DINERO-MERCANCÍA VERSUS DINERO NO-MERCANCÍA
[ÍNDICE DE LA SERIE]

i. De: «El Putsch del 6 de enero de 2021»

The Putsch of January 6, 2021

Sam Williams

Al castellano: @aederean


Es hora de echar una nueva mirada a la teoría marxista

A medida que atravesamos la transición entre la agonizante administración Trump y la entrante administración Biden-Harris, este es un buen momento para analizar de nuevo la teoría económica marxista básica y cómo se relaciona con otras teorías económicas que están ganando seguidores. Entre los progresistas, la principal alternativa al marxismo que ha surgido es la Teoría Monetaria Moderna [MMT, Modern Monetary Theory]. Si bien la personalidad individual de los distintos presidentes estadounidenses puede desempeñar un papel importante en la evolución de la situación política, mucho más importante es la evolución de la situación económica.

Fue el declive a largo plazo del capitalismo monopolista estadounidense lo que hizo posible el ascenso al poder de Donald Trump en primer lugar. Y fue el fracaso de Trump para revertir este declive, y que se puso de relieve con su desastroso manejo de la crisis económica y pandémica combinada de 2020, lo que lo llevó a su caída. Y será la evolución de la situación económica la que —junto con la guerra— determinará hasta qué punto Biden y Harris triunfarán, y por cuánto tiempo, en su programa de “regreso a la normalidad” tras los caóticos años de Trump.

El problema

De especial interés a la luz de la situación política actual es en qué medida es compatible la Teoría Monetaria Moderna y el marxismo, y si no lo son, ¿por qué no? Más importante aún, puesto que el marxismo no es una religión sino una ciencia, ¿hasta qué punto es correcta la teoría económica marxista frente a la teoría monetaria moderna? La forma en que se responda a esta pregunta influirá en gran medida en la forma en que se aborde la situación política en rápida evolución.

Y esto plantea una pregunta que ha sido de gran interés para este blog. ¿Hasta qué punto el dinero debe ser una mercancía, como el oro? La Teoría Monetaria Moderna niega que el dinero deba ser una mercancía. La MMT sostiene que si en el pasado el oro era dinero, eso era solo porque el estado lo convertía en dinero haciendo que los impuestos se pagaran en él.

La MMT enseña que no hay ninguna razón por la que el dinero tenga que ser una mercancía. El dinero según la MMT también puede ser vales de curso legal emitidos por el estado. Todo lo que el estado tiene que hacer para hacer que los vales sean dinero es crearles una demanda haciendo que los impuestos se paguen en ellas.

Como sabemos, la mayoría de los marxistas modernos, aunque no todos, tienden a estar de acuerdo con la MMT en que el dinero moderno no tiene por qué ser una mercancía. Si por el bien del argumento aceptamos esta afirmación, surge la pregunta de ¿hasta qué punto el resto de la teoría económica y política de Marx es compatible con el análisis económico de la Teoría Monetaria Moderna?

La mayoría de los marxistas modernos, pero no todos, aceptan la opinión de que, al menos desde Nixon en agosto de 1971, terminó la convertibilidad de los tenedores extranjeros de dólares estadounidenses en oro a una tasa fija y el dinero dejó de ser una mercancía. Estos marxistas hablan del “dinero moderno” como dinero no-mercancía [non-commodity money]. Esto abre la puerta a la principal teoría económica antimarxista de la izquierda, a saber, la Teoría Monetaria Moderna. Para los seguidores de la MMT, esto es un juego de palabras. Explican que es su teoría la que es moderna, no el dinero de hoy.

De acuerdo con la MMT, el dinero nunca ha sido una mercancía excepto en la medida en que el estado convirtiera ciertas mercancías en dinero. La opinión de que el “dinero moderno” no es una mercancía es ampliamente aceptada entre los marxistas a pesar de la continua obsesión de la prensa financiera con cada fluctuación, ya sea significativa o insignificante, del “precio del oro” en dólares estadounidenses. Esto es así a pesar de que el oro juegue un papel muy modesto en la economía capitalista global si ignoramos su ahora cuestionado rol dinerario. Si la MMT y la mayoría de los marxistas modernos, así como la mayoría de los economistas burgueses, están en lo correcto, las fluctuaciones del precio del oro en dólares tienen entonces muy poca importancia económica.

En 2005, el economista marxista Fred Moseley publicó una serie de artículos, titulados “La teoría del dinero de Marx” y subtitulados “Estimaciones modernas”, sobre si la teoría del valor de Marx requiere que el dinero sea una mercancía. Al hacerlo, hizo un gran servicio. El último libro de Moseley sobre el problema de la transformación, “Money and Totality” (2016, Haymarket Books), es en gran medida una continuación de sus artículos sobre la teoría del dinero de Marx publicados en 2005.

Estrechamente relacionado con la cuestión de si el dinero debe ser una mercancía está el problema de la transformación, que ha acosado, de una forma u otra, primero a la economía política burguesa clásica y luego a su crítica marxista, durante los últimos 245 años. El problema de la transformación lidia con dos cuestionamientos: Primero, ¿una teoría del valor trabajo requiere acaso que la suma total de los precios de producción sea igual a la suma total de los precios que corresponden directamente a los valores trabajo [labor values]? Y segundo, ¿debe la tasa de ganancia en términos de valores trabajo ser igual a la tasa de ganancia en términos de precios de producción? Este mes, me ocupo únicamente de la aproximación de Moseley para el primer problema.

Generalmente, el problema de la transformación es de interés solo para las personas que están profundamente insertas en la teoría económica. Sin embargo, como saben los lectores habituales de este blog, la cuestión de si el dinero debe ser una mercancía también tiene enormes implicaciones para la teoría de la crisis y para el destino final del modo de producción capitalista y, por lo tanto, de la sociedad moderna. Lo que al principio parece un problema matemático abstracto contiene en gran medida la clave de lo que hay detrás y más allá de los turbulentos acontecimientos políticos que marcan la transición entre las eras Trump y Biden-Harris.

Moseley escribe: “Marx consideró su teoría del dinero como uno de sus principales logros y como un avance significativo sobre la teoría de Ricardo y la economía clásica en general, que simplemente había dado por sentado el dinero, o explicado la existencia del dinero de manera ad hoc, basándose en las dificultades prácticas del trueque, ajenas a cualquier teoría del valor. … De acuerdo con mi interpretación de la teoría del dinero de Marx, Marx derivó la necesidad del dinero en una economía mercantil (o de mercado) de su suposición fundamental de la teoría del valor trabajo. … ”

Si Moseley tiene razón en esto, y creo firmemente que la tiene, entonces simplemente no podemos amputar la teoría del dinero de Marx de su más amplia teoría del valor sin plantear preguntas sobre otros aspectos de su teoría del valor, incluida la importantísima teoría de la plusvalía. Y dado que la teoría de la plusvalía de Marx constituye el fundamento de su teoría de la explotación y la ganancia, no podemos amputar la teoría del dinero de Marx sin plantear un signo de interrogación sobre el resto de su teoría económica y sobre las conclusiones políticas que necesariamente se derivan de ella.

Por lo tanto, antes de seguir adelante, quiero echar un vistazo más amplio a de qué trata la teoría del valor. Es un hecho —no una mera teoría— que una economía capitalista, y de hecho cualquier economía productora de mercancías, se caracteriza por una profunda división del trabajo. Los productores trabajan de forma privada, por cuenta propia, y no según un plan común. Todos los productores que se dedican al trabajo privado se ven impulsados ​​por la presión de otros productores —la competencia— para maximizar su riqueza tanto como sea posible. Esto no se debe a que sean “codiciosos”, sino a que no tienen otra alternativa.

Los productores, que trabajan para su cuenta individual, no tienen forma de saber de antemano en qué medida, y si es que es así, su trabajo privado forma parte del trabajo social. Por lo tanto, se ven obligados a intercambiar los productos de su trabajo individual con otros productores que están produciendo los productos que cada productor privado necesita para vivir y producir la próxima generación de productores.

La producción de mercancías es sólo una fase en la historia de la producción. Nosotros, los humanos y nuestros ancestros inmediatos durante los últimos millones de años, nos hemos diferenciado gradualmente de otros miembros del reino animal solo debido a nuestra creciente dependencia del uso de herramientas para obtener los medios de subsistencia que, como todos los demás animales, necesitamos para vivir y criar la próxima generación. Dejando a un lado a las criaturas como los insectos sociales que se dedican a lo que parece ser un trabajo a través del instinto (acciones programadas en sus genes en lugar de aprendidas), algunas otras especies animales se involucran en actos ocasionales de uso consciente de herramientas e incluso en la fabricación de herramientas. Pero ninguna especie se ha vuelto dependiente del trabajo consciente, definido como procurarse de la naturaleza con herramientas, como lo ha hecho nuestra especie.

De la mente del simio a la mente humana

Combinando a Darwin con Marx y la genética moderna, ahora tenemos una mejor idea de cómo surgió nuestra especie del reino animal en los últimos millones de años. No hay nada en el brutal proceso de competencia entre los miembros individuales de una especie por la supervivencia y la reproducción que caracteriza al reino animal —llamado por Darwin selección natural— que seleccione por su gran inteligencia. El tejido cerebral es extremadamente caro en términos de consumo de energía. Por lo tanto, así como el contador capitalista “tacaño”, la selección natural en realidad “economiza” tejido cerebral tanto como sea posible.

Sin embargo, en cierto momento del pasado, hace quizás 2,5 o 3 millones de años, los actos ocasionales y esporádicos de fabricación de herramientas (las primeras herramientas fueron simplemente hojas y tallos modificados y mucho más tarde piedras modificadas hechas por nuestros antepasados ​​simios) llevaron a una creciente dependencia ​​de la fabricación de herramientas para obtener sus medios de subsistencia. En este punto, la fabricación de herramientas pasó de ser una actividad ocasional a una necesidad.

Los compañeros más deseables, los mejores proveedores de alimentos, eran cada vez más los mejores fabricantes y usuarios de herramientas. Esto cambió la dirección de la selección natural, de economizar tejido cerebral, a expandirlo, puesto que los mejores productores y usuarios de herramientas tendían a ser los usuarios y fabricantes de herramientas más inteligentes. El tejido cerebral seguía siendo caro, pero ahora se pagaba solo, de una manera que no lo había hecho antes. La historia de la producción, la base material de toda la historia humana por venir, había comenzado.

A partir de este momento, el principio básico del materialismo histórico, junto con la selección natural, comenzó a guiar la evolución de las sociedades protohumanas. Este proceso fue lento al principio, pero en los últimos 15.000 años se ha acelerado rápidamente. La ley básica del materialismo histórico surgió de que la organización social que fomente el mayor ahorro de mano de obra medido en términos de tiempo gana sobre todas las organizaciones sociales rivales. Esos grupos de protohumanos y, en los últimos cientos de miles de años, humanos completos, que podían producir un producto determinado con menos trabajo, ganaron en la lucha con otros grupos humanos.

¿Qué es el valor?

Cuando los historiadores indagan en la historia humana relativamente reciente para explicar cuánto valen ciertos productos en “términos actuales”, con frecuencia usan la noción de traducir precios en términos de monedas pasadas a dólares estadounidenses actuales. Pero los antropólogos que indagan más profundamente en el pasado se ven obligados a “valorar” los productos del pasado no en términos de dólares estadounidenses sino de la cantidad de trabajo medida en alguna unidad de tiempo que creen que le tomó producir estos productos a la sociedad antigua que están estudiando. Por ejemplo, ¿cuántos años de trabajo se necesitaron para construir las pirámides de Egipto? Incluso los antropólogos burgueses, si no los economistas burgueses modernos, se dan cuenta de que el trabajo es la esencia del “costo”. El trabajo gastado en la construcción de una pirámide egipcia podría haberse gastado en otra cosa como, por ejemplo, producir más grano.

Hoy, en la fase actual en la historia de la producción que llamamos capitalismo, la etapa más elevada y final de la producción de mercancías, cuando las personas se refieren al valor de una mercancía en el sentido cotidiano de la palabra, se refieren al valor monetario. Por ejemplo, un par de zapatos vale $50. La mayoría de las personas, incrustadas como lo están en las relaciones capitalistas de producción e intercambio de hoy, no tienen una teoría del valor que vaya más allá de eso.

Los economistas burgueses modernos con sus teorías marginalistas de la “preferencia del consumidor” tampoco piensan más allá de esta idea cotidiana de valor. En lo que son buenos es en la construcción de modelos que expresen estas nociones cotidianas en el lenguaje de las matemáticas. Se ponen en la posición de un comprador en una tienda de comestibles que, por ejemplo, tiene $50 para gastar. El comprador sabe que si gasta $10 en naranjas, tendrá $10 menos para gastar en cualquier otra cosa. ¿Comprará cinco naranjas y cinco manzanas o será una naranja y nueve manzanas, o tal vez 10 manzanas y ninguna naranja o 10 naranjas y ninguna manzana? Cada uno de esos compradores, asumiendo que tienen $ 10 para gastar en fruta de los $ 50 asignados para comestibles, es, como dijo Milton Friedman, “libre de elegir”.

Los economistas clásicos penetraron más profundo. Sabían que antes de que este comprador pudiera comprar manzanas o naranjas, alguien tenía que participar en el trabajo necesario para cultivar y cosechar las manzanas y las naranjas y enviarlas a la tienda de comestibles. Si la sociedad gastó X cantidad de trabajo —medido en alguna unidad de tiempo— cultivando, cosechando y enviando las manzanas, no puede gastar al mismo tiempo el mismo trabajo cultivando, cosechando y enviando naranjas.

Los economistas clásicos comprendieron entonces que detrás del valor monetario de las mercancías, como nuestras manzanas y naranjas, se ocultaba una determinada cantidad de trabajo medida en alguna unidad de tiempo. Bajo el sistema capitalista —y bajo cualquier sistema de producción de mercancías— los economistas clásicos entendieron que era el trabajo, una vez que está integrado en las mercancías, lo que le da a una mercancía lo que llamamos valor.

Pero eso llevó a la pregunta, ¿cuál es la relación entre el valor tal como lo definen los economistas clásicos y el valor en el sentido cotidiano que llamamos precio? Los economistas clásicos partieron del supuesto de que la cantidad de trabajo necesaria para producir una mercancía determinaba su precio. No necesariamente el precio de mercado, que cambia constantemente de acuerdo con la oferta y la demanda, sino el “precio natural” a largo plazo, en torno al cual fluctúa el precio de mercado. Más tarde, el término “precio natural” fue reemplazado por “costo de producción” o “precio de producción”, el término que Marx finalmente eligió.

El gran economista clásico inglés David Ricardo [1] llevó más lejos que ningún otro economista de la época la idea de que era la cantidad de trabajo necesaria en las condiciones de producción prevalecientes lo que determinaba el valor de una mercancía. Guiado por su mente extremadamente lógica, Ricardo persistió incluso frente al problema de la transformación, lo que creó grandes y fatales dificultades para la teoría ricardiana del valor.

Según Ricardo, el valor de una mercancía es el precio de equilibrio a largo plazo donde la oferta y la demanda se anulan. Este precio de equilibrio a largo plazo está determinado por la cantidad de trabajo necesaria para producir una determinada mercancía de una determinada calidad en las condiciones de producción prevalecientes. A medida que aumenta la productividad del trabajo con el progreso de la sociedad humana, los valores de las mercancías caen. Por lo tanto, la riqueza (los valores de uso acumulados) de la sociedad aumenta con el crecimiento de la productividad del trabajo.

La teoría cuantitativa del dinero de Ricardo

Supongamos que el oro, que Ricardo asume que es la mercancía dineraria, pierde valor debido al descubrimiento de nuevas y ricas minas, con todo lo demás permaneciendo igual. Esto crearía un desequilibrio porque los precios de las mercancías se medirían en términos de oro. Los precios de las mercancías estarán ahora por debajo de sus valores. El capital, siempre en busca de la mayor ganancia posible, fluirá entonces hacia la industria del oro haciendo que aumente la producción del mineral. El aumento en la cantidad de oro —dinero— hará que los precios de las mercancías medidos en términos de oro aumenten hasta que los precios vuelvan a igualar sus valores.

Si el valor del oro sube, con todo lo demás permaneciendo sin cambios, sucede lo contrario. Los precios ahora suben por encima de sus valores y el capital saldrá de la industria del oro hacia otras industrias más rentables hasta que los precios vuelvan a caer a sus valores. Esto ocurrirá porque a medida que el capital sale de la industria del oro, cae la producción de nuevo oro. Suponiendo un volumen creciente de producción de mercancías (crecimiento económico), la cantidad de mercancías distintas al oro aumentará en relación con el oro, lo que hará que los precios medidos en oro bajen. Seguirán cayendo hasta que los precios vuelvan a igualar los valores. Ricardo asumió que este proceso ocurría constantemente y con pocas fricciones.

Esto llevó a Ricardo a lo que ahora se llama la teoría de la neutralidad del dinero. Esta teoría sostiene que cualquier cambio en la cantidad de dinero en relación con las mercancías afecta los precios y salarios nominales, pero tendrá poco o ningún otro efecto en la economía real.

La teoría cuantitativa del dinero, Ricardo, y el fiasco de la ‘escuela monetaria’

Después de la muerte de Ricardo en 1823, Gran Bretaña se vio sacudida por las crisis financiera y económica de 1825 y 1837, que Marx consideró las primeras crisis de sobreproducción general relativa de mercancías. Ambas crisis se caracterizaron por fugas de oro del Banco de Inglaterra, lo que obligó al Banco a aumentar su tasa de descuento para atraer oro desde el extranjero. Durante ambas crisis, hubo una aguda escasez de dinero, un fuerte aumento de las tasas de interés, una contracción del crédito que provocó una fuerte caída de la demanda que provocó a su vez una caída en la producción industrial y una contracción del empleo que provocó un desempleo masivo. Se suponía, de acuerdo con la teoría monetaria ricardiana, que esto no sucedería.

¿Qué había salido mal? La escuela monetaria inspirada en Ricardo culpó de estas dos crisis al hecho de que los precios en Gran Bretaña eran más altos que los precios en otros países. Esto hizo que las exportaciones británicas no fueran competitivas, lo que permitió que las importaciones más baratas desplazaran a la producción nacional. El resultado fue un déficit de balanza comercial y de pagos que provocó una fuga de oro, que luego condujo a una crisis crediticia y a una caída de la demanda, la producción industrial y el empleo.

Por qué ocurren las crisis según la escuela monetaria

Según la escuela monetaria, las crisis surgían porque la cantidad de billetes emitidos por el Banco de Inglaterra excedía la cantidad de oro en sus bóvedas. Este exceso de billetes hizo que los precios en Inglaterra aumentaran en relación con los socios comerciales y competidores de Gran Bretaña. Para evitar la recurrencia de crisis similares en el futuro, la escuela monetaria abogó por una reforma que vincularía estrictamente la cantidad de billetes creados por el Banco de Inglaterra a la cantidad de oro en sus bóvedas. Haciendo esto, sostenía la escuela monetaria, los precios de las mercancías dentro de Inglaterra nunca superarían los precios de mercancías similares en otros países. Esto evitaría futuras fugas de oro y la repetición de las crisis de 1825 y 1837.

La Ley Bancaria de 1844 creó una prueba empírica de la teoría monetaria ricardiana. El Banco se dividió en dos departamentos, el Departamento Bancario y el Departamento de Emisión. Bajo esta legislación, el Departamento Bancario actuaba como un banco comercial regular que no tiene autoridad para emitir sus propios billetes. Tomaba depósitos y descontaba letras de cambio. Lo que no podía hacer el Departamento Bancario era emitir billetes. Si tenía que redimir depósitos o comprar letras de cambio con billetes, debía acudir al Departamento de Emisión.

El Departamento de Emisión tenía derecho a imprimir y emitir billetes. Según la Ley Bancaria de 1844, para simplificar un poco, el Departamento de Emisión no podía emitir nuevos billetes a menos que tuviera el respaldo de lingotes de oro. Si caía su reserva de oro, el Departamento de Emisión se veía obligado a cancelar algunos de sus billetes existentes. Así, la reforma de 1844 aseguraba que no se podían emitir y circular más billetes que el oro que había en las bóvedas del banco. Los autores de la reforma razonaron que siempre habría la cantidad justa de billetes para mantener los precios británicos en línea con los precios del mercado mundial. Por ende, la escuela monetaria creía que no se repetiría el tipo de crisis que había golpeado a Gran Bretaña en 1825 y 1837.

La Ley Bancaria de 1844 fue, por lo tanto, el primer intento de muchos a seguir para eliminar lo que Marx llamó crisis de sobreproducción mediante reformas del sistema bancario central. Como todos los demás intentos que siguieron de este tipo, la Ley Bancaria fracasó. En 1847 —y nuevamente en 1857 y 1866— el Departamento de Emisión se vio afectado por enormes pérdidas de lingotes de oro y la economía británica entró en crisis con el consiguiente desempleo masivo. Afortunadamente, la Ley Bancaria contenía un resquicio que permitía suspender la Ley y que el Departamento de Emisión pudiera emitir billetes adicionales no respaldados por oro.

El público sabía que, en ausencia de una suspensión de la Ley Bancaria, solo había una cantidad limitada de billetes disponibles para realizar pagos y esta cantidad no podía aumentarse en ausencia de una afluencia de oro. [2] Como resultado, tan pronto como estalló la crisis, se disparó la demanda de billetes a medida que los deudores se apresuraban a obtener los escasos billetes de sus deudores. Se formaron largas filas frente a los bancos comerciales obligándolos a reclamar sus préstamos en forma de billetes. El crédito se paralizó, lo que provocó que la demanda se contrajera violentamente y que los capitalistas industriales despidieran a sus trabajadores, lo que provocó un desempleo masivo.

Luego se anunciaría la suspensión de la Ley Bancaria. La demanda de billetes se debilitaría y pronto se iniciaría la recuperación económica. Solo en una ocasión, la crisis de 1857, el Departamento de Emisión tuvo que emitir billetes adicionales sin respaldo de oro, y solo por un breve tiempo, para detener la crisis. El fracaso de la Ley Bancaria para prevenir las crisis —que de hecho, empeoró mucho las crisis— implicaba que había algo fundamentalmente erróneo en la teoría del dinero de Ricardo.

Mientras las teorías monetarias de Ricardo fallaban en la práctica, su teoría más amplia del valor también estaba siendo atacada, en parte debido a las contradicciones internas que Ricardo no había podido resolver. Los economistas clásicos, incluso antes de Ricardo, eran conscientes de la aparente contradicción entre su teoría del valor basada en la cantidad de trabajo necesaria para producir una mercancía de un valor de uso y una calidad determinados, por un lado, y la igualación de la tasa de ganancia, por el otro. La economía política clásica no tenía un concepto de la división entre capital constante y variable debido a la idea de Adam Smith —aceptada por Ricardo— de que, si se retrocede lo suficiente, lo que Marx llamaría más tarde capital constante podría reducirse a capital variable o a los medios de subsistencia consumidos por los trabajadores productivos (de plusvalía). Pero sí estaban conscientes de que los distintos tipos de capital tenían distintas duraciones y períodos de rotación.

Por lo tanto, si los “precios naturales”, que Ricardo supuso que eran idénticos a los valores, estuvieran determinados directamente por los valores trabajo, la tasa de ganancia sería más alta en los sectores de la producción que emplearan cantidades inferiores al promedio de capital “duradero” que en los sectores productivos que empleaban grandes cantidades de capital circulante. Pero los economistas clásicos también eran muy conscientes de que la competencia tiende a igualar la tasa de ganancia entre todos los sectores de la producción. Pero esto significaba que las ganancias podían igualarse solo si los precios no eran proporcionales a los valores trabajo. Nace el problema de la transformación. Enfrentados al problema de la transformación, la mayoría de los economistas —pero no Ricardo— se retiraron del concepto de valor trabajo.

Enfrentado al problema de la transformación, Adam Smith asumió que la ley del valor trabajo operaba solo en una economía mercantil simple donde los propios trabajadores eran dueños de sus medios de producción. Pero según Smith, en una economía capitalista desarrollada, era necesaria otra teoría para explicar los valores o “precios naturales” de las mercancías. Smith asumió que bajo el capitalismo el valor de las mercancías estaba determinado por la suma de los salarios, las ganancias y las rentas, que determinan el “costo de producción” de las mercancías. Aquí Smith, enfrentado con el problema de la transformación, se retiró a una “vulgar” teoría del valor del costo de producción. El costo de producción de las mercancías estaba determinado por su valor. Pero, ¿qué determinaba al costo de producción de las mercancías? ¿Por qué ese era el costo de producción de las mercancías? El razonamiento circular de Smith no satisfizo a David Ricardo.

Ricardo, que era mucho más consecuente que Smith y odiaba las contradicciones lógicas con las que Smith estaba dispuesto a vivir, sostenía la opinión de que el valor trabajo se aplicaba no solo a la producción precapitalista simple de mercancías sino también a la producción capitalista. Pero lo que Ricardo no pudo hacer fue explicar la contradicción entre la igualación de las ganancias y su ley del valor trabajo. Algo faltaba en la teoría del valor de Ricardo. El propio Ricardo se dio cuenta de ello, pero no supo explicar qué era. Los economistas burgueses modernos que están interesados ​​en estas cosas —una pequeña minoría— describen a veces la teoría ricardiana del valor como una “teoría del valor del 93% del trabajo”.

La búsqueda en vano de Ricardo de una medida invariable del valor

Al luchar con las contradicciones de su teoría del valor, Ricardo descubrió que los cambios en la tasa de plusvalía (usando la posterior terminología de Marx) cambiarían los precios relativos. Si la tasa de plusvalía cae debido a un aumento de los salarios, el precio de costo en las “industrias intensivas en mano de obra” —industrias con una composición orgánica de capital inferior a la media— el precio de costo, digo, aumentará más que en las industrias con una composición orgánica de capital superior a la media.

Esto es cierto porque los “costos laborales” —el precio de la fuerza de trabajo en términos marxistas— juega un papel más importante en la determinación del precio de costo en las industrias con una composición orgánica inferior al promedio que en las industrias con una composición orgánica superior al promedio. Como resultado, las tasas de ganancia anteriormente iguales serán ahora desiguales porque la tasa de ganancia en las industrias “intensivas en mano de obra” será ahora más baja que en las industrias “intensivas en capital”.

En el caso de una caída en la tasa de plusvalía —un aumento en los salarios— el capital fluirá entonces de aquellas industrias con una composición orgánica de capital más baja hacia aquellas industrias con una composición orgánica más alta. Esto hará que los precios de producción aumenten a medida que aumentan los salarios en las industrias con una composición orgánica de capital inferior a la media y que caen en las industrias con una composición orgánica de capital superior a la media. [3]

Sólo si los salarios aumentan tanto que la tasa de plusvalía en términos marxistas cae a cero, el precio de producción igualará los precios que corresponden directamente a los valores trabajo. Pero en el mundo real, esto es imposible porque, como sabían tanto Ricardo como Marx, el capitalismo no puede existir sin ganancias. Los opositores a la teoría ricardiana del valor apuntaron entonces a esta regla descubierta por el propio Ricardo como una prueba más de que algo más que el valor trabajo determinaba los valores, con lo que querían decir los precios de producción, de las mercancías.

Algunos marxistas modernos —y veremos que Moseley se encuentra entre ellos— conceden que los precios de producción de mercancías individuales pueden desviarse de sus precios directos, usando la terminología de Anwar Shaikh, o “precios-valor” usando la terminología de Moseley, siendo la suma total de todos los precios de producción siempre igual a la suma total de todos los precios directos. Pero esto abre otra lata de gusanos, de la que Ricardo era muy consciente.

¿Qué pasa con la mercancía cuyo valor usamos para medir el valor de todas las demás mercancías, por ejemplo, el oro en lingotes? ¿No se ve afectada también por los cambios en la tasa de plusvalía? Supongamos que la industria que produce lingotes de oro tiene una composición orgánica por debajo del promedio. Marx hizo esta suposición no solo para el oro sino también para las industrias extractivas en general porque la materia prima, que cuenta como capital constante para Marx, está ya en el mineral. Sin embargo, los minerales, que ya contienen la materia prima, no son productos del trabajo humano sino de la naturaleza. El valor de los minerales auríferos es, por lo tanto, exactamente cero, según las teorías ricardiana y marxista del valor.

Los minerales auríferos en la teoría marxista no representan capital constante sino “propiedad de la tierra”. Por lo tanto, Marx asumió que el capital de la industria del oro tenía una composición orgánica por debajo del promedio. Supongamos que este es el caso. El precio de producción del oro estará por debajo de su valor. Por supuesto, esto supone que el oro como mercancía dineraria tiene un precio. Pero si el oro no tiene precio, ¿cuál es su forma de valor? No son más que las ecuaciones de intercambio entre el oro y cualquier otra mercancía excepto ella misma, lo que Marx llamó la forma expandida del valor. Estas ecuaciones de intercambio son aquellas donde una mercancía en particular se compara sucesivamente con todas las demás mercancías. En el caso de la mercancía dinero esto significa las listas de precios leídas al revés. Para igualar la tasa de ganancia de la industria del oro con todas las demás industrias, el oro debe intercambiarse con otras mercancías, en promedio, por debajo de su valor. Esto significará que la suma total de los precios de producción [4] excederá a la suma total de los precios directos, en contradicción directa, como veremos, con las teorías de Moseley.

Ricardo quería una medida invariable del valor. Pero resulta que los valores de cambio del oro (todas las listas de precios leídas al revés) lejos de ser invariables varían con las fluctuaciones en la tasa de plusvalía. El oro es una medida variable, no invariable, de valor. Naturalmente, los oponentes de Ricardo vieron esto como algo todavía peor para su teoría del valor trabajo.

La única solución de Ricardo fue suponer que la durabilidad y la rotación del capital —lo más cerca que llegó Ricardo a la noción posterior de Marx de la composición orgánica del capital— eran promedio en la industria del oro. Pero no había ninguna razón que Ricardo pudiera dar para suponer que esto tenía que ser cierto o incluso probable que fuera cierto. Y como vimos, Marx pensaba que era más probable que la producción de oro tuviera una productividad del trabajo por debajo del promedio.

Aquí es donde Ricardo dejó la teoría del valor a sus sucesores. Y el único sucesor digno de Ricardo en términos de la teoría del valor no fue otro economista político burgués sino alguien con una crítica socialista de la economía política llamado Karl Marx. Después de la época de Ricardo, sus sucesores burgueses se alejaron por completo del concepto de valor trabajo, llegando finalmente a la moderna teoría marginalista del valor.

Ricardo sobre la circulación del dinero

Ricardo asumió que la cantidad de dinero en un país siempre estaría totalmente empleada. Los capitalistas se enriquecen, razonó Ricardo, invirtiendo dinero en empresas productivas. No estaba en el interés de los capitalistas, razonó, permitir que nada del dinero que pasaba a sus manos permaneciera inactivo. Por lo tanto, ninguna porción significativa de la oferta monetaria de un país dejaría de circular, al menos en circunstancias normales.

Circunstancias excepcionales como la pandemia actual pueden hacer que el dinero se acumule en los bancos o en otros lugares, pero esto siempre se debe a un shock externo. Los trabajadores, por supuesto, no tienen otra alternativa que gastar rápidamente el monto total de sus salarios, ya que viven “de pago en pago”. [5] Por lo tanto, ninguna porción de dinero permanecería mucho tiempo en los bolsillos de los capitalistas o de los trabajadores. El único estado “normal” de la moneda, concluyó Ricardo, era lo que se denominaba la “plena circulación”.

Dejando de lado las circunstancias excepcionales, lo único que podría conducir a un cambio en el nivel general de precios sería un cambio en la relación entre el número de mercancías por un lado y la cantidad de dinero por el otro. De hecho, este es el supuesto subyacente básico de la teoría cuantitativa del dinero. En la época de Ricardo, no existían investigaciones empíricas sobre si eran ciertos los supuestos teóricos de la teoría cuantitativa del dinero y su supuesto de la “plena circulación”.

No fue hasta mucho después de la muerte de Ricardo que el economista inglés, y antiguo asociado de Ricardo, Thomas Tooke (1774-1858) publicó su “Historia de los precios”, publicada entre 1838 y 1857. Las investigaciones empíricas de Tooke sobre la historia concreta de los precios y la circulación de moneda lo convenció de que la suposición de Ricardo y la escuela de la teoría cuantitativa en general acerca de la plena circulación del dinero eran incorrectas.

Así como nunca hay realmente un “pleno empleo” de los trabajadores o de los medios de producción, aunque el grado exacto de ambos varía según la etapa del ciclo industrial, la oferta monetaria tampoco está “plenamente empleada”. En mayor o menor medida, dependiendo de la relación siempre cambiante entre la cantidad de mercancías no dinerarias por un lado y el dinero por el otro, siempre hay un fondo de reserva de dinero inactivo en los bancos. Supongamos que después de algunos años de depresión comercial y precios bajos, la actividad económica se recupera y conduce tanto a un aumento en la cantidad de mercancías en circulación como a un aumento en los precios de las mercancías individuales. De repente, se necesitará más dinero para hacer circular la cantidad total de mercancías en circulación. ¿De dónde saldrá el dinero extra?

Si asumimos que hay mucho dinero inactivo, que de hecho será el caso después de varios años de depresión y precios bajos, habrá mucho dinero inactivo que pueda activarse para satisfacer las crecientes demandas de circulación provocadas por una aceleración del ritmo de los negocios y la consiguiente subida de los precios de las mercancías. Tooke, por lo tanto, encontró que la escuela de la teoría cuantitativa del dinero entendía las cosas exactamente al revés. No era un aumento en la cantidad de dinero lo que provocaba un aumento en los precios; más bien, era un aumento en los precios lo que provocaba un aumento en la cantidad de dinero en circulación. Así, en el caso de un aumento de los precios, no habrá necesidad de un aumento en la cantidad de dinero antes de que la oferta dineraria existente se “emplee plenamente”. Todo lo que se necesita para permitir que suban los precios es aumentar el número de veces que una determinada pieza de dinero cambia de manos en un período determinado.

Esto, por supuesto, muestra que la suposición de Ricardo de que los medios de producción siempre están plenamente empleados también estaba equivocada. En lenguaje moderno, dejando de lado los efectos de los cuellos de botella físicos, según Ricardo no debe haber exceso de capacidad. Pero en realidad, siempre hay algún exceso de capacidad en una economía capitalista, quizás con la excepción de una economía de guerra a gran escala, aunque de nuevo, al igual que el grado de desempleo entre los trabajadores, el grado de exceso de capacidad de los edificios de las fábricas, máquinas, y así sucesivamente varía mucho según la etapa del ciclo industrial.

Ahora dejemos atrás la era de Ricardo, Tooke y Marx y pasemos a principios del siglo XXI y Fred Moseley. Moseley está interesado en la cuestión de si es necesario que el dinero —en la teoría del valor y la realidad de Marx— sea una mercancía producida por el trabajo humano y, por lo tanto, tenga un valor trabajo, y un valor de uso, definido. Por ejemplo, ¿qué sucedería si los precios y la circulación de mercancías aumentaran tanto que toda o al menos la mayor parte de la oferta dineraria existente fuera absorbida por completo en la circulación? ¿Serían capaces el estado y el banco central de generar demanda adicional mediante la emisión de dinero adicional por decreto sin que se produzca oro adicional como afirma la Teoría Monetaria Moderna?

Comenzaré con la introducción de Fred Moseley a su colección de ensayos sobre si el dinero no-mercancía concuerda con la teoría del valor de Marx o si es posible. “En primer lugar, escribe Moseley, “los precios de las mercancías (es decir, las relaciones de cambio entre las mercancías y el dinero) están determinados por las cantidades relativas de tiempo de trabajo socialmente necesario contenido en las mercancías y la mercancía dinero”.

Moseley produce la siguiente expresión algebraica.

Pi= (1 / Lg) Li

Moseley explica: “… Pi es el precio de cada mercancía, Li es el tiempo de trabajo socialmente necesario contenido en cada mercancía, y Lg es el tiempo de trabajo contenido en una unidad de oro (es decir, el ‘valor del dinero’).” Para aquellos de ustedes que todavía sufren del síndrome postraumático de sus clases de álgebra en la escuela secundaria, esta expresión asume que los valores de las mercancías son iguales a los precios de las mercancías.

Más precisamente, Moseley supone que el valor de una mercancía es siempre exactamente el mismo que el valor de la pieza de dinero (moneda de oro de peso completo) necesaria para su circulación. Una vez que sabemos que Moseley asume el valor de la cantidad total de mercancías que deben circular en un período determinado y se da el período de rotación del dinero, sabemos el equivalente monetario del tiempo de trabajo, o MELT, de las mercancías que deben circular. La implicación es que cualquiera sea la cantidad de vales monetarios medidos en términos de libras, dólares, etc. en circulación, siempre representarán el equivalente monetario del tiempo de trabajo, o MELT, requerido para hacer circular las mercancías. Entonces, ¿por qué necesitamos traer el oro o cualquier otra forma de dinero mercancía a la ecuación cuando simplemente podemos usar el MELT incorporado en las mercancías que deben circular?

Sin embargo, para que el MELT funcione, los capitalistas deben poder intercambiar siempre las mercancías por las demás mercancías necesarias para llevar a cabo el próximo ciclo de producción, y para su consumo personal,  a sus valores. Para lograr esto, deben producir las mercancías en las proporciones que permitan continuar tanto la reproducción simple como la ampliada, así como asegurar el intercambio de mercancías a sus valores. Sin embargo, dado que no existe un plan general de producción, ¿cómo saben los capitalistas qué producir y en qué cantidades? Esta es la pregunta que la teoría MELT no puede responder. Por eso no encontramos el concepto de MELT en ninguna parte de los escritos de Marx.

Moseley, no solo aquí sino a lo largo de su obra, ha pasado por alto un elemento crucial de la teoría del valor de Marx. En Marx, todas las mercancías representan sumas definidas de trabajo humano abstracto medido en alguna unidad de tiempo. Esto también se aplica a la mercancía dinero. Hasta este punto, no hay diferencia entre la mercancía dinero y todas las demás mercancías. Pero sólo la mercancía dinero representa una cantidad definida de trabajo humano abstracto medido en alguna unidad de tiempo que es directamente social. Como resultado, el valor —el trabajo humano abstracto— siempre debe medirse por el producto del trabajo concreto que produce el valor de uso de la mercancía dinero medido en términos de su unidad de medida apropiada. Por ejemplo, el trabajo concreto que produce oro en lingotes medido en alguna unidad de peso.

Por lo tanto, solo el dinero representa, en una economía de dinero-mercancía, la forma de riqueza social. Deja que eso decante, ya que habrá mucho más sobre esto en las próximas publicaciones. Estas son algunas de las ideas adicionales que se encuentran en Marx pero que no se encuentran en Ricardo o Moseley. Marx fue capaz de trascender la teoría ricardiana del valor, y si hubiera vivido para completar plenamente su obra, habría resuelto finalmente el problema de la transformación. Sin embargo, no solo Moseley, sino todos los demás teóricos del MELT siguen atrapados en una teoría del valor que, en aspectos cruciales, está más cerca de Ricardo que de Marx. Esto les impide, tal como a Ricardo, completar el trabajo de Marx y encontrar una solución correcta al problema de la transformación, como veremos en las próximas publicaciones.

Continuará.


NOTAS

[1]  Marx tenía un gran respeto por Ricardo mientras que despreciaba a su contemporáneo, Robert Thomas Malthus, quien prefería un enfoque superficial e impresionista del valor y las cuestiones económicas en general. Keynes, por el contrario, admiraba mucho a Malthus pero no le gustaba Ricardo. Esto debe tenerse en cuenta al evaluar los intentos de casar a Marx con Keynes, o en los términos actuales, la teoría marxista con la teoría monetaria moderna.

[2] Keynes odiaba la Ley Bancaria y concluyó que no era suficiente deshacerse de ella. Era necesario ir más allá y abolir por completo el requisito de que el Banco estuviera obligado a redimir sus billetes en una cantidad fija a pedido de sus tenedores. Hoy, todos los progresistas rechazan enérgicamente el patrón oro en cualquier forma, aunque algunos reaccionarios piensan que sería una buena idea restaurarlo de alguna forma.

[3] Una explicación relativamente popular de esto se encuentra en “Valor, precio y ganancia” de Marx.

[4] En el caso de la fuerza de trabajo, debemos sustituir los precios de producción de las mercancías que constituyen los salarios reales de los trabajadores porque la fuerza de trabajo no se produce capitalistamente y, por lo tanto, no tiene precio de producción.

[5] A los trabajadores de la época de Ricardo no se les pagaba con cheques de pago, sino con paquetes de moneda simbólica hechas de metal común.