando desde las premisas de una economía monetaria, en la que la producción física se mide en términos monetarios, los analistas de la CIA no estaban capacitados  para analizar una economía planificada. Por eso les pareció que la Unión Soviética estaba “renunciando” a la potencial producción para “pagar” por el tiempo libre. Vuelven a este tema una y otra vez, preguntándose si la reducción de las horas de trabajo es un “bien gratuito o de bajo costo”.

Por dar un ejemplo de lo que quiero decir: si después de la reducción de las horas de trabajo el sector del calzado aún pudiera producir los zapatos suficientes para abastecer a todo el país, el capitalista típico se preguntaría: ¿por qué debería parar ahí la producción? ¿Por qué no continuar el trabajo hasta producir el doble de zapatos de los que necesita el país?

En una economía monetaria, estos zapatos adicionales tomarían la forma de ganancias para el sector del calzado. Pero estas ganancias solo existen en forma ideal, como una masa de zapatos que ahora habría que vender por dinero. Básicamente, para efectuar como ganancia esos zapatos adicionales, la Unión Soviética debería exportar zapatos a otras regiones del mercado mundial.

Sin embargo, en las condiciones de una economía cerrada y planificada, habiendo logrado la autosuficiencia en zapatos, la Unión Soviética no tenía otra opción, bajo el plan, que parar la producción en el punto en que la necesidad de zapatos fuera satisfecha. Había que liberar ese tiempo de trabajo adicional del sector del calzado.

Para los analistas de la CIA, sin embargo, esta detención de la producción en el punto en el que ya se satisfizo la necesidad de zapatos aparece como una pérdida del producto. El tiempo liberado, en forma de “ocio”, aparece, en términos de la producción perdida, como el costo de este “ocio”. Se pasan mucho tiempo tratando de comprender la lógica económica tras el programa soviético:

“[El] régimen pudo haber estado consciente de los costos del programa en algún momento del proceso de formulación de las políticas, pero estaba dispuesto a renunciar al aumento potencial de la producción para avanzar hacia el objetivo de un mayor ocio, para controlar el potencial de rápidos aumentos salariales alterando las normas laborales, o para tener a raya a los administradores soviéticos. Como alternativa, el régimen pudo haber evaluado erróneamente el programa, como si no tuviera costos”.

En su opinión, la Unión Soviética estaba optando por pagar este “costo” con fines propagandísticos o ideológicos, o estaba utilizando la reducción de horas como un arma administrativa para obligar a los administradores a usar la mano de obra de manera más eficiente, para movilizar las reservas laborales ocultas en las empresas.

El tiempo libre como un fin en sí mismo, como comunismo, no existía para los analistas de la CIA, que solo podían concebir el tiempo libre como producción perdida.

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Según los analistas de la CIA, la reducción soviética de las horas de trabajo pasó por dos períodos y se acercaba rápidamente a un tercero. El primer período resultó en la mejora de la eficiencia en el empleo de la fuerza de trabajo existente. El segundo período se caracterizó por una mayor participación de mujeres y jóvenes en la producción.

En el primer período, entonces, la reducción de horas obligaba a las empresas a aprovechar sus reservas ocultas, que existían en la forma de mano de obra acaparada. Esto significaba que se podía lograr una producción adicional sin ningún gasto adicional en salarios.  No tenía ningún costo, básicamente porque los salarios ya se estaban pagados, pero los trabajadores, inactivos. En el segundo período, por el contrario, y particularmente en la industria ligera, el mantenimiento o el aumento de la producción se logra mediante el empleo adicional.

Así, la reducción de horas de trabajo en los períodos uno y dos tuvo el efecto de aumentar la eficiencia y el empleo. Estos dos efectos han sido teorizados por muchos defensores de la reducción de horas de trabajo en la actualidad y parecen confirmados por la experiencia soviética.

Pero hay un tercer efecto de la reducción de las horas de trabajo que no se menciona en el análisis: la reducción de horas permite que los trabajadores mantengan una mayor intensidad de trabajo, pues esta intensidad debe mantenerse por un período más corto de tiempo. Si bien el análisis no aborda directamente este problema, los analistas sí señalan que la oposición a objetivos de producción más elevados (a la aceleración) disminuye considerablemente después de que se acortan las horas de trabajo.

La fuerza laboral trabaja más intensamente, pero la duración de este trabajo se acorta considerablemente.

En su conjunto, los efectos de la eficiencia, la intensidad y el empleo fueron predichos por la teoría de Marx y discutidos en El Capital, volumen 1, capítulo 15. La experiencia soviética demostró así la afirmación de Marx de que la densidad de la jornada laboral podría aumentarse trabajando menos horas. Se podía producir más en menos tiempo del que se producía anteriormente en más horas de trabajo.

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Los verdaderos problemas que enfrentó la Unión Soviética para hacer la transición al comunismo no surgieron sino hasta el tercer período.

Hablaré de eso a continuación.

 

<strong>Oh, Sheathe Your Sickle</strong> The cold war antagonists Nikita Khrushchev and Richard Nixon did not mince words, translated or otherwise, in 1959.