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Mindfulness o Mindlessness?[1]

Tom Pepper

Al castellano: Non Lavoro


4 de enero de 2014

Este es el título de una conferencia pronunciada por Robert H. Sharf, en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de McGill este verano pasado. He publicado un enlace a la charla al final y la recomiendo encarecidamente a cualquier persona interesada en el budismo en occidente, pero también a cualquier persona que se vea afectada por la nueva moda del “mindfulness” (“atención plena”) en la educación y la psicología. Es media hora bien empleada y plantea algunas preguntas muy importantes sobre esta tendencia de utilizar el mindfulness para “curar” todo, desde el TDA [Trastorno por déficit de atención] hasta el TEPT [Trastorno por estrés postraumático], desde la depresión hasta la adicción.

Quiero hacer solo algunos comentarios sobre la charla y espero que pueda generar una discusión útil.

Sharf reitera lo que otros historiadores del budismo han estado diciendo desde hace algún tiempo: que la comprensión de “sati” como “atención pura” que requiere “atención no discursiva, sin prejuicios al aquí y ahora” es una invención bastante reciente, que data del siglo XX. Además, en el pensamiento filosófico budista esta idea de una conciencia fuera de toda condición cultural y cognitiva está lejos de ser aceptada en general. En muchas escuelas de pensamiento budista se asumiría que esta conciencia desnuda es imposible, la idea parece depender de una epistemología occidental, en particular el empirismo y la idea cartesiana/lockeana de una “conciencia” libre de cognición, que es la conciencia de la “alma”. (Sharf señala que Nyanaponika Thera, quien popularizó esta comprensión de sati, comenzó como un estudiante alemán de fenomenología).

Por otra parte, en el intento de hacer que el budismo sea una “ciencia” que nos ofrecerá un “vida más satisfactoria y gratificante emocionalmente”, la locura por el mindfulness ha eliminado un aspecto importante del budismo que le acompaña desde sus primeros inicios: “El budismo involucraba”, nos recuerda Sharf, “una crítica de los valores sociales y culturales dominantes y sostenía que la liberación no era posible sin un cambio radical en la forma de vivir”. Sharf también señala otras instancias de este tipo de movimientos popularistas y al mismo tiempo políticamente quietistas en el budismo (Chán y Dzogchen) y explica que también fueron criticados en su época por rechazar aspectos fundamentalmente importantes del pensamiento y la práctica budistas.

Hay dos puntos sobre los que me gustaría extender la discusión de Sharf respecto de la práctica del mindfulness. Uno es cuando simplemente deja de lado la cuestión de la eficacia del mindfulness a la luz del conjunto de “evidencia empírica” que la apoya. Sugeriría que sí, de hecho, puede tener un efecto sobre el practicante, pero que el efecto que tiene no es en absoluto el que se supone que tiene. En este sentido, debemos cuestionar los “datos empíricos” y no admitir que prueban la eficacia del mindfulness. Ciertamente, como práctica social, convencerse de que uno ha alcanzado un estado de “conciencia no conceptual” puede funcionar como una especie de apoyo para el ego, catectizando la energía mental y ayudando a reificar y naturalizar la propia interpretación socialmente construida del mundo. En un palabra, mientras uno esté convencido del poder dual, antiguo y científico de esta práctica, y participe en la institución social del mindfulness, es posible que pueda servir para interpelar más plenamente al individuo en la ideología dominante, de la cual el empirismo y la creencia en un alma trascendente son poderosos componentes.

El segundo es la afirmación de Sharf de que el “compromiso metafísico” subyacente, pero inadvertido, de los defensores del mindfulness es la creencia en el perennialismo. Esta parece ser una de esas suposiciones, pero sugeriría que el perennialismo en sí mismo es parte de una suposición más penetrante y sutil: la creencia en el atman. La gente a menudo me pregunta por qué siempre afirmo que el mindfulness asume la existencia de un “sí-mismo” o atman eterno y no creado, o que refuerza esa ilusión. En pocas palabras, con ser capaz de alcanzar la “conciencia pura” se asume que hay algún tipo de mente o conciencia que no es creada por, y es no-dependiente del mundo fenoménico, y que por lo tanto puede ésta volverse consciente de este mundo “como realmente es”, separada de esa mente radicalmente dualista a la cual no afecta ni se ve afectada por ella. En esta noción, todas nuestras cogniciones son parte de este mundo fenoménico, pero nuestra “conciencia pura” no lo es. (Sharf se refiere a esto como la “teoría del filtro”, en la que el lenguaje y el condicionamiento cultural “filtran” u oscurecen el acceso directo de la mente eterna a la realidad separada de ella). Locke parece haber creído en dicha  conciencia pura (que sugiere que el alma “piensa” fuera del lenguaje, por ejemplo), pero ésta es antitética para la mayor parte del pensamiento budista, que asume que la conciencia y el objeto surgen en dependencia el uno del otro (así como de otras condiciones).

Mi sugerencia sería escuchar esta charla, plantear preguntas al respecto y, si conoces a alguien que se esté subiendo al tren del mindfulness, envíale el enlace. A medida que más y más gente se vea obligada, en diversos entornos institucionales, desde escuelas y prisiones hasta centros de rehabilitación de adicciones y hospitales psiquiátricos, a someterse a esta práctica, es cada vez más importante hacerles saber que no solo se les pide que finjan hacer lo que en realidad es imposible, sino que incluso la pretensión es poco más que una forma de adoctrinamiento ideológico.

Mi última publicación sostenía que la renuncia era, en la época del budismo temprano, un acto abiertamente político. Esta charla nos recuerda que incluso la búsqueda supuestamente personal e individual de la felicidad consciente es también un acto político, aunque uno reaccionario, y que niega su propia naturaleza política.

 

http://www.youtube.com/watch?v=c6Avs5iwACs&list=UUvwynGKKFos42dGxeU_TvnA&index=11

 


[1] [N. del T.] El título es un juego de palabras en inglés cuyo sentido y similitud se pierde en la traducción al castellano. La idea, sin embargo, es la contraposición de “Mindfulness” (el nombre que adquiere una técnica meditativa moderna con supuestas raíces en la tradición budista y cuyo sentido cotidiano es la cualidad de “estar consciente de”, o de “tener presente o en cuenta”; y “Mindlessness” (que puede tener distintos sentidos: puede referirse a realizar una actividad de forma mecánica, o de forma distraída, o sin sentido, o a la cualidad de una persona que no piensa, tonta, “descerebrada”)