¿Por qué los marxistas no pueden explicar cómo funcionan las políticas keynesianas?

por Jehu

Al castellano: Non Lavoro

https://therealmovement.wordpress.com/2015/08/28/why-marxists-cant-explain-how-keynesian-policies-work/


(Y tampoco pueden explicar por qué colapsó el keynesianismo)

Segunda parte

Esta es la segunda parte de la serie, “Cómo la moneda fiduciaria mató al marxismo”. La primera parte está aquí.

“A un alto nivel de abstracción, en El Capital, el dinero tiene que ser una mercancía, porque El Capital presenta una teoría económica capitalista “pura”, sin intervención estatal. Y en el capitalismo de laissez-faire del siglo XIX (sin intervención estatal) que Marx estaba analizando, el dinero era una mercancía y el dinero tenía que ser una mercancía en sus funciones de medida del valor y de depósito del valor. Sin embargo, en el capitalismo contemporáneo posterior a 1973, el dinero ya no es una mercancía (es decir, ya no es convertible en oro a un tipo de cambio fijo), y el dinero no tiene que ser una mercancía en la teoría de Marx. El dinero fiduciario garantizado por el estado tiene el mismo propósito que el oro bajo el patrón oro: proporciona una expresión observable, homogénea, cuantitativa y socialmente válida de trabajo abstracto.”

— Fred Moseley, El dinero no tiene precio

Si la devaluación keynesiana de la moneda permite que el estado mantenga la producción por la ganancia reduciendo el valor real de los salarios, ¿por qué fueron abandonadas dichas políticas keynesianas a fines de la década de 1970 en favor del neoliberalismo? Para explicar por qué sucedió esto, se requiere antes de una discusión del problema que hay con las políticas keynesianas simples del “pleno empleo”.

La búsqueda infructuosa de Carchedi por descubrir cómo funciona el keynesianismo

En 2012, Gugliemo Carchedi intentó explicar, y no pudo, cómo funcionaban las políticas keynesianas. Lo mejor que pudo decir es que las políticas keynesianas no funcionaron y no podían funcionar, no por la redistribución del producto social entre las dos clases, ni por el aumento de la inversión con el fin de crear plusvalía adicional. Pero si ninguna de estas políticas podía explicar el éxito de las políticas keynesianas en la Edad de Oro del fascismo, ¿qué otra forma habría de explicarlo? Aquí, Carchedi casi tropieza con la respuesta, a pesar de sí mismo:

“Algunos autores keynesianos proponen estimular la demanda, ni a través de la redistribución ni a través de inversiones, sino aumentando la cantidad de dinero. Se asume que la causa última de las crisis es la falta de demanda, de modo que una mayor cantidad de dinero en circulación estimularía esa demanda”.

Según Carchedi, el problema con la falsificación de la moneda no es, como creen los austriacos, que imprimir moneda sea inflacionario. El problema sería que el estado no puede crear dinero de la nada. Solo puede crear crédito:

“Al crear crédito, uno no ‘crea dinero de la nada’, una propuesta absurda. De la nada, uno no puede crear nada. Simplemente creando crédito uno crea deuda. Entonces la crisis se pospone al momento del pago de la deuda”.

Como sostiene Carchedi, el estado no puede “crear dinero de la nada”. Sin embargo, nunca se le ocurre que el estado fascista tampoco emite dinero de crédito. Para emitir dinero de crédito, el estado primero debe producir una mercancía y adelantarla a un comprador que compre la mercancía con la expectativa de que el dinero necesario para la compra se le pagará más adelante. Mientras tanto, la transacción se suspende, por así decirlo, hasta que la deuda se haya pagado realmente. Puesto que (bajo nuestro supuesto) el estado no produce ninguna mercancía, no puede crear dinero de crédito. Y además, el estado tampoco puede crear deuda. Como cualquier otra entidad en la sociedad, puede incurrir en una deuda, pero solo si un vendedor le adelanta su mercancía a crédito. Sin embargo, a pesar de que, lógicamente, nadie en la sociedad puede “emitir deuda”, nos encontramos con que se discute este tipo de cosas habitualmente en la prensa como si realmente pudiera suceder. Washington, presuntamente, emite bonos del Tesoro y los subasta al mejor postor. En este extraño mundo del capitalismo tardío, pareciera ser que el estado sí pudiese “emitir” deuda como si tal deuda fuese una mercancía.

Al final, puede que Carchedi haya fallado en su intento de explicar cómo funcionan las políticas keynesianas porque, al parecer, acepta el cliché keynesiano estándar de que estas políticas pretenden aumentar la demanda a través de salarios más altos y más inversión. Cuando se da cuenta de que las políticas keynesianas no podrían funcionar de esta manera, no se le ocurre que el modelo de Keynes funciona recortando los salarios para así aumentar la tasa de plusvalía, como lo predijo Grossman. Además, Carchedi podrá estar completamente en lo cierto en cuanto a que el estado no puede crear dinero de la nada, pero este argumento, aunque en la superficie es correcto, pasa por alto un punto crítico: si bien el estado no puede crear dinero de la nada, sí puede falsificar su moneda tanto como quiera.

Y la falsificación estatal de la moneda es el primer paso para desentrañar el misterio de por qué las políticas keynesianas de devaluar los salarios por la fuerza mediante la depreciación de la moneda, fueron abandonadas en favor del neoliberalismo.

El estándar de precios de las divisas

El problema en el argumento de Carchedi es que, como buen teórico marxista, ha perdido el hilo del argumento de Marx. Si volvemos a la parte 1 del volumen 1 de El Capital, es evidente, a partir del argumento de Marx sobre el dinero, que la ficha de dinero, la moneda fiduciaria inconvertible, es una mera distracción en el análisis. La moneda en sí no tiene ningún valor, y solo representa simbólicamente una cantidad definida de valor. Es un marcador para el valor de cambio, no es el valor de cambio en sí. Para descubrir qué cantidad de valor representa simbólicamente una unidad de moneda, debemos cambiarla por dinero real (dinero-mercancía). Ese intercambio nos dice cuánto vale la moneda en términos de la teoría laboral. Marx llama a esta relación entre una ficha y el dinero: el estándar de precios; y con él podemos “traducir” (por así decirlo) los precios a sus valores trabajo reales.

Si una unidad de la moneda puede comprar una onza de oro, el precio estándar es que una mercancía con un precio de $10 tiene un valor igual a 10 onzas de oro. Cualquiera que sea el valor contenido en diez onzas de oro — y no es posible que sepamos cuál es esta cantidad — también está contenido en la mercancía. Por otro lado, si se requieren $100 para comprar una onza de oro, una mercancía con un precio de $10 contendrá tanto valor como 1/10 de una onza. Ambos productos tienen un precio de $10, pero el valor expresado en este precio puede representar cantidades de valor muy diferentes.

No tenemos forma de saber cuánto valor hay en la mercancía y solo podemos inferir que contiene valor porque tiene un precio. Pero incluso este precio no tiene sentido a menos que podamos encontrar un único estándar uniforme para medir todos los precios — un dinero-mercancía. Lo que significa que, una vez que Nixon hizo flotar el dólar contra el oro, los precios ya no representaban simbólicamente el valor de ninguna mercancía.

Y sin un estándar de precios en la economía, puedes adivinar lo que sucedió: la flotación del dólar contra el oro provocó una gran implosión en el poder adquisitivo del dólar — una crisis monetaria; o lo que es lo mismo, produjo los efectos supuestamente paradójicos de un desempleo masivo y una hiperinflación desenfrenada — es decir, una “estanflación”, algo que los teóricos económicos burgueses asumían que era imposible, hasta que sucedió frente a sus ojos.

La rápida depreciación de la moneda no era inusual en sí misma; había sucedido ya con muchas monedas en los últimos 45 años. Y la razón para este tipo de crisis monetarias es fácil de entender: cuando dos monedas están vinculadas entre sí, con el tiempo se acumulan desequilibrios en las dos economías, que requieren un ajuste a un nuevo tipo de cambio. Periódicamente, estas monedas vinculadas se ‘revalúan’ por la fuerza, lo que resulta en un cambio repentino y brusco en su tipo de cambio.

Por dar un ejemplo: cuando esto sucedió en Argentina en 1999, el gobierno se vio obligado a devaluar el peso frente al dólar, lo que resultó en una profunda y prolongada depresión. Algo similar sucedió en 1971 cuando Nixon “cerró la ventana de oro”: Estados Unidos se sumió en una depresión que duró unos 10 años. Sin embargo, esto no significa que la depresión de la década de 1970 fuese causada por el abandono del patrón oro por parte de los Estados Unidos. Por el contrario: tanto el colapso del patrón oro como la depresión fueron producidos por una profunda crisis, que había cobrado ya fuerza en la economía.

Crisis y sobreacumulación de capital.

Si la depresión no fue causada porque Nixon quitara el dólar del patrón oro, ¿qué la causó? La respuesta de la teoría laboral es que la depresión de la década de 1970 fue causada por la sobreproducción de capital. Yaffe y Bullock lo expresan de esta manera:

“A medida que la crisis de sobreproducción de capital se profundiza, el capital no puede reproducirse ya que las mercancías no pueden venderse a sus precios de producción, la capacidad se subutiliza y los trabajadores están desempleados. Una sobreproducción de capital lleva a que se cancelen los valores del capital — depreciación del capital — y el trabajo social se ‘devalúa’ a medida que aumentan las filas del ejército de reserva y los salarios se reducen por debajo del valor de la fuerza de trabajo”.

Según Yaffe y Bullock, la sobreproducción de capital resultó en una contracción repentina de la inversión y el empleo.

La respuesta de la política keynesiana a esta crisis habría sido reducir drásticamente los salarios para mantener el pleno empleo. Y esto se efectuaría devaluando bruscamente el dólar frente al oro, como lo hizo Roosevelt durante la Gran Depresión. Lo que hizo Nixon, en cambio, fue flotar el dólar contra el oro, en lugar de simplemente devaluarlo, llevando al patrón oro a su ignominioso final.

Ahora, esta es la cosa: en una depresión, el valor agregado del capital en circulación dentro de la economía se contrae repentinamente debido a la caída de la tasa de ganancia. Esta contracción repentina pone en marcha otros ajustes igualmente repentinos. En un régimen de dinero-mercancía, como el patrón oro, la cantidad de dinero-mercancía en circulación también se contraería. Según la teoría del dinero de Marx, la circulación de dinero es solo un reflejo de la circulación de mercancías, por lo que cuando el valor de las mercancías disminuye, también lo debe hacer la cantidad de dinero. Sin embargo, esto es para nada cierto en los regímenes de moneda fiduciaria inconvertible y sin valor. Como explica Marx en el capítulo 3, volumen 1, de El Capital, de repente y sin previo aviso, la economía se ve afectada por la hiperinflación:

“Si … todos los conductos de circulación se llenaran hoy con papel moneda en toda su capacidad para absorber dinero, podrían desbordarse mañana como consecuencia de una fluctuación en la circulación de mercancías. Ya no habría ningún estándar. Si el papel moneda excede su límite apropiado, que es la cantidad en monedas de oro de igual denominación que en realidad podrían circular, representaría, aparte del riesgo de caer en descrédito general, solo esa cantidad de oro, que, de acuerdo con las leyes de circulación de mercancías, requiere, y únicamente puede ser representada por papel. Si la cantidad de papel moneda emitida fuera el doble de lo que debería ser, entonces, de hecho, £1 sería el nombre del dinero no de 1/4 de onza, sino de 1/8 de onza de oro . El efecto sería el mismo que si se hubiera producido una alteración en la función del oro como estándar de precios. Esos valores que antes se expresaban por el precio de £1 ahora se expresarían por el precio de £2”.

Según la teoría de Marx, entonces, una vez que Nixon separó el dólar del oro y lo dejó flotar, los precios de las monedas ya no tenían ningún estándar, ni nada más que los mediara. Entonces, naturalmente, explotaron. A su vez, el poder adquisitivo del dólar, medido en oro, colapsó, exactamente como Marx lo predijo en el capítulo 3 de El Capital:


El colapso del poder adquisitivo del dólar frente al oro tras el shock de Nixon de 1971

Incluso mientras el entonces joven erudito marxista George Caffentzis estaba en su grupo de estudio de El Capital, preguntándose en voz alta con sus compañeros si el capitalismo o el marxismo habían muerto, el dólar estaba ya reaccionando tal como Marx predijo que lo haría 100 años antes. Desafortunadamente, incluso 41 años después, con el tiempo suficiente como para reflexionar sobre los acontecimientos de 1971, Caffentzis aún no tiene ni idea de lo ocurrido.

Lo más desgraciado de todo es que no hay un solo teórico marxista que se haya dado cuenta de que ocurrió una depresión total durante la década de 1970 — ni uno solo. Estaban tan ocupados rastreando medidas del PIB en dólares de papel sin valor, que se lo perdieron por completo.

El estado se derrumba …

Pero flotar el dólar frente al oro tuvo otro efecto más profundo: marcó el final de la edad de oro keynesiana. Desafortunadamente, he tardado demasiado en esta publicación, así que lo abordaré en la próxima y, con suerte, final entrega de esta serie.

Continúa en la parte 3