El sueño de un (después de la) vida cursi: la ideología de The Good Place

Tom Pepper

Al castellano: Non Lavoro

https://imaginaryrelations.wordpress.com/2021/01/11/the-dream-of-a-twee-afterlife-the-ideology-of-the-good-place/


Nota: Como siempre en esta revista, este ensayo está escrito asumiendo que al lector no le preocupan los “spoilers”. 

Hay un episodio hacia el final de la primera temporada de  The Good Place  en el que Eleanor tiene la oportunidad de demostrar que puede mejorar moralmente, para evitar ser enviada al mal lugar y ser torturada por la eternidad. Se le da un dispositivo que parece un gran reloj de bolsillo, que muestra su valor moral total en forma de puntuación numérica, calculada asignando valores de puntos positivos o negativos a cada acción en su vida. Mientras va por el “buen lugar” tratando de realizar acciones virtuosas y elevar su puntuación al menos dentro del rango positivo, su valor en puntos sigue siendo el mismo, y en un momento incluso cae ligeramente.

Resulta que no puede aumentar sus puntos si está haciendo el bien por una razón, esperando ganar algo con ello. Una acción solo es buena si se realiza sin ningún pensamiento de beneficio personal. Y aún mejor si es contrario a nuestro interés personal — al principio de la temporada, Chidi le ha dicho a Eleanor que es especialmente bueno para ella pasar su tiempo recogiendo basura si esto también la hace perderse de algo que realmente quiere hacer: volar.

Quiero comenzar considerando el supuesto sobre la moralidad que se ofrece aquí sin muchos argumentos. Simplemente se espera que tomemos esto como un hecho. Mi argumento es que considerar este supuesto puede ayudarnos a acceder a la función ideológica de este programa. Es decir, no debemos confundir el “contenido” filosófico pop diluido del programa con su ideología; pero tener en cuenta cuál es este contenido y la facilidad con que aceptamos su verdad, puede darnos la distancia crítica para ver qué tipo de acciones en el mundo estamos tomando y en qué tipo de sujetos nos estamos convirtiendo, cuando miramos  The Good Place.

Ya hay varios libros y decenas de ensayos que proclaman que  The Good Place ha llevado la filosofía a una amplia audiencia y ha elogiado el programa por enseñarnos a todos a cómo convertirnos en mejores personas. Mi argumento es que deberíamos evitar preocuparnos demasiado por el contenido filosófico del programa, que equivale principalmente a algunos chistes internos que puedes entender si has  tomado algunas clases de filosofía en la universidad o has pasado demasiado tiempo en Internet leyendo sobre el programa. Para determinar la ideología del programa, primero debemos reconocer que la filosofía no es más que un señuelo, una carnada, que funciona para desviar nuestra atención de los supuestos sobre el mundo que se están reproduciendo. Cuando compartimos esos supuestos, el programa es divertido, nos entretiene, y a la vez es una práctica en la que nos involucramos. Y, por lo tanto, eso nos convierte en una especie de sujeto adecuado para una versión peculiarmente estadounidense del capitalismo global.

Sin embargo, para ya llegar a la ideología del programa, voy a considerar brevemente este punto filosófico. Curiosamente, es uno que ni siquiera los filósofos sienten la necesidad de defender; pueden simplemente afirmarlo y asumir que sus lectores (en su mayoría otros filósofos profesionales) estarán de acuerdo en general. La siguiente es una afirmación sobre este punto de Bernard Williams, un filósofo moral británico:

En la forma de tercera persona [el cultivo de las virtudes] es muy familiar: forma una buena parte de la socialización o de la educación moral … Como ejercicio de primera persona, sin embargo, el cultivo de las virtudes tiene algo de sospechoso, de mojigatería o de autoengaño. (La ética y los límites de la filosofía , 10).

El punto aquí es que, es obvio, y no necesita discusión, que cuando nos proponemos convertirnos en personas moralmente mejores, estamos siendo de hecho narcisistas y nos engañamos con respecto a nuestras motivaciones. Al parecer no podemos planear ser mejores personas. Debemos ser moralmente buenos por algún impulso interno sobre el que no tenemos control consciente.

La mayoría de nosotros, estoy seguro, daremos esto por sentado. Decimos cosas como esta todo el tiempo: tal persona no es realmente una buena persona, solo lo hace porque cree que es lo que se supone que debe hacer. O, como en el caso de Tahani: ella no es realmente benevolente, solo está recaudando miles de millones de dólares para caridad para parecer ser benévola con los demás. Tenemos problemas con la idea de que podríamos planear convertirnos en una mejor persona y luego hacer las cosas que nos convertirán en esa persona. Para la mayoría de nosotros, esto parece intuitivamente imposible.

Ahora, una breve advertencia para cualquier nerd filosófico que pueda estar leyendo esto (el resto de ustedes pueden saltarse este párrafo). TM Scanlon, cuyo libro  What We Owe to Each Other  funciona como una especie de objeto lacaniano  a lo largo de la serie, de hecho argumenta en contra de esta posición, con referencia específica a Williams, en este libro. Sin embargo, debería quedar bastante claro que la serie en su conjunto funciona sobre este supuesto. Por eso es crucial que nadie en la Tierra se entere del más allá. Si sabemos que llegaremos al cielo haciendo cosas buenas, entonces las haríamos por una razón egoísta (para evitar el sufrimiento eterno), y ya no serían buenas en el sentido puro que exige el programa, y ​​yo diría nuestra ideología general. El bien, en nuestra ideología dominante hoy, exige autosacrificio, no superación personal (que es narcisista).

Bien, entonces, ¿cómo nos lleva esto a la ideología del programa en su conjunto?

En primer lugar, nos libera del anzuelo. Estamos sentados y viendo una comedia de situación, basada en una premisa de fantasía absurda, en lugar de pensar en los problemas del mundo real o tratar de descubrir cómo ser mejores personas nosotros mismos. Pero no debemos preocuparnos. Porque después de todo, si estuviéramos haciendo esas últimas cosas, seríamos como Tahani o Chidi, actuando por razones egoístas, en lugar de actuar desde nuestra verdadera naturaleza. Debido a este supuesto, que todos compartimos, somos libres de disfrutar.

La siguiente pregunta, entonces, es exactamente qué forma toma ese disfrute. La principal fuente de humor del programa son los comentarios sarcásticos e irónicos sobre la cultura pop. Mucha gente parece ni siquiera darse cuenta de esto. Era evidente para mí, porque la mayor parte del tiempo podía decir que se estaba haciendo una broma, pero no estaba seguro de cuál era exactamente la broma. Por ejemplo, tuve que buscar quién es Stone Cold Steve Austin (nunca escuché de él) y preguntarle a mi hija sobre la referencia a Kanye West, Beyoncé y Taylor Swift (escuché estos nombres, pero no sabía nada más sobre los tres excepto que de alguna manera son famosos). Para “entender” completamente el programa, se supone que uno debe disfrutar de los mordaces comentarios satíricos sobre la cultura pop.

La otra fuente de disfrute, por supuesto, es la historia de amor: ¿quién terminará con su alma gemela? ¿Qué personajes van juntos? El amor, aceptado como un impulso natural e irresistible, resulta ser lo único que puede guiar con éxito las acciones morales y mejorar la puntuación ética de alguien. Lo que hacemos por amor, al parecer, no cuenta como interés propio.

A medida que avanzan las temporadas, los personajes descubren que están en un nuevo y especial tipo de infierno, y luego descubren que, de hecho, todos se van al infierno. Nadie, en nuestro mundo, puede ser lo suficientemente bueno como para merecer el cielo. Aparentemente porque lo que más cuenta son las consecuencias, y la complejidad de nuestro mundo moderno es tan grande que todas nuestras acciones tienen consecuencias negativas no deseadas. Chidi, por ejemplo, está seguro de que está en el infierno debido a su preferencia por la leche de almendras. El juez, luego de un viaje a la tierra, remarca la imposibilidad de comprar un tomate sin hacerle daño a alguien. Se espera que asumamos que no solo no podemos elegir ser buenos, sino que no podemos hacer el bien en absoluto. El mundo social y económico, al que el programa jamás llamaría capitalismo global, debe verse como una fuerza más allá de nuestro control, no como algo creado por nosotros sino algo que simple e inevitablemente surgió y nos entrampa en situaciones éticas imposibles.

¿La solución? Una segunda oportunidad viviendo completamente en lo que solía llamarse “cultura twee”. Creo que la popularidad del término fue breve, y es probable que muchas personas ya lo hayan olvidado por completo — consultar el libro de 2014 de Marc Spitz, que parece haber matado el término al ofrecer una descripción formal del mismo. Lo que quiero decir con esto es una especie de actitud general hacia la vida que rechaza la “adultez”, que abraza lo nerd, cree ingenuamente en cosas como el amor verdadero y, en general, vive con la esperanza de que abrir una panadería vegana orgánica es la forma de derrotar al capitalismo de las corporaciones globales. La nueva vida después de la muerte que resulta de las aventuras de los seis personajes principales de  The Good Place. es la cultura twee manifestada. Nadie necesita trabajar en algo que no quiera; cosas como la producción de bienes y materias primas ya no son necesarias. Encontrar el amor verdadero es el objetivo final, pero los otros objetivos son cosas como aprender a tocar la guitarra o finalmente resolver tus problemas con tus padres, o jugar el juego perfecto de John Madden Football. Este es un mundo de adolescencia permanente, y aprender a ser bueno es aprender a ser amable con otras personas mientras haces solo lo que te apetece hacer.

Toda la supuestamente abstrusa discusión filosófica es solo una distracción, de modo que pensemos que estamos haciendo algo bueno y desafiante mientras se nos ofrece una especie de fantasía estructurante. Si nos gusta el programa, pensamos que somos buenas personas cuando tenemos amor verdadero y podemos hacer los comentarios sarcásticos más inteligentes sobre la cultura pop. Aprendemos a no hacer nunca cosas como pensar exactamente en cómo el sistema económico se volvió tan destructivo y opresivo, o si podríamos hacer algo al respecto.

Al disfrutar de The Good Place, nos convertimos en el sujeto ideal del capitalismo global, consumiendo irónicamente y viviendo pasivamente, respondiendo solo por intuición y nunca pensando más allá del nivel del chiste. La audiencia ideal para un programa como este son los graduados universitarios de veintitantos años, particularmente aquellos lo suficientemente ricos como para saber que pueden vivir de sus padres por otra década o más.

La cuestión es que objetos estéticos como este recogen las corrientes ideológicas existentes y las convierten en fantasías estructurantes. Tales fantasías hacen que sea inconcebible que podamos hacer algo para cambiar el mundo en el que nos encontramos. La práctica de ver el programa hace que aquellos que están en la posición ideal para cambiar el mundo se conviertan en sujetos que nunca considerarían hacerlo. La interpelación suele comenzar con una risa.

Entonces, para concluir, quiero considerar lo que podría suceder si vemos este programa “a contrapelo”. En sus “Tesis sobre la filosofía de la historia”, Walter Benjamin sostiene que, dado que “no hay ningún documento de la civilización que no sea al mismo tiempo un documento de la barbarie”, el objetivo del materialista histórico debe ser “peinar la historia a contrapelo”. Si vemos que todos nuestros entretenimientos populares de hoy también son documentos de la barbarie, en el sentido de que todos funcionan para inhabilitar nuestra agencia y promover los intereses de la opresión capitalista, ¿hay alguna manera de que podamos leerlos a contrapelo? ¿Qué aspecto tendría eso?

En el caso de  The Good Place, podríamos comenzar notando lo que el programa no menciona en absoluto. ¿Qué partes de la vida humana normal no figuran en la fantasía? Podríamos considerar los supuestos que damos por hecho sin cuestionarlos. ¿Puede un programa como este estructurar nuestros supuestos con el suficiente relieve como para que podamos empezar a cuestionarlos? ¿Qué tipo de cosas se supone que hemos de desear? ¿Qué tipo de deseos son ignorados?

El filósofo académico Todd May se desempeñó como uno de los “asesores filosóficos” del programa. De hecho, su libro  Death  se menciona en un episodio. Al trabajar en  una lectura a contrapelo de The Good Place, quiero considerar brevemente un argumento que presenta May en su libro  Una vida significativa. Él sostiene que hay “dos escalas, una moral” y “aquella del sentido” y nuestros “ojos pasan de la una a la otra escala, sin fijarse en una de ellas” (120). Su punto aquí es que al parecer, debido a la “complejidad” de la vida humana, una vida moral bien puede estar desprovista de sentido, y una vida con sentido a menudo requiere ciertos lapsos en la moralidad. Aquí usa el ejemplo de Lance Armstrong para argumentar que el éxito, y por lo tanto una vida con sentido, a menudo puede requerir que no seamos morales — pero no juzgamos a una persona completamente por su moralidad. Podemos admirar a una persona que sabemos que es un mentiroso y un tramposo. En el caso de algunas estrellas de rock o deportistas profesionales, incluso estamos dispuestos a perdonar que sean acosadores, abusivos o que cometan agresiones sexuales, porque son meras fallas morales, y sus grandes logros superan esas nimiedades.

Sugeriría que el objetivo real de este argumento a favor de la “complejidad” es filtrar el verdadero problema subyacente: las contradicciones ideológicas del capitalismo. En lugar de enfrentar la dura verdad de que la moralidad está separada del sentido, específicamente, y de maneras particulares, en las formaciones sociales capitalistas, May simplemente quiere descartar esto como una característica inevitable de la vida humana.

Vemos la misma estrategia en  The Good Place. Los personajes principales descubren que ya nadie puede entrar en el Buen Lugar porque la vida en la Tierra se ha vuelto demasiado compleja. La única esperanza es separar el ámbito moral del ámbito de la producción, de la agencia humana real en el mundo real. Lo que no podemos ver es que elegimos un modo particular de producción en el que nuestros bienes indispensables se producen y distribuyen de maneras que requieren la opresión humana y la destrucción del medio ambiente. Esta no es simplemente una característica del universo, sino de cómo organizamos nuestra sociedad. Pero nos hemos vuelto tan ciegos a esto, tan rápidos en percibir el capitalismo como parte del universo natural, que nos quedamos con una versión patéticamente anodina de la agencia, limitada al tipo de consejo que le das a un niño de kindergarten: sé amable y no muerdas a nadie.

También podríamos notar que la tarea real de ser personas tan insulsamente agradables es tan horriblemente aburrida que realmente no se puede representar en el programa. Los personajes principales saltan directamente al Buen Lugar real no por haber aprendido a ser amables, sino porque rompieron las reglas y forzaron un cambio en todo el sistema. El tipo de vida ideal que defiende el programa resulta ser algo que ni siquiera queremos ver en un solo episodio. Eso debería decirnos algo acerca de por qué no podemos interesarnos en la filosofía moral: cuando está divorciada de la forma en que realmente organizamos nuestro modo de producción, de nuestros planes para producir y distribuir las necesidades de la vida, entonces se nos vuelve completamente inútil.

En  Una vida significativa,  Todd May menciona la enorme influencia en su pensamiento de la  Ética a Nicómaco, de Aristóteles. Si hay algo que deberíamos aprender hoy de ese texto es que nunca podremos separar nuestros valores morales del modo de producción; incluso si pensamos que lo estamos haciendo, nuestra verdadera “moral” se encuentra en lo que hacemos —en mentir y engañar para conseguir lo que queremos— y no en lo que pensamos que deberíamos hacer.

Leemos este programa a contrapelo cuando notamos todos los supuestos que éste no quiere que sepamos que estamos haciendo. Debido a que  The Good Place  da forma formal a muchos de nuestros supuestos fundamentales sobre la moralidad y el significado de la vida humana, puede convertirse en un discurso ideal para distanciar nuestros supuestos ideológicos. Claramente, no está hecho para hacer esto. Pero el modo en que consumimos los objetos estéticos puede ser tanto una cuestión de práctica ideológica de nuestra recepción como de la práctica ideológica de su producción.

Un programa como este puede no proporcionar ninguna respuesta real, ninguna ideología subversiva o agencia positiva. Yo diría que no y que no está destinado a hacerlo. Pero si lo leemos a contrapelo, al menos puede ayudar a aclarar los problemas que enfrentamos al tratar de producir dichas cosas.


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