DINERO-MERCANCÍA VERSUS DINERO NO-MERCANCÍA
[ÍNDICE DE LA SERIE]

Prospecciones Económicas

Sam Williams

Al castellano: @aederean

https://critiqueofcrisistheory.wordpress.com/economic-prospects/


Tres factores dan forma a la actual coyuntura económica mundial.

El primero es el ascenso lento pero prolongado del ciclo industrial global capitalista que siguió a la crisis económica mundial de 2007-2009. Este ascenso duró hasta febrero de 2020.

El segundo factor es la pandemia mundial de COVID-19 que clausuró gran parte de la economía y el comercio mundial en 2020. Con ello las tasas de desempleo alcanzaron los dos dígitos. Los gobiernos capitalistas de Occidente tratan cada vez más al COVID-19 como algo endémico en lugar de pandémico. Los confinamientos han terminado e incluso el uso de máscaras se está convirtiendo en una cosa del pasado. Pero el virus continúa. En China, la principal nación manufacturera del mundo, los confinamientos continúan intermitentemente.

El tercer factor es la guerra económica y financiera global lanzada por el imperio mundial de EE.UU. contra Rusia. La guerra fue formalmente lanzada en respuesta a la guerra ruso-ucraniana, en curso desde el golpe de estado derechista del Euromaidán apoyado por Estados Unidos en 2014. Entró en una nueva etapa con el lanzamiento de una operación militar especial por parte de Moscú el 24 de febrero de 2022. La guerra ya había cobrado la vida de unas 15.000 personas antes de que comenzara la operación militar. En los últimos años los combates fueron limitados, pero en las semanas previas al 24 de febrero Kiev intensificó los bombardeos del Donbass. Todo indica que Washington alentó a su gobierno títere Euromaidán a lanzar una ofensiva para aplastar a las Repúblicas Populares de Lugansk y Donetsk, étnicamente rusas.

En respuesta, el gobierno de Vladimir Putin reconoció las Repúblicas de Lugansk y Donetsk y luego lanzó una operación militar especial que puede describirse también como una invasión limitada que persigue objetivos limitados. El Kremlin combinó su operación con una iniciativa diplomática al abrir negociaciones con Kiev para poner fin a la guerra.

El Kremlin exige que Kiev retire sus tropas de todos los territorios reclamados por las Repúblicas Populares de Lugansk y Donetsk; que renuncie a sus pretensiones sobre estas regiones; que reconozca a Crimea como parte de Rusia; que ponga fin a la persecución de los hablantes de ruso en Ucrania; y la “desnazificación” de Ucrania. Moscú además exige que Ucrania consagre su condición de no-miembro de la OTAN en su constitución, prometa no adquirir armas nucleares y rechace las armas nucleares u otras armas de destrucción masiva en su territorio.

Sin embargo, Washington ha bloqueado toda negociación significativa entre Kiev y Rusia. En cambio, alentó a Ucrania a no hacer ninguna concesión a Rusia mientras aumentaba las armas suministradas por los EE. UU. y sus países satélites de la OTAN al régimen de Kiev. Washington espera que la continuación de la guerra lleve a Rusia a resquebrajarse y que el gobierno nacionalista ruso de Putin sea reemplazado por un gobierno dispuesto a cumplir las órdenes de Washington. Esperan que un gobierno posterior a Putin venda sus tierras productoras de petróleo, gas y minerales a corporaciones estadounidenses y de Europa occidental por casi nada. Esto es lo que ha estado haciendo el gobierno ucraniano de Euromaidán. [1] Para los rusos, la guerra limitada en Ucrania es parte de una lucha más amplia por la supervivencia misma de su nación contra lo que ellos llaman el Occidente colectivo: el imperio mundial de Estados Unidos y la OTAN.

Cómo es que el auge de las secuelas del COVID genera inflación

Un lector preguntó sobre la relación entre la inflación generada por el auge de las secuelas del COVID y lo que yo llamo inflación por depreciación de la moneda. ¿La inflación generada por el auge de las secuelas del COVID es lo mismo que la inflación por la depreciación de la moneda? La respuesta simple es no, o mejor dicho, todavía no. Para comprender la dinámica de la situación económica actual y su evolución futura, se debe comprender la relación entre la inflación provocada por el auge posterior a los confinamientos y la inflación que ocurre cuando una moneda pierde una gran cantidad de su valor frente al oro en un corto período de tiempo.

Cuando los gobiernos capitalistas, en un intento fallido por erradicar la pandemia, ordenaron el cierre de gran parte de la economía en marzo de 2020, los inventarios de las empresas —el capital mercantil de Marx— se redujeron drásticamente. El capital mercantil son las mercancías no vendidas que han absorbido plusvalía. Esa plusvalía se convierte en ganancia solo cuando, y si es que, se venden a precios rentables.

Durante los cierres, los gobiernos capitalistas pidieron prestado y gastaron una gran cantidad de dinero para apoyar el gasto, en la medida de lo posible, bajo condiciones de confinamiento. El otro objetivo del gasto público era evitar el colapso del sistema crediticio. Para financiar esto, el Sistema de la Reserva Federal de EE. UU. amplió considerablemente la cantidad de dólares estadounidenses, lo que permitió a otros bancos centrales ampliar la cantidad de sus propias monedas.

La combinación de una oferta decreciente de mercancías más una explosión en la cantidad de dinero creado por el banco central, más el dinero creado por los bancos comerciales, es inflacionaria. Esta inflación surte efecto cuando la economía se reabre, lo que obliga a las empresas capitalistas individuales en busca de ganancias, tanto industriales como comerciales, a luchar para reconstruir su capital mercantil. El capitalista individual, que va a la zaga de sus competidores en la reconstrucción de inventarios, corre el riesgo de perder mercados ante los competidores, quizás de forma permanente.

Cada vez que un gran número de capitalistas acumula inventarios simultáneamente —lo que los keynesianos llaman el multiplicador que implica una mayor demanda de mercancías para el consumo personal— se activa el acelerador de una mayor inversión empresarial. El resultado: una expansión de la demanda de mercancías, incluida la mercancía fuerza de trabajo. Una vez iniciados, los efectos multiplicador y acelerador intensifican el auge hasta que la demanda de dinero prestado supera la oferta, hasta el punto en que el crédito comienza a paralizarse. A medida que el multiplicador y el acelerador toman pleno efecto, lo que parece una escasez de inventario oculta la sobreproducción. Cuando esta sobreproducción se ha desarrollado hasta cierto punto, los efectos multiplicadores y aceleradores se revierten y se desarrolla la recesión.

En las últimas semanas, el Sistema de la Reserva Federal apuntó su plan de aumentar, o más bien, permitir un aumento considerable de las tasas de interés en los próximos meses. [2] La Fed dice que esto es para detener la inflación. Y a pesar de las ilusiones de los economistas progresistas en sentido contrario, mientras la economía opere sobre una base capitalista, esto es lo correcto. La Fed esperaba que la inflación se desvaneciera a medida que la economía continuara reabriendo y aumentaran las cantidades de mercancías a la venta en el mercado. Pero gracias al funcionamiento de los efectos multiplicadores y aceleradores eso no ha sucedido.

Si la Reserva Federal sigue creando dólares a un ritmo lo suficientemente rápido como para evitar el aumento de las tasas de interés, ¿no continuará el auge? La historia del capitalismo muestra que los auges de las secuelas, como los auges cíclicos más comunes, terminan solo cuando la economía se enfrenta a una creciente escasez de dinero y el crédito se agota. La razón subyacente es que la cantidad de mercancías no-dinerarias —medidas en términos del valor de uso de la mercancía dineraria, o en términos de valores trabajo— se expande a tasas más rápidas que la cantidad de la mercancía dineraria —medida también en términos del valor de uso o del valor trabajo de la mercancía dineraria. Marx llamó a esto una sobreproducción relativa general de mercancías. En términos más comunes, la producción de mercancías excede la capacidad del mercado para venderlas con una ganancia.

La respuesta de sentido común [3] a si la Fed y otros bancos centrales pueden o no evitar una recesión continuando con la expansión de la cantidad de moneda es: sí puede. Los progresistas argumentan que el dinero moderno ya no se basa en el oro porque ya no existe un vínculo legal entre las monedas y el oro. Por ello, creen que el dinero moderno es dinero no-mercancía, y que sigue leyes económicas diferentes a las del dinero del pasado, basado en el oro o la plata. Dicen que, si los bancos centrales son lo suficientemente generosos con el dinero, que pueden crear de la nada, entonces las crisis de sobreproducción ya no son inevitables. Es así que luego exigen que la Reserva Federal siga creando el dinero suficiente como para evitar el aumento de las tasas de interés.

Los progresistas [4] quieren que el gobierno detenga la inflación de alguna otra manera que no sea permitir el aumento de las tasas de interés que conduzca a una recesión. De acuerdo con este punto de vista de “sentido común”, la inflación es causada por capitalistas codiciosos que aumentan los precios para aumentar las ganancias. Muchos progresistas exigen que el gobierno simplemente prohíba los aumentos de precios. En realidad, los capitalistas individuales son impulsados ​​por la competencia y son siempre ávidos de más ganancias. Incluso si un capitalista no es particularmente codicioso, no tiene otra alternativa que apuntar a la mayor ganancia posible si quiere sobrevivir [como capitalista]. Enfurecerse contra la avaricia corporativa como causa de la inflación suena radical, pero delata una visión ingenua de cómo funciona el capitalismo. Si la inflación es causada por la codicia corporativa, ¿por qué las tasas de inflación eran bajas antes de la pandemia? ¿Eran los capitalistas menos codiciosos antes de la pandemia? ¡Por supuesto que no!

Otro argumento progresista es que la Fed sube las tasas de interés para aumentar el desempleo y frenar los aumentos salariales. Este argumento requiere una inspección cuidadosa. Tiene un grano de verdad. También es una trampa para la clase trabajadora. Es cierto que, medidos en dólares o en cualquier otra unidad monetaria, los salarios en promedio han aumentado más rápido de lo que lo han hecho durante muchos años. Sin embargo, los salarios reales —el poder adquisitivo del dinero que se les paga a los trabajadores por cada hora de trabajo— han ido disminuyendo. Los salarios han estado siguiendo al aumento del costo de vida y todavía se están quedando atrás, a pesar de la muy alentadora ola de organización sindical y huelgas.

¿Los aumentos salariales están causando inflación?

El periodista Christopher Rugaber repite esta afirmación de que el aumento de los salarios impulsa el aumento de los precios. Atribuye esta opinión al jefe de la Reserva Federal, Jerome Powell, una figura muy autorizada. Rugaber escribe: “Powell describió el mercado laboral como ‘extremadamente, históricamente’ contraído e ‘insosteniblemente caliente’. Los empleos disponibles están cerca de máximos históricos. Los salarios están aumentando a su ritmo más rápido en décadas. La tasa de desempleo está coqueteando con un mínimo de hace medio siglo y los despidos son escasos. … Con la inflación más alta en cuatro décadas perjudicando a los hogares y las empresas, el presidente de la Fed considera que la fortaleza del mercado laboral es un factor clave del aumento de los precios”. (“Por qué la Fed se preocupa por el mercado laboral estadounidense más fuerte en décadas”, Christopher Rugaber, AP News, 22 de abril de 2022)

Rugaber y Powell quieren hacerte creer que el problema es que ¡el desempleo es demasiado bajo! Creen que se debe aumentar el desempleo para aumentar la competencia entre los vendedores de fuerza de trabajo y reducir la competencia entre los compradores de fuerza de trabajo. Un aumento en el desempleo frena los aumentos de salarios, deteniendo así la inflación. Por alguna razón, Rugaber olvida mencionar que los salarios reales están cayendo, no subiendo.

Los economistas progresistas reconocen la caída de los salarios reales. Después de 40 años de estancamiento de los salarios reales a pesar del aumento de la productividad, ¿por qué ahora sería necesario ralentizar aún más los aumentos salariales? ¿Recortar los salarios? ¿Es esta la respuesta a la inflación?

Rugaber trata de asegurarnos que el aumento en el desempleo diseñado por la Fed no será severo… bueno, tal vez sí. Escribe: “Como lo ven Powell y la Fed, el aumento en las ofertas de trabajo obliga a los empleadores a aumentar los salarios para atraer y mantener a los trabajadores. Estos ascensos de los costos laborales  luego se transfieren a los clientes en forma de precios más altos, lo que ayuda a impulsar la inflación”. Nuevamente remito a los lectores al folleto de Marx Valor, precio y ganancia , que refutó este argumento hace más de 150 años.

Si el aumento en el desempleo es tan leve como sugieren Rugaber y Powell, entonces serán principalmente los jóvenes que ingresan por primera vez a la fuerza laboral los que sufrirán. Eso significaría que los jóvenes no obtendrán ese primer empleo necesario para conseguir buenos empleos en los próximos años. Un pequeño precio a pagar para frenar la inflación, según Powell, Rugaber y AP News.

Rugaber explica cómo es que la Fed podría lograr este resultado. Con tantos puestos vacantes, la Fed calcula que la mayoría de los empleadores reducirán las ofertas de trabajo, en lugar de despedir a la gente. Menos vacantes reducen la necesidad de aumentar los salarios y aliviar las presiones inflacionarias. La lógica de estos argumentos —y aquí está la trampa— es que si los trabajadores limitaran voluntariamente las demandas salariales, la inflación desaparecería. La Fed no necesitará subir las tasas de interés. Esto aumenta las posibilidades de un aterrizaje suave que solo afecte a los jóvenes que ingresan al mercado laboral, y no a los trabajadores que ya tienen trabajo.

Los sindicalistas podrían razonablemente preguntarse: ¿Por qué se les pide a los trabajadores que moderen las demandas salariales cuando son los patrones quienes suben los precios? ¿Por qué no exigir que los patrones se abstengan de subir los precios? Si los patrones se niegan, que el gobierno intervenga e imponga controles de precios. Si el gobierno actúa para detener la inflación imponiendo controles de precios, ¿no cesará la inflación? Así la Fed no tendrá que luchar contra la inflación mediante aumentos de las tasas de interés que generen una recesión. Suena razonable, ¿no?

El problema es que la ley del valor que rige la economía capitalista obliga a cada capitalista a obtener ganancias de acuerdo con las condiciones del mercado. La producción capitalista no es para satisfacer las necesidades humanas. Es para obtener la mayor ganancia posible. Si el gobierno intenta interferir con la generación de ganancias, los capitalistas tienen formas de evitarlo. Pueden retener productos en el mercado o venderlos en mercados ilegales o grises. O pueden reducir la calidad de los productos vendidos, como ocurrió durante los controles de precios y salarios de Nixon a principios de la década de 1970.

Para luchar contra los efectos de la inflación, debemos comprender cómo funciona la economía capitalista o arriesgarnos a repetir los errores de nuestros predecesores a principios de la década de 1970. En ese entonces, la mayoría de los trabajadores apoyaron los controles de precios y salarios de Nixon, que resultaron ser principalmente controles de los salarios. Estos controles fracasaron por completo en detener la inflación y redujeron los salarios reales.

Como explico a lo largo de este blog, los precios en una economía capitalista son una cantidad del valor de uso de la mercancía dinero medida en la unidad de medida apropiada al valor de uso de la mercancía dinero. En la práctica, esto significa que los precios son cantidades de lingotes de oro medidas en alguna unidad de peso, lo que Anwar Shaikh llama precios en oro [golden prices].

Los capitalistas se esfuerzan por reconstruir los inventarios durante los auges de las secuelas —como los que siguieron a la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial y ahora los cierres económicos del COVID de 2020— incluso más que durante los auges cíclicos. Suponiendo que la cantidad de oro que representa cada dólar, u otras unidades monetarias, permanezca estable si el banco central expande la cantidad de moneda que crea, el auge de las secuelas continúa, pero también lo hace la inflación asociada a él. Esto significa que, finalmente, los precios del oro superan el valor de las mercancías. [5] La ley del valor descubierta por la economía política clásica y perfeccionada por Marx no permite que los precios medidos en términos de lingotes de oro aumenten sin límite.

Suponiendo que la cantidad de oro que representa un dólar permanece sin cambios, el precio de costo de la extracción y refinación del oro aumentará. Esto elimina progresivamente las ganancias de las industrias de extracción y refinación de oro que producen el material dinerario. Luego, el capital sale de la extracción y refinación de oro hacia ramas de la producción más rentables. Cae la producción de oro. La tasa de crecimiento del tesoro mundial de oro se ralentiza progresivamente a medida que la tasa de crecimiento de la cantidad de mercancías no dinerarias, medida en términos de sus precios en oro, sigue aumentando. Esta es la esencia de la sobreproducción relativa que termina en una crisis: la recesión.

Si el Sistema de la Reserva Federal sigue políticas que permiten que continúe el auge de las secuelas del COVID, en algún momento, los capitalistas percibirán que el oro escasea. Se moverán para proteger el valor de su capital dinerario convirtiendo su moneda en lingotes de oro como lo hicieron durante la década de 1970. En ese entonces (en la década de 1970) las ganancias calculadas en términos de oro —las ganancias deben ser positivas en términos de oro— se volvieron negativas.

El resultado: una caída en la cantidad de oro que representa una determinada unidad monetaria. Cada unidad monetaria representa cada vez menos dinero real u oro y los precios de las mercancías, en términos de unidades monetarias, aumentan. A esto lo llamo inflación impulsada por la depreciación de la moneda. La inflación por depreciación de la moneda se produce no porque la demanda supere a la oferta, sino porque las unidades monetarias, como el dólar, representan cada vez menos dinero real. La inflación por depreciación de la moneda es, por lo tanto, diferente de la inflación causada por la escasez de mercancías en relación con la demanda monetaria efectiva, como vemos durante un auge de las secuelas.

Más que durante los auges cíclicos, durante los auges de las secuelas, la producción aumenta rápidamente. Mientras que al comienzo de los auges de las secuelas, las mercancías son escasas en relación con la demanda, durante los auges de las secuelas la cantidad de mercancías aumenta a un ritmo más rápido que el crecimiento de la cantidad de dinero, lo que permite que se expanda la demanda dineraria efectiva. A medida que los precios del oro van superando el valor de las mercancías, la producción de oro disminuye. Si los bancos centrales intentan mantener el auge creando más moneda, se produce una inflación por depreciación de la moneda. Las ganancias calculadas en términos de oro —las ganancias en oro [golden profits]— se convierten en pérdidas en oro.

Una vez que se afianza una inflación por depreciación de la moneda grave, ya sea que la inflación inicial haya sido causada por un auge de las secuelas o haya tenido alguna otra causa, la economía entra en un estado inestable llamado estanflación. Inestable porque las ganancias en oro son negativas. Esta situación no se puede mantener por mucho tiempo. Durante la estanflación, hay poco crecimiento económico ya que el costo de la vida elimina rápidamente el poder adquisitivo que los gobiernos y los bancos centrales intentan crear, mientras que las tasas de interés aumentan rápidamente. Suponiendo que el capitalismo continúe, la estanflación solo puede terminar en una profunda recesión y un desempleo masivo. La única manera de evitar esto es una revolución socialista. [6]

La última vez que vimos cómo se desarrollaron estas leyes económicas fue durante las décadas de 1960, 1970 y principios de 1980. En la década de 1960, una combinación de un auge cíclico normal se vio amplificada por un recorte de impuestos regresivo en 1964, seguido de un aumento en el gasto de guerra del gobierno asociado con la guerra de Vietnam. [7] Todo esto fue financiado por las políticas monetarias expansivas de la Reserva Federal que llevaron a la inflación. Esta no fue inflación por depreciación de la moneda. Más bien fue causada por el crecimiento de la demanda de mercancías más rápido que la oferta.

Esta inflación aún no era la estanflación de la década de 1970. La inflación de la guerra de Vietnam, de fines de la década de 1960, hizo que los precios aumentaran entre un 2 % y un 4 % al año, lo que fue leve en comparación con la inflación actual. Estos aumentos de precios, tanto en términos de dólares como de oro —el precio del oro en dólares todavía estaba en $35 la onza— además de episodios inflacionarios anteriores que comenzaron con la Segunda Guerra Mundial, el auge de las secuelas de la guerra, de 1946-48, la inflación de la guerra de Corea en 1950-51, elevaron el precio de costo de la extracción y refinación del oro lo suficiente como para detener el aumento en la producción aurífera mundial que comenzó con la supercrisis de 1929-33. Los políticos estadounidenses de la época, bajo la influencia de la economía keynesiana, creían que si separaban el dólar del oro, el dólar mismo se convertiría en la medida del valor de las mercancías y las ganancias.

Los errores de los políticos de las décadas de 1960 y 1970 no pudieron cambiar las leyes económicas objetivas que rigen el capitalismo. Estas leyes dictan que si el multiplicador y el acelerador hacen que los precios de mercado, en oro, por la inflación suban por encima del valor de las mercancías, esa inflación conduce a una inflación por depreciación de la moneda. En ese momento, si se quiere evitar la estanflación seguida de una hiperinflación y el colapso total de la moneda y la economía, el banco central debe permitir que las tasas de interés aumenten hasta que el auge termine en recesión.

El error que cometieron los formuladores de políticas fue su creencia de que al romper el vínculo legal entre el oro y el dólar, establecerían al dólar como dinero no-mercancía. [8] Pero como cualquier estudiante de Marx debería comprender, el dinero no-mercancía no puede ser ni la medida del valor, ni de la ganancia. El intento de establecer el dólar estadounidense como dinero no-mercancía en lugar del oro estaba condenado al fracaso desde el principio. Una vez que la inflación se convierte en inflación por depreciación de la moneda, cuanto más dure esta inflación más se debilita la confianza de los capitalistas en la moneda. Cuanto más se debilita la confianza en la moneda, más debe el banco central permitir que las tasas de interés suban antes de que se restablezca la confianza y se pueda detener la inflación por depreciación de la moneda.

Esta es la razón por la cual la ola de inflación por depreciación de la moneda, que ocurrió durante la década de 1970, se detuvo a principios de la década de 1980 solo cuando el jefe del Sistema de la Reserva Federal, Paul Volcker, permitió que las tasas de interés subieran a dos dígitos. Antes de Volcker, la Fed hizo que aumentara la tasa de crecimiento de la cantidad de dólares en un intento de mantener bajas las tasas de interés.

Cuando la Reserva Federal de Volcker permitió tasas de interés de dos dígitos, se detuvo la depreciación del dólar y se desvaneció la inflación. Pero las altas tasas de interés causaron una profunda recesión, haciendo que incluso la tasa de desempleo oficial, en gran subestimación del desempleo real, también aumentara a dos dígitos. Peor aún, desde el punto de vista de la clase trabajadora estadounidense, la recesión resultante fue solo el comienzo de un proceso de desindustrialización permanente de gran parte de la economía estadounidense. [9] Una subida similar de las tasas de interés tendría hoy un efecto aún más devastador debido a que el nivel de deuda de las empresas es mucho más alto que a principios de los años ochenta.

¿Cómo deben reaccionar los sindicatos?

Aunque existe la amenaza de una severa recesión con un fuerte aumento del desempleo, esta todavía no ha llegado. Gracias al auge de las secuelas del COVID, la demanda de la mercancía fuerza de trabajo es más fuerte de lo que ha sido durante muchas décadas. Los trabajadores se han aprovechado de esto y deberían hacerlo. Debemos ignorar el consejo de los economistas profesionales de limitar las demandas salariales con la esperanza de que eso detenga la inflación sin una recesión. Esto no funcionó en la década de 1970 (o en 1865) y no funcionará hoy. Tampoco debemos depositar esperanzas en los controles de precios del gobierno para detener la inflación. Incluso si se imponen controles, no defenderán el poder adquisitivo de nuestros cheques de pago. Si no aprovechamos las condiciones favorables que prevalecen en el mercado laboral actual, los patrones nos aplastarán, a nosotros y a nuestros sindicatos, cuando el mercado laboral gire, como lo hará, en su dirección. Esta es la lección de la década de 1970. Ningún capitalista deja de aprovechar un giro favorable en el mercado para las mercancías que vende. Nosotros, vendedores de la mercancía fuerza de trabajo, tampoco debemos hacerlo.

El tercer factor que afecta la evolución de la situación económica mundial actual es la guerra económica y financiera global lanzada contra Rusia por el imperio mundial de EE.UU. y la OTAN. Esta guerra tiene aspectos económicos (mercantiles) y financieros (dinerarios). El aspecto económico involucra órdenes de Washington a los satélites de Europa occidental, especialmente el alemán, para que dejen de comprar petróleo, gas natural, fertilizantes, granos, metales y otras mercancías rusas a Rusia. Y la guerra ruso-ucraniana amenaza con interrumpir la producción ucraniana de cereales y gas natural.

Los europeos occidentales dicen que simplemente no pueden dejar de comprar gas natural ruso. Pero Washington quiere obligarlos a pasar a comprar caro gas natural licuado de empresas estadounidenses. [Ver “Estalla la guerra económica y financiera global” ] Esto pone a los capitalistas alemanes y otros europeos en una desventaja competitiva al aumentar sus precios de costo individuales. Los capitalistas alemanes en particular están descontentos con las demandas de Washington.

La edición del 13 de abril de The New York Times citó al CEO del gigante químico alemán BASF, Martin Brudermüller: “La energía rusa barata ha sido la base de la competitividad de nuestra industria”. The Times continúa: “De hecho, ha sido la base de la economía alemana. Ahora que las empresas alemanas se enfrentan a la posibilidad de que se les pida que prescindan de ella, la resistencia aumenta silenciosamente. Los ministros del gobierno dicen que los líderes empresariales les preguntan discretamente cuándo “volverán a la normalidad” las cosas, es decir, cuando pueden volver a lo mismo de siempre”.

El informe del Times dice: “El canciller Olaf Scholz sorprendió al mundo y a su propio país cuando respondió a la invasión rusa de Ucrania con un plan de 100.000 millones de euros (108.000 millones de dólares) para armar a Alemania, enviar armas y poner fin a la profunda dependencia de su nación de la energía rusa.” Hasta aquí todo bien. The Times agrega: “Eso ganó aplausos… en casa y en el extranjero”.

Pero luego, The Times se queja: “Seis semanas después, los aplausos han cesado. Incluso cuando surgen imágenes de atrocidades en Ucrania… Scholz ha descartado un embargo inmediato de petróleo y gas, diciendo que sería demasiado costoso”. Desde entonces, el 2 de mayo, la ministra de Relaciones Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock, dijo que Berlín estaba lista para apoyar un embargo en toda la UE sobre las importaciones de petróleo ruso.

La clase capitalista alemana es consciente de que la actual guerra económica contra Rusia es también una guerra económica contra Alemania. Sin embargo, resistir las demandas estadounidenses requerirá que el imperialismo alemán encuentre una manera de cortar las cadenas de la OTAN [10] que lo han mantenido subordinado al imperialismo estadounidense desde que Estados Unidos invadió y ocupó Alemania (occidental) en 1945. Y eso parece poco probable.

Dado que tanto Rusia como Ucrania son importantes productores de trigo, amenaza una caída en el suministro de granos, causada por los embargos, la guerra y posibles cosechas fallidas por la escasez de fertilizantes. Esto elevará los precios de los alimentos, con probables aumentos futuros, si la cosecha de granos de 2022 se reduce debido a la escasez de fertilizantes. Entonces podríamos tener una combinación de subproducción agrícola y energética, combinada con sobreproducción en otras ramas de la industria. Esto podría conducir a una crisis económica mundial extraordinariamente desagradable en los próximos años.

Otro problema es la escasez de arrabio, también conocido como hierro bruto. El arrabio es el producto intermedio entre el mineral de hierro, el hierro oxidado y el acero. En la época de Leonid Brezhnev, la URSS se había convertido en el mayor productor de acero del mundo. [11] Hoy, lo que queda de la industria siderúrgica estadounidense depende de los restos de la otrora poderosa industria siderúrgica soviética en forma de arrabio producido en Rusia y Ucrania. Gran parte de la producción de hierro de Ucrania ahora está fuera de línea debido a la guerra. La producción rusa de hierro está embargada, por lo que los fabricantes de acero estadounidenses sufren escasez de arrabio. Los capitalistas intentarán acumular inventarios de estas mercancías repentinamente escasas, elevando los precios, al igual que la Reserva Federal permite que las tasas de interés suban para poner fin a la sobreproducción general asociada con el auge de las secuelas del COVID.

Las subidas de precios de los alimentos implican que las personas tendrán menos dinero para comprar otras mercancías y los pobres en el Sur Global podrían enfrentarse al hambre. La escasez de arrabio eleva los precios del acero. Esto eleva el precio de los automóviles y otros productos que contienen acero. La gente ya está sintiendo el efecto en el surtidor y en el supermercado. La situación amenaza con empeorar. La administración Biden ha intentado bajar los precios del petróleo y la gasolina vendiendo petróleo de su reserva estratégica y ordenando a sus satélites europeos que hagan lo mismo. Esto solo puede durar un tiempo sin acabar con la reserva, ya que Biden está liberando 180 millones de barriles de petróleo en seis meses, alrededor de un tercio de la reserva total, que tardará años en restaurarse.

La guerra financiera

Además de la guerra económica, está la guerra financiera. El movimiento más importante en la guerra financiera ha sido congelar las reservas en dólares y euros del banco central ruso en el sistema bancario occidental. El gobierno ruso logró en los últimos años cambiar alrededor del 20% de sus reservas a lingotes de oro en Rusia. Aunque Washington actuó para prohibir el uso de estas reservas de oro; la medida tiene pocas posibilidades de éxito. Como se dice que comentó el emperador romano Vespasiano, que gobernó la antigua Roma entre el 69 d. C. y el 79 d. C.: Pecunia non olet (el dinero no hiede), es decir, el dinero no está contaminado por sus orígenes.

Japón y China tienen las mayores reservas de dólares y euros. Japón ha estado ocupado y controlado por los Estados Unidos desde 1945, por lo que no tiene otra opción al respecto. Pero China es una historia diferente. Con la amenaza de guerra de EE. UU. sobre Taiwán y otros lugares, el gobierno chino y el Banco Popular de China (el banco central chino) deben preguntarse: ¿Estados Unidos y sus satélites europeos no congelarán y tal vez incluso robarán las reservas de China estimadas en un total de $ 3.222,4 miles de millones a noviembre de 2021? Los líderes de China deben estar pensando que deberían convertir gran parte de sus reservas de divisas en lingotes de oro mientras todavía hay tiempo. [12] Otros países que temen que ellos también estén destinados a un conflicto con Washington tienen buenas razones para hacer lo mismo. De hecho, algunos ya lo han hecho.

En la medida en que los bancos centrales extranjeros cambien sus reservas de dólares a oro, los capitalistas privados que esperan que el dólar pierda valor frente al oro harán lo mismo, magnificando el efecto. Para evitar una caída del dólar que podría desencadenar una depreciación de la moneda que resultase probablemente fatal para el sistema del dólar, la Reserva Federal tiene una razón adicional para permitir que las tasas de interés aumenten junto con la posibilidad de una recesión. Una recesión, con su desempleo masivo, obligaría a los Estados Unidos a reducir las importaciones y aumentar las exportaciones, lo que nuevamente aumentaría el valor (en oro) del dólar.

Si el cambio del dólar al oro se vuelve permanente, la capacidad a largo plazo de los EE. UU. para incurrir en déficits comerciales se reducirá permanentemente. Si esto sucede, el dólar se verá presionado a reducir los déficits comerciales, lo que obligará a la Fed a permitir que las tasas de interés suban antes que si el dólar mantuviera su estatus como la principal moneda de reserva del mundo. Esto significa déficits comerciales de EE. UU. más pequeños o incluso superávits comerciales a medida que el mercado interno se contrae en relación con los mercados nacionales de otros países. A medida que Estados Unidos exporta más riqueza al exterior mientras que las importaciones de riqueza caen, el nivel de vida decae.

Incluso si se resuelve la guerra ruso-ucraniana y Washington descongela las reservas de dólares y euros del Banco de Rusia, el daño ya está hecho. China y otras naciones se preguntarán: ¿Qué evitará que Estados Unidos congele nuestras reservas en una crisis futura? Es por eso que la administración Biden y su sucesor estarán bajo una fuerte presión para llevar la guerra contra Rusia a una conclusión victoriosa para el imperio de EE. UU. y la OTAN. Si Estados Unidos gana la guerra económica y comercial, el sistema del dólar y Estados Unidos-OTAN se fortalecerán en los años venideros. Pero si EE.UU.-OTAN pierde, el sistema del dólar y el imperio EE.UU.-OTAN podrían desmoronarse.

La guerra económica y financiera está en sus primeras etapas. En un inicio el rublo ruso cayó bruscamente frente al dólar, para deleite de Washington. Luego, para su disgusto, el rublo se recuperó. El hecho de que Rusia haya podido convertir casi una cuarta parte de sus reservas en oro durante los últimos años, más el alto precio actual del petróleo y el gas natural, ha fortalecido la capacidad de Rusia para resistir la agresión de Estados Unidos y la OTAN por ahora. Pero cuando el auge actual dé paso a una recesión mundial, se espera que los precios del petróleo, el gas natural y otras mercancías primarias bajen. Entonces el rublo estará bajo una presión colosal.

Cuando esto suceda, será más difícil para el régimen de Putin mantener el control. Si Putin cae, Rusia podría ir hacia la derecha, lo que significa una transformación en colonia de EE. UU. y la OTAN como Ucrania bajo el  Euromaidán. O Rusia podría caer a la izquierda. Si fuera a la derecha, la República Popular China sería la siguiente porque el control estadounidense de los vastos recursos naturales de Rusia se los negaría a la industria china. Pero si Putin cae hacia la izquierda, podría conducir al renacimiento de la revolución proletaria rusa y alguna forma de la URSS. Lo que está en juego no podría ser mayor. [13]

 

 

 


NOTAS

[1] El gobierno del Euromaidán es a menudo descrito como un gobierno nacionalista. En muchos sentidos, es exactamente lo contrario. El régimen de Kiev está ansioso por vender tierras agrícolas ucranianas y otros recursos económicos a corporaciones estadounidenses y de Europa occidental y a personas adineradas. Por ejemplo, en 2019, el régimen del Euromaidán “eliminó la prohibición de la venta de tierras agrícolas por primera vez en casi dos décadas, una medida apoyada por los patrocinadores extranjeros del país que corre el riesgo de una reacción política negativa”, reportó el Financial Post en su momento. Esto no es lo que haría un gobierno nacionalista genuino. La brigada Azov, parte del régimen del Euromaidán, es conocida por usar símbolos nazis, incluida la esvástica. Sin embargo, los nazis alemanes consideraban a los ucranianos, un pueblo eslavo, aptos solo para realizar trabajos de bajo salario para sus amos alemanes. El Euromaidán es nacionalista solo en el sentido de que fomenta el odio hacia otras naciones, especialmente hacia los rusos. Las raíces del movimiento nacionalista ucraniano no se encuentran en ningún movimiento de liberación nacional genuino, sino en la amarga oposición de los capitalistas ucranianos a la Revolución Rusa, tanto en su aspecto democrático como socialista.

[2] Los bancos centrales solo pueden fijar las tasas de interés que ellos mismos cobran. En lo que respecta al Sistema de la Reserva Federal de EE. UU., esto incluye la tasa a la que (re)descuenta papel comercial, préstamos comerciales a corto plazo sin garantía y las tasas de interés que paga sobre los depósitos que los bancos comerciales y el Tesoro mantienen con los 12 bancos que conforman el sistema. El Sistema de la Reserva Federal manipula dentro de ciertos límites pero no establece otras tasas de interés. Manipula las tasas al expandir o contraer la cantidad de dólares que crea. Si quiere que bajen las tasas de interés del mercado, amplía la cantidad de dólares. Cuando quiere que suban las tasas de interés del mercado, reduce o ralentiza la creación de dólares.

Si el banco central intenta establecer tasas de interés más bajas de lo que quiere el mercado, el dinero sale de la moneda ya sea hacia otras monedas más fuertes o hacia el oro. Esto desencadena un proceso de lo que yo llamo inflación impulsada por la depreciación de la moneda que eleva las tasas de interés. Cuando los precios en términos monetarios suben, se necesita más moneda para hacer circular esa moneda. Si la moneda adicional no está disponible, las tasas de interés aumentan.

Si el banco central intenta luchar contra un aumento de la tasa de interés creando más moneda, el resultado es una depreciación acelerada de la moneda frente tanto al oro como a la moneda no depreciada o menos depreciada, si es que existe. La depreciación continúa. Esto da como resultado primero una inflación galopante, luego una hiperinflación y termina en el colapso de la moneda. Los bancos centrales han aprendido que los auges económicos requieren que se permita que las tasas de interés suban para salvaguardar los valores de las monedas. Los bancos centrales no pueden evitar que las tasas de interés suban durante los auges. En cierto punto, el aumento de las tasas de interés termina en recesión.

[3] Marx señaló que si el sentido común fuera suficiente para comprender tanto los fenómenos naturales como los sociales, no habría necesidad de la ciencia.

[4] Los progresistas pueden definirse como personas bien intencionadas que se oponen a las consecuencias del capitalismo pero que no están dispuestas a sacar las conclusiones políticas necesarias. Estas conclusiones son que el capitalismo debe transformarse en socialismo (la fase primera o inferior de la sociedad comunista) a través de la institución de la dictadura del proletariado de Marx. Esta dictadura no es más que la clase obrera organizada como clase dominante. Debido a que los progresistas tienen buenas intenciones pero no están dispuestos a sacar las conclusiones necesarias, la economía progresista es un enorme lío.

[5] Si el dinero moderno fuera realmente dinero no-mercancía, no habría forma de que el nivel general de precios subiera por encima o cayera por debajo del valor de las mercancías. La idea de precios por encima o por debajo del valor de una mercancía, algo que deben poder hacer si el capitalismo quiere lograr las proporciones correctas de las diferentes ramas de la producción, requiere que las mercancías se intercambien por un contravalor. Esta sólo puede ser alguna cantidad de otra mercancía con su propio valor separado, independiente del valor de la mercancía que mide en términos de su valor de uso.

Si una mercancía en particular se vende a un precio superior a su valor, la cantidad de dinero por la que se intercambia tiene un valor mayor que la mercancía que se está vendiendo. Si la mercancía se vende a un precio por debajo de su valor, la mercancía se intercambia por una suma de dinero con un valor menor que el valor de la mercancía dinero. Si una mercancía se vende por su valor, la cantidad de dinero por la que se intercambia tiene el mismo valor que la mercancía dinero. Bajo el capitalismo o cualquier sistema de producción de mercancías, el dinero no-mercancía es una imposibilidad lógica.

[6] Antes de que Paul Volcker se convirtiera en presidente de la Junta de la Reserva Federal en julio de 1979 bajo la presidencia de Jimmy Carter, las políticas de la Reserva Federal tenían como objetivo las tasas de interés a corto plazo. Volcker dejó de apuntar a las tasas de interés y congeló la tasa de aumento de los dólares que estaba creando. La negativa de Volcker a acelerar la tasa de crecimiento de la cantidad de dólares que estaba creando la Fed se conoce como el Shock de Volcker.

Las tasas de interés se dispararon, el precio del oro en dólares se desplomó y la inflación se desvaneció. ¿El precio? Dos dígitos en las cifras oficiales de desempleo, el colapso de gran parte de la industria básica de EE. UU. y el nacimiento del Rust Belt. El número de trabajadores empleados en la manufactura nunca más se acercó a los niveles de julio de 1979. En otras palabras, cuando Paul Volcker consiguió un nuevo empleo, muchos trabajadores industriales perdieron el suyo y nunca lo recuperaron. Desde el punto de vista de la clase dominante capitalista, las políticas de Volcker no fueron un error. Sus políticas lograron restaurar una tasa de ganancia positiva en términos de oro. Desde el punto de vista del capitalismo estadounidense, eran absolutamente necesarias. La única alternativa hubiera sido una revolución socialista de la clase obrera.

 

[7] La doctrina financiera tradicional sostiene que los gobiernos deben aumentar los impuestos para luchar en las guerras. El gobierno de EE. UU. hizo lo contrario al reducir los impuestos justo cuando estaba escalando la guerra. La inflación de fines de la década de 1960 es lo que cabría de esperarse.

[8] Los académicos marxistas afirman que el dinero de hoy es dinero no-mercancía. Pretenden que el intento de establecer el dólar estadounidense en lugar del oro como la última medida de valor tuvo éxito, cuando fracasó. Su creencia de que el dinero de hoy no es una mercancía es fundamental para la idea de que, en los auges, los bancos centrales pueden de alguna manera prevenir las tasas de interés que generan recesión. Esto está ligado a la idea de que se puede desarrollar un conjunto de políticas que acaben con el desempleo, y la pobreza que genera, sin abolir el capitalismo.

[9] Las causas fundamentales de la desindustrialización son las diferencias en el valor de la fuerza de trabajo y las tasas de plusvalía en Estados Unidos, y los demás países imperialistas, y los países del Sur Global. Sin embargo, las altas tasas de interés que siguieron al Shock de Volcker aceleraron considerablemente el proceso. El intento fallido de desmonetizar el oro es lo que hizo necesario para el capitalismo el Shock de Volcker.

[10] La OTAN se fundó en 1949. En realidad comenzó a formarse en junio de 1944, cuando Estados Unidos y Gran Bretaña invadieron Europa. Casi 78 años después, las tropas estadounidenses siguen en Europa y su número va en aumento. Como dijo, en 1949, el primer secretario general de la OTAN, el general británico Hastings “Pug” Ismay, “el propósito de la OTAN es mantener a los rusos fuera, a los estadounidenses dentro y a los alemanes abajo”. Con el gobierno alemán capitulado ante las demandas de EE. UU. de cortar el comercio esencial con Rusia, que es tan importante para Alemania, la OTAN sigue trabajando, según lo previsto, para mantener a raya a los alemanes.

[11] La planta siderúrgica de Azovstal, donde se atrincheraron las últimas fuerzas ucranianas en la ciudad de Mariupol, se construyó durante el primer y segundo plan quinquenal soviético entre 1930 y 1933. Esta planta fue robada a la clase obrera soviética como resultado de la contrarrevolución social y política de 1985-91. Ha sido propiedad y está operada por la empresa holandesa Metinvest Holding LLC, una subsidiaria de Metinvest BV. Nada ilustra mejor la diferencia entre la Revolución de Octubre por un lado y la contrarrevolución política y social de 1985-1991 por el otro.

La clase obrera en el poder construyó una poderosa industria, mientras que la clase capitalista que volvió al poder como resultado de la contrarrevolución se divide en campos de guerra. Arruinaron la industria construida por la clase obrera soviética multinacional y continúan esta devastación. Esto indica no sólo la naturaleza destructiva de la contrarrevolución política y social, sino también la necesidad urgente de nuevas revoluciones obreras en Rusia, Ucrania y las demás repúblicas ex soviéticas.

[12] Incluso si Beijing se convence de la necesidad de convertir sus enormes reservas de divisas en oro, no puede hacerlo todo de una vez. Una de las razones es que el vertido de más de 3 billones de dólares en el mercado del oro haría subir el precio del oro en dólares tan rápidamente que gran parte de las reservas de comercio exterior de Beijing desaparecerían al medirse en dinero real: lingotes de oro. Además, tal movimiento podría enviar a la economía mundial a una profunda depresión y que también afectaría a China. Otra razón: si China hiciera esto, Washington congelaría las reservas de dólares y euros de China como lo ha hecho con Rusia.

[13] Si Rusia puede expulsar al ejército ucraniano del Euromaidán del Donbass, la moral del pueblo y la clase trabajadora rusos se elevará. La gente del Donbass sentirá que ha obtenido una victoria. Su victoria será sobre los batallones neonazis que han matado a miles desde 2014. También sentirán que su victoria es sobre el Occidente colectivo, el imperio de EE.UU. y la OTAN que está detrás de los reaccionarios del Euromaidán.

Pero aunque Putin pueda ayudar a expulsar a los reaccionarios ucranianos del Donbass, esto dejará a los capitalistas rusos todavía a cargo. Los trabajadores del Donbass y partes de Rusia podrían estar inclinados a extender su victoria contra estos capitalistas rusos. Aquí Putin no será de ayuda. Pero los trabajadores dirán, nuestros bisabuelos y abuelas lidiaron con los capitalistas en su día, ¿por qué no podemos hacer lo mismo hoy?

La cuarta revolución rusa: la revolución de 1905 es la primera, la segunda es la de febrero de 1917 y la tercera es la Revolución de octubre de 1917. En caso de una victoria rusa en el Donbass, una cuarta estará cerca. Pero si el Occidente colectivo y los títeres del Euromaidán salen victoriosos, el pueblo y los trabajadores rusos se hundirán en la desesperación. La reacción en Rusia, y quizás en el mundo, se fortalecería en los próximos años.

Si el gobierno del Euromaidan y EE.UU.-OTAN salen victoriosos, se profundizará su control político sobre Ucrania. La reacción reinará allí durante años. El pueblo ucraniano pondrá sus esperanzas en cualquier migaja que le arroje el imperio de EE.UU. y la OTAN. Pero si el Euromaidan es derrotado, el sentimiento de patriotismo y chovinismo en torno al actual gobierno ucraniano se disipará. Los ucranianos preguntarán, ¿qué ganamos con la guerra fratricida con los rusos que libramos en nombre de nuestros líderes del Euromaidán y sus amos de EE. UU. y la OTAN? Si este es el resultado, el actual gobierno del Euromaidán tendrá dificultades para mantenerse en el poder en la Ucrania de la posguerra. Las posibilidades de una nueva revolución en Ucrania aumentarán.