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Realidad convencional y construcción social

Tom Pepper

Al castellano: Non Lavoro


1 de diciembre de 2013

Hace algunas décadas, se volvió bastante popular en muchas disciplinas académicas anunciar que todo y cualquier cosa es “socialmente construida”. De repente, se “descubrió” una enorme variedad de cosas que habían sido construcciones sociales, cosas que iban desde el género, las emociones y el gusto estético hasta la evolución, las leyes de la física y la realidad misma. Algunas de estas cosas son claramente construidas socialmente, otras claramente no — pero lo que dio paso a esta locura fue a menudo un simple error conceptual. El error más común consistió en no distinguir entre la cosa y nuestros conceptos sobre la cosa. Por tomar un ejemplo simple: la evolución es algo que realmente le sucede a la vida en nuestro planeta. No está construido “socialmente”, donde “socialmente” se entiende como construido por la práctica y el discurso humanos; sin embargo, nuestro conocimiento de la evolución se construye socialmente, en el sentido de que es posible gracias a los discursos y las prácticas humanas. Más importante aún, producimos este conocimiento con alguna intención, para servir a algún propósito, por lo que nuestro conocimiento es siempre ideológico. Podríamos, por ejemplo, referirnos al mismo fenómeno como “adaptación a las condiciones” o “adaptación accidental”, lo que sugeriría una intención ideológica muy diferente al estudio del mismo proceso. La ocurrencia real es la misma y no está “construida” por las prácticas sociales humanas, aunque nuestro conocimiento sobre el proceso esté construido y puesto en uso en tales prácticas sociales. Este error debería ser lo suficientemente simple de comprender, y ha sido señalado muchas veces durante muchos años por más que unos pocos filósofos analíticos, aunque me parece que el error es aún más común hoy, como cuando los psicólogos o críticos literarios dicen que no podemos aplicar conceptos psicoanalíticos para explicar ningún texto o evento que haya ocurrido antes de que Freud comenzara sus publicaciones.

Hay un error más difícil en la noción de construcción social y que quiero abordar aquí, porque creo que puede ayudar a explicar la dificultad común en comprender el concepto budista Mahayana de realidad convencional, o samvrti-satya. Y esta es la suposición de que todo lo que se construye socialmente no tiene un poder causal real, que lo que construimos socialmente no es más que un error que nos separa de la realidad, y que nos lleva a malentendidos o engaños. En el budismo occidental, esto toma a menudo la forma de la creencia en alguna “conciencia pura” fuera de las “perspectivas” o del lenguaje; la idea es que lo que es samvrti-satya, o social, o convencional, no es real o verdad en absoluto, sino que es una distorsión que impide nuestra experiencia “libre de pensamiento” de algún noumena kantiano puro. En el pensamiento occidental, este error ha llevado a la creencia de que una vez que entendemos algo como “socialmente construido”, eso es todo lo que necesitamos saber al respecto: no hay necesidad de saber cómo se construye ni de comprender la función y el efecto del fenómeno construido, porque una vez que se “ha visto” como una construcción, se esfuma como un espejismo. Este error ha llevado a demasiadas personas a recurrir a pronunciamientos pseudocientíficos sobre la neurociencia como la única cosa “real” sobre el mente.

Por este malentendido, la locura de la “construcción social” ha sido prácticamente abandonada. El rechazo a la “construcción social” no carecía de mérito, por supuesto. Con demasiada frecuencia, el término se utilizó para dar paso a un relativismo absoluto y para evitar el pensamiento científico serio. Pero al rechazar el enfoque construccionista, también hemos abandonado cualquier esperanza de pensamiento real sobre la mayoría de las cosas que son importantes para nosotros, exactamente aquellas cosas en las que podemos trabajar para cambiar.

Para ilustrar la dificultad de comprender este error, utilizaré el ejemplo del pensamiento de Ian Hacking al respecto en The Social Construction of What?, en el que comete exactamente este segundo error sobre el construccionismo social. Uso a Hacking como ejemplo precisamente porque él no es un actor menor que cometa errores obvios, sino que ha escrito mucho sobre la historicidad de la enfermedad mental y el conocimiento científico, incluyendo la escritura de una introducción a la edición del 50 aniversario de La estructura de las revoluciones científicas de Thomas Kuhn. Que él siga cometiendo este error es una indicación de lo difícil que es superarlo.

Aceptando la distinción entre nuestros conceptos de las cosas y las cosas en sí mismas, Hacking comete el error de suponer que solo los primeros pueden contar como construidos socialmente y, por lo tanto, solo los segundos son “reales”. Por ejemplo, acepta que los roles de género son construidos, porque el simple hecho de reconocer que son convenciones, y no verdades naturales, tiene un poder real para “liberar” a las mujeres de la culpa que sienten por no tener los sentimientos socialmente esperados sobre la maternidad (2). Sin embargo, esto no funciona con algo como la anorexia, porque el simple hecho de informar a las niñas de que su trastorno es específico de una cultura “no ayuda a las niñas y mujeres jóvenes que están sufriendo” (2). No puede concebir la posibilidad de que algo construido socialmente pueda tener un poder causal real, pueda ser una cosa realmente existente en el mundo, y que el mero voluntarismo, el pensamiento o la “voluntad” por sí solos, no puedan cambiarlo. En el caso de la anorexia, por ejemplo, sostiene que el “análisis de la construcción social” sería inútil, porque no puede él imaginar que lo que se construye socialmente pueda ser más que un mero concepto, que pueda ser sino la estructura misma de la psique de la anoréxica, cuya reconstrucción requerirá una gran cantidad de investigación y esfuerzo. La mente no es como escribir en una pizarra, que se borre y se reescriba a voluntad. Es socialmente construida como lo son las calles de una ciudad — claramente, las personas las trazaron con un propósito, no son producto de fuerzas naturales, pero con simplemente señalar esto ni siquiera se comienza el trabajo de tratar de idear mejores patrones del tráfico, y mucho menos la demolición de edificios y la remoción y reconstrucción de carreteras y puentes.

Hacking dice algo similar sobre el abuso infantil, afirmando que nuestra idea del abuso infantil es socialmente construida, pero la cosa en sí es “real” (125). Puede comprender que los conceptos psicológicos, sociológicos y legales del abuso infantil son construidos socialmente y son susceptibles de cambio. Lo que queda fuera del ámbito de la “construcción” para él es la estructura social que hace que el abuso infantil sea tan prevalente y difícil de detener o incluso de responder a ella adecuadamente: la ideología de la autonomía del núcleo familiar, así como nuestra ideología política que asume a los individuos como separados, autónomos y privados — la división misma entre lo público y lo privado es una ideología, ejemplificada en prácticas concretas y no ilusorias, que hace que dicho abuso no solo sea posible sino más probable. Sin embargo, examinar estas formaciones sociales parece poco científico para el pensamiento contemporáneo, porque lo que es socialmente construido, se asume, no es “realmente real” y no puede ser estudiado científicamente.

Estos errores conceptuales parecen muy difíciles de comprender para la mayoría de la gente. Y la evidencia de la historia del pensamiento budista sugiere que han sido difíciles para otras épocas y también para otras culturas. Parece haber una tendencia a hacer una división entre lo que es real y, por lo tanto, inmutable, y lo que es una “mera” convención y, por lo tanto, sin importancia. Sin embargo, el concepto de samvrti-satya fue un intento de corregir este error. Lo que se socialmente construido es real y tiene su propio momentum y poder causal, y no podemos elegir entre las verdades convencionales con algún tipo de “voluntad” trascendente, porque estas verdades son las estructuras que construyen nuestras mentes .

Probablemente el pasaje más importante de todo el pensamiento filosófico budista sobre este tema se encuentra en el Capítulo XXIV del Mulamadhyamakakarika de Nagarjuna, versículos 8-10:

La enseñanza del Dharma del Buda
se basa en dos verdades:
Una verdad de convención mundana
Y una verdad última.

Aquellos que no entienden
la distinción trazada entre estas dos verdades
no entienden
la profunda verdad del Buda.

Sin una base en la verdad convencional,
el significado de lo último no se puede enseñar.
Sin comprender el significado de lo último,
no se logra la liberación.

(Traducción de Garfield, 297-298)

Con demasiada frecuencia, las conclusiones extraídas de esos pasajes están en completa oposición a los supuestos fundamentales del pensamiento Madhyamaka de Nagarjuna. Muchos budista occidentales leerían en este pasaje una afirmación de que lo convencional no es más que “meras palabras” o “un dedo apuntando a la luna”, y asumen que Nagarjuna está sugiriendo algún tipo de conocimiento místico último de la “verdadera” realidad. Sin embargo, tomado en el contexto de la obra en su conjunto, podemos ver que Nagarjuna sugiere lo contrario. Su punto no es que estemos atrapados en el engaño de la verdad convencional, sino que no reconocemos que la verdad última no es más que la conciencia de que nuestra verdad convencional es convencional — lo que asumimos como natural, real y no creado es en sí mismo surgido, convencional, construido de manera dependiente. Por poner esto en los términos del filósofo francés contemporáneo Alain Badiou, una Verdad debe aparecer siempre en un Mundo; siempre vivimos en un mundo, y cualquier conocimiento de la realidad independiente-de-la-mente solo puede existir en una práctica social humana, como discurso que produce ese conocimiento. En términos althusserianos, siempre vivimos en la ideología, no existe  actividad humana libre de ideología. Esto no significa que no podamos producir conocimiento de nuestra realidad convencional. Ese conocimiento será igualmente “convencional”, será construido por humanos, en discursos y prácticas humanas, con alguna intención. Pero aún puede ser conocimiento correcto. Si estamos motivados por razones ideológicas para investigar la causa de una enfermedad, aún podemos tener razón sobre esa causa y lograr curar la enfermedad; sin embargo, incluso nuestra suposición de que el virus es una “enfermedad” es ideológica, invertida en nuestra comprensión de nosotros mismos y motivada por nuestro deseo de reproducirnos a nosotros mismos y nuestras sociedades. Sería un gran error suponer que debido a que la vacuna contra la poliomielitis fue “construida socialmente”, por lo tanto es una mera ilusión y no es realmente efectiva (aunque parece haber algunas personas que sí creen esto).

Muchos budistas occidentales dirían que la investigación de la construcción social de nuestra mente colectiva no es “budismo real”, porque es intelectual y no conducirá a estados pasivos de dicha, sino al sentido de la obligación de hacer esfuerzos interminables para cambiar el mundo. Mi sugerencia es que esto es lo que el budismo hace posible. La “prapanca” inútil contra la que a menudo se advierte en los textos budistas no es este tipo de pensamiento socialmente útil. Más bien, prapanca se refiere al tipo de pensamiento que intenta incrementar la reificación y evitar el reconocimiento de la construcción social, creando a menudo elaboradas teorías sobre cosas que en realidad no existen; las bien conocidas teorías psicológicas sobre la “inteligencia” y el “amor” producidas por Robert Sternberg vienen inmediatamente a la mente, pero podríamos incluir la mayoría de los intentos filosóficos para definir la belleza o los elaborados modelos ideados por economistas estadounidenses en intentos fallidos de predecir la fluctuación económica. Este tipo de prapanca es de hecho peor que una mera pérdida de tiempo: es el mayor obstáculo para nuestros intentos de pensar con éxito en los problemas sociales reales.

La clave para comprender la realidad convencional es evitar cometer el mismo error que venimos cometiendo con el concepto de “construcción social” durante las últimas tres o cuatro décadas. Lo convencionalmente real es muy real, tiene poder real y, teniendo su propio “momentum”, es difícil de alterar o eliminar. Debemos aprender cómo se construyen las cosas, qué prácticas sociales crean fenómenos como la enfermedad mental, el abuso infantil, la pobreza, la ignorancia y la opresión. Para comprender el origen dependiente de algo como nuestro apego a la familia nuclear, o incluso a nuestra idea de la “infancia”, no es prapanca, sino participar en el conocimiento último. El conocimiento último es el conocimiento del origen dependiente de nuestra realidad convencional — no simplemente que sea socialmente construida, sino cómo es  construida, qué efectos tiene y cómo podría cambiarse. Este cambio no puede ser una cuestión de mero reconocimiento, de un cambio de mente “voluntario”, sino que debe incluir cambios esforzados y, a veces, incómodos en las prácticas reales. Cuando sepamos cómo somos construidos en nuestras prácticas sociales, podremos saber cómo alterar nuestras prácticas sociales para mejor. Esto es liberación: no el escape de lo meramente convencional, sino la capacidad de involucrarse en ello.

 


Obras citadas

Garfield, Jay L. The Fundamental Wisdom of the Middle Way: Nagarjuna’s Mulamadhyamakakarika. New York: Oxford University Press, 1995.

Hacking, Ian. The Social Construction of What? Cambridge, MA: Harvard University Press, 1999.e HeHe