DINERO-MERCANCÍA VERSUS DINERO NO-MERCANCÍA
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Hay más de qué escribir, pero me estoy quedando sin espacio y tiempo para este mes. Una cosa es cierta. Comprender las leyes que rigen el comercio mundial, no las fantasías neoclásicas, es crucial para comprender la actual crisis política mundial que amenaza con convertirse en una guerra mundial. También tiene el potencial de encender revoluciones proletarias rusas y mundiales latentes. Si queremos comprender lo que está sucediendo, debemos comprender las leyes económicas que rigen el comercio mundial. Esto nos lleva a la crítica de Anwar Shaikh a la teoría neoclásica del comercio mundial.

El comercio mundial

Anwar Shaikh nació en 1945 en lo que entonces era el noroeste de la India británica. La India británica pronto ganaría su independencia, no como una sola nación, sino como dos. Una de ellas fue Pakistán, donde nació Shaikh. La otra fue India. Bangladesh, originalmente parte de Pakistán, obtuvo su independencia en 1971. Las tres sufren lo que se denomina subdesarrollo. Como estudiante universitario, Shaikh pasó de la ingeniería a la economía para explorar qué estaba causando el subdesarrollo de Pakistán y otras naciones del Sur Global, donde vive la gran mayoría de la humanidad. El subdesarrollo está íntimamente ligado al comercio internacional.

La teoría del comercio internacional que Shaikh aprendió del economista neoclásico Gary Becker y sus otros profesores no lo satisfizo. Lo que Shaikh aprendió de estos maestros sobre el comercio internacional se llama teoría de la ventaja comparativa.

Esta teoría fue propuesta por primera vez por David Ricardo. A diferencia de su teoría del valor trabajo, la teoría de la ventaja comparativa migró de la economía política burguesa clásica ricardiana a la economía neoclásica. ¿Qué tiene que decir esta teoría sobre el comercio internacional? Ya he tratado este tema antes, pero revisaré la pregunta aquí porque es fundamental para la obra de Shaikh.

Ventaja comparativa

Supongamos que eres el gerente de una fábrica con mil trabajadores. Debes emplear a los mil trabajadores de manera que se maximice la productividad de su trabajo y la producción total de la fábrica. Hay diferentes tareas que realizar que requieren diferentes habilidades, fortalezas físicas y destreza manual. Los trabajadores individuales difieren en términos de las habilidades que poseen. Algunos trabajadores pueden realizar todas las tareas a un nivel superior al promedio. Algunos trabajadores están por debajo del promedio en cada tarea.

La mayoría de los trabajadores están por encima del promedio en al menos una tarea y por debajo del promedio en otras. Si empleas solo a trabajadores de calificación promedio o superior, dejará desempleados a los trabajadores que están por debajo del promedio en todas las tareas. Pero no tienes permitido hacer eso.

Para maximizar la productividad y el rendimiento mientras empleas a todos los trabajadores, debes asignar a cada trabajador un trabajo que realice mejor que cualquier otro trabajo. Será así incluso si el trabajo en el que se desempeñan mejor aún está por debajo de la productividad del trabajador promedio. Se dice que los trabajadores individuales que están por debajo del promedio en todas las tareas, pero más cerca del promedio en una tarea, tienen una ventaja comparativa en la tarea en la que son menos malos. Asumamos que nuestra fábrica es toda la economía mundial, y nuestros trabajadores individuales son naciones capitalistas involucradas en el comercio internacional. El gerente de nuestra fábrica es el mercado mundial.

Bajo el capitalismo, explica Shaikh, las naciones no comercian entre sí. Son las empresas individuales en busca de ganancia las que comercian entre sí. Sabemos que en el mercado nacional el capitalista con el precio de costo más bajo puede vender más barato que sus rivales. Supongamos que todos los capitalistas industriales pagan el mismo salario a sus trabajadores. Entonces, los capitalistas que pueden producir mercancías con la menor cantidad de trabajo —tanto capital muerto o constante como capital vivo o variable— disfrutarán del precio de costo más bajo. Si por el contrario los capitalistas producen mercancías con la misma cantidad de trabajo tanto vivo como muerto pero pagan salarios diferentes, será el capitalista que pague los salarios más bajos el que ganará la batalla de la competencia.

En promedio sabemos que los capitalistas tienen que pagar todo el trabajo representado por el trabajo muerto, es decir, el capital constante. También sabemos, por la teoría de la plusvalía de Marx, que los capitalistas pagan solo una parte del trabajo realizado por los trabajadores. En promedio, todo el trabajo muerto se paga en su totalidad; y sólo se paga una fracción del trabajo vivo.

Los capitalistas que ganan en la competencia usan la menor cantidad de trabajo pagado, no necesariamente aquellos que usan la menor cantidad de trabajo total para producir una mercancía de un valor de uso dado y una calidad dada. Si bien es una aproximación razonable suponer que todos los capitalistas se ven obligados por la competencia en el mercado laboral nacional a pagar más o menos los mismos salarios por un determinado tipo de mano de obra, esto no es cierto a nivel internacional. Los capitalistas del Sur Global a menudo pueden competir con éxito con los del Norte Global pagando salarios más bajos a sus trabajadores. La menor productividad de la mano de obra en el Sur Global no refleja un menor nivel de habilidad, sino que se aplica un menor grado de mecanización o automatización.

El problema de la ventaja comparativa

En cuanto al mercado nacional, la ley de la ventaja absoluta rige la competencia. Pero en el mercado internacional, según Ricardo y sus sucesores neoclásicos, rige la ventaja comparativa. ¿Por qué una ley económica para el mercado nacional y otra para el mercado internacional? La ley de la ventaja comparativa es atractiva para la economía neoclásica porque puede usarse para demostrar que tanto las naciones desarrolladas del Norte Global como las naciones subdesarrolladas del Sur Global tienen el mismo interés en el libre comercio internacional. Los economistas neoclásicos utilizan la teoría de la ventaja comparativa para aconsejar a los gobiernos tanto del Norte Global como del Sur Global que sigan políticas de libre comercio. Desde este punto de vista, la política económica de un gobierno, tanto en el ámbito nacional como en el internacional, debe esforzarse por acercarse lo más posible al ideal de la competencia perfecta.

Libre comercio significa: sin aranceles, sin subsidios a la exportación, y sin restricciones en la compra o venta de divisas y oro o cualquier otra restricción en el flujo de dinero hacia o desde el país. Esto es visto como una extensión de las políticas económicas que se impulsan internamente. Los gobiernos debiesen además mantener sus manos alejadas del comercio interno. Este libre comercio a nivel internacional, según los economistas neoclásicos, es necesario también a nivel nacional para lograr la máxima satisfacción del consumidor y la mínima, o idealmente, ninguna regulación comercial, ningún sindicato, ningún salario mínimo y ninguna ley de trabajo infantil.

Pleno empleo del capital versus pleno empleo del trabajo

Donde la economía neoclásica ha “avanzado” más allá de Ricardo —además de deshacerse de su teoría del valor trabajo— es en su concepto matemático de competencia perfecta y pleno empleo. El propio Ricardo asumió que todo el capital, dentro de cada nación capitalista y en todo el mundo, se utiliza en su totalidad. Asumió que solo utilizando completamente el capital disponible podrían los capitalistas maximizar sus ganancias. Pero a diferencia de sus sucesores, Ricardo nunca afirmó que la clase obrera sería plenamente empleada.

Ricardo fue partidario de la teoría de la población de Malthus. Supuso que si los salarios subían por encima del valor del trabajo, la formación de familias aumentaría, acelerando la tasa de crecimiento de la población hasta el punto en que superaría la tasa de crecimiento del capital. El resultado sería que el número de trabajadores superaría la demanda de mano de obra aunque el capital mismo estuviera totalmente empleado, y una parte cada vez mayor de la clase trabajadora estaría desempleada.

Con el tiempo, el creciente número de trabajadores desempleados empuja el precio de la mano de obra —los salarios— por debajo del valor de la mano de obra. Cuando esto sucede, la formación de familias se ralentiza y la tasa de crecimiento de la población cae por debajo de la tasa de crecimiento del capital. Como resultado, la tasa de crecimiento del número de trabajadores potenciales cae por debajo de la tasa de crecimiento del capital. La creciente escasez de mano de obra hace que los salarios se eleven por encima del valor de la mano de obra. El ciclo luego se repite. A través de estos ciclos, el valor de la mercancía trabajo en un país dado regula el nivel de salarios a largo plazo así como el valor regula el precio de todas las demás mercancías. Ricardo no creía que se pudiera lograr el pleno empleo de la mano de obra. Por el contrario, los economistas neoclásicos insisten en que, al suponer una competencia perfecta, no solo el capital sino también la mano de obra estarán plenamente empleados. Cuando se refieren al pleno empleo, se refieren al pleno empleo del capital (constante) y del trabajo.

Mercantilismo

Las conclusiones de Ricardo y sus sucesores sobre la conveniencia del libre comercio son opuestas a las conclusiones extraídas por los primeros economistas mercantilistas, que dominaron la economía política antes de Adam Smith. Los mercantilistas abogaban por aranceles protectores, subsidios para las industrias dedicadas al comercio exterior y restricciones al movimiento de dinero fuera de la nación, que hoy se denominan controles de capital. El objetivo de estos primeros economistas era lograr el mayor crecimiento posible en la cantidad de oro y plata —dinero— en el país. Los mercantilistas creían que esto maximizaba la riqueza de la nación.

Creían que la consiguiente expansión de la oferta monetaria interna estimularía los negocios al aumentar la demanda de mercancías dentro de la nación. La aceleración del estado de los negocios, sostenían los mercantilistas, aumentaría las ganancias por enajenación —mercancías vendidas por encima de su valor— de los capitalistas. La consiguiente maximización de las ganancias del capitalista estimularía a su vez la producción nacional de riqueza.

El mercantilismo reconoce que las relaciones entre las naciones capitalistas comerciantes son de antagonismo. No todas las naciones capitalistas pueden tener superávit de balanza comercial y de pagos al mismo tiempo. El comercio mundial hace que algunas naciones se enriquezcan mientras que otras naciones se empobrecen. El objetivo de la economía política era desarrollar políticas económicas para el gobierno de su propia nación que asegurarían que su propio país se enriqueciera con el comercio mundial.

Hoy, en mayo de 2022, el mundo está sumido en una guerra económica y financiera mundial. Los creyentes en la ventaja comparativa dicen que las guerras económicas y financieras globales son el resultado de gobiernos e individuos malvados, así como de políticas falsas. Desde el punto de vista de los mercantilistas de antaño, la actual guerra global y financiera es el resultado esperado de las operaciones de las leyes de la economía tal como ellos las entendían.

Existe el peligro de que la actual guerra económica y financiera mundial se convierta en una guerra militar mundial. Esto parecería perfectamente normal para los viejos mercantilistas. Las guerras económicas y financieras eran la regla en sus días, del siglo XVI al XVIII, y no pocas veces desembocaron en guerras militares. Parafraseando a Carl von Clausewitz, la guerra era la continuación del comercio por otros medios.

La era mercantilista culminó con la Guerra de los Siete Años (1756-1763), librada en todo el mundo por Gran Bretaña y Francia. Esta fue en realidad la primera guerra mundial. Una diferencia crucial entre los días del mercantilismo y la actualidad es que las fuerzas productivas de antaño se encontraban en un nivel de desarrollo mucho más bajo que el actual. Los medios de destrucción estaban igualmente menos desarrollados. El peligro de que una guerra militar mundial llevara a la destrucción de nuestra civilización, que tanto nos persigue hoy, no existía en los días de los economistas mercantilistas.

Los economistas neoclásicos de hoy viven en una época en la que la guerra militar podría conducir a la destrucción de la civilización. Incluso antes del desarrollo de las armas nucleares, la escuela neoclásica estaba ansiosa por demostrar que los intereses de los individuos, las clases y las naciones que participaban en una competencia perfecta eran idénticos. Los economistas neoclásicos sostienen que los conflictos económicos entre naciones que conducen a guerras comerciales son el resultado de políticas neomercantilistas incorrectas seguidas por varios gobiernos. Si todos los líderes de las naciones entendieran la economía neoclásica y adoptaran políticas de libre comercio, no habría guerras comerciales. En la economía neoclásica, proteccionista, mercantilista o neomercantilista son malas palabras.

Economía del desarrollo

Hay una rama de la economía moderna llamada economía del desarrollo. Esta es de gran preocupación para Anwar Shaikh. ¿Debería un país subdesarrollado seguir una política proteccionista o neomercantilista de sustitución de importaciones, aranceles protectores, subsidio a industrias prometedoras y mantenimiento de controles de capital para mantener el dinero dentro del país? ¿O debería seguir políticas neoliberales de libre comercio?

Los defensores neomercantilistas de políticas para los países en desarrollo, incluido Shaikh, sostienen que si siguen el libre comercio, las naciones del Sur Global permanecerán subdesarrolladas o solo podrán desarrollarse pagando salarios muy bajos a sus trabajadores.

Todas las naciones tienen ventaja absoluta en algunas ramas de la producción.

En realidad, todas las naciones disfrutan de una ventaja absoluta en algunos sectores de la producción. Por ejemplo, un clima tropical permite que una nación cultive plátanos, caña de azúcar, cocos, algodón y mangos. O una nación puede ser rica en yacimientos de petróleo o gas natural, yacimientos de cobre, oro, plata y otros metales preciosos, níquel, hierro o tierras raras. Las naciones subdesarrolladas en condiciones de libre comercio, suponiendo que prevalezca en el mercado mundial la ley de la ventaja absoluta frente a la comparativa, quedarán atrapadas en las industrias agrícolas o extractivas.

Adam Smith, aunque abogó por el libre comercio en lugar de la política mercantilista, asumió la ley de la ventaja absoluta aplicada tanto a la competencia nacional como internacional. Asumiendo salarios iguales, el capitalista que produce con la menor cantidad de trabajo, prevalece en la competencia. Suponiendo una ventaja absoluta, el libre comercio funciona bien para las naciones con economías capitalistas altamente desarrolladas. Cuando Smith escribió “La riqueza de las naciones”, Gran Bretaña era pionera en el uso de la energía de vapor. La ley de la ventaja absoluta garantizaba el dominio británico de la industria manufacturera. En la época de Smith, las políticas mercantilistas ya no tenían sentido para Gran Bretaña.

Pero, ¿se suponía que el resto del mundo se especializaría en industrias agrícolas y extractivas para siempre? ¿No estarían otros países tentados a seguir políticas mercantilistas hasta que fueran capaces de enfrentarse a Gran Bretaña en la competencia mundial e incluso superarla? Si lo hicieran, ¿estas políticas no representarían una amenaza para el monopolio industrial de Gran Bretaña?

Ricardo creía que Gran Bretaña debía sacrificar su agricultura para hacer avanzar su industria. Si comprara los alimentos más baratos en el mercado mundial, podría reducir los salarios dinerarios mediante el abaratamiento, en terminología marxista, del valor de la fuerza de trabajo, la reducción del valor trabajo de Ricardo. Suponiendo que los salarios reales y la jornada laboral permanecieran sin cambios, la tasa de plusvalía y la tasa de ganancia aumentarían, acelerando el desarrollo del capitalismo industrial británico. Los capitalistas industriales británicos estaban de acuerdo con la opinión de Ricardo, aunque no los capitalistas agrícolas o los terratenientes.

Ricardo y sus partidarios del libre comercio estaban dispuestos a sacrificar los intereses de los terratenientes y agricultores capitalistas en nombre de maximizar la producción industrial. Pero esto dejó a Gran Bretaña vulnerable al bloqueo. El país necesitaba desarrollar su poder naval. Mientras Britannia gobernara los mares, no habría bloqueo. En 1846, las políticas de libre comercio obtuvieron una victoria con la derogación de las leyes del maíz que protegían la agricultura británica.

Pero la teoría ricardiana fue más allá de abogar por el libre comercio para la Gran Bretaña industrial. Afirmó que todas las naciones deberían adoptar políticas de libre comercio independientemente de su nivel de desarrollo económico. La afirmación de que las políticas de libre comercio tenían sentido para Gran Bretaña no requería la teoría de la ventaja comparativa. También era cierto desde el punto de vista de la ventaja absoluta. Si la ventaja absoluta en el comercio internacional era correcta, el libre comercio favorecería a los países ya industrializados sobre los países desarrollados. Por ejemplo, el principal economista estadounidense del siglo XIX, Henry Carey (1793-1879), fue un fuerte proteccionista.

Si seguimos la lógica de Ricardo, Gran Bretaña cometió un error al seguir políticas mercantilistas en el pasado. Pero a mediados del siglo XIX, los liberales económicos británicos, armados con la obra de Ricardo, corrigieron errores anteriores. Si la teoría de la ventaja absoluta era correcta, Gran Bretaña se enfrentaba a la posibilidad de que otros países siguieran su propia estrategia y su monopolio industrial podría terminar. Esto es lo que pasó. La ventaja comparativa era muy conveniente para quienes se empeñaban en defender el monopolio. Lo mismo es cierto hoy en día para los países centrales imperialistas que buscan defender sus propios monopolios industriales de la industrialización del Sur Global.

Ventaja comparativa ricardiana versus mercantilismo

Los mercantilistas, que predominaban en Gran Bretaña antes del monopolio, afirmaban que el Estado debía maximizar la cantidad de dinero: oro y plata. Dado que el gobierno no podía aumentar las tierras productoras de oro y plata, la única forma de hacerlo era aumentar la entrada de dinero del exterior.

La forma de hacer esto era seguir políticas para una balanza comercial positiva más alta. Las armas: aranceles protectores para ayudar a las industrias emergentes a dominar el mercado interno a medida que expandían el mercado mundial. El mercantilismo alentó la aprobación de leyes que dificultaran la salida de dinero del país. Estas leyes ahora se llaman controles de capital. El mercantilismo dice que las guerras comerciales deben librarse y ganarse vigorosamente. Dado que el mundo se estaba dividiendo cada vez más en estados-nación, el trabajo de los economistas políticos era ayudar a su propio estado-nación a ganar la batalla por el dominio del mercado mundial. Si esto conduce a guerras a tiros por el acceso a los mercados, que así sea.

Las teorías del comercio mundial basadas en la ventaja comparativa ricardiana ven el comercio mundial de manera diferente. Creen en la teoría cuantitativa del dinero. Puesto que el capital de una nación emplea plenamente el aumento en la cantidad de dinero causado por una balanza comercial positiva, esto conduce a precios y salarios nominales más altos. En términos monetarios, la riqueza de una nación aumenta, pero no en términos reales o de valor de uso. Además, los precios internos más altos, incluido el precio de la mano de obra, hacen que la nación sea menos competitiva en el comercio exterior y que la balanza comercial positiva no pueda durar.

Si hay una balanza comercial negativa y el dinero fluye fuera de la nación, los precios, incluido el de la mano de obra, caen. La riqueza monetaria cae, pero el capital permanece totalmente empleado, por lo que la riqueza real de la nación no se ve afectada. La cantidad de dinero afecta a la riqueza nominal del país, no a su riqueza real. El dinero es neutral. Además, una balanza comercial negativa no persiste, porque la caída de los precios provocada por la contracción de la oferta monetaria aumenta la competitividad de la nación en el mercado mundial. Esto hace que la balanza comercial negativa desaparezca. Ricardo creía que este era el mecanismo que hacía cumplir la ventaja comparativa, no la ventaja absoluta, en el comercio internacional.

La ventaja comparativa y la teoría cuantitativa del dinero moderna

Ricardo asumió tasas de cambio de moneda fijos frente al oro y otras monedas. El precio del oro en términos de una moneda determinada es la tasa  de cambio de una moneda nacional frente al dinero mundial: el oro. Hoy, los partidarios de la teoría cuantitativa del dinero ya no afirman que las fluctuaciones del dinero no afectan la economía real. La teoría cuantitativa del dinero moderna admite que las fluctuaciones a corto plazo en la oferta monetaria tienen fuertes efectos en los niveles de producción y empleo. Los economistas modernos atribuyen la Gran Depresión de la década de 1930 a la contracción de la oferta monetaria mundial entre 1929 y 1933.

Los partidarios de la teoría cuantitativa del dinero moderna sostienen que las fluctuaciones en la oferta monetaria afectan la producción a corto plazo. Sin embargo, insisten en que, a largo plazo, las fluctuaciones afectan solo a la riqueza nominal, no a la riqueza real. Por lo tanto, si la teoría neoclásica moderna se mantiene, cuando la tasa de crecimiento de la oferta monetaria se estabiliza, tanto el capital como la mano de obra permanecen totalmente empleados, salvo en un shock económico como los confinamientos del COVID de 2020.

Los economistas neoclásicos como Milton Friedman favorecen una política de tasas de cambio flexibles. No ven necesidad de ninguna forma de dinero mundial, ya sea oro o monedas de reserva internacionales como el dólar estadounidense. Todo lo que se necesita para que el comercio mundial proceda de acuerdo con las leyes de la ventaja comparativa es que las monedas nacionales sigan siendo libremente convertibles en otras monedas nacionales a tasas de libre mercado. Ni los bancos centrales ni los gobiernos nacionales deberían preocuparse por las tasas de cambio. Si una nación tiene un déficit comercial, el tipo de cambio de su moneda frente a otras monedas cae. Esto encarece las importaciones en moneda nacional mientras que sus precios de exportación bajan en términos de moneda extranjera. Esto se traduce en una caída de las importaciones y un aumento de las exportaciones. Esto continúa hasta que el déficit comercial desaparece.

Si un país tiene un superávit comercial, su tipo de cambio frente a otras monedas aumenta. Las importaciones se vuelven más baratas en moneda nacional, mientras que las exportaciones a países extranjeros aumentan. Las importaciones aumentan y las exportaciones caen. Esto continúa hasta que desaparece el superávit comercial. La belleza de este sistema, según los economistas neoclásicos, es que las fluctuaciones en torno a la tasa de crecimiento a largo plazo de la oferta monetaria interna —inevitables con tipos de cambio fijos— pueden evitarse con tipos de cambio de flotación libre. Dado que los economistas neoclásicos creen que las fluctuaciones a corto plazo en la tasa de crecimiento de la cantidad de dinero son, según ellos, la principal fuente de fluctuaciones en la producción real, una flotación limpia permite evitar fluctuaciones en el nivel de negocios. ¡No más recesiones y su desempleo masivo cíclico!

Si se siguen estas políticas, se afirma que el comercio internacional estará equilibrado, los países no se endeudarán entre sí y, salvo algún impacto externo como una guerra, hambruna o pandemia, se evitarán las crisis económicas internacionales. Los seguidores de Milton Friedman, del ala derecha de la economía burguesa, así como los economistas del ala extrema izquierda de la economía burguesa moderna, partidarios de la Teoría Monetaria Moderna [MMT], apoyan la libre flotación de la moneda.

La armonización de los intereses de las naciones comerciantes implícita en la teoría ricardiana de la ventaja comparativa y su forma neoclásica moderna perfeccionada la hace atractiva para la economía neoclásica. La trinidad de la ley de Say, la teoría cuantitativa del dinero y la ventaja comparativa en el comercio internacional, que se halla en el centro de la teoría económica neoclásica moderna, ya se encuentra en Ricardo. Hoy esta trinidad forma el corazón del liberalismo económico o neoliberalismo.

En los países del Sur Global, los nacionalistas que reflejan los intereses de la burguesía nacional, así como la izquierda, abogan por aranceles protectores de sustitución de importaciones, subsidios gubernamentales a industrias clave y controles de capital. Prácticamente a todos los economistas profesionales del mundo se les enseña economía neoclásica en las universidades. Como vimos anteriormente, la ley de la ventaja comparativa es fundamental para la teoría neoclásica del comercio internacional. Según la teoría neoclásica, la única manera de lograr la máxima satisfacción del consumidor tanto a escala nacional como mundial es que prevalezca la competencia perfecta tanto en los mercados nacionales como en el mercado mundial. Todas las formas de proteccionismo y mercantilismo, ya sea practicadas por el Norte Global o el Sur Global, al impedir que la competencia perfecta y la ventaja comparativa operen libremente, son dañinas para el consumidor donde sea que viva.

¿Por qué el Sur Global necesita políticas mercantilistas si la ventaja comparativa gobierna el comercio internacional? Los economistas de izquierda dicen que la ventaja comparativa no funciona debido al crecimiento del monopolio en el Norte Global. Si prevalece la competencia perfecta, las políticas mercantilistas serían innecesarias y dañinas. Pero el crecimiento del monopolio implica que no prevalece la competencia perfecta sino la imperfecta.

Anwar Shaikh rechaza estos argumentos. Él cree que la ventaja absoluta gobierna el comercio internacional como gobierna el comercio dentro de una nación. Además, en “Capitalismo”, Shaikh muestra que los estudios empíricos indican que no hay evidencia de que prevalezca una ventaja comparativa en el comercio internacional, ya sea a corto o largo plazo.

Shaikh escribe: “La teoría estándar dice que los términos del intercambio se moverán para equilibrar automáticamente el comercio. … La evidencia empírica sobre los desequilibrios comerciales persistentes claramente favorece la teoría clásica”. [Refiriéndose a la teoría de que la ventaja absoluta, no la comparativa, gobierna el comercio internacional —SW] (p.523)

Si la ventaja comparativa no funciona en la práctica, al parecer el problema radica en la afirmación de que la ley de la ventaja comparativa rige la competencia internacional mientras que la ventaja absoluta rige la competencia interna. Ricardo usó la teoría cuantitativa del dinero para demostrar que la ventaja comparativa gobierna el comercio mundial. Si estaba equivocado, su error radica en su defectuosa teoría del dinero. Para continuar nuestro examen del tratamiento de Shaikh del comercio mundial, primero debemos examinar la propia teoría del dinero de Shaikh. Luego regresaré al importante trabajo de Shaikh sobre el comercio internacional.

Shaikh considera que John Maynard Keynes, Adam Smith, David Ricardo y Karl Marx son los cuatro mejores economistas de todos los tiempos. Deberíamos mirar lo que escribió Keynes sobre el mercantilismo y el comercio internacional y examinar las opiniones de Karl Marx sobre el libre comercio frente al proteccionismo. Este será el tema de la publicación del próximo mes.