La importancia de Henryk Grossman

Ted Resse

Al castellano: Miro Solo

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 Ted Reese, autor del inminente The End of Capitalism: The Thought of Henryk Grossman (Zero Books) [El fin del capitalismo: El pensamiento de Henryk Grossman], defiende la continua relevancia de la teoría del colapso capitalista de Henryk Grossman. 


En 1929, Henryk Grossman, marxista judío polaco, publicó La ley de la acumulación y el derrumbe del sistema capitalista. Fue esta obra vital la que hizo la mejor labor, después de la muerte de Karl Marx en 1883 y Freidrich Engels en 1895,  en defender y aclarar el contenido real y revolucionario de El capital de Marx, que expuso al capitalismo como inherentemente propenso a las crisis y como históricamente transitorio. Coincidiendo con la entonces reciente declaración del líder del ala reformista del socialismo europeo, Karl Kautsky, de que “ya no es posible sostener que el modo de producción capitalista prepara su propia caída”, y de que, de hecho, se había mantenido en pie tras la Primera Guerra Mundial, “más fuerte que nunca”,[1] el libro de Grossman — publicado solo unos meses antes del infame Wall Street Crash [N del T: el “crac del 29”] — anticipó una gran crisis en Estados Unidos que arruinaría a sus deudores europeos.[2]

A pesar de que los acontecimientos de la bolsa de valores de Nueva York demostraron que tenía razón casi de inmediato, La ley de la acumulación y el derrumbe fue recibido con una hostilidad casi universal. Las críticas desdeñosas de Grossman irritaron no solo a los reformistas socialdemócratas, que afirmaban que la acumulación de capital podía continuar para siempre y sin contracciones económicas; sino también a compañeros comunistas — incluido el principal asesor económico de Stalin, Eugene Varga — que había elaborado teorías confusas sobre la crisis capitalista. Ambos habían fracasado estrepitosamente en la aplicación del enfoque metodológico de Marx.

Grossman fue acusado de determinismo económico; de tener una teoría “mecánica” o “automática” de la sucesión del capitalismo por el socialismo de modo tal que ignoraba la importancia de la lucha de clases.[3] Dichas acusaciones eran obvias mentiras que replicaban la misma pereza intelectual que Grossman había expuesto. Él había simplemente restablecido el vínculo entre la crisis económica y la lucha de clases, mostrando que la primera tendía a estimular a la segunda más que a la inversa.

Sin embargo, a Grossman no le concernían simplemente las recesiones periódicas, sino el hecho de que la acumulación se volvía cada vez más exigente y que eventualmente chocaría con los límites históricos, obligando así a la clase trabajadora a emprender una lucha histórica mundial por un modo de producción superior, estable y sostenible. Puesto que “se hace cada vez más difícil valorizar [reproducir y expandir] el capital enormemente acumulado”[4] a medida que el sistema envejece, el capitalismo debe eventualmente entrar en una crisis insuperable.

Como resultado de las confusas teorías producidas por los marxistas después de Marx, y la negativa de los principales teóricos de la Unión Soviética a corregir sus errores respaldando el trabajo de Grossman — Varga lo repudió sin molestarse en ningún tipo de rigor científico — el libro sigue siendo extremadamente importante y sin embargo relativamente desconocido.

Este es un gran problema para los comunistas que buscan defender a Marx, cuya obra sigue siendo en gran medida desacreditada en un mundo que vio la amenaza de la revolución mundial en el siglo veinte, y volvió a ser casi universalmente capitalista. Puesto que el épico tomo de Marx ha sido tan tergiversado y malinterpretado, a menudo deliberadamente, La ley de la acumulación y el derrumbe opera como una especie de secuela (así como un muy buen manual introductorio) de El capital, que destaca y elabora sus hallazgos más importantes al mismo tiempo que expone las distorsiones contrarrevolucionarias que le siguieron.

 

Metodología y teoría de la crisis de Marx

Grossman se lamentó de “toda una generación” de marxistas[5] porque “nadie ha propuesto … ideas claras sobre el método de investigación de Marx”. En cambio, la atención se había centrado en interpretar las conclusiones de Marx, que eran “inútiles divorciadas de una apreciación de la forma en que se establecieron”.[6]

El trabajo de Grossman sometió “por primera vez” el método de Marx a una reconstrucción, extrayendo así “la teoría del colapso” que “forma la piedra angular del sistema de Marx”:

Sin duda, el propio Marx se refirió solo al colapso y no a la teoría del colapso, así como no escribió sobre una teoría del valor o una teoría del salario, sino que solo desarrolló las leyes del valor y del salario. Por tanto, si tenemos derecho a hablar de una teoría marxista del valor o del salario, tenemos el mismo derecho a hablar de la teoría del colapso de Marx.[7]

El ala reformista del movimiento socialista “corrigió” la teoría del colapso de Marx o insistió en que nunca propuso una. Afirmaron, en cambio, que el capital se acumulaba armoniosamente y podía hacerlo ad infinitum, y ello implica que la clase trabajadora experimentaría siempre un aumento en los niveles de vida bajo el capitalismo y solo lucharía por el socialismo por medios pacíficos, reformistas y por razones morales, no económicas.

La capacidad del capital para acumular armoniosamente había sido “probada” teóricamente por el socialdemócrata austríaco Otto Bauer en 1913. Usando un esquema (un patrón matemático) de reproducción abstracto de la acumulación de ganancias (y distribuyéndolas entre salarios, consumo de los capitalistas, etc.) similar a los empleados por Marx — una versión simplificada, “pura”, del capitalismo con el propósito de examinar la esencia del sistema — Bauer afirmó haber demostrado que el capital podía acumularse indefinidamente a pesar de la tasa de ganancia decreciente.

Bauer hizo esto, sin embargo,  solo para cuatro ciclos o años. Al continuar el esquema de Bauer, sin ninguna alteración, Grossman encontró que a los 36 años el proceso colapsaba, exponiendo así la pereza intelectual del reformista. Mediante este ciclo de reproducción, el capital se “sobreacumula” — se convierte en excedente — y no se puede reinvertir. Hacerlo sería inútil, ya que no puede generar ganancias.

Junto a este capital excedente surge el trabajo excedente — el inicio del esquema asume el pleno empleo — trabajadores que el capital ya no puede permitirse emplear. Para superar la sobreacumulación, los capitalistas se ven obligados a reducir su gasto en salarios, pues se come la ganancia disponible para la acumulación y para el consumo de los capitalistas. Se ven obligados también a innovar para aumentar la tasa de productividad. Se deben fabricar y vender más mercancías y en menos tiempo que antes para abaratar el capital y generar suficientes ganancias para restaurar la acumulación a un nivel superior. (La vitalidad de la teoría de Grossman es clara cuando se aplica a la actual crisis ambiental existente).[8]

Grossman entonces hace algo que ningún otro marxista había hecho desde Marx, y más a fondo que Marx, de hecho. Aplica variaciones de los supuestos planteados en el esquema abstracto — el valor constante de los salarios y las mercancías, por ejemplo — y reintroduce, uno por uno, los elementos que habían sido inicialmente omitidos. Al principio, por ejemplo, solo existían dos clases, es decir, una clase capitalista singular y la clase trabajadora. Ahora se incluyen los capitalistas en competencia y el comercio exterior, junto con los terratenientes y otros estratos medios. Esto acercó cada vez más el esquema a la realidad y puso a prueba los resultados iniciales para su verificación. ¿Alguna de las variaciones o factores nuevos ayudaba u obstaculizaba la tendencia al colapso o la suprimía por completo? Algunas cosas actuaban como contratendencias que retrasaban la sobreacumulación y el colapso, tales como la reducción relativa o absoluta de los salarios; mientras que otras — la renta de la tierra pagada a los terratenientes consume las ganancias del capital industrial productivo, por ejemplo — tenían el efecto contrario. En última instancia, Grossman descubrió que ninguna contratendencia suprime la sobreacumulación para siempre.

Todos los demás teóricos, tanto comunistas como socialdemócratas, habían tomado sus hallazgos solo del esquema abstracto de Marx en lugar de reintroducir los factores que acercaban cada vez más la abstracción inicial a la realidad: el método científico de aproximación sucesiva. “Se tomaron conclusiones provisionales para los resultados finales”, dice Grossman.[9]

[Dichos teóricos] produjeron, por lo tanto, una variedad de teorías de la crisis “subconsumistas” y de “desproporcionalidad” que podían atribuirse al factor externo de la mala gestión económica en lugar de a una tendencia sistemática inherente. En la primera teoría, a los trabajadores no se les paga lo suficiente como para comprar todas las mercancías que necesitan, lo que significa que las ganancias no se realizan. Esto podría solucionarse mediante reformas, aumentando los salarios. En la segunda, los desequilibrios de las mercancías y las ganancias entre los distintos departamentos de producción, que dan como resultado una sobreproducción de bienes que no se pueden vender, exigen una regulación centralizada, lo que vuelve a hacer de la reforma la respuesta.

 

Gráfico de La ley de la acumulación y el derrumbe, de Grossman

Una variación de la teoría del subconsumo apunta a la saturación del consumo interno, haciendo que la solución sea la exportación de mercancías a mercados externos “no capitalistas”, una opción que, en el análisis de Rosa Luxemburg, se agotaría cada vez más a medida que el mundo entero se industrializara y se volviera capitalista. Esta versión conservaba una tendencia inherente al colapso pero, señala Grossman, desplazaba “el problema crucial del capitalismo desde la esfera de la producción a la de la circulación [o el consumo]”.[10]

Los otros teóricos cometieron el mismo error. Grossman mostró que el subconsumo, la desproporcionalidad y la sobreproducción eran síntomas de la sobreacumulación más que causas de las crisis. Sin esta prueba, el movimiento comunista no tiene justificación para la necesidad económica del socialismo.

Para demostrar que la causa provenía del modo de producción, Grossman tuvo que volver a centrar la teoría del valor trabajo de Marx al hecho de que la fuente de la ganancia es la explotación capitalista del trabajo productor de mercancías: es decir, que el capitalista se apropia de parte del valor creado por el trabajo, la “plusvalía” (o tiempo de trabajo excedente) que luego se realiza mediante la venta de las mercancías. Pero debido a que cada crisis obliga al capitalista a innovar y expandir la producción, el número de trabajadores explotables tiende a caer en relación con la cantidad total de maquinaria/ capital total empleado. Por lo tanto, la misma solución a la crisis vuelve a reproducirla más tarde en una escala mayor, ya que a la fuerza de trabajo productiva relativamente decreciente les es cada vez más difícil crear suficiente plusvalía para expandir aún más la cantidad cada vez mayor de capital total. Esta subproducción creciente y generalizada de plusvalía se expresa en  una tendencia a la caída de la tasa general de ganancia. La deuda y el crédito, un tipo de “capital ficticio”, surgen en su lugar.

 

Imperialismo y guerra

Otra cosa por la que Grossman merece crédito es por proporcionar la comprensión más clara sobre los imperativos detrás del imperialismo y la guerra, dos de las contratendencias más importantes que prolongan la capacidad del capitalismo para rejuvenecer a un nivel superior.

Las exportaciones de capital — es decir, la inversión en la producción en el extranjero, la exportación de tecnología/maquinaria y los préstamos con intereses elevados — son cada vez más necesarias para ampliar y abaratar la mano de obra explotable; y, al mismo tiempo, proporcionar una salida al capital excedente que no se puede reinvertir de forma rentable “en casa”.

Incluso al venerado panfleto de Lenin, Imperialismo: fase superior del capitalismo, le toca la reprimenda de Grossman. Aunque “hace muchas observaciones agudas”, Lenin…

“vincula [la tendencia al estancamiento y decadencia] al crecimiento de los monopolios. Que existe tal conexión es indiscutible, pero una mera declaración no es suficiente. No se trata simplemente del fenómeno del estancamiento … El imperialismo se caracteriza tanto por el estancamiento como por la agresividad. Estas tendencias deben explicarse en su unidad … De hecho, ambos fenómenos tienen su raíz, en última instancia, en la tendencia al colapso … El crecimiento de la monopolización es un medio para mejorar la rentabilidad mediante la subida de precios y, en este sentido, es solo una apariencia superficial cuya estructura interna es una valorización insuficiente”.[11] 

Varga (quien promovió una variación de la teoría del subconsumo) negó la posibilidad de saturación de capital en cualquier país individual, diciendo simplemente que la atracción para las exportaciones de capital eran las superiores tasas de explotación. En una crítica valiente y devastadora de Varga — dada la cercanía de Varga a Stalin — Grossman señaló que esto contradecía rotundamente la ley del valor de Marx:

[S]uponer que el capital puede expandirse sin límites es suponer que la plusvalía también puede expandirse sin límites y, por lo tanto, independientemente del tamaño de la población activa. Esto [significaría] que la plusvalía no depende del trabajo.[12]

Puesto que las tasas de ganancia tienden a promediar entre las ramas o departamentos de la industria en el mercado mundial (una tasa más alta cae a la tasa promedio una vez que la atracción de inversión se satura y los competidores se ponen al día en términos de innovación), las mercancías del país avanzado, con el nivel más alto de tecnología, se venderán a precios de producción superiores a su valor; y viceversa. Esas transferencias, que Grossman denominó “intercambio desigual” (un término que adquirió uso más común en la década de 1970), “se convierten en una cuestión de vida o muerte para el capitalismo” a medida que la expansión del capital se hace cada vez más difícil y la sobreacumulación alcanza nuevas alturas. Esto explica el aumento que vemos hoy en la agresión de la ‘política exterior’ imperialista, especialmente de parte de Estados Unidos y Gran Bretaña, las dos potencias imperialistas tradicionales, en términos de sanciones, aranceles comerciales y belicismo descarado.

Al mismo tiempo, la competencia en el mercado mundial se intensifica, un número creciente de países alcanzan el estado de sobreacumulación, lo que significa que las potencias imperialistas se ven envueltas cada vez más en un conflicto violento entre sí por recursos que por derecho deberían ser controlados por las naciones en las que residen.

Kautsky — porque creía que la acumulación era armoniosa — afirmó que el colapso absoluto del capitalismo sería provocado inevitablemente por la guerra mundial, que en su opinión ocurriría solo a causa de clases dominantes incivilizadas.[13] En la otra cara de la misma moneda, Varga y Bujarin, un bolchevique, creían que la Segunda Guerra Mundial traería consigo la culminación de la revolución mundial. Grossman dice:

Sería inútil buscar en Bujarin cualquier otra causa del colapso del capitalismo que los estragos creados por la guerra…. Si, como Bujarin, esperamos que el colapso del capitalismo surja de una segunda ronda de guerras imperialistas, entonces es necesario señalar que las guerras no son exclusivas de la etapa imperialista del capitalismo. Brotan de la esencia del capitalismo como tal, durante todas sus etapas, y han sido un síntoma constante del capital desde sus inicios históricos…. lejos de ser una amenaza para el capitalismo, las guerras son un medio para prolongar la existencia del sistema capitalista en su conjunto.[14]

Grossman se esforzó en demostrar que el análisis de Kautsky era subjetivo y que lo cierto era lo contrario: que la sobreacumulación masiva provocaba un colapso sistémico y la guerra mundial le seguía necesariamente porque era la única forma de devaluar suficientemente el capital para “evitar un colapso inminente” y “crear un respiro” para que la acumulación se reiniciase.[15] La guerra, ya que es el medio último para devaluar el capital y el trabajo — y destruir el excedente de ambos — es, por tanto, causada por, y es una solución temporal para, la tendencia al colapso.

Grossman cita, del libro de 1925 de Wladimir Woytinsky El mundo en números, la cifra de que “alrededor del 35% de la riqueza de la humanidad fue destruida y dilapidada” en los cuatro años de la Primera Guerra Mundial; una guerra precedida por una larga depresión mundial — como la que hemos experimentado desde 2009 — y por la primera crisis bancaria nacional de EE. UU. en 1907. Al final de la guerra, dice Grossman, la masa de trabajo vivo “se enfrentaba a un capital reducido, y esto creó un nuevo espacio para la acumulación”.[16]

Y, sin embargo, esto no fue suficiente: le siguió el desplome de Wall Street de 1929. El New Deal intentó resolver la crisis en Estados Unidos y el fascismo intentó resolverla en Alemania (el equivalente de un New Deal en Alemania a través de las reformas del Partido Socialdemócrata había fracasado ya antes de 1929). Ninguno funcionó. Se necesitaría una guerra global aún más destructiva para poner fin a la depresión.

 

Conclusiones revolucionarias

En última instancia, Grossman muestra que todas las contratendencias deben eventualmente agotarse:

A pesar de las interrupciones periódicas que desactivan repetidamente la tendencia al colapso, el mecanismo en su conjunto tiende implacablemente hacia su fin terminal con el proceso general de acumulación. A medida que la acumulación de capital crece absolutamente, la valorización de este capital expandido se vuelve progresivamente más difícil. Una vez que estas contratendencias se desactiven o simplemente dejen de operar, la tendencia al colapso gana ventaja y se afirma en forma absoluta como la crisis final.[17]

En el capítulo final de su libro, Grossman saca sus conclusiones: la tendencia al colapso obliga continuamente a los capitalistas a atacar los salarios y las condiciones de la clase trabajadora, y ello finalmente se hace tan fuerte que esta última se ve impulsada a la revolución:

Si la fuerza de producción más grande e importante, la fuerza de trabajo humana, queda así excluida de los frutos del progreso civilizado, al mismo tiempo se demuestra que nos acercamos cada vez más a la situación que Marx y [Friedrich] Engels ya previeron en el Manifiesto comunista: “la burguesía no es apta para gobernar porque es incapaz de asegurar la existencia de sus esclavos en su esclavitud”. Ésta es también la razón por la que los esclavos asalariados deben necesariamente levantarse contra el sistema de esclavitud asalariada.[18]

Liberada de la propiedad privada y la necesidad del lucro, argumentó Grossman, la producción podría organizarse y planificarse sobre una base social como un proceso de trabajo técnico, sin las causas inherentes a las crisis económicas.[19]

 

Grossman tenía razón

Grossman enfatizó claramente — y demostró — que las victorias de la clase trabajadora por salarios más altos y mejores condiciones podrían profundizar la crisis capitalista; o adelantar la próxima, o incluso su desaparición final. También estuvo de acuerdo con Lenin en que ninguna crisis podía considerarse la última antes de que la clase trabajadora se hiciera con el poder del Estado e implementara un modo de producción superior.

Esto fue ignorado y Grossman fue desacreditado por tener una teoría “mecánica” de la revolución que ignoraba la importancia de la lucha de clases. Estas tonterías tan obvias procedían de reformistas privilegiados que tenían poco interés en acabar con el capitalismo; y de un liderazgo soviético que había entrado en  desesperación por la política exterior de coexistencia pacífica con el imperialismo para priorizar la supervivencia de la Unión Soviética por sobre la revolución mundial.

A pesar de maldecir al liderazgo soviético en ambos frentes, Grossman nunca retiró su apoyo crítico a la Unión Soviética y comprendió sus problemas económicos y políticos en el contexto de la agresión imperialista y el aislamiento. Sin embargo, como resultado de esto, la influencia de Grossman sigue siendo muy limitada. Los esfuerzos para defender la teoría de la crisis de Marx podrían haberse fortalecido si el libro de Grossman hubiera sido respaldado por la dirección soviética, que en su lugar difundió en el Bloque del Este libros de texto que la rechazaban. Aún hoy el movimiento tiene que abordar este problema. Una versión abreviada, que no incluye el capítulo final,[20]  donde Grossman habla más sobre la lucha de clases, publicada por Pluto Press en 1992, sigue siendo la única traducción al inglés de su libro. Rick Kuhn, un marxista australiano y autor de una notable biografía de Grossman,[21] está trabajando para enmendar esto. Las traducciones de Kuhn de muchas de las otras contribuciones de Grossman, especialmente sobre tácticas revolucionarias, materialismo histórico y la historia del marxismo, ya han comenzado a hacerlo.[22]

Con suerte, la traducción de Kuhn ayudará a resolver la confusión teórica en curso dentro del movimiento comunista, en un momento en el que nos encontramos ingresando en la crisis más profunda y probablemente final del capitalismo[23] —  dado que la automatización tiende ahora a reemplazar la fuente de ganancias[24] — sin que la economía marxista correcta tenga ni siquiera el tipo de influencia que debería tener en el mundo. El libro de Grossman tiene un papel importante que desempeñar para abordar una tarea tan exigente y, dado que La ley de la acumulación es más fácil de leer y contrarresta de manera integral las distorsiones hechas a El capital, es quizás, en este sentido, incluso más importante que El capital mismo.

 


NOTAS

[1] Henryk Grossman, The Law of Accumulation and Breakdown of the Capitalist System (Being also a Theory of Crisis) (Abridged), Pluto Press (1992), 54-5.

[2] Ibíd, 197-8.

[3]  Ver: Rick Kuhn, “Economic Crisis and Socialist Revolution: Henryk Grossman’s Law of Accumulation, Its First Critics and His Responses”, Research in Political Economy 21 (2004), Amsterdam, 181-221.

[4]  Grossman, op cit, 172.

[5]  Ibid, 164.

[6]  Ibid, 29.

[7]   Ibid, 59.

[8]  El proceso de producción capitalista es, como siempre destacó Grossman, un proceso de trabajo y un proceso de valorización. Dado que la valorización depende de una explotación del trabajo cada vez mayor, la intensidad laboral de la minería y la deforestación se vuelve cada vez más necesaria. Aunque estas prácticas suelen estar ahora altamente mecanizadas (lo que resulta en su creciente falta de rentabilidad), la tasa de explotación de los trabajadores que permanecen es muy alta. Así como la plusvalía se convierte en capital más rápido de lo que se la produce, la naturaleza se convierte en capital mercantil más rápido de lo que puede reponerse. No se trata simplemente de la necesidad del capitalismo de un crecimiento infinito en un planeta de recursos finitos lo que da lugar al problema central e inmediato — como parece decir la mayoría de los izquierdistas. Más bien, es el ritmo de expansión como lo determina el  cada vez mayor tamaño del capital total en funcionamiento y su necesidad de ampliarse aún más, en relación a la capacidad de la naturaleza para reponerse — con nuestra ayuda o nuestro obstáculo — junto con la necesidad de crear valor en base a la explotación del trabajo, porque cuanto más no renovable es un material, más explotación implica su reproducción. Por lo tanto, un mundo socialista que basara la creación de valor en la utilidad en lugar de la explotación podría pasar a una producción basada predominantemente, por ejemplo, en micelio, cáñamo y otras plantas fibrosas. Ver Reese “El Green New Deal es un suicidio de especies: el cáñamo, el micelio y la energía nuclear son infinitamente más limpios y ecológicos que la energía solar, el viento y el litio ”, grossmanite.medium.com, 12 de marzo de 2021.

[9]  Ibid, 31.

[10]  Ibid, 48.

[11]  Ibid, 122.

[12]  Ibid, 181.

[13] Ibid, p157-8: “Cuando no sucedió tal cosa, [Kautsky continuó] negando la inevitabilidad del colapso como tal”.

[14]  Ibid, p49-50.

[15]  Ibid, p157.

[16] Citado en ibid, p157.

[17] Ibid, p157.

[18]  Kuhn, 2004, 193.

[19]  Ibid, 195.

[20] Para un resumen del capítulo final de The Law of Accumulation and Breakdown, ver Kuhn, 2004.

[21] Véase Kuhn, Henryk Grossman and the Recovery of Marxism, University of Illinois Press (2007), Illinois.

[22] Véase Grossman, Henryk Grossman Works vol I, editado por Rick Kuhn, Brill, 2017.

[23] Véase “El socialismo es ahora una necesidad económica, por Ted Reese”, 13 de mayo de 2020, Prolekult (patreon.com/prolekult).

[24] Véase Reese, “La automatización representa la segunda, no la cuarta, revolución industrial. Así como el primero necesitaba el capitalismo, el segundo necesita el socialismo”, grossmanite.medium.com, 7 de abril de 2021.