UNA CRÍTICA DE LAS TEORÍAS DE LA CRISIS
[ÍNDICE DE LA SERIE]


Las fases del ciclo industrial (parte 4)

Sam Williams

Al castellano: @aederean

https://critiqueofcrisistheory.wordpress.com/the-phases-of-the-industrial-cycle/the-phases-of-the-industrial-cycle-pt-4/


Del boom a la crisis

Marx le llamó a veces fase de prosperidad ficticia a la etapa del ciclo industrial justo anterior al estallido de la crisis. La economía va viento en popa, la tasa de ganancia parece ser alta y la masa de ganancias sigue creciendo. El desempleo en comparación con todas las demás fases del ciclo industrial es muy bajo y sigue cayendo. Por fin, el equilibrio de fuerzas en el mercado laboral está comenzando a inclinarse a favor de la clase trabajadora.

Pero la continuación del boom depende ahora de la cada vez más insostenible inflación del crédito. Mientras las deudas puedan “renovarse” en lugar de pagarse, y las condiciones de pago se puedan extender aún más, el auge puede continuar.

Más tarde, tras el inevitable colapso del boom, las recriminaciones vuelan. ¿Por qué la “regulación” era tan laxa? ¿Por qué se  crearon tantos derivados y exóticos instrumentos de crédito? ¿Cómo se pudieron haber otorgado tantos préstamos a personas que no podían pagarlos?

Pero esas preguntas se harán más tarde. Mientras dure la fase de prosperidad ficticia, solo puede mantenerse eliminando progresivamente las regulaciones diseñadas para prevenir la extensión imprudente del crédito y, en cambio, alentando la “innovación financiera” para que se desarrolle sin obstáculos. [1]

Por ejemplo, ahora está claro que otorgar hipotecas de alto riesgo a familias de clase trabajadora que obviamente no podían cumplir con los pagos hizo inevitable el desastre en el mercado hipotecario residencial. Cualquier alumno podría ver esto. Entonces, ¿por qué la Reserva Federal bajo el liderazgo de Alan Greenspan y Ben Bernanke no pudo detenerlo? ¿No podían ver lo que estaba pasando?

Bueno, supongamos que lo hubiesen detenido. ¿No fue acaso la voluntad de los banqueros hipotecarios de dar a las familias de clase trabajadora la oportunidad de realizar el “sueño americano” de la propiedad de una vivienda algo bueno? [2] ¿No siguieron presumiendo, la administración Clinton y luego la administración Bush, de cómo el porcentaje de la propiedad de vivienda estaba alcanzando máximos históricos bajo sus respectivas administraciones? ¿Por qué “la Fed” habría hecho algo para detener un proceso que estaba integrando capas completamente nuevas de trabajadores en la “clase media”?

De hecho, el “sueño americano” de la propiedad de vivienda generalizada ha sido una piedra angular de las políticas sociales de los partidos republicano y demócrata, pero más aún del Partido Demócrata desde los días de Franklin D. Roosevelt. Si republicanos como Alan Greenspan y Ben Bernanke hubieran hecho algo para controlar la inflación del crédito hipotecario para viviendas, los demócratas, especialmente su ala liberal, habrían expresado su indignación hacia los republicanos reaccionarios por tratar de evitar el crecimiento de las alegrías de la propiedad de vivienda para las familias trabajadoras estadounidenses.

¿No estaba la floreciente industria de la construcción residencial dando trabajo a millones de trabajadores de la construcción “manuales” —muchos de ellos llamados trabajadores ilegales de México y otras naciones latinoamericanas? [3] En los Estados Unidos, la industria de la construcción de viviendas en auge fue una de las pocas áreas donde el número de trabajos “manuales” en realidad estaba creciendo. Cualquier movimiento para frenar la inflación del crédito hipotecario habría dejado sin trabajo a decenas de miles de estos trabajadores.

Estos obreros de la construcción procedían de familias campesinas latinoamericanas que estaban perdiendo sus tierras. Pero gracias al auge de la construcción residencial al norte de la frontera, ahora tenían la oportunidad de ayudar a construir viviendas que estaban siendo compradas por familias estadounidenses de nueva “clase media”. ¿Quizás en el futuro ellos también serían “legalizados” y sus hijos podrían obtener hipotecas y unirse a la “gran clase media estadounidense”? ¿No es esta la esencia del sueño americano?

El auge de la construcción residencial también creó muchos puestos de trabajo para los trabajadores de cuello blanco empleados en las industrias de servicios financieros y de bienes raíces. Muchos de estos “trabajadores de cuello blanco” eran ellos mismos hijos e hijas de los trabajadores industriales que perdieron sus trabajos durante los años setenta y principios de los ochenta cuando gran parte de la industria básica estadounidense colapsó.

A medida que el valor de las viviendas —en realidad, el precio de la tierra sobre la que las viviendas se construyeron— seguía aumentando, los propietarios podían obtener una segunda o tercera hipoteca, llamadas préstamos con garantía hipotecaria. Con estos préstamos, los propietarios comprarían las mercancías que estaban produciendo las industrias en rápida expansión de China, India, Vietnam y otros países asiáticos. Esto permitió a las hijas e hijos de millones de campesinos pobres chinos, indios, vietnamitas y de otros países asiáticos llegar a las ciudades para trabajar en las recién construidas fábricas que producían las mercancías que los “consumidores” estadounidenses compraban con sus segundas hipotecas.

Pero para mantener todo este proceso en marcha —en ausencia de un gran aumento en la producción de oro, que no mostraba signos de suceder— el globo crediticio tenía que seguir expandiéndose. [4] La Fed no podía simplemente imprimir más dinero, porque el dólar se estaba volviendo bastante inestable.

Esto lo demuestra el vertiginoso aumento del precio del oro en dólares en el mercado mundial. Por ejemplo, a principios de septiembre de 2004, el precio del oro en dólares era de 400 dólares, mientras que a mediados de mayo de 2006 había subido a más de 710 dólares. Si la Fed hubiera acelerado el crecimiento de su moneda simbólica, con el precio del oro en dólares ya en una fuerte tendencia al alza, la caída en el valor del dólar frente al oro se habría acelerado. Esto habría provocado un retorno a una inflación al estilo de la década de 1970 o peor.

Entre otras consecuencias, habría habido un colapso del auge de la construcción residencial, ya que un regreso a una inflación al estilo de la década de 1970 habría significado un aumento vertiginoso de las tasas de interés a largo plazo, incluidas las tasas de las hipotecas. [5] Por lo tanto, para mantener el auge de la compra y la construcción de viviendas, se tuvo que controlar la caída del dólar.

Pero ¿como hacer esto? ¿Por qué mediante la brillante “ingeniería financiera” y la “desregulación” que desató todo el “poder de innovación” del “sistema de empresa privada”? [6] Parecía estar funcionando en el verano de 2006. ¿Por qué no habría de seguir funcionando? Y de no ser así, ¿qué alternativa —dentro del marco del sistema capitalista, por supuesto— había?

De modo que los banqueros centrales y los reguladores financieros hicieron exactamente lo que habían hecho sus predecesores en épocas anteriores de “prosperidad ficticia”. Cerraron los ojos con fuerza y ​​esperaron hasta que la burbuja crediticia colapsara por su propio peso. Ahora que ha colapsado, las recriminaciones vuelan. Nunca más se permitirá que esto vuelva a suceder, proclaman funcionarios del gobierno, desde el recién elegido presidente demócrata Barack Obama hasta el republicano, designado por Bush, Ben Bernanke.

Aquellos que han estudiado historia económica saben que se hicieron exactamente las mismas promesas después de los “pánicos” anteriores. Por ejemplo, a raíz del pánico de 1907 se creó el Sistema de la Reserva Federal, y el desastre de 1929-33 trajo consigo las numerosas reformas del New Deal, todas diseñadas para “evitar que vuelva a suceder”.

Después de estos pánicos, algunos estafadores particularmente intolerables se suicidaron. Y un puñado de otros fueron condenados a prisión. Por ejemplo, Bernard Madoff, ex director de la bolsa de valores NASDAQ, ha sido enviado a prisión después de declararse culpable de todos los cargos. [7]

Pero Madoff no es el primer director de una importante bolsa de valores estadounidense en cumplir una condena tras las rejas. Richard Whitney, ex director de la Bolsa de Valores de Nueva York, pasó varios años en la prisión de Sing Sing de Nueva York durante los últimos años de la Depresión de la década de 1930. ¿Hay alguna razón para dudar —suponiendo que el sistema capitalista continúe existiendo— que, con el correr del tiempo, el ciclo industrial vuelva a la fase de “prosperidad ficticia”, las cosas serán diferentes? ¿No mantendrán las “innovaciones financieras” una vez más el boom mientras los reguladores hacen la vista gorda hasta que vuelva a colapsar por su propio peso? ¿Y entonces no volverán a volar las recriminaciones, y tal vez el presidente de una importante bolsa de valores siga a los señores Whitney y Madoff como huésped de un sistema penitenciario estatal o federal?

Inflación crediticia

Durante la fase de prosperidad ficticia, bajo la presión de la competencia, los capitalistas industriales y comerciales se vuelven cada vez más imprudentes en la concesión de crédito. Si no están dispuestos a otorgar crédito en términos cada vez más fáciles, perderán ventas frente a los competidores. Los banqueros, para ocultar la creciente insolvencia del sistema bancario, se ven obligados a refinanciar préstamos industriales, comerciales y de consumo. Los banqueros tampoco quieren perder el negocio de los préstamos —el negocio de los préstamos es para un banquero lo que las ventas son para los capitalistas industriales y comerciales— frente a los competidores.

Como dijo Marx en el siglo XIX —que también conoció la “innovación financiera”, aunque por supuesto en una escala mucho menor de la que vemos hoy— todo el sistema de pagos, y los medios para liquidarlos, se vuelven “cada vez más artificiales” en vísperas de la crisis. El sistema de pagos se aleja cada vez más de su base en “dinero real”, el efectivo por excelencia, el oro. Según Marx, la crisis no estalla hasta que este cada vez más artificial sistema de pagos se ha “desarrollado por completo”. [8]

Tasas de interés y especulación

A medida que el inflado sistema crediticio se va estirando hasta el límite, las tasas de interés a largo plazo aumentan con cada vez más rapidez, lo que ejerce una presión a la baja sobre las ganancias de la empresa. Pero las tasas de interés a corto plazo aumentan aún más rápido. Para cubrir el crédito comercial y de consumo que están otorgando para mantener las ventas, las empresas industriales, comerciales y financieras asumen una carga cada vez mayor de deuda a corto plazo y la cubren con líneas de crédito a corto plazo. Cualquier movimiento desfavorable en los precios de las mercancías o en los valores [securities] podría acabar con la totalidad del capital de muchas empresas financieras y comerciales. De hecho, muchas de estas empresas pueden seguir siendo “solventes” sólo si hacen en sus libros suposiciones absurdamente optimistas sobre la capacidad de sus deudores para hacer frente a las deudas.

Tan pronto como uno o dos de los principales operadores del mercado no puedan hacer frente a una deuda vencida, el juego terminará. Cada vez más, los capitalistas comerciales mantienen las ventas solo otorgando a sus clientes crédito al consumidor en términos muy generosos, muchos de los cuales no tienen la posibilidad de mantenerse al día con los pagos de sus deudas. Los pagos de estos préstamos al consumo son cada vez más lentos. Los consumidores de clase trabajadora y clase media se endeudan hasta el cuello  tratando de cumplir con los pagos de la hipoteca y de las tarjetas de crédito, y les resulta imposible mantenerse al día con las tarjetas de crédito no bancarias,  que representan las deudas adicionales que tienen con los minoristas.

Los minoristas y mayoristas deben, por tanto, reunir más y más créditos a corto plazo para mantener a raya su propia quiebra. A medida que los capitalistas comerciales tienen cada vez mayores problemas para pagar sus deudas, los capitalistas industriales se ven amenazados. Los capitalistas industriales están en problemas si no pueden cobrar las deudas que les deben los capitalistas comerciales. Y los banqueros están amenazados por las quiebras de los capitalistas industriales y comerciales, y en estos días de crédito al consumo, también por los consumidores finales. [9]

A medida que aumenta la demanda de crédito a corto plazo, también lo hace su “precio” en forma de tasas de interés a corto plazo, que se disparan tanto en términos absolutos como en relación con las tasas a largo plazo. Esta es la razón por la que la curva de rendimiento —los niveles relativos de rendimiento de la deuda a largo plazo frente a la de corto plazo— a menudo se “invierte” durante la etapa final del ciclo industrial, justo antes del estallido de la crisis.

Al darse cuenta de que están a punto de perder gran parte, quizás todo, de su capital, estos capitalistas harán apuestas desesperadas que nunca considerarían en otras circunstancias. Quizás un capitalista cree que aún puede salvar esta situación si puede ganar enormes cantidades de dinero en los mercados de acciones, bienes raíces, mercancías u otros mercados especulativos. Si es que puede, aún podría mantener e incluso aumentar su capital. Cualquier riesgo vale la pena si la alternativa es la ruina segura. Por lo tanto, la especulación se convierte en el frenesí final que conduce al crac.

El mercado de valores y la prosperidad ficticia

La corporación moderna, en la forma de la sociedad anónima, fomenta la especulación y la estafa, que alcanzan sus límites externos antes que el “crac” finalmente las detenga. Mientras las empresas industriales y comerciales sean propiedad, o estén controladas, por una familia capitalista que realmente posee el capital, serán de interés de los propietarios los estados contables y financieros honestos. Si las cosas van mal, es mejor afrontar la situación y actuar rápidamente. Quizás la situación aún pueda salvarse.

Pero las cosas son diferentes en una corporación moderna tipo sociedad anónima, que está controlada por “gerentes” que poseen solo una parte muy pequeña del capital de la corporación. A estos administradores se les paga solo parcialmente en efectivo. En gran medida, se les paga en acciones y opciones sobre acciones.

Una opción sobre acciones, que es un tipo de “derivado”, es un contrato que permite al propietario de la opción comprar una acción a un precio determinado, conocido como “precio de ejercicio”. Si el precio de las acciones cae por debajo de este valor en el momento en que expira la opción, la opción está “sumergida”, es decir, sin valor. ¿Quién querría una opción para comprar las acciones de la corporación X a $ 50 si puede comprar las acciones por $ 45 en el mercado de valores?

Pero si la acción sube a, digamos, 60 dólares en la bolsa de valores, es posible que el propietario de la opción compre la acción por 50 dólares y luego la venda en el mercado por 60 dólares. La opción está repentinamente “forrada en plata” y vale bastante. Antes del vencimiento, a menudo se negociará una opción “sumergida” a un precio reducido, por la especulación de que el precio de la acción subirá repentinamente por encima del “precio de ejercicio”. Esto sucede ocasionalmente, produciendo enormes ganancias para el especulador de opciones.

Si bien se supone que la práctica de pagar en acciones los salarios de los altos ejecutivos corporativos, y particularmente en opciones sobre acciones, alía sus intereses con los de los accionistas en su conjunto —no con los de los trabajadores, por supuesto— esta práctica puede en realidad suponer un conflicto de intereses entre la “administración” y los accionistas cuando las cosas empiecen a ir muy mal.

Si eso sucede, la “administración” puede entender que de ser posible ocultar los problemas mientras se desembarazan de sus acciones y opciones sobre acciones, aún pueden marcharse con grandes ganancias personales, incluso si la corporación se hunde y los accionistas son barridos. Al final del día, su “deber como capitalistas” es enriquecerse ellos primero, y segundo, a los accionistas corporativos. O, como dice la expresión, cuando las cosas se pongan difíciles, busca al “número uno”.

Cuando las cosas van mal, por lo tanto, la “administración” tiene un gran incentivo para utilizar todos los trucos contables registrados —legales si es posible, ilegales si es necesario— para mostrar altas ganancias y mantener altos pagos de dividendos, aún cuando el efectivo de la corporación está siendo seriamente vaciado. Tampoco querrán tomar medidas correctivas, como recortar el gasto de capital, que podrían alertar al “mercado” de que las cosas no van tan bien como “afirma la administración”. Eso haría que las acciones cayeran en picada antes de que la “administración” pueda deshacerse de sus acciones y opciones. De esta manera, esperan a que se mantenga alto el precio de las acciones y sus opciones “forradas en plata” hasta que puedan liquidarlas. [10]

El problema se agrava por la práctica, de los analistas de Wall Street, de hacer estimaciones sobre cuánto se espera que gane cada empresa por acción. Por ejemplo, digamos que se espera que la corporación X gane 45 centavos por acción. Se espera que la corporación “supere sus números”. Si solo “hace los números”, por no decir si las ganancias por acción son más bajas de lo que esperan los analistas, la acción caerá en valor en el mercado de valores.

El problema se alimenta de sí mismo, ya que, a medida que corporación tras corporación sigue superando sus “números”, los analistas aumentan aún más sus expectativas de ganancias, lo que obliga a la gerencia corporativa a ir más y más por el camino de la falsificación de los estados financieros si no están de hecho obteniendo las ganancias que dicen estar obteniendo. Si una corporación no cumple con sus “números esperados”, sus acciones se desploman, eliminando gran parte del valor de las acciones de la gerencia y haciendo que sus opciones “se sumerjan”. La corporación entonces será adquirida probablemente por un “pirata” corporativo, o por otra corporación, y la “administración” será despedida.

Por supuesto, mientras la corporación lo esté haciendo realmente bien —explotando a sus trabajadores y obteniendo la plusvalía producida por los trabajadores explotados— no hay problema en lo que respecta a la “administración” ni a los accionistas. [11] La ganancia simplemente se divide entre la dirección y los accionistas. Pero a medida que el ciclo industrial se acerca a su punto máximo, los problemas se multiplican en toda la economía. Los pagos de “cuentas por cobrar” se van desacelerando.

Para empeorar las cosas, las tasas de interés a largo plazo van aumentando, lo que ejerce una presión a la baja sobre los precios del mercado de valores, ya que los flujos de dividendos se capitalizan a tasas de interés más altas. Si una corporación muestra algún signo de tener dificultades para “superar sus cifras”, sus acciones colapsarán. Por lo tanto, la administración corporativa está bajo extrema presión para ocultar cualquier problema, como pagos de cuentas por cobrar retrasados ​​o acumulación de inventario no planificada, por ejemplo, para mantener la apariencia de que realmente están “superando” las expectativas de la “Street” [Wall Street].

Un problema relacionado con el sistema de “sociedades anónimas”, en el que las personas que controlan el capital son diferentes a las personas que son sus dueños, y que operan mayoritariamente por “opciones sobre acciones”, es que anima a los patrones corporativos a pensar sólo en ganancias a corto plazo.

Esto quedó ilustrado en el reciente enfrentamiento entre la familia Rockefeller y la administración de ExxonMobile, el principal descendiente corporativo de la Standard Oil Company de John D. Rockefeller. ExxonMobile ha obtenido las mayores ganancias que cualquier otra empresa capitalista en toda la historia del capitalismo, aunque la reciente caída de los precios del petróleo sin duda ha reducido estas ganancias en cierta medida. Sin embargo, creo que se puede decir con seguridad que ExxonMobile no es un candidato a la quiebra en el corto plazo. Pero los miembros de la familia Rockefeller, que siguen entre los mayores accionistas de ExxonMobile, expresaron su preocupación por la ausencia en la corporación de planes de desarrollo de otras fuentes de energía una vez que el suministro mundial de petróleo crudo finalmente se agote.

Sin embargo, si ExxonMobile gastara miles de millones en investigación y desarrollo en fuentes de energía alternativas —e inversiones que podrían ser rentables o no a largo plazo— generaría un “costo de oportunidad” en términos de las enormes superganancias que puede obtener ahora mismo simplemente al seguir invirtiendo miles de millones en perforación y refinación de petróleo.

La gestión actual de ExxonMobile habrá desaparecido para cuando el agotamiento del petróleo llegue al punto en que su rentabilidad esté en grave peligro. Pero la familia Rockefeller todavía espera estar presente. Esperan que ExxonMobile o sus descendientes corporativos sigan obteniendo superganancias y que sigan enriqueciéndolos mucho más allá de la “era del petróleo”.

Por otra parte, simplemente, la gerencia de ExxonMobile no está preocupada por el futuro, más allá de su propia jubilación. [12] La gerencia, no los Rockefeller, parecen haberse salido con la suya. Aunque la administración de ExxonMobile afirma estar trabajando en fuentes de energía alternativas, en su mayor parte se aferra al petróleo y no a la “energía alternativa”. El futuro, incluidos los poderosos Rockefeller, tendrán que simplemente vérselas por sí mismos.

Otro ejemplo sugerente es la industria de fabricación de automóviles de EE. UU., que durante mucho tiempo ha estado conformada por solo tres corporaciones: General Motors, Chrysler y Ford. De los tres, solo Ford puede considerarse controlado por la familia. Henry Ford, el ejemplo clásico de un  capitalista industrial, odiaba el “capitalismo financiero” y se aseguraba de que sus herederos heredaran una clase especial de acciones que mantuviera el  control familiar de la corporación. Su presidente actual, William Clay Ford, es descendiente directo del fundador Henry Ford.

En este momento, tanto General Motors como Chrysler se mantienen con vida solo mediante la intervención del gobierno. El control gubernamental de facto de General Motors ha crecido hasta el punto de que la administración Obama simplemente despidió al director ejecutivo hace unas semanas. Solo la Ford Motor Company, controlada por la familia, aunque se encuentra en graves dificultades, ha podido evitar el dinero de rescate del gobierno y el control gubernamental de facto durante la crisis actual. De los tres fabricantes de automóviles estadounidenses restantes, Ford es el único que tiene alguna posibilidad realista de sobrevivir y seguir siendo algo parecido a su forma actual sin una enorme ayuda gubernamental.

Cuando Marx trabajaba en “El capital“, la “ampliamente controlada” corporación moderna  estaba recién en su infancia, en gran parte confinada a las grandes empresas de transporte como las de ferrocarriles. Aun así, Marx señaló que, cuando las personas que controlan  el capital son diferentes a las que poseen  el capital, “abordan las cosas” de una manera bastante diferente a como lo harían si fueran los propietarios reales. Además, señaló que en tales situaciones se tiene propiedad privada sin el control de la propiedad privada.

El mercado de valores al final del ciclo industrial

En el pasado, el mercado de valores alcanzaba su punto máximo algunos meses antes de que comenzara la crisis y ello se consideraba un indicador leading [indicador proactivo]. El aumento de las tasas de interés a largo plazo en las etapas finales del auge haría bajar los precios del mercado de valores durante los últimos meses del auge. Una fuerte caída en los precios del mercado de valores, si es que estuvo acompañada de un fuerte aumento en las tasas de interés a largo plazo, indicaba generalmente que no se estaba lejos de una recesión. En los ciclos industriales más recientes, parece haber una tendencia creciente a que el mercado de valores siga subiendo, casi hasta el pico cíclico. [13] Quizás la propagación de las “opciones sobre acciones” y los cada vez más deshonestos estados financieros corporativos explican este nuevo patrón.

Es posible que la tendencia generalmente a la baja de las tasas de interés a largo plazo desde principios de la década de 1980 también haya contribuido a esta tendencia. No hemos visto un fuerte aumento en las tasas de interés a largo plazo en el período inmediatamente anterior al estallido de la recesión, como vimos en ciclos anteriores. Quizás en los ciclos industriales futuros, el mercado de valores recuperará su papel de “indicador proactivo” si, como parece probable, las tasas de interés a largo plazo comienzan a subir nuevamente. [14]

Llega la crisis

La crisis cíclica suele manifestarse primero en la industria de la construcción residencial. [15] A medida que la oferta de crédito comienza a agotarse, los préstamos hipotecarios se vuelven más difíciles de conseguir. Por tanto, la construcción de viviendas comienza a decaer. Las obras en la construcción residencial se vuelven más difíciles de conseguir a medida que la vivienda comienza a la baja. Otros bienes de consumo duraderos, como los automóviles, pronto también se verán afectados. La disminución de la construcción residencial y la disminución de las ventas de automóviles pronto afectarán a muchas otras ramas de la producción industrial.

Por ejemplo, cuando las personas compran una casa nueva, con frecuencia tienen que comprar muebles y electrodomésticos nuevos, como un refrigerador, un horno y lavadoras y secadoras. La debilidad en la construcción residencial, por lo tanto, comienza a impactar en las muchas otras industrias que fabrican bienes de consumo duraderos.

Inicialmente, por lo tanto, la recesión parece estar confinada en gran medida a la vivienda, el automóvil y otras industrias de consumo duradero. Algunas industrias del Departamento I, especialmente las que participan en la producción de materias primas para las industrias de la vivienda y el automóvil, también se ven afectadas durante la etapa inicial de la recesión. Por ejemplo, la madera, utilizada para construir casas, y las partes de automóviles también comienzan a debilitarse a medida que el ciclo industrial alcanza su punto máximo. El crecimiento del empleo que marcó al boom se estabiliza y el desempleo comienza a aumentar. Pero en esta etapa, el número total de puestos de trabajo no disminuye mucho, e incluso podría aumentar ligeramente durante un tiempo.

Durante esta etapa inicial de la recesión, se desarrolla una discusión en la prensa sobre si lo que ellos llaman una “desaceleración” se convertirá en una “recesión” a gran escala. Los reporteros de negocios entrevistan a economistas profesionales, algunos que trabajan para casas de bolsa y otros economistas académicos que son empleados como profesores por departamentos económicos universitarios. [16] El consenso abrumador es que esta vez, a diferencia del pasado, la desaceleración no se  convertirá en una recesión a gran escala. El pronóstico del consenso es que en unos “seis meses” las empresas se recuperarán de la “desaceleración” y se evitará una recesión total. [17]

Es interesante examinar las razones que los meteorólogos económicos burgueses dan para estos pronósticos optimistas, pues los motivos que dan para sus soleados pronósticos son generalmente los mismos de un ciclo a otro. Primero afirman que debido a los controles de inventario impulsados ​​por computadora, la relación general de inventario a ventas está en mínimos históricos. Como ya mencioné en una publicación anterior, este es un error elemental. Los economistas olvidan que la sobreproducción no puede desarrollarse a gran escala sin un over-trading [sobreactividad comercial] financiado con crédito. De hecho, mientras que la relación inventario / ventas se encuentra en “mínimos históricos”, la cantidad absoluta de inventario —mercancías no vendidas— está en máximos históricos.

El hecho de que las ventas de casas y automóviles vayan disminuyendo debido a la escasez de crédito es una señal de que la inflación del crédito está llegando a su fin. Tan pronto como el crédito se contrae, el nivel de ventas financiado con crédito —el over-trading— colapsa y la relación entre el inventario y las ventas [inventory-to-sales ratio] aumenta bruscamente. En el momento en que la relación aumenta, especialmente si se considera el retraso inevitable de la información estadística, la recesión ya está en marcha. La relación  inventario-ventas, por lo tanto, no pronostica una recesión cercana, solo confirma que ha llegado.

Un error igualmente elemental que cometen nuestros siempre optimistas economistas burgueses es el del gasto de capital. A medida que el ciclo industrial alcanza su punto máximo, los economistas burgueses siempre señalan los fuertes planes de gasto de capital de las empresas como una señal de que esta vez se evitará una recesión. Con una fuerte inversión y las encuestas, que muestran que las empresas tienen planes de aumentar aún más su nivel de gasto de capital en los próximos meses, nuestros pronosticadores, armados con sus “potentes programas informáticos”, determinan que una recesión es muy poco probable. Durante las recesiones, señalan los economistas capitalistas, el gasto de capital disminuye, a veces de manera espectacular. Dejando de lado la situación de la “contracción del crédito”, los pronosticadores del clima económico afirman que la “economía real” está extremadamente saludable. [18]

En realidad, el gasto de capital es un indicador lagging [indicador reactivo]. Los altos niveles de gasto de capital y las encuestas que demuestran planes comerciales para aumentar aún más el gasto de capital no son indicios de que el auge continuará y se evitará la recesión. Por el contrario, el mayor nivel de gasto de capital y los planes de gasto de capital aumentan  la probabilidad de recesión en el futuro cercano. [19]

A medida que una recesión se desarrolla, el “exceso de capacidad” se desarrolla primero en el Departamento II, pero luego se extiende cada vez más y a un ritmo acelerado al Departamento I. A diferencia de las compras de artículos de primera necesidad, la inversión en nuevas fábricas, minas y edificios de todo tipo puede posponerse indefinidamente si tal inversión no parece tener perspectivas de producir ganancias.

La cantidad de “exceso de capacidad” que se desarrolle depende de la profundidad y la duración de la crisis. Esto es difícil de predecir para los capitalistas industriales al comienzo de un movimiento a la baja en el ciclo industrial. Por ejemplo, la recesión que comenzó en 1929 y finalmente se convirtió en la Gran Depresión parecía ser una “desaceleración” bastante común al principio.

Después del colapso de la bolsa de valores de octubre-noviembre de 1929, el presidente Hoover reunió a todos los principales jefes corporativos de la época en la Casa Blanca. Hizo que aceptaran mantener y, de hecho, acelerar su gasto de capital. La gran mayoría de los economistas burgueses de la época afirmaba que estos acuerdos evitarían una grave crisis económica.

Pero a medida que la recesión rápidamente se intensificó y la economía se hundió en la Gran Depresión, estos planes de gasto de capital fueron desechados progresivamente. Independientemente de lo que digan las corporaciones sobre sus planes de gasto de capital, siempre están condicionadas a que estos gastos proyectados sean rentables.

Durante el auge, los capitalistas industriales se enfrentan al problema de un exceso de capacidad “demasiado pequeño”. A medida que el auge da paso a la recesión, tienen el problema opuesto: demasiado exceso de capacidad. Por lo tanto, incluso si pueden seguir financiando la construcción de nuevas fábricas y ampliar las existentes —algo que los mercados crediticios “contraídos” y las crecientes tasas de interés a largo plazo hacen cada vez más difícil—, tales inversiones solo conducirán a un mayor exceso de capacidad.

La recesión, que inicialmente se limitaba a los bienes de consumo duraderos y a aquellas ramas del Departamento I que producen materias primas y otros medios de producción para las industrias de consumo duradero, ahora se extiende al resto del Departamento I, especialmente a los sectores del Departamento I que producen medios de producción para las industrias que producen para otras industrias del Departamento I. La recesión, que al principio afectaba solo a unas pocas industrias, ahora envuelve virtualmente a toda la economía, con la excepción de la industria de extracción y refinación de oro, que se mueve de manera contracíclica al resto de la economía.

Pero el error que siempre cometen los expertos en economía burguesa cuando señalan un fuerte gasto de capital por parte de las empresas en la cúspide del ciclo industrial como señal de que esta vez se evitará una recesión, es aún más fundamental. Los economistas burgueses, especialmente los de la escuela de Keynes, creen que un débil gasto de capital causa la recesión. Si tan solo el gasto de capital pudiera mantenerse alto, se evitaría la recesión, creen estos economistas.

Lo cierto es, en realidad, lo contrario. Como ahora debería ser ampliamente evidente para el lector, la recesión es causada por la sobreproducción de mercancías en relación con la demanda monetariamente efectiva. Mucho antes de que comience la recesión, el aumento de la dependencia del crédito en la economía es una señal de que el desarrollo de una sobreproducción generalizada de mercancías relativa a una demanda monetariamente efectiva mantenible ya está en marcha. Sólo el aumento de las ventas de mercancías a crédito, en lugar de en efectivo, permite mantener la apariencia de prosperidad, una prosperidad ficticia.

Sin embargo, no hay forma de que se desarrolle la sobreproducción generalizada de mercancías sin, al mismo tiempo, sobreproducir los medios para producirlas. De hecho, los mismísimos medios de producción excedentarios se producen también como mercancías y, por lo tanto, son una parte orgánica de la sobreproducción continua de mercancías.

La sobreproducción simplemente no puede desarrollarse sin una “sobreinversión”. Por lo tanto, cualquier éxito momentáneo en mantener y aumentar la sobreinversión solo empeorará la inevitable recesión.

A medida que el auge comienza a dar paso a la recesión, el hecho de que el alto nivel de gasto de capital, lejos de evitarla, intensifica la crisis,  sale a la superficie de la vida económica. La escasez de crédito por lo general, si no siempre, se manifiesta en el sector de consumo duradero, como expliqué anteriormente. Las ventas de casas y automóviles nuevos disminuyen, no porque la necesidad percibida de casas y automóviles esté disminuyendo, sino por la mayor dificultad para obtener el crédito que se necesita para comprarlos. [20]

A medida que el ciclo industrial alcanza su punto máximo, la competencia por la oferta restante de crédito se intensifica entre capitalistas industriales, capitalistas comerciales, capitalistas bancarios, posibles compradores de bienes de consumo duraderos, incluidas casas, y especuladores de Wall Street, así como gobiernos locales, estatales (o provinciales). y el gobierno central.

En una situación en la que la demanda de crédito a las tasas de interés vigentes excede la oferta de crédito, cuantos más bonos pongan en el mercado los capitalistas industriales para financiar altos niveles de gasto de capital, menos crédito habrá disponible para los compradores de viviendas y automóviles. O lo que es exactamente lo mismo, cuanto más acaparen los capitalistas industriales la oferta restante de crédito, en un intento por aumentar aún más su capacidad para producir más mercancías, menos crédito habrá disponible que permita a los consumidores finales efectivamente comprar esas mercancías.

Como señalé, la competencia por lo que queda de crédito no solo afecta a los capitalistas de varios tipos y a los posibles compradores de bienes de consumo duraderos. También involucra al gobierno. El gobierno central puede, como siempre, tomar prestado, incluso cuando el crédito está en su punto más alto en el pico del ciclo industrial, pero solo puede hacerlo a una tasa de interés cada vez más alta. Esto aumentará los costos de servicio de la deuda nacional en los años siguientes. Dado que la oferta general de crédito es menor que la demanda de crédito a la alta tasa de interés ya existente, el endeudamiento del gobierno en el pico del ciclo industrial simplemente “desplaza” a otros prestatarios.

Por lo tanto, a diferencia de lo que ocurre en el punto más bajo de la recesión o en la fase de depresión-estancamiento del ciclo industrial, el gasto deficitario del gobierno central no puede aumentar la demanda monetaria efectiva general. Solo puede redirigirla hacia industrias que producen ya sea para las necesidades del gobierno o para sus dependientes.

La teoría correcta de la crisis

Una explicación popular de las crisis es que éstas son causadas por el conflicto entre la producción socializada por un lado y la apropiación privada del producto por el otro. Esta es la teoría de la crisis que he estado desarrollando en estos artículos durante los últimos cinco meses. La producción socializada implica el desarrollo de los poderes productivos del trabajo en una escala extraordinaria combinado con el carácter cada vez más socializado del trabajo utilizado en la producción industrial.

Por otro lado, la apropiación privada del producto significa que aún prevalece la propiedad privada de los medios de producción y con ella la necesidad de que los productos adopten la forma de mercancías, cada una de las cuales debe tener un valor de uso y un valor de cambio. Esto debe conducir, en una determinada etapa del desarrollo del capitalismo, a la aparición periódica de crisis de sobreproducción generalizada.

Sin embargo, una vez que se suprime la apropiación privada de los productos producidos por el trabajo socializado y se trata directamente al trabajo como el proceso social que ya es, desaparecen tanto el carácter mercantil de la producción como con él las crisis periódicas de sobreproducción generalizada.

Algunas observaciones adicionales

Hemos visto cómo la desproporción periódica entre la rama de la industria que produce material dinerario y todas las demás ramas de la producción de mercancías no es un accidente, sino que debe reproducirse en una escala ampliada durante los sucesivos ciclos industriales. Si se  pudiera lograr una prosperidad permanente, los precios subirían para siempre y perderían toda conexión con sus valores-trabajo subyacentes.

Pero esto no significa que  no se produzcan también desproporciones accidentales entre las diversas ramas de la producción, inevitables por la anarquía de la producción. Estas desproporciones accidentales afectan profundamente a los ciclos industriales individuales.

En la sección sobre la teoría de la desproporcionalidad de las crisis, señalé que la producción desproporcionada tiene una tendencia particular a desarrollarse entre las ramas de la industria que producen las mercancías primarias —materias primas— y las ramas que producen el producto final. El aumento de la producción de mercancías primarias como los metales, el petróleo y el gas natural a menudo implica la búsqueda de nuevos depósitos minerales, yacimientos petrolíferos, etc. Es poco probable que tales proyectos de exploración se lleven a cabo excepto durante períodos de altas ganancias en las industrias de mercancías primarias.

Puesto que dicha exploración puede llevar períodos de tiempo considerables, el aumento de la producción de materias primas tiende a quedarse atrás de la demanda durante las fases ascendentes del ciclo industrial. Muy a menudo, cuando nuevas minas, pozos de petróleo, etc. están listos para la producción, ha llegado la crisis y la demanda de materias primas se desploma repentinamente. Los precios y las ganancias no subirán hasta el próximo auge —o, a veces, varios auges después— a niveles que hagan que se emprenda una nueva exploración.

Esto juega un papel importante en las crisis del mundo real. Esto es especialmente cierto porque en el pico del auge y el comienzo de la recesión se agota la capacidad de expandir aún más la demanda impulsada por el crédito. Por lo tanto, es mucho menos probable que los capitalistas industriales puedan traspasar cualquier aumento en los precios de costo que al principio del ciclo industrial. La creciente escasez de materias primas es uno de los mejores indicadores de una recesión inminente.

Además debe tenerse en cuenta que este análisis se aplica también en cierta medida a la producción de oro, aunque el pico de rentabilidad del oro se produce cerca del punto más bajo del ciclo económico y no en el pico del boom. Como hemos visto, durante los períodos de prosperidad los precios suben, lo que significa una caída de las ganancias del oro. El capital fluye desde la industria del oro hacia otras ramas de la producción mucho más rentables. Como resultado, la industria minera del oro recorta sus presupuestos de exploración. Cuando llega la crisis, la demanda de oro se dispara. Esto lo hemos visto con certeza durante la crisis actual.

Sin embargo, la industria del oro se ha visto obligada a recortar sus presupuestos de exploración durante el boom anterior. Recordemos que para la anticíclica industria del oro, el auge significa tiempos difíciles. En particular, si las minas existentes están muy agotadas, lo que parece ser cierto en el ciclo actual, podría ser difícil para la industria minera de oro aumentar rápidamente la producción incluso si la rentabilidad de las minas existentes está aumentando rápidamente. Si la producción de oro no puede aumentarse rápidamente, las fases de recesión-depresión del ciclo durarán más de lo que serían de otra manera. A medida que la caída de los precios, en términos del oro, haga que la industria minera sea rentable una vez más, la industria del oro aumentará progresivamente sus presupuestos de exploración. Pero incluso si los capitalistas del oro tienen éxito en encontrar más depósitos de oro, esto puede llevar un período de tiempo considerable. Examinaré esto más de cerca cuando aborde toda la controvertida cuestión de si existen “ciclos largos” en la producción capitalista.

Nuevas industrias y sobreproducción

La sobreproducción tiende a ser más pronunciada en las nuevas ramas de la producción, que se desarrollan rápidamente. En industrias antiguas establecidas como las de automóviles, viviendas, etc., los capitalistas industriales tienen una idea al menos aproximada del tamaño del mercado y de la rapidez con la que es probable que crezca con el tiempo. Pero en las nuevas industrias, esto es mucho más difícil de medir.

Cuando la industria de las computadoras personales comenzó a desarrollarse, hace poco menos de 35 años, no estaba del todo claro cuántos “consumidores” habría para los nuevos dispositivos. Hasta entonces, todo el mundo sobrevivía sin una computadora propia. Hoy, sin embargo, a excepción de los muy pobres, que todavía son la mayoría de la humanidad, la mayoría de la gente no puede prescindir de algún tipo de computadora personal o al menos un dispositivo relacionado con la computadora, como un teléfono celular.

En una industria recién nacida, en rápido desarrollo, los capitalistas industriales luchan por mantenerse al día con la creciente demanda, y la tasa de ganancia está muy por encima del promedio. El capital fluye hacia la nueva industria con la expectativa de obtener grandes ganancias. Esto termina en una sobreproducción masiva en la nueva industria.

Vimos este fenómeno durante la última recesión de 2000-2003, en muchos aspectos mucho más leve. Las cosas van mal ahora mismo en Silicon Valley de California, pues están en casi todas partes. Aún así, al menos según la prensa capitalista local, las cosas no están tan mal como lo fueron entre 2001-2004. Durante los “años del boom de Clinton” en la década de 1990, el capital fluyó hacia la alta tecnología como si no hubiera límite para la demanda de mercancías de alta tecnología y servicios relacionados. Cuando las industrias de “alta tecnología” finalmente se recuperaron en 2004-2008, los capitalistas, que sufrieron graves quemaduras en el colapso de la alta tecnología, fueron mucho más cautelosos. Por ende, a pesar de la gravedad mucho mayor de la recesión actual, esta recesión ha sido relativamente más leve en la alta tecnología que la recesión de 2000-2003.

Finalmente, debería examinar las desproporciones accidentales que inevitablemente ocurren en todos los ciclos industriales a medida que las industrias sobreproducen y subproducen sucesivamente. Mientras la industria opere con un bajo nivel de utilización de la capacidad, esto no dará como resultado cuellos de botella y escasez generalizados. Por ejemplo, según la Junta de la Reserva Federal, la utilización de la capacidad de EE. UU. es ahora poco menos del 70 por ciento. Pero asumiendo, por el bien del argumento, que las cifras de la Reserva Federal son precisas, este sería solo el nivel promedio. Algunas industrias, digamos la industria productora de cordones de zapatos, está operando al 85 por ciento, pero la industria de fabricación de calzado está operando solo al 40 por ciento.

Supongamos que antes de que estallara la crisis, el alto costo de los cordones redujera drásticamente las ganancias de la industria de fabricación de calzado. Con el estallido de la crisis, solo las fábricas de calzado más productivas están en producción. Sin embargo, durante el próximo período de prosperidad, aumentará la utilización de la capacidad.

Supongamos que durante la próxima fase alcista, la tasa de utilización de la capacidad industrial vuelve a subir entre el 80 y el 85 por ciento. Durante el boom anterior, supongamos que la industria de los cordones de zapatos estaba trabajando a fondo y obteniendo ganancias excepcionales, mientras que muchos de los zapatos producidos por la industria productora de zapatos no se pueden vender. No se pueden vender no debido a una falta general de demanda monetaria efectiva, sino a la falta de cordones. Nadie quiere comprar un par de zapatos si no se incluyen los cordones.

Sin embargo, el período de malos negocios actual permitirá que se resuelvan tales desproporciones. La industria productora de calzado se ve obligada a reducir la producción durante la recesión, no por falta de cordones, sino porque muchas personas que enfrentan desempleo parcial o total están reduciendo sus compras de zapatos. La industria del calzado, que está operando al 40 por ciento de su capacidad, reducirá su gasto de capital, que quizás ya estaba disminuyendo antes de que estallara la crisis general, a prácticamente nada. Las fábricas de zapatos inactivas serán cerradas sin piedad y la capacidad de la sociedad para producir zapatos se reducirá.

Sin embargo, la industria de cordones de zapatos que se encuentra en un nivel relativamente alto de operación al 85 por ciento mantendrá en gran medida su gasto de capital. Incluso durante esta época de negocios terribles, todavía está utilizando la mayor parte de sus fuerzas productivas. Tan pronto como el negocio se recupere, se encontrará nuevamente operando al 100 por ciento a menos que continúe expandiendo su capacidad productiva. Entonces, el capital fluye hacia la industria del cordón de zapatos. Se estarán construyendo nuevas fábricas de cordones de zapatos que entrarán en funcionamiento a medida que regrese la prosperidad.

Como resultado, para cuando llegue el próximo boom, serán los cordones los que estarán relativamente sobreproducidos en relación con los zapatos. Es la industria del calzado la que ahora puede generar grandes ganancias, ya que los cordones de los zapatos serán muy baratos. [21] Por lo tanto, una de las funciones de las crisis generales de sobreproducción bajo el capitalismo es eliminar los cuellos de botella que inevitablemente se desarrollan en la producción durante el auge.

Hasta ahora he asumido que el mundo es una nación capitalista y he evitado la cuestión del comercio exterior. Sin embargo, el comercio exterior juega un papel importante en las crisis capitalistas del mundo real. Después de todo, estas crisis son mundiales y se transmiten en gran medida a través del comercio exterior.

Antes de poder profundizar más en la teoría del ciclo económico, debo examinar la cuestión del comercio exterior. Este será el tema de las publicaciones durante las próximas semanas. También comenzaré el examen de los intentos de los economistas burgueses por encontrar remedios a las crisis sin abolir la producción capitalista.

 


NOTAS

[1] La pregunta que se podría plantear, pero que nunca se plantea, es ¿por qué las mercancías tienen que venderse cada vez más a crédito en lugar de al contado?

[2] De hecho, se puede argumentar que no lo fue. El valor creciente de las viviendas refleja, en su mayor parte, no la mano de obra adicional que se pone en las viviendas, sino el valor creciente de la tierra bajo las viviendas: la renta del suelo capitalizada. Ésta es una de las formas en que las superganancias exprimidas a la clase trabajadora de los países oprimidos se comparten con la “aristocracia obrera” de los países imperialistas. Puesto que, junto con los intereses, es parte de la plusvalía producida por los trabajadores del mundo, la renta del suelo se basa en la propiedad privada de la participación de la tierra en superganancias imperialistas. La renta del terreno es solo una forma de súper ganancia. Debido al aumento de los precios de las viviendas, los demócratas argumentan especialmente que los trabajadores estadounidenses no necesitan un seguro social y atención médica al estilo europeo, como derechos. En cambio, los trabajadores pueden confiar en el valor cada vez mayor de sus hogares, lo que al final refleja realmente la explotación creciente de la clase trabajadora mundial por el imperialismo estadounidense.

Las decenas de millones de trabajadores que no pueden permitirse comprar una vivienda, o que solo poseen “casas móviles” y alquilan la tierra debajo, no la poseen, no tienen esa suerte. El “sueño americano” se basa, en realidad, en la idea de que los trabajadores mejor pagados de Estados Unidos han de participar en la superexplotación de los trabajadores de todo el mundo, por el imperialismo estadounidense, parte de la cual se refleja en el aumento del valor de las propiedades inmobiliarias. La administración Obama, junto con el liderazgo de la Reserva Federal bajo el republicano Ben Bernanke, está tratando de encontrar formas de hacer que el sueño americano de la propiedad privada de viviendas en constante aumento, acompañado de precios de las viviendas cada vez más altos, vuelva a funcionar. En lugar de intentar revivir el “sueño americano”, que siempre estuvo política y moralmente, y ahora también financieramente, en bancarrota, deberíamos luchar para reemplazarlo por una vivienda y seguro social completo, incluida la atención médica, como derechos humanos básicos.

[3] En los Estados Unidos, la manufactura lleva mucho tiempo en declive, a medida que nuevos países se van industrializando y que cada vez más la producción industrial se va desplazando fuera de los Estados Unidos en la búsqueda de salarios más bajos y tasas más altas de plusvalía. Como resultado, el número de trabajadores empleados en la manufactura ha estado disminuyendo desde 1979. Antes de esa fecha, desde los primeros años de los Estados Unidos, el empleo en la manufactura creció en prosperidad y cayó solo en las recesiones. Sin embargo, desde 1979, el empleo en la industria manufacturera ha crecido solo durante las etapas más favorables del ciclo industrial, y si es que sucedió. En todas las demás etapas del ciclo industrial, ha caído. Una de las pocas áreas de empleo “manual” que se expandió ha sido la construcción. Esta es la única industria que no se puede trasladar al extranjero. Por lo tanto, muchos de los trabajadores que antes hubiesen obtenido empleos como trabajadores manufactureros terminaron en cambio en la industria de la construcción.

[4] De hecho, la producción minera de oro estaba disminuyendo lenta pero constantemente a medida que las minas de oro del mundo se habían agotado cada vez más.

[5] Durante la década de 1970, la caída del dólar frente al oro socavó el crédito en los Estados Unidos, lo que resultó en las tasas de interés más altas en toda la historia del capitalismo. Esto casi acabó con la industria de la construcción residencial impulsada por el crédito. Dado que esa industria era el centro de la “prosperidad” de Bush —como lo fue— la Fed estaba bajo una gran presión para evitar un retorno a la inflación al estilo de la década de 1970, que habría disparado las tasas de interés a largo plazo, incluidas las tasas de interés hipotecarias. Así, una vez más, acabó con la construcción. El hecho de que la industria de la construcción de viviendas colapsara de todos modos muestra que la sobreproducción —sobreconstrucción— en la industria había alcanzado niveles tales que ni el gobierno capitalista ni el Sistema de la Reserva Federal disponían de una política para evitar su colapso.

[6] Nada ilustra más el declive a largo plazo del capitalismo estadounidense que el hecho de que la innovación, en los últimos años, ha sido en gran parte innovación “financiera”. O mejor dicho, el desarrollo de formas innovadoras de estafa financiera.

[7] El Sr. Madoff es tan odiado por sus múltiples víctimas que la prisión federal es probablemente el único lugar seguro para él residir.

[8] Quizás sería más exacto decir “crisis mayor”. Examinaré esto en las publicaciones que aborden la controvertida cuestión de los “ciclos largos”.

[9] Recordemos que, a diferencia de los bancos comerciales tradicionales, los bancos comerciales de hoy otorgan préstamos directamente a consumidores de clase media e incluso de clase trabajadora, además de otorgar préstamos y descuentos más tradicionales a los capitalistas industriales y comerciales.

[10] Naturalmente, este tipo de estafas nunca se llevan a cabo si la corporación realmente está obteniendo las ganancias esperadas. Lo único en lo que siempre están de acuerdo la “dirección” y los accionistas es que se debería explotar más a los trabajadores.

[11] En los días en que los sindicatos eran mucho más fuertes y relativamente libres de huelga, las corporaciones podrían haber escondido algunas de sus ganancias. Si se conociera la rentabilidad total de la corporación, los sindicatos podrían exigir salarios más altos o menos horas. En estos días, sin embargo, esto es mucho menos preocupante.

[12] Los gerentes de ExxonMobile están preocupados por sus  familias. Si logran impulsar las acciones de ExxonMobile durante sus propias carreras, sus descendientes biológicos, que no deben confundirse con los descendientes corporativos de ExxonMobile, podrán ganarse la vida “decente” como capitalistas del dinero. Sus carteras se invertirán en las empresas que sean más rentables en ese momento. Sin embargo, si alguno de los descendientes quiere seguir una carrera en la gestión empresarial, realmente no importa si ExxonMobile sigue recaudando miles de millones y trillones corporativos o si se ha unido a las muchas empresas capitalistas en quiebra del cielo.

Por supuesto, espero que para entonces los descendientes de la dirección corporativa de ExxonMobile y de los Rockefeller se hayan unido hace mucho tiempo a las filas de los productores asociados, habiendo quedado muy atrás la sociedad de clases. Pero esta no es, creo, la perspectiva actual de los Rockefeller o de la administración de ExxonMobile.

[13] En 1929, el mercado de valores no alcanzó su punto máximo hasta que el ciclo industrial se redujo definitivamente.

[14] Algo que la tasa explosiva de crecimiento de la oferta de dinero simbólico emitido por el Sistema de la Reserva Federal hace muy probable.

[15] No todos los ciclos industriales siguen este patrón. En julio de 1997, el colapso de la moneda de Tailandia provocó un colapso general del crédito seguido de una enorme contracción económica de, primero, muchos países asiáticos como Tailandia, Indonesia y Corea del Sur, y luego, Rusia y América Latina. Había suficiente crédito disponible en el mercado mundial para mantener el auge de la vivienda y, en cierta medida, de los automóviles y otros bienes de consumo duraderos en los países imperialistas.

Cuando llegó la recesión, después de cierto retraso, en 2000-2003, afectó muy duramente a las nuevas industrias de alta tecnología. Una de las razones por las que el actual colapso de la construcción de viviendas en los Estados Unidos es tan violento, es que la actual caída de la construcción de viviendas combina la recesión que “debería haber sucedido” pero que no ocurrió  durante 2000-2003 con la caída “normal” de la vivienda que se esperaría que acompañase a la recesión actual. Recordemos que las recesiones reales del mundo real siempre se  desvían de la recesión “típica” en un grado u otro, y algunas más que otras.

[16] Este grupo de economistas está lejos de ser desinteresado, ya que están vendiendo acciones, después de todo, cuyo valor creciente depende de la prosperidad continua. La prensa financiera rara vez o nunca menciona este evidente conflicto de intereses cuando cita a estos economistas, quienes, con muy pocas excepciones, siempre predicen la prosperidad.

[17] Este era exactamente el pronóstico que la mayoría de los expertos económicos burgueses estaban haciendo hace un año. Predijeron como máximo una “recesión muy leve” para el primer semestre de 2008, pero probablemente sólo una “desaceleración” seguida de una recuperación en el segundo semestre de 2008.

[18] Como mostraré más adelante, hay recesiones menores y recesiones importantes en la economía capitalista. De modo que las previsiones de “no recesión” de los economistas burgueses no siempre son erróneas. Con pocas excepciones, siempre están prediciendo prosperidad y están en lo correcto mientras la prosperidad continúe.

[19] Algunos auges son mucho más fuertes y duran más que otros por razones que exploraré más adelante. Por lo tanto, un fuerte gasto de capital no significa necesariamente que una recesión sea inminente. Pero si todo sigue igual, cuanto más fuerte es el gasto de capital, más probable es que haya una recesión en el futuro cercano.

[20] Como se mencionó anteriormente, en el ciclo industrial de 1990-1997 / 2000, la escasez de crédito para los países de Asia, América Latina y Rusia reemplazó en gran medida la escasez de crédito para bienes de consumo duraderos e hipotecas en los países imperialistas. Sin embargo, esto fue simplemente una variación del tema.

[21] Si bien en general he tratado de usar ejemplos de ciclos industriales recientes en estas publicaciones para ilustrar leyes económicas más generales, este ejemplo lo inventé. Está simplemente diseñado para ilustrar el funcionamiento de las leyes económicas que gobiernan la economía capitalista. Si tiene alguna relación con el desarrollo del mercado de zapatos y cordones durante el ciclo económico actual, ¡es pura coincidencia!