DINERO-MERCANCÍA VERSUS DINERO NO-MERCANCÍA
[ÍNDICE DE LA SERIE]

i. De: «El fallido 18 Brumario de Donald John Trump»

The abortive 18th Brumaire of Donald John Trump

Sam Williams

Al castellano: @aederean


 

Dos perspectivas

Hay dos perspectivas políticas en la izquierda mientras comienza la era post-Trump, post-6 de enero. Una aparece en un artículo de la edición de enero de 2021 de Monthly Review titulado “El contagio del capital”, firmado por John Bellamy Foster, R. Jamil Jonna y Brett Clarke. El artículo trata en gran medida sobre la situación económica, pero cierra con una idea política que, aunque escrita antes de los eventos del 6 de enero, refleja, creo, las opiniones de la mayoría de los progresistas, incluyendo a los resurgidos movimiento socialista democrático, al Partido Comunista de EE. UU. y muchos otros grupos de izquierda.

“Sweezy”, escriben Foster, Jonna y Clarke, refiriéndose al famoso economista marxista y fundador de la Monthly Review, Paul Sweezy, abogaba por “construir una ‘alianza interclasista’ entre los que más sufren por el capitalismo monopolista y los elementos más previsores de la clase dominante; una especie de New Deal, pero con la clase trabajadora como fuerza organizadora y hegemónica. Lo cual era congruente con una praxis política que enfatizara la protección de la población en el presente inmediato mientras se trabajaba por la reconstitución revolucionaria de la sociedad en general a largo plazo”. El camino recomendado por los editores de Monthly Review es la clásica idea del frente popular. Ella propone una alianza entre un sector de la clase capitalista y la clase obrera. Y aunque los autores señalan que debería ser la clase obrera “la fuerza organizativa y hegemónica” en la lucha por un “nuevo New Deal”, en realidad ninguna sección de la clase capitalista se unirá a tal alianza a menos que de antemano esté garantizada la continuidad de la existencia del capitalismo y, de hecho, del imperialismo estadounidense. Por cierto, así fue con el antiguo New Deal y así será con cualquier nuevo New Deal o “Green New Deal” en el futuro.

El antiguo New Deal implicó la subordinación de los sindicatos industriales del Congreso de Organizaciones Industriales [Congress of Industrial Organizations] —el CIO— a la campaña de guerra de la administración Roosevelt, que apuntaba a nada menor que el establecimiento de un imperio mundial estadounidense. Pero se hizo bajo la apariencia de una guerra contra el fascismo y de una alianza con la Unión Soviética. Esto condujo al gran espejismo, no solo de la naturaleza democrática del imperialismo estadounidense, sino también de la posibilidad de una coexistencia pacífica y una cooperación a largo plazo con la Unión Soviética después de ganar la guerra.

Pero incluso antes de que terminara formalmente la Segunda Guerra Mundial, el imperialismo estadounidense lanzó la Guerra Fría, en esencia, una guerra de clases global que tenía como objetivo la destrucción —finalmente lograda— de la Unión Soviética. Cualquier nuevo New Deal, o “verde”, en las condiciones actuales apuntaría a restablecer la hegemonía indiscutible del capital financiero estadounidense sobre el mercado mundial mientras aplasta toda fuerza que se interponga en su camino, como la recién industrializada República Popular China.

La única forma en que la idea de frente popular esbozada por Foster, Jonna y Clarke tendría sentido es si uno creeyera que, incluso en estos tardíos tiempos, el capitalismo estadounidense es aún capaz de desarrollo progresivo. Al parecer los editores de Monthly Review creen que así es. Es por eso que brindaron su apoyo a la Teoría Monetaria Moderna [MMT, Modern Monetary Theory], atacaron al escritor económico de izquierda Doug Henwood, crítico de la MMT, y patrocinaron el podcast “Money on the Left”. Y esto incluso a pesar del hecho de que los partidarios de la MMT no intentan ocultar que su teoría del dinero es directamente contraria a la teoría del dinero —y del valor— desarrollada por Karl Marx.

Es cierto que no podemos demostrar una proposición económica como, por ejemplo, que el dinero debe ser una mercancía, refiriéndonos simplemente a la visión de Marx al respecto, tanto así como no podemos probar que la teoría de la relatividad general moderna es verdadera refiriéndonos simplemente a los escritos de Einstein. En ambos casos, tenemos que nosotros mismos entender la ciencia.

Es por eso que en los albores de la administración Biden-Harris —y tras los acontecimientos del 6 de enero— he decidido revisar una serie de ensayos recopilados por el economista marxista Fred Moseley. Moseley cree, contradiciendo a Marx, que el dinero no tiene por qué ser una mercancía. Yo creo que Moseley está equivocado, pero ha hecho un gran esfuerzo por probar su punto.

Si el dinero no tiene que ser una mercancía, la capacidad del estado capitalista para crear una nueva expansión del mercado es muy diferente a que si tiene que serlo. Esta es la razón por la que la Teoría Monetaria Moderna atrae tanto  a los editores de Monthly Review a pesar de su naturaleza antimarxista. De los partidarios de la MMT, aunque no son marxistas y tienen puntos de vista incompatibles con los puntos de vista de Marx, creo que son personas serias y bien intencionadas que creen que es posible reformar radicalmente el capitalismo y hacer que funcione para la mayoría de la gente.

Los editores de Monthly Review están en lo correcto al querer hacer acuerdos con los partidarios de la MMT para luchar por reformas particulares, pero están en lo incorrecto al querer formar un bloque ideológico general con ellos. Están siguiendo este curso, creo, porque comparten la creencia con los partidarios de la MMT de que todavía existen posibilidades considerables de reformar el capitalismo estadounidense mediante un “Green New Deal” y de que dicha reforma es urgente si la civilización moderna quiere sobrevivir a las próximas décadas.

Pero si la teoría de Marx, de que el dinero debe ser una mercancía, es la correcta, las posibilidades de realizar reformas bajo el capitalismo, aunque no nulas, son mucho menores. Así, si la teoría del valor, del dinero, del precio y de la ganancia de Marx es correcta, la estrategia de la alianza interclasista que defienden los editores de Monthly Review, de llevarse a cabo, solo traerá el desastre.

Con ello no se descartan, claro, los frentes unidos con gente como los partidarios de la MMT en temas concretos. Asuntos que van desde la defensa contra los ataques racistas-fascistas, la oposición a cualquier nuevo intento de golpe bonapartista, la lucha por la acción contra la actual pandemia de COVID, el alivio de las decenas de millones de víctimas de la pandemia y la atención médica como un derecho y no como mercancía, reformas que al menos desaceleren el desastre climático que se avecina y nos den un poco de tiempo, hasta la necesidad de expandir la democracia (burguesa) a través de reformas como la introducción de la votación por orden de preferencia [ranked voting], que tiene el potencial de romper el monopolio bipartidista. Y por último, pero no menos importante, la lucha contra las actuales y nuevas guerras imperialistas.

Pero la perspectiva estratégica indicada por la teoría marxista, y creo que por la experiencia histórica real, muestra que ningún sector de la clase capitalista estadounidense es capaz de conducir al capitalismo estadounidense por el curso del desarrollo progresivo. Por lo tanto, ha llegado el momento de construir en los EE. UU. un partido independiente de la clase trabajadora para quitarle el poder político a la clase capitalista y transformar el capitalismo estadounidense en socialismo. Si tengo razón sobre la imposibilidad de todo futuro desarrollo progresivo del capitalismo estadounidense, la estrategia política defendida por Foster, Jonna y Clarke solo puede terminar en la victoria del bonapartismo y/o el fascismo a gran escala y, finalmente, en una nueva guerra mundial. que será la tumba de la civilización.

Si el capitalismo monopolista estadounidense ha entrado en una era de declive, y creo que la evidencia es abrumadora, los eventos del 6 de enero no fueron simplemente un evento fortuito provocado por la particularmente vil personalidad del expresidente Trump, sino un reflejo de contradicciones de clase cada vez más agudas que tarde o temprano harán estallar el orden constitucional estadounidense. En ese caso, el 6 de enero fue solo un anticipo de lo que está por venir. Ahora volvamos a la cuestión de si el dinero en la teoría marxista y, lo que es más importante, en la realidad, debe ser una mercancía real.

¿Es la suma de todos los precios de reproducción igual a la suma de los precios naturales?

Cuando tratamos con los precios de producción, siempre debemos suponer una economía capitalista pura. Sólo hay dos clases en dicha economía: los trabajadores, que producen valor y plusvalía y venden su fuerza de trabajo a los capitalistas industriales, que monopolizan los medios de producción y compran la fuerza de trabajo de los trabajadores.  Marx abstrajo específicamente, además, los efectos que tienen los distintos períodos de rotación sobre la transformación de los valores en precios de producción. Una explicación completa tendría que tener en cuenta los distintos períodos de rotación del capital empleado en distintas industrias.

En dicha economía, hay todavía dos mercancías que no tendrán precios de producción. Estas serán la mercancía dinero, que supondremos es el oro en lingotes, y la fuerza de trabajo. La fuerza de trabajo no tiene precio de producción porque en nuestra economía capitalista pura es la única mercancía que no se produce capitalistamente. Sin embargo, en este caso, podemos suponer que los trabajadores compran sus medios de subsistencia, con el dinero que los capitalistas industriales les pagaron por su fuerza de trabajo, a sus precios de producción. Así, podemos tratar el precio de la fuerza de trabajo —los salarios dinerarios— como una canasta de mercancías que se venden a sus precios de producción. Al hacer esto, tenemos solo una mercancía que no tiene un precio de producción, la mercancía dinero. Fred Moseley cree que si bien los precios individuales pueden diferir de los precios directos (los precios que corresponden a los valores), la suma de todos los precios directos siempre debe ser igual a la suma de los precios de producción. ¿Pero es esto cierto?

Ricardo era consciente del problema de la divergencia entre la suma de todos los “precios naturales” de las mercancías y la suma de los precios directos de las mercancías si la relación capital/trabajo —la composición orgánica del capital, en terminología marxista— no es la promedio en la industria del oro. Marx asumió que la industria del oro tiene una composición orgánica por debajo del promedio. [1] Esta era también la suposición de Sweezy en su obra de 1942 “Teoría del desarrollo capitalista”.

Suponiendo que esto fuera cierto, el oro, por el mecanismo de igualación de la tasa de ganancia impulsado por la competencia, se intercambiará por debajo de su valor con la mayoría de las demás mercancías. Esto significa que la suma total de todas las mercancías que sí tienen precios de producción excederá a la de sus precios directos. Pero Moseley, como partidario del  MELT [Modern equivalent of labor time] —el equivalente monetario del tiempo de trabajo, que niega que el dinero deba ser una mercancía— se niega a aceptarlo. Es cierto que Moseley admite que los precios de producción de las mercancías individuales se desvían de sus precios directos. Pero cuando se suman los precios de producción de todas las mercancías, Moseley cree, siempre deben ser iguales a la suma de los precios directos de todas las mercancías. “Según su interpretación (de Bortkiewicz, Sweezy)”, escribe Moseley, “para la igualación de la tasa de ganancia en la industria del oro, la plusvalía se transfiere de la industria del oro a todas las demás industrias (con una mayor composición de capital). Esta transferencia de plusvalía desde la industria del oro a otras industrias se logra mediante un aumento en los precios de estas otras mercancías. Por lo tanto, el precio total de producción de las mercancías es mayor que el precio-valor total de las mercancías, dada esta supuesta transferencia de plusvalía de la industria del oro a otras industrias”.

Pero, ¿por qué los capitalistas del oro no pueden ceder parte de su plusvalía a sus compañeros capitalistas? “La plusvalía en la industria del oro”, escribe Moseley, “es una cantidad definida de excedente de oro real producido, que no tiene un precio-valor [Moseley entiende por precio-valor lo que Anwar Shaikh entiende por precio directo] ni un precio de producción, y que por lo tanto no puede ser compartido con otras industrias. Por lo tanto, no puede haber cambio en los precios de producción de otras mercancías como resultado de esta transferencia inexistente de plusvalía en la industria del oro”.

Lo que Moseley no entiende es que la cantidad extra de oro con la que terminan los capitalistas del oro después de completar su ciclo de producción, aunque contiene la sustancia social que constituye la plusvalía — trabajo humano abstracto — no existe en ella como sustancia física plusvalía.

Moseley sí señala, correctamente, que la expresión de la producción capitalista D—M…P…M’—D’ debe modificarse en el caso de la producción del oro, asumiendo que el oro es la mercancía dinero, a D—M…P…D’. Esto se debe a que M’, que representa las mercancías que han absorbido plusvalía, en la industria del oro, a diferencia de cualquier otra mercancía, está en su forma natural de dinero. Los capitalistas del oro no necesitan vender su capital mercantil para convertirlo en capital dinerario. Pero, ¿significa este privilegio único que nuestros capitalistas del oro no tienen que entregar parte de su plusvalía a los demás capitalistas para reducir su ganancia a la tasa de ganancia media? Para nada.

Sabemos por Marx que el precio dinerario de una mercancía es su forma valor. Pero, ¿cuál es la forma valor del oro —del dinero— mismo? No puede ser la forma dineraria de valor ya que, como correctamente destaca Moseley, medir el oro en términos de sí mismo es absurdo. Pero eso no significa que el oro no tenga forma valor. La forma valor del oro es la forma expandida de valor. Es la forma de valor en la que medimos el valor de una mercancía de un valor de uso dado sucesivamente en términos de los valores de uso de todas las demás mercancías excepto ella misma. En lenguaje sencillo, la forma valor del oro es la lista de precios de todas las demás mercancías leída al revés.

Ahora volvamos a la fórmula modificada para la producción capitalista, que se aplica sólo a los capitalistas industriales que producen la mercancía dinero: D—M…P…D’. Los capitalistas del oro, como todos los demás capitalistas industriales, comienzan con una suma de dinero, D. Aquí no hay diferencia entre los capitalistas del oro y cualquier otro capitalista industrial. Deben encontrar en el mercado los medios de producción y la fuerza de trabajo necesarios para llevar a cabo el acto de producción. Durante este acto de producción, el producto que surge, el oro en lingotes, como cualquier otra mercancía en proceso de fabricación, absorbe plusvalía. Sin embargo, dado que el capital utilizado para producir oro en lingotes como mercancía tiene, según nuestros supuestos, una composición orgánica de capital por debajo del promedio, deben comprar las mercancías necesarias para extraer y refinar oro en lingotes.

El hecho de que la mercancía de estos capitalistas del oro no tenga precio no significa que los precios de las mercancías que deben comprar para producir oro en lingotes no tengan precio. Esas mercancías ciertamente lo tienen. Y dado que estos capitalistas del oro trabajan con un capital de composición orgánica por debajo del promedio, deben comprar las mercancías que constituyen su capital a precios por encima de su precio-valor, usando la terminología de Moseley, o precio directo.

Si asumimos que los precios son iguales a los precios directos, estos capitalistas industriales podrían necesitar 10 kilos de oro para comprar los elementos del capital productivo que necesitan para producir 12 kilos de oro. Pero el hecho de que estos capitalistas del oro estén operando con capital de composición orgánica por debajo del promedio les permitirá obtener una superganancia. Pero lo siento, la competencia no lo permitirá.

Esto significa que estos capitalistas del oro se verán obligados a comprar los elementos de su capital productivo a precios superiores a sus precios directos. Si intentan hacer estas compras con 10 kilos de oro, no tendrán suerte y no podrán producir 12 kilos de oro. Para producir 12 kilos de oro, nuestros capitalistas del oro tendrán que aportar algo de oro adicional, digamos 11 kilos de oro. Tendrán que aportar 10 kilos más un kilo extra de oro para llevar a cabo el próximo ciclo de producción.

Es mejor, por lo tanto, que no lo gasten en consumo personal. Este kilo extra de oro contiene la plusvalía que los capitalistas del oro deben entregar a sus compañeros capitalistas para reducir la tasa de ganancia de estos capitalistas del oro a la tasa de ganancia media.

Moseley, como partidario del MELT, necesita que la suma total de todos los precios directos sea igual a la suma total de los precios de producción en todo momento. El MELT apenas puede tolerar la desviación de los precios individuales de los precios directos. Si la suma total de los precios de producción y la suma total de los precios directos no son idénticas, el MELT está jodido. Desafortunadamente para el MELT, así es. Moseley no puede negar que la competencia no permitirá que los capitalistas del oro disfruten de una mayor tasa de ganancia solo porque trabajan con capitales con una composición orgánica de capital por debajo del promedio. En un intento de escapar del rincón al que el MELT lo ha llevado, recurre a la renta diferencial para explicar cómo es que la ganancia de los capitalistas del oro se reduce al promedio. Moseley supone que, dado que los capitalistas del oro disfrutan de una tasa de ganancia superior a la media, abrirán algunas minas marginales, presumiblemente en terrenos auríferos de menor ley, y esto reducirá su tasa de ganancia al promedio. Sin embargo, supongamos que hay un terreno aurífero de menor ley. En ese caso, Moseley está atrapado. Como todos los partidarios del MELT, Moseley no entiende que, si bien todas las mercancías contienen trabajo humano abstracto como sustancia social y son, por lo tanto, objetos de valor, no por esta razón todas son dinero. La creencia de que todas las mercancías son dinero es la suposición que subyace a la versión equivalente monetario del tiempo de trabajo —MELT— del valor trabajo. El trabajo humano abstracto, incluido el plustrabajo abstracto contenido en la mercancía dinero, no es sólo trabajo privado realizado por cuenta propia de estos capitalistas del oro. El trabajo privado que produce oro es, a diferencia del caso de todas las mercancías no dinerarias, simultáneamente trabajo directamente social.

Esto significa que el trabajo privado encarnado en el oro no necesita ser intercambiado con otra mercancía para demostrar que es parte del trabajo social total. Este es el privilegio único del capitalista del oro en comparación con todos los demás capitalistas industriales. Sin embargo, los capitalistas auríferos no tienen privilegio cuando se trata de la necesidad de ceder parte de la plusvalía —suponiendo que trabajen con capitales de composición orgánica inferior a la media— que su producto aurífero ha absorbido durante sus procesos de producción.

Como resultado, el excedente de oro que poseen estos capitalistas del oro después de haber completado el proceso de producción, en relación con el oro con el que comenzaron, no solo contiene plusvalía. En ese sentido, los capitalistas del oro están en la misma posición que todos los demás capitalistas. Este excedente —y este es el privilegio más importante que los capitalistas del oro tienen sobre todos los demás capitalistas industriales— es al mismo tiempo ganancia en su forma natural (en oro) sin tener que venderlo.

Por qué el dinero debe ser una mercancía

El MELT supone que el trabajo humano abstracto incorporado en todas las mercancías implica que las mercancías son todas igualmente dinero. En la terminología del MELT, el trabajo humano abstracto incorporado en todas las mercancías es el equivalente monetario del tiempo de trabajo. Por lo tanto, no existe la función dineraria especial para el oro. ¿Por qué entonces la autoridad monetaria no puede emitir papeles con X cantidades de dólares impresas en ellos respaldados por el equivalente dinerario del tiempo de trabajo incorporado en las mercancías que circulan en los papeles? El MELT supone que los dólares representarán automáticamente el adecuado equivalente monetario del tiempo de trabajo necesario para hacer circular las mercancías.

El MELT, si se lleva a su conclusión lógica, conduce a la ley de Say: la imposibilidad de una sobreproducción general de mercancías. Puesto que todas las mercancías son dinero, que también era la suposición básica de Say, ¿cómo pueden las mercancías sobreproducirse en relación con ellas mismas? Say admitía que unas mercancías pueden ser sobreproducidas solamente en relación con otras mercancías.

Sin embargo, si como dinero sirve solo una mercancía, que era la opinión de Marx, pueden sobreproducirse todas las mercancías en relación con la mercancía dinero. Pero si todas las mercancías son igualmente dinero, de modo que ninguna mercancía individual es dinero, entonces Say tenía razón cuando argumentaba que una sobreproducción general de mercancías en relación con la mercancía dinero es imposible. Por eso los teóricos del MELT rara vez se refieren a la sobreproducción general. Se puede considerar que las crisis representan una sobreacumulación de capital —aunque en relación con qué es lo que a menudo se deja sin explicar— pero nunca una sobreproducción relativa general de mercancías. Además, el MELT supone la teoría cuantitativa del dinero, pues cualquiera que sea la cantidad nominal de dinero en circulación, ya sea denominada en dólares, yenes, rublos, yuanes o euros, la cantidad nominal de dinero se adaptará mediante el mecanismo de precios a la cantidad necesaria para hacer circular las mercancías. Por lo tanto, según el MELT, no necesitamos una deslumbrante pieza de oro que actúe como contravalor de todas las demás mercancías. Cualquier feo y gastado trozo de papel verde emitido por un Banco de la Reserva Federal que tenga impreso “Billete de la Reserva Federal” y una cantidad X de dólares, así como la declaración de que este billete es moneda de curso legal para todas las deudas públicas y privadas, servirá.

Marx no usaba los términos precio directo ni precio-valor. Se refería a ello, en cambio, diciendo que las mercancías se venden a su valor. Pero esta es una especie de abreviatura cuyo significado, en gran medida, se les ha perdido a los marxistas posteriores a Marx. Desglosemos esta abreviatura.

Si una mercancía se vende a su valor, significa que el valor de la mercancía es igual al valor de su precio. Recordemos que el precio es una cantidad definida de lingotes de oro medida en alguna unidad de peso. Por lo tanto, si decimos que la mercancía A se vende a su valor, queremos decir que X cantidad de la mercancía A incorporará la misma cantidad de trabajo humano abstracto que el peso en oro que representa su precio. Si el precio de la mercancía A es superior a su valor, significa que la mercancía A incorpora menos trabajo humano abstracto que el peso en oro que constituye su precio. Si el precio de la mercancía está por debajo de su valor, significa que la mercancía A encarna más trabajo humano abstracto que el peso en oro que representa su precio.

En la versión de Marx del valor trabajo, en contraste con la versión MELT, es muy posible no sólo que los precios de las mercancías individuales estén por encima o por debajo de sus valores, sino que además los precios de las mercancías en su conjunto estén por encima o por debajo de sus valores. El MELT, por lo tanto, es impotente ante la resolución correcta del problema de la transformación. Tampoco puede explicar las fluctuaciones de los precios definidos en términos de oro durante el ciclo industrial, donde el nivel general de precios comienza por debajo del valor de las mercancías durante la crisis y la depresión y luego se eleva por encima del valor de las mercancías  durante la fase de auge económico que precede a la próxima crisis.

Por qué falla el MELT

Si bien, según el MELT, es posible que los precios de las mercancías individuales difieran de sus valores, la suma total de todos los precios siempre debe ser igual a la suma total de todos los precios directos. Esto funciona bastante bien si se garantiza a los capitalistas que podrán intercambiar sus mercancías particulares con cualquier otra mercancía a su valor. En este caso, todas las mercancías serían de hecho dinero y ninguna mercancía en particular sería dinero. Pero, ¿saben nuestros capitalistas cómo producir mercancías en las proporciones necesarias para que tengan la garantía de realizar sus valores en términos del valor de uso de otras mercancías en primer lugar?

Moseley, como partidario del MELT, no ha razonado esto. Si lo hubiera hecho, se vería obligado a abandonarlo. Pero sí sabe que le espera una desagradable trampa en forma del problema de la transformación. En el volumen III de “El Capital”, Marx cambia su suposición de asumir que las mercancías se venden a sus valores, es decir, a sus precios directos. En otras palabras, frente a la realidad de diferentes composiciones orgánicas de capitales en las diferentes industrias, así como de diferentes tiempos de rotación de capitales en las diferentes industrias, si vamos a suponer una tasa de ganancia igualada, tenemos que suponer que los precios no equivalen a los valores, también conocidos como precios directos y precios-valor.

Continuará.


NOTAS

[1] Según el sitio de Internet gold.org, la industria del oro actual es extremadamente intensiva en capital. La minería y la refinación del oro actuales se basan en la explotación de minerales que contienen cantidades diminutas de oro para extraerlo. Esto implica que la minería y la refinación de oro modernas ya no son una industria de composición orgánica por debajo del promedio, sino que tal vez tengan una composición orgánica de capital por encima del promedio. Si esto es cierto, la suma total de los precios de producción será menor que la suma total de los precios directos. En lugar de tener que ceder parte de su plusvalía, los capitalistas del oro modernos obtienen una plusvalía adicional comprando los medios de producción necesarios para producir oro a precios inferiores a sus precios directos.