Cómo ES QUE la moneda fiAT mató al marxismo
por Jehu
Al castellano: Non Lavoro
https://therealmovement.wordpress.com/2015/08/25/how-fiat-currency-killed-marxism/
Parte uno
“Recuerdo con mucha claridad haber visto, junto a otros camaradas de un grupo de estudio de «El Capital», el domingo 15 de agosto de 1971, la transmisión del anuncio de Nixon del “cierre de la ventana del oro”. Puesto que en los últimos meses habíamos estado leyendo pasajes de El Capital como este: “el dinero – en la forma de metales preciosos – sigue siendo la base del sistema de crédito, de la cual, por su naturaleza misma, nunca puede separarse” (Marx 1994: 606), nos fuimos esa noche pensando en que ¡O bien el capitalismo o el marxismo habían llegado a su fin ante nuestros propios ojos!”
— George Caffentzis, El marxismo tras la muerte del oro
Lo que debilitó y acabó por matar a la teoría marxista fue que, a pesar del severo daño sufrido por la Gran Depresión, el capitalismo no había muerto. La confianza que previo a la depresión tenían los marxistas en su descripción del capitalismo como un modo de producción históricamente relativo y limitado, se vió despedazada por su posterior recuperación en la Edad de Oro del fascismo.
Un factor crítico en estas dificultades sufridas por la teoría marxista de posguerra, ha sido su incapacidad de capturar la importancia del colapso del patrón oro. Ese colapso es el tema de esta serie en tres partes.
¿Colapso? ¿Cuál colapso?
A pesar que lo que Marx predijo fue el colapso de la producción basada en el valor de cambio, y no el de la producción por la ganancia en sí, la teoría marxista de posguerra ignoró esta distinción. La producción basada en el valor de cambio es, desde luego, la producción bajo el supuesto de que las mercancías se compran y se venden a sus valores. La producción por la ganancia, por otra parte, es la producción de plusvalor. Marx predijo que, a medida que se desarrollaran las fuerzas de producción, estas dos formas de producción llegarían a ser incompatibles. En 1929, Henryk Grossman predijo que este antagonismo entre el valor y la plusvalía resultaría en que la fuerza de trabajo se vendería por debajo de su valor. La condición de que la producción deba llevarse a cabo sobre la base de que las mercancías se compren y se vendan a su valor, tendría que ser violada.
“He demostrado que incluso si se mantienen todas las condiciones de proporcionalidad y la acumulación ocurre dentro de los límites impuestos por la población, la ulterior preservación de estos límites es objetivamente imposible. El sistema de producción descrito en el propio esquema de Bauer debe colapsar o las condiciones especificadas para el sistema deben ser violadas. Más allá de un tiempo definido, el sistema no puede sobrevivir a la tasa postulada de plusvalía del 100 por ciento. Hay una creciente escasez de plusvalía y, en las condiciones dadas, una sobreacumulación continua. La única alternativa es violar las condiciones postuladas. Hay que recortar los salarios para aumentar aún más la tasa de plusvalía. Este recorte en los salarios no sería un fenómeno puramente temporal, o que desaparecerá una vez que se restablezca el equilibrio; tendrá que ser continuo. Tras el año 36, o bien los salarios deberán ser recortados continua y periódicamente, o deberá surgir un ejército de reserva.”
Sólo cuatro años después, cuando Roosevelt devalúa la moneda en un 40% y prohíbe la posesión de oro, la predicción de Grossman se confirma. Por extraño que parezca, lo que debió haber sido visto como una confirmación en tiempo real de la validez de la teoría laboral, fue, en su lugar, argüido para refutarla. La producción por la ganancia requería ahora que la fuerza de trabajo se vendiese por debajo de su valor, o bien, la tasa de ganancia había caído a cero, como Marx predijo.
Lo que complica la discusión sobre el colapso de la producción basada en el valor de cambio es que este evento ocurriría, supuestamente, a la par de una revolución proletaria, pero en casi todas partes esto no fue así. El capital se comportó exactamente como Marx predijo que se comportaría, pero el proletariado nunca pudo sacar provecho de esto. Y este fracaso de los proletarios, de no sacar provecho de la predicción de Marx, se le atribuyó, sorprendentemente, al menos en parte, a la teoría de Marx. La crítica se dirigió a la ley del valor de Marx. Marx predijo el colapso de la producción basada en el valor de cambio, es decir, que las mercancías ya no podrían intercambiarse a sus valores, pero cuando se produjo el colapso, se usó esto mismo como prueba para afirmar que su ley del valor era incorrecta.
Heinrich refuta a Marx
Todos los críticos marxistas de Marx desde la Gran Depresión, han apuntado a que el colapso del valor de cambio y la moneda fiat son evidencia de la equivocación de Marx respecto al dinero y el valor de cambio. Algunos, como Michael Heinrich, llegan a decir que Marx, no sólo estaba equivocado sobre el valor, sino que se equivocó también en su predicción del colapso de la producción basada en el valor de cambio. Según Heinrich, Marx predijo efectivamente el colapso de la producción basada en el valor de cambio, pero se trataría de un período “ultraizquierdista” momentáneo suyo, que, supuestamente, luego rechazó.
“En el llamado “Fragmento sobre las máquinas”, encontramos el esquema de una teoría del colapso capitalista (sic). Con la creciente aplicación de la ciencia y la tecnología en el proceso de producción capitalista, “el trabajo inmediato realizado por el hombre mismo” ya no es lo importante, sino “la apropiación de su propio poder productivo general”, lo cual lleva a Marx a una conclusión radical: “Tan pronto como el trabajo en su forma inmediata ha dejado de ser la gran fuente de riqueza, el tiempo de trabajo cesa y debe cesar de ser su medida, y por lo tanto el valor de cambio [debe dejar de ser la medida] del valor de uso. El trabajo excedente de las masas ha dejado de ser la condición para el desarrollo de la riqueza general, así como el no-trabajo de unos pocos ha dejado de ser la condición para el desarrollo de las fuerzas generales de la cabeza humana. Como resultado, la producción basada en el valor de cambio colapsa.”
“Estas líneas han sido citadas con frecuencia, pero, sin tener en cuenta cuán insuficientemente seguras son las bases categóricas de los Grundrisse. La distinción entre trabajo concreto y abstracto, a la que Marx se refiere en El Capital como “crucial para la comprensión de la economía política”, no está presente en absoluto en los Grundrisse. Y en El Capital, “el trabajo en su forma inmediata” tampoco es la fuente de riqueza. Las fuentes de riqueza material son el trabajo concreto y útil, y la naturaleza. La sustancia social de la riqueza o del valor en el capitalismo es el trabajo abstracto, por lo que no importa si este trabajo abstracto se remonta a la fuerza de trabajo gastada en el proceso de producción, o a la transferencia de valor de los medios de producción utilizados. Si el trabajo abstracto sigue siendo la sustancia del valor, entonces no está claro por qué el tiempo de trabajo ya no puede ser su medida intrínseca, y no está claro por qué “la producción basada en el valor de cambio” debe necesariamente colapsar.”
Con el fin de la producción basada en el valor de cambio, en la que los productos se vendían aproximadamente a su valor trabajo, comienza lo que podría etiquetarse quizás como “producción basada en que la fuerza de trabajo se venda por debajo de su valor”. Hoy, esto es un requisito de la producción por la ganancia. Puesto que actualmente la tasa de ganancia promedio es cero, o aproximadamente cero, la ganancia capitalista requiere actualmente que la fuerza de trabajo se venda por debajo de su valor. Y esto coincide con la predicción de Grossman respecto a que, a menos que la fuerza de trabajo se venda por debajo de su valor, se formaría un población de trabajadores excedentarios.
Inflación y “pleno empleo”
En la economía burguesa de la década de 1970, esta ley se expresó en la forma de una supuesta compensación entre la inflación y el desempleo. Si la “autoridad monetaria” no impusiera una devaluación constante de la moneda, la “economía” tendería al estancamiento. Esta “ley” keynesiana no es otra cosa que la constante devaluación de los salarios, pagados en una moneda cuyo poder adquisitivo es reducido constantemente por el estado mediante el aumento de la oferta de moneda en circulación.
Marx analiza esto en la primera parte del volumen 1, donde demuestra que un aumento en la cantidad de moneda en circulación sólo reduce el valor simbólicamente representado por la moneda. La moneda no tiene valor propio y sólo puede ser un símbolo, una ficha, que represente algún valor de cambio definido. Un aumento en la moneda en circulación no tiene impacto en la cantidad de valor en circulación; sólo reduce el valor representado simbólicamente por cada una de las unidades de la moneda.
Para entender por qué esto es cierto, necesitamos replantear brevemente los puntos principales de la teoría del dinero de Marx.
- Primero, el valor o el tiempo de trabajo socialmente necesario requerido para la producción de una mercancía no se puede ver ni medir directamente; solo puede aparecer en la forma del valor de cambio.
- Segundo, el valor de cambio mismo es la medida del valor de una mercancía expresada en la forma física de otra mercancía.
- Tercero, con el tiempo emerge una sola mercancía que se convierte en la expresión universalmente válida de los valores de todas las demás mercancías: un dinero-mercancía.
- Cuarto, en la circulación de mercancías, este dinero-mercancía está representado por una ficha, un símbolo de dinero sin valor, que lo sustituye; esta ficha, que no tiene valor propio, no es en sí misma valor de cambio, sino solo el representante simbólico del valor de cambio, del dinero, en circulación.
- Quinto, el valor real representado por esta ficha está determinado por la cantidad de dinero-mercancía por el cual puede canjearse; así, el dinero-mercancía sirve como estándar para todos los precios denominados en una moneda fiat.
- Sexto, el aumento, forzado por el Estado, de la cantidad de moneda en circulación no tiene ningún impacto en la cantidad de valor en circulación, sino que, reduce el valor representado simbólicamente por cada unidad de la moneda.
Por ende, es posible diluir (depreciar) el poder adquisitivo de la moneda así tan fácil como el necio diluye un fino whisky agregando hielo.
Así, en la teoría del dinero de Marx, la cantidad de salario que se le paga a un trabajador en una moneda fiat inconvertible, sea alta o baja, no tiene un impacto directo en el valor que realmente le pagan por su fuerza de trabajo, excepto, por supuesto, que, dado un nivel de precio cualquiera, $20 siempre representará simbólicamente el doble del valor de $10. Para encontrar el valor real de un salario, debemos determinar cuál es el estándar de precios, es decir, cuántas unidades de una moneda fiat equivalen a una onza troy de oro.
La teoría laboral argumenta que el mismo valor real de los salarios pagados por la fuerza de trabajo puede ser simbólicamente representado por salarios de $20 o $100 en moneda, dependiendo del estándar real de precios. En cualquiera de los casos, el valor de la fuerza de trabajo no ha cambiado, todavía representa el mismo gasto de tiempo de trabajo socialmente necesario. Si este tiempo de trabajo es de dos horas, en el primer caso, dos horas están representadas por $20 en moneda y, en el segundo, las dos horas están representadas por $100. El poder adquisitivo de la moneda se ha reducido cinco veces.
El secreto del “pleno empleo”
El estado puede bien hacer uso de esta ley. Si puede forzar constantemente la puesta en circulación de más moneda, puede reducir el poder adquisitivo de los salarios de una sola vez y de todos en conjunto. Y esto tiene profundas implicancias políticas: el “pleno empleo” se logra con la reducción del poder adquisitivo de los salarios. La demanda por pleno empleo se convierte entonces, en efecto, en la demanda por la reducción de los salarios de los empleados. Con este mecanismo, el estado puede evitarse el surgimiento de una gran población desempleada de trabajadores hambrientos que pudiese amenazar al capitalismo, a la vez que sigue reduciendo los salarios para subsidiar las ganancias.
En una economía keynesiana de pleno empleo, el aumento del empleo, es decir, el aumento constante del número total de horas de trabajo suministradas por la clase trabajadora, es el medio por el cual se reducen los salarios. Mientras el valor total de los salarios pagados a la clase trabajadora permanece constante, el valor promedio del salario pagado a cada trabajador disminuye a medida que aumenta el número total de trabajadores. Este efecto no tiene ninguna relación con la moneda en que se denominen los salarios. La moneda no tiene valor y su aumento o disminución no tiene ningún impacto en el valor real de los salarios.
El valor real de un salario de dos horas puede dividirse entre dos trabajadores simplemente haciendo que el estado cree más moneda sin valor y utilizando esta moneda para contratar a un trabajador desempleado para que cave agujeros en el suelo y luego los rellene. Si a un trabajador antes se le pagaba $20, ahora a dos trabajadores se les paga $40, pero no se está creando nuevo valor alguno y, lo que es más importante, no se está pagando ningún valor adicional: el valor total pagado por la fuerza de trabajo de los dos trabajadores aún es de dos horas. Antes de esta división, el salario real estaba representado por $20; pero después de dicha división, las mismas dos horas ahora están representadas por $ 40. A cada trabajador se le pagan $ 20 por su fuerza de trabajo y se consideran afortunados de tener empleo. No tienen idea de que todo lo que sucedió fue que el salario real de un trabajador ahora se divide entre dos trabajadores.
Esta ingeniosa estafa para mantener el pleno empleo fue explicada por primera vez en 1936 por Keynes, en el capítulo 2 de su Teoría general. La explicación de Keynes sobre cómo funciona su estafa se puede encontrar en la sección III. Los trabajadores, dijo Keynes, “no se resisten a las reducciones de los salarios reales, que están asociadas con aumentos en el empleo agregado y dejan sin cambios los salarios monetarios relativos”.
En simple, los trabajadores que tuviesen empleo no se quejarían de la inflación. Así, nada se interpondría en el camino del estado en su reducción del poder adquisitivo de los salarios con la inflación, para entonces mantener el pleno empleo.