Competencia perfecta (B)

Sam Williams

Al castellano: @aederean

https://critiqueofcrisistheory.wordpress.com/perfect-competition/


Ahora quiero continuar con mi crítica del trabajo del economista marxista Anwar Shaikh, a quien considero el mejor economista de su generación.

El sistema neoclásico y su competencia perfecta

Anwar Shaikh observa que la crítica de izquierda más popular de la teoría neoclásica en los círculos académicos es la teoría de la competencia imperfecta. Pero algo sólo puede ser imperfecto en relación con la perfección. En el caso de la economía académica de izquierda, la competencia es imperfecta en relación con la competencia perfecta, que es parte integral de la teoría neoclásica.

La teoría de la competencia imperfecta se construye sobre la base de la economía marginalista neoclásica. Desde la llamada revolución keynesiana, la economía burguesa se ha dividido en macroeconomía y microeconomía. La macroeconomía se ocupa de la teoría de la estabilización. La microeconomía es la economía neoclásica en su forma pura. La teoría neoclásica asume que una economía capitalista, a menos que esté sujeta a algún impacto externo enorme, es extremadamente estable. La economía neoclásica supone que las políticas de estabilización del gobierno y del banco central son innecesarias y hacen más daño que bien.

¿Cuál es la relación entre la escuela neoclásica, que domina los departamentos económicos universitarios, con la economía política clásica de Adam Smith (1723-1790) y David Ricardo (1772-1823), y la crítica de Marx a la escuela clásica? ¿Son estas tres teorías económicas más o menos iguales, nada más que  utilizando una terminología diferente? ¿Acaso describen una imagen similar del capitalismo en la era de la libre competencia existente desde finales del siglo XVIII hasta finales del siglo XIX? ¿O son fundamentalmente incompatibles? ¿Sacan conclusiones radicalmente diferentes?

Paul Sweezy, fundador de Monthly Review, sostenía que la economía política clásica, la crítica de Marx a la economía política clásica y la microeconomía neoclásica eran compatibles. El problema, según Sweezy, es que la suposición de una competencia “libre” o “perfecta” era, en mayor o menor medida, válida hasta antes de finales del siglo XIX, pero desde entonces se ha visto completamente socavada por el crecimiento del monopolio. Así, el crecimiento del monopolio requiere un nuevo análisis basado, no en la competencia libre o perfecta, sino más bien en la dominación del monopolio confinando la antigua competencia libre —o perfecta— a un sector subordinado, no-monopólico, de la economía.

Según Sweezy, la gran obra de Marx, “El capital”, ya estaba quedando obsoleta para cuando dejó de trabajar en ella, a principios de la década de 1880. Y la economía política clásica de Adam Smith y David Ricardo, así como la obra de los creadores de la teoría neoclásica, están también desfasadas por la misma razón. Para comprender el capitalismo monopolista moderno, decía Sweezy, se necesita una teoría económica radicalmente nueva, que coloque al monopolio en el centro mismo del análisis. Esto es lo que los coautores, Sweezy y Paul Baran, intentaron hacer en “Monopoly Capital”, publicado en 1966.

Según Sweezy y Baran, Rudolf Hilferding (1877-1941) y VI Lenin (1870-1924) iniciaron el análisis de una economía capitalista monopolista poscompetitiva. Hilferding comenzó este proceso en su libro “El capital financiero”, publicado en 1910. Lenin lo desarrolló aún más en su panfleto “El imperialismo”, publicado en 1916. Sweezy, sin embargo, afirmó que ni Hilferding ni Lenin fueron lo suficientemente lejos para romper con el supuesto de la libre competencia de Marx.

Sweezy decía que Marx, en “El capital” y en el resto de sus obras económicas, se propuso describir las leyes de movimiento que gobiernan a una economía capitalista competitiva. La crítica de Sweezy y Baran a Hilferding y Lenin es la de no haber caído en cuenta de que las leyes del movimiento analizadas por Marx, correctas para una economía capitalista competitiva, ya no se aplican al capitalismo contemporáneo. La obra de Hilferding y Lenin, entonces, estaba desactualizada incluso antes de que comenzaran a trabajar en ella. Esta es la razón por la cual a la obra de Sweezy se le describe con frecuencia como neomarxista, pues Sweezy creía que las leyes del movimiento descritas en “El capital” de Marx no describen el funcionamiento del capitalismo moderno.

Sweezy creía que, al analizar el capitalismo competitivo, Marx y los neoclásicos estaban describiendo con precisión las leyes que rigen a éste, pero que utilizaron terminologías diferentes y enfatizaron aspectos diferentes del sistema. Que, si bien es cierto que Marx desarrolló un análisis sociológico del capitalismo mucho más profundo que cualquiera que se encuentre en los escritos neoclásicos, la microeconomía neoclásica desarrolló técnicas que describen el funcionamiento de un capitalismo competitivo con mucho más rigor matemático que cualquiera en Marx. Sweezy creía que si se combinan ambos —el análisis sociológico profundo de Marx del capitalismo competitivo con las técnicas matemáticas de la economía neoclásica— se obtiene un análisis del capitalismo tal como operó desde finales del siglo XVIII hasta finales del siglo XIX.

En los círculos universitarios, gran parte de la actual economía política radical o de izquierda —ya sea que se describa a sí misma como marxista, neomarxista o poskeynesiana— sigue el camino iniciado por Baran y Sweezy. Toman el sistema marginalista neoclásico como punto de partida, y luego lo modifican reemplazando el concepto de competencia perfecta por el de competencia imperfecta o monopolista. Esto luego se combina con las ideas sociológicas de Marx, para describir el capitalismo monopolista actual. Examinaré estas modificaciones propuestas al sistema neoclásico en publicaciones futuras.

La crítica de Anwar Shaikh

Anwar Shaikh rechaza el enfoque de competencia imperfecta, de “Monopoly Capital“, para analizar el capitalismo actual. Shaikh, como Baran y Sweezy, también critica a Hilferding y Lenin, pero desde la dirección opuesta. Según Shaikh, ambos asumieron algo así como una competencia perfecta hasta finales del siglo XIX. Luego creyeron que la competencia perfecta había dado paso a la competencia imperfecta a principios del siglo XX, un análisis desarrollado por Baran y Sweezy. Shaikh parece creer que Hilferding y Lenin aceptaron como válida, para la fase competitiva del capitalismo, la conclusión básica de la economía neoclásica.

Sweezy estudió economía en Harvard a principios de la década de 1930. Él, como Shaikh, se formó en economía neoclásica antes de familiarizarse con la obra de Marx y sus precursores clásicos. Sweezy nunca desaprendió la economía neoclásica. Pero parece poco probable que Hilferding, y mucho menos Lenin, pudiera haber sido influenciado seriamente por ésta. A diferencia de Sweezy, ni Hilferding ni Lenin eran economistas profesionales. Se considera que el fundador de la escuela neoclásica es el economista francés Léon Walras (1834-1910).[1] Walras era, inicialmente, estudiante de ingeniería y experto en matemáticas. Desarrolló la noción de competencia perfecta y de equilibrio general como conceptos matemáticos.

Rudolf Hilferding estudió medicina, no economía. No era un economista profesional. La economía neoclásica apenas comenzaba a existir cuando él era estudiante. Y Lenin estudió derecho, no economía. Hilferding y Lenin aprendieron economía de Marx y sus seguidores en el movimiento obrero. El Hilferding maduro estaba familiarizado con la economía marginalista (la escuela austriaca) y se oponía a ella.

Shaikh sobre la competencia perfecta versus la real

Shaikh cree que los cuatro grandes economistas clásicos (Adam Smith, David Ricardo, Karl Marx y John Maynard Keynes) entendieron la competencia real, en oposición a la competencia perfecta. De estos cuatro, Adam Smith, David Ricardo y Karl Marx vivieron y trabajaron antes de que se desarrollara el concepto matemático de competencia perfecta. Solo Keynes lo habría conocido.

Shaikh describe la competencia capitalista del mundo real como diferente de la competencia perfecta. A diferencia de la escuela Monthly Review, Shaikh cree que la competencia capitalista hoy en día es muy similar a lo que ha sido siempre. Shaikh rechaza el “Monopoly Capital” de Sweezy y Baran, así como los trabajos de Hilferding y Lenin sobre las finanzas y el capitalismo monopolista. Lenin definió el imperialismo como la etapa monopolista del capitalismo. Shaikh sostiene que no existe una etapa monopólica del capitalismo, aunque no niega que el capitalismo sea imperialista.

Un problema para el lego, que no está familiarizado con la economía académica, es que el concepto de competencia perfecta tiene poco sentido fuera de una mentalidad matemática. Antes de poder comprender la competencia perfecta, y su derivado imperfecto, se debe comprender los conceptos básicos de la economía neoclásica.

Los orígenes de la economía neoclásica

En el siglo XIX  había dos teorías principales del valor. Una, la noción de valor trabajo, sostiene que el valor de una mercancía es la cantidad de trabajo socialmente necesaria para producirla. David Ricardo, del campo burgués, fue su paladín más consecuente. Su obra fue la cúspide de la economía política clásica. A finales de siglo, esto fue reemplazado por la crítica marxista de la economía política clásica y por la economía neoclásica. El marxismo fue la teoría del movimiento obrero de la Segunda Internacional. La otra teoría —el marginalismo neoclásico de Walras— se convirtió en la teoría económica de la clase dominante.

Después de la muerte de Ricardo en 1823, se intensificó la lucha de clases entre los capitalistas y las clases trabajadoras. Esta lucha de clases hizo que los críticos socialistas del capitalismo comenzaran a utilizar la teoría ricardiana del valor trabajo. El capitalismo, lejos de obedecer al principio del intercambio de cantidades iguales de trabajo, violaba ese principio. Los socialistas querían llevarlo a la práctica. [2]

Si solo el trabajo produce valor, ¿de dónde provienen los ingresos de los capitalistas y terratenientes? Los socialistas premarxistas argumentaron que debe provenir de trabajadores que ganan menos que el valor del trabajo que realizan. La clave, argumentaban los socialistas, era asegurar que los trabajadores recibieran el valor total de su trabajo. Entonces la economía operaría de acuerdo con la ley del valor trabajo. Una vez que esto se hiciera efectivo, los terratenientes no podrían vivir de la renta de la tierra ni los capitalistas vivir de los intereses del capital.

Karl Marx resolvió las contradicciones de la teoría ricardiana del valor. Marx no se autodenominaba economista político. Creía ser un proletario revolucionario que criticaba la economía política burguesa. La teoría marxista del valor trabajo ha sido central en este blog para toda la economía marxista. Pero primero debemos examinar la teoría económica neoclásica. Voy a tratar lo básico. Entonces podremos entender qué quiere decir Shaikh con competencia perfecta.

La economía política abandona la ley del valor trabajo

Desde el punto de vista de la economía política burguesa posricardiana, el mayor problema con la ley del valor trabajo era que conducía a la idea de que la plusvalía (renta de la tierra + interés + beneficio de la empresa y sus ingresos derivados) se deriva del trabajo no remunerado de la clase trabajadora. Los socialistas premarxistas creían que la existencia misma del trabajo no remunerado, la plusvalía de Marx, implicaba que debía haber algún tipo de violación del principio de igualdad de intercambio. La contribución de Marx fue mostrar que este no es el caso. Marx demostró que la plusvalía sólo puede explicarse comenzando con el supuesto ricardiano de que cantidades iguales de trabajo siempre se intercambian por cantidades iguales de trabajo. Nadie, ni siquiera Marx, había sido capaz de señalar este punto antes de finales de la década de 1850.

Marx hizo este avance al hacer la distinción entre trabajo y fuerza de trabajo. El término “valor del trabajo” es una expresión falsa. Falsa porque el trabajo es la sustancia social del valor y no puede tener valor en sí mismo. Frederick Engels explicó más tarde que hablar sobre el valor del trabajo es tan absurdo como hablar sobre la temperatura del calor: el calor es un proceso energético, mientras que la temperatura es una medida de calor o frío. El filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-1679) hizo la distinción entre trabajo y fuerza de trabajo, pero la economía política la ignoró. Marx explicó que el capitalista industrial compra la fuerza de trabajo, o la capacidad de trabajo de los trabajadores.

Si el capitalista industrial paga a los trabajadores el valor total de su fuerza de trabajo, se requerirá que el trabajador realice una mayor cantidad de trabajo que la representada por su fuerza de trabajo. Parte de la jornada, el trabajador trabaja para sí mismo y repone el valor de su fuerza de trabajo. La otra parte del día, el trabajador trabaja para el patrón y otros consumidores de plusvalía. El trabajo no pagado, o excedente, se convierte en plusvalía a medida que se agrega a las mercancías que el trabajador produce. No hay violación de los principios de igual cantidad de trabajo intercambiado por igual cantidad de trabajo. Pero bajo pena de morir de hambre, los trabajadores realizan trabajo no remunerado para el patrón, así como para los capitalistas no industriales, los terratenientes y sus secuaces.

La economía política burguesa no podría seguir el camino de Marx sin admitir el carácter explotador del capitalismo. La alternativa que adoptó la economía política fue cambiar la visión del valor como trabajo humano incorporado en las mercancías a la visión del valor como escasez de valores de uso. Esto se conoce como la revolución marginalista en la economía.

El marginalismo, en sí mismo, es una herramienta matemática para analizar la escasez. Por ejemplo, según los marginalistas, el aire, que es necesario para la vida humana, no tiene valor económico porque no es escaso. Por lo tanto, el aire adicional más allá de la necesidad humana de respirar no tiene ningún valor subjetivo para ellos. Pero los diamantes, que no son necesarios para los humanos, como lo es el aire, son escasos en relación con el deseo por ellos. Entonces, los marginalistas concluyen que los diamantes tienen un gran valor económico, a diferencia del aire.

Todo el sistema neoclásico se construye sobre las matemáticas superiores. El primer marginalista Walras, con una base en ingeniería matemática, fue lo más lejos posible en su intento por describir de manera consistente las operaciones de la economía, en base a que la escasez produce valor económico. Con Walras nació la economía neoclásica: el sistema basado en un fundamento diferente al sistema clásico o al sistema marxista. Sería notable que, sistemas basados ​​en diferentes principios, llegaran a las mismas conclusiones. [3]

Los factores de producción y el valor de sus productos marginales

La teoría neoclásica ve tres factores de producción. Estos son: las tierras creadas por la naturaleza, el trabajo y el capital. Cada uno hace una contribución al valor de un bien proporcional al valor de su producto marginal. ¿Cómo calculamos el valor del producto marginal del trabajo? Supongamos que un capitalista industrial contrata a un trabajador de un determinado grado de habilidad. Si todo lo demás permanece igual, la producción de nuestro capitalista industrial aumentará en una cierta cantidad porque ahora hay un trabajador adicional empleado. Puesto que este capitalista produce más productos, su flujo de ingresos aumenta.

Supongamos que el aumento de los ingresos sobre una base anual por contratar a un trabajador adicional llega a U$ 30.000. Los neoclásicos dicen que si el capitalista industrial ofrece al trabajador adicional un salario de U$30.000 al año, ello coincidirá con el valor del producto marginal de la mano de obra del trabajador. Pero digamos que los ingresos adicionales no son U$30.000 sino U$40.000. En ese caso el capitalista industrial puede contratar a un trabajador adicional, ya que recibirá U$40.000 a cambio de un gasto de sólo U$30.000. Pero de acuerdo con la economía neoclásica, cuantos más trabajadores se contratan, menos valor agrega cada trabajador adicional. Esta ley de rendimientos decrecientes indica que los ingresos adicionales que fluyen hacia el capitalista caerán finalmente a solo U$ 30.000. Este es el punto, según los economistas neoclásicos, donde habrá un alto a la contratación adicional.

Ahora nuestro capitalista industrial gasta U$30.000 en mano de obra al margen y recibe U$30.000 a cambio. Nuestro nuevo trabajador, o marginal, y todos los demás trabajadores con la misma capacidad pueden considerarse trabajadores marginales, ya que todos recibirán un salario de U$ 30.000 al año, el valor total que crea su trabajo. Los economistas neoclásicos afirman que aquí no hay explotación.

Pero, ¿qué impedirá que los capitalistas industriales exploten al trabajador ofreciendo un salario de sólo U$ 25.000 al año cuando el trabajo del trabajador crea un valor de U$ 30.000? Incluso los economistas neoclásicos tendrán que reconocer que el trabajador está siendo explotado. Pero, suponiendo la  competencia perfecta, tal situación no persistirá.

Según los neoclásicos, al capitalista le interesará contratar trabajadores adicionales a U$ 25.000 al año y recibir U$ 30.000. Pero, al hacer esto, aumenta la demanda de trabajadores de una capacidad dada. Para simplificar: si el valor del producto marginal de los trabajadores recién contratados permanece sin cambios, en U$30.000, el capitalista seguirá contratando trabajadores adicionales hasta que el salario aumente a U$30.000 al año. En este punto se detendrá la contratación.  La competencia, sin embargo, debe ser perfecta. Lo que significa que no hay negociación colectiva, sindicatos o interferencia estatal,  como las leyes de salario mínimo.

Lo que impide la explotación, según los neoclásicos, no son los sindicatos, los partidos políticos de la clase obrera o la injerencia del Estado a través de la legislación. Es la competencia —mientras sea perfecta— lo que no permitirá que el trabajador sea explotado.

¿Existe el peligro de que el trabajador pueda explotar al patrón? Sí, dicen los neoclásicos. Si un trabajador cuyo producto marginal es de U$ 30.000 al año puede conseguir que un patrón lo contrate por un salario de U$ 35.000, el patrón pierde U$ 5.000 al año. El patrón es víctima de la explotación. Pero, nuevamente, la competencia perfecta viene al rescate. Si un patrón contrató a un trabajador, por error, por U$ 35.000 al año, pero recibe solo U$ 30.000, el patrón reducirá el salario anual del trabajador a U$ 30.000 o despedirá al trabajador y encontrará otro que trabaje por menos.

Si no se puede encontrar un trabajador dispuesto a trabajar por U$ 30.000 para ese tipo de trabajo, para el trabajador, entonces, la desutilidad marginal de ese tipo de trabajo es mayor que la utilidad de un ingreso anual de U$ 30.000. ¿Esto genera desempleo? No realmente, explica el neoclásico, porque el trabajador que trabajaría por un ingreso más alto, pero no más bajo, está eligiendo voluntariamente el ocio por sobre la desutilidad del trabajo. En una sociedad sin esclavitud, las personas son libres de elegir el ocio sobre el trabajo. La competencia perfecta evita el desempleo involuntario, donde los trabajadores trabajen por menos del salario prevaleciente para ese tipo de trabajo, pero donde no puedan encontrar un jefe que ofrezca trabajo por ese salario más bajo. Por ejemplo, si un trabajador trabajará con un salario de $10 pero las leyes de salario mínimo exigen un salario de no menos de $15, el trabajador quedará involuntariamente desempleado.

Los economistas neoclásicos, en aras de mantener la competencia perfecta, se oponen a los sindicatos y la negociación colectiva, y a cualquier intervención estatal en la economía que conduzca a salarios más altos. No porque representen los intereses del capital, dicen, ¡sino porque les preocupan los mejores intereses de los trabajadores!

Según esta teoría, los desempleados crónicos son en su mayoría personas poco cualificadas. Esto no es su culpa. Es culpa del Estado, caído bajo la influencia de socialistas bien intencionados, o del poder de los sindicatos, que usan el poder de monopolio para fijar los salarios por encima del valor del producto marginal de los trabajadores pobres y poco calificados. Así, la persona pobre y no calificada no podrá encontrar trabajo. ¿La solución? Los sindicatos deben ser reventados, las leyes de salarios mínimos y otras leyes laborales deben ser abolidas, ¡todo en aras de combatir la pobreza!

Si estas demandas coinciden con las demandas de los ricos, no es culpa de ellos, según los neoclásicos. ¡Simplemente usan el conocimiento de la economía (neoclásica) para ayudar a los pobres! Argumentan: una vez que se establezca la competencia perfecta y se elimine el desempleo involuntario, que genera pobreza, incluso las personas menos calificadas adquirirán buenos hábitos de trabajo y mejorarán sus habilidades. La competencia perfecta entonces asegura que aumenten los salarios de los trabajadores previamente no calificados para coincidir con sus crecientes niveles de habilidad, adquiridos a través del trabajo. Así entonces, el desempleo involuntario y la pobreza serán eliminados.

Explicando la ganancia mediante la productividad marginal del capital

La mayor preocupación de la economía neoclásica, al igual que para la escuela austriaca, con la que se relaciona, es explicar las ganancias. Supongamos que un capitalista activo trabaja completamente con capital prestado, o accionario, pero nada posee del capital invertido en el negocio que administra. Por ejemplo, el dueño de un negocio decide contratar a un gerente profesional para administrarlo, y así el dueño puede concentrarse en mantenerse activo en el club de campo.

La persona que desempeñe la labor de administrar la empresa percibirá un sueldo o salario, como cualquier otro trabajador de la empresa. Suponiendo la competencia perfecta, el salario del gerente será igual al valor del producto marginal de su trabajo gerencial. Pero, ¿por qué el gerente ganará mucho más que cualquier otro trabajador? Porque el trabajo de un gerente crea más valor que el trabajo de otros trabajadores menos calificados. Pero el gerente, nuevamente suponiendo que no posee nada del capital invertido en el negocio, no recibirá ningún ingreso más allá del valor del trabajo como gerente. ¿Qué garantiza que así será? Una vez más, la competencia perfecta.

Supongamos que el dueño del capital invirtió en negocios y realmente dirige el negocio. En este caso el propietario tiene derecho a dos rentas. Un ingreso es el sueldo o salario que recibe el jefe por su labor gerencial. Los otros ingresos son los intereses sobre el capital invertido en el negocio. ¿De dónde provienen los ingresos por intereses? ¿Viene del trabajo no remunerado de los trabajadores? No. El interés sobre el capital, según la escuela neoclásica y la austriaca, surge del hecho de que, subjetivamente, valoramos más una mercancía que podemos consumir ahora, que una mercancía que llegaremos a consumir en una fecha futura. El valor de una suma de capital es su valor futuro descontado a la tasa de interés. Supongamos que deposito $100 en un banco. El banco paga una tasa de interés del 1% sobre el depósito. Mirando hacia un año, el valor de mi cuenta bancaria es de $101. Pero se descuenta a una tasa del 1% anual, por lo que su valor actual es de solo $100. Tengo la opción de mantener los $ 100 en el banco durante un año y ser recompensado al final del año con el poder de consumo de $ 101 en mercancías, o puedo retirar los $ 100 y gastarlos en mercancías que puedo consumir inmediatamente. Esto da lugar a los intereses sobre el capital.

Debido a que elijo consumir menos en el presente, soy recompensado con el interés que paga el banco. Así, los capitalistas industriales pueden producir medios de producción extra, porque la demanda de bienes de consumo será menor de lo que sería si las tasas de interés fueran más bajas. El $1 que gano en intereses durante el año es mi recompensa por ahorrar. Estoy actuando como un capitalista, en lugar de un consumidor, al gastar los $ 100 de inmediato. Debido a que algunas personas eligen actuar como capitalistas, la sociedad puede enriquecerse con el tiempo.

 

Los trabajadores calificados son capitalistas según la economía neoclásica

Otra forma en que podría actuar como capitalista es que podría decidir no vender mi trabajo de inmediato, sino ir a una escuela de oficios para aumentar el valor de mi trabajo. Así acumulo capital humano. Cuando hago esto, elijo aplazar mi consumo actual para que en el futuro obtenga mayores ingresos y pueda consumir más. Los mayores salarios que gano en el futuro son intereses sobre mi capital humano.

Por qué las máquinas son capital según los economistas neoclásicos

Una máquina que compra un capitalista industrial para producir mercancías que se venderán a cambio de dinero en una fecha futura es otra forma de consumo aplazado recompensado con ingresos por intereses. En lugar de comprar la máquina, el dinero podría gastarse en bienes de consumo aquí y ahora. Pero si, en cambio, la opción es aplazar el consumo comprando una máquina en lugar de bienes de consumo, el inversor tiene derecho a intereses sobre los depósitos bancarios. O un trabajador calificado tiene derecho a intereses sobre su capital humano. El capitalista industrial tiene derecho a intereses sobre el capital invertido en maquinaria.

Pero el capitalista industrial se retira del banco cuando los bienes que la máquina ayuda a producir se venden por más dinero que el precio de compra de la máquina.

¿Cómo calculamos el valor del producto marginal producido por una máquina en particular? Agregue el valor de la cantidad adicional de bienes producidos por la máquina cuando se instala en la fábrica. ¿Cómo sabemos que la cantidad de dinero extra que adquieren nuestros capitalistas industriales como resultado del despliegue de la máquina coincidirá exactamente con el valor del producto marginal —marginal porque acaba de instalarse en la fábrica— de la máquina?

Para garantizar esto, debemos confiar en la competencia perfecta. Si nuestros capitalistas industriales recibieran una suma de dinero mayor, al usar una máquina en particular, que el valor de su producto marginal —el costo de la máquina depreciado durante varios años más el interés— sobre el capital representado por la máquina, otros capitalistas comprarían el mismo tipo de máquina para obtener ganancias más allá del interés. Esto supone que la competencia perfecta aumentará la cantidad de mercancías producidas por ese tipo de máquina. Entonces el precio de los bienes vuelve a caer al nivel dictado por el valor del producto marginal producido por esa máquina.

Mientras la competencia sea perfecta y la economía esté en perfecto equilibrio —cuando la competencia sea perfecta—, nuestros capitalistas industriales activos serán recompensados ​​con el valor producido por el producto marginal del capital invertido en el negocio más el valor del producto marginal de su trabajo. Si se necesita tierras para llevar a cabo el negocio, el terrateniente recibe además el valor del producto marginal producido por la tierra.

No hay ganancia de la empresa en la competencia perfecta

Mientras la economía capitalista esté en perfecto equilibrio, la ganancia de la empresa, o beneficio económico, será cero. Así es, ¡cero! Todos los ingresos consistirán en salarios, ingresos por intereses, incluidos los intereses sobre el capital humano de los trabajadores calificados, y rentas de la tierra en tierras escasas. Pero la competencia perfecta elimina cualquier beneficio más allá de eso.

Según los neoclásicos, empresarios como John D. Rockefeller, Henry Ford, Bill Gates, Jeff Bezos o Elon Musk, al crear nuevos productos y nuevas necesidades, podrían obtener ganancias económicas por un tiempo. Esto es algo bueno. Estos empresarios nos trajeron radios, automóviles, televisores, teléfonos inteligentes, computadoras modernas con Windows, Internet, aviones a reacción que sobrevolaban océanos y continentes en unas pocas horas, y las ventajas de la medicina moderna, entre otras cosas de las que nuestros predecesores del siglo XIX tuvieron que prescindir.

Sin embargo, los economistas neoclásicos están menos interesados ​​en la innovación y el progreso que en examinar la belleza matemática de la perfección inmutable de su economía capitalista imaginada en un equilibrio perfecto eterno e inmutable. Tal economía no conoce crecimiento, contracción, innovación o cualquier otro cambio.

Condiciones necesarias para la competencia perfecta

La condición más importante y necesaria para lograr la perfección es que el número de empresas capitalistas independientes en una línea particular de negocios se acerque al límite matemático del infinito. Pero la historia del capitalismo muestra una tendencia a la reducción de este número. Marx lo llamó centralización del capital. Los neoclásicos asumen lo contrario, una tendencia a la descentralización del capital.

Para que la competencia sea perfecta, cada capitalista individual debe controlar un porcentaje tan pequeño de la producción total de una mercancía que el porcentaje de la producción total de esa mercancía se acerque al límite matemático de cero. Incluso si un capitalista detuviera la producción por completo, esto tendría poco efecto en la cantidad total de la mercancía en el mercado. El aumento de la producción hasta el límite físico de la industria tampoco tiene efecto sobre la cantidad total del producto en el mercado. Ningún capitalista individual puede tener influencia en el precio de ninguna mercancía. La descentralización del capital es la condición para que la competencia sea perfecta.

El capitalista es un recibidor de precios, no un formador de precios. No tiene control sobre el precio de venta de la mercancía. Pero sí tiene control sobre los costos de producción. Esto incluye los costos salariales —incluido el salario de quien administre el negocio— más los intereses sobre el capital invertido en el negocio.

A medida que un capitalista aumenta la producción de la empresa a su máximo físico, se forma una curva de costos en forma de U. Al principio, el costo de la siguiente mercancía producida disminuirá a medida que aumente la producción. Pero en cierto punto los costos vuelven a subir cuando la planta alcanza sus límites físicos. Entonces, la presión de la competencia perfecta obliga a que la producción se fije en el punto en que el costo de producir la última —la mercancía marginal— sea el más bajo. Cualquier mercancía producida, tomada de forma aislada, puede verse como la mercancía marginal. El nivel de producción que da el costo marginal más bajo representa el costo total más bajo y la forma más eficiente de producir ese producto.

El costo marginal está compuesto por el costo de la mano de obra, la depreciación del capital fijo, las materias primas y auxiliares más los intereses sobre el capital invertido en el negocio. Con competencia perfecta, el costo marginal es igual al precio de la mercancía.

Si el precio de la mercancía es más alto que su costo marginal, produce ganancias para los capitalistas que la producen. Con competencia perfecta, más capitalistas ingresan al negocio y el precio vuelve a caer al costo marginal. Si el precio de la mercancía es más bajo que el costo marginal, ese precio no cubrirá completamente los costos. Algunos capitalistas se saldrán de esa rama de la producción. Esto reduce la cantidad de esa mercancía en el mercado, lo que hace que el precio del producto suba a su costo marginal. La competencia perfecta no permite que los precios de mercado se desvíen mucho de los costos marginales. En una economía en equilibrio, los precios de mercado serán iguales al costo marginal de producción.

Precio de producción versus costo marginal

El concepto neoclásico de costo marginal se parece al del clásico precio natural, costo de producción, o precio de producción —el término que finalmente eligió Marx. Marx dijo que el precio de costo es el costo para el capitalista de llevar a cabo la producción de una mercancía, mientras que el precio de producción es el precio que la sociedad paga al capitalista por recibir las mercancías. Para la sociedad, la diferencia entre el precio de producción y el precio de costo para el capitalista es la ganancia del capitalista.

¿Significa esto que en el costo marginal del neoclásico y el precio de producción del clásico —así como el de Marx— hay solo diferencias en la terminología? No, porque el precio de producción incluye la ganancia de la empresa, mientras que el costo marginal neoclásico no lo incluye. El costo más el interés, el costo marginal neoclásico, y el costo más el interés más la ganancia de la empresa son dos precios diferentes.

(Más sobre esto el próximo mes).

Shaikh afirma que los que él llama economistas clásicos —incluido Marx— asumen que antes de decidir entrar en una nueva rama de la producción o expandir una existente, el capitalista suma los costos, calcula el precio de costo y luego agrega la tasa promedio de ganancia a eso. Esto incluye tanto los intereses sobre el capital invertido en el negocio como las ganancias de la empresa.

Si un capitalista cree que puede vender las mercancías producidas al precio de costo más la ganancia promedio, continúa con la inversión suponiendo que no puede encontrar un producto que dé una tasa de ganancia más alta. La tasa de ganancia promedio aparece como la tasa de ganancia mínima por debajo de la cual no se considerará una nueva inversión de capital.

Tanto en el sistema clásico como en el marxista, si el capitalista cree que las mercancías pueden venderse como resultado de una nueva inversión a un precio por lo menos tan alto como el precio de producción, el capitalista realiza la inversión, a menos que vea una alternativa que rinda una tasa de ganancia aún mayor.

Si el capitalista decide que no puede vender las mercancías extra al precio de producción, no realizará la inversión. En cambio, buscará un área más rentable para invertir su capital. Si ello no está disponible, el capitalista industrial se convierte en capitalista dinerario. Destinan el capital dinerario al mercado dinerario para que gane intereses hasta que se abran oportunidades de inversión más rentables.

El capitalista puede tener razón, o no, en cuanto a la rentabilidad de las nuevas inversiones. Pero a menos que la mercancía sea de un tipo que nunca ha existido antes —como las computadoras personales a mediados de la década de 1970 [4]— el capitalista se guía por las tasas de ganancia de mercancías similares que ya se estén produciendo. Tanto en el punto de vista clásico como en el marxista, los capitalistas son creadores de precios, no recibidores de precios.

Curvas de demanda planas frente a curvas de demanda con pendiente negativa

La curva de demanda mide los cambios en el precio de la mercancía a medida que cambia la cantidad de la mercancía que se ofrece a la venta en el mercado. Si la oferta de una mercancía que se ofrece aumenta, el precio debe caer para que las ventas totales de mercancías producidas se mantengan al ritmo del aumento de la producción. Si un solo capitalista controla el 100% de la producción de una mercancía, el capitalista tiene en cuenta no solo los cambios en los costos de producción en diferentes niveles de producción, sino también los cambios de precios a los que podría venderse la mercancía. Si este monopolista fija el precio demasiado alto, la tasa de venta es menor que la tasa de producción. El resultado es una pila creciente de mercancías sin vender en los almacenes, que no generan ganancias ni intereses. Si los precios se fijan demasiado bajos, los inventarios de la mercancía se agotan ya que las ventas superan los niveles de producción y el monopolista obtiene una ganancia inferior a la máxima.

Incluso si ningún capitalista individual controla la producción total de una sola mercancía, sino solo un porcentaje, incluso el 5% o el 10%, se enfrentan a una curva de demanda con pendiente negativa. El capitalista es consciente de que aumentar la producción requiere reducir los precios de venta de su producción adicional.

Pero la competencia perfecta no puede permitir esto. Asume que cada capitalista controla un porcentaje infinitesimal de la producción total. Para construir el modelo matemático se requiere una curva de demanda plana.

Los capitalistas no pueden controlar los precios, por lo que deben controlar los costos. Para maximizar los ingresos, el capitalista debe elegir métodos y niveles de producción que minimicen los costos. En competencia perfecta, los capitalistas eligen los mismos métodos de producción. La competencia perfecta garantiza que todos los bienes se producirán de la manera más eficiente —más barata—, según los economistas neoclásicos. La competencia perfecta conduce a la eficiencia perfecta, lo que resulta en la máxima satisfacción del consumidor.

Una forma de criticar el sistema neoclásico es abandonar el supuesto de la competencia perfecta. En el mundo real, las curvas de demanda tienen una pendiente negativa. Un grado de monopolio, por usar la terminología de Michael Kalecki, implica una demanda con pendiente descendente. Por lo tanto, el precio de mercado de una mercancía estará por encima de su costo marginal. Cuanto más imperfecta es la competencia, mayor es la brecha entre el costo marginal y el precio de mercado. Así, hay una ganancia económica por encima del interés del capital. Esto es similar tanto al análisis clásico como al marxista.

Pero con esta diferencia crucial. En esos análisis, la ganancia de la empresa no aparece por el monopolio, sino que es ganancia normal. Sólo la ganancia persistente por encima de la ganancia de la empresa representa un monopolio. [5] La economía clásica y Marx analizaron en detalle un caso de ganancia de monopolio, las ganancias de monopolio que surgen en la agricultura, conocidas como rentas de la tierra.

No todos los economistas radicales en la academia son marxistas. Pero si se considera marxista y construye su análisis sobre bases neoclásicas, pero asume competencia imperfecta, asume la compatibilidad del sistema neoclásico con el análisis marxista. Esta línea de pensamiento dice que, si la competencia es “libre” o “perfecta”, el resultado es básicamente el mismo ya sea que se utilice a Marx o Walras como punto de partida.

Shaikh rechaza esto. Afirma que los economistas clásicos —incluyendo a Marx— y Keynes asumieron una competencia real, no perfecta. Si bien la competencia perfecta es un concepto matemático —como un círculo perfecto— la competencia feroz que prevalece en el mundo capitalista real es completamente diferente. En lugar de modificar la competencia perfecta asumiendo una competencia imperfecta —como un círculo imperfecto— Shaikh dice que el concepto de competencia perfecta debería desecharse.

El próximo mes compararé los hallazgos, con el análisis de Marx, arraigados en la escuela clásica pero que avanzan más allá, con las conclusiones del sistema neoclásico. ¿Son Marx, y el análisis clásico, realmente compatibles con el sistema neoclásico? ¿Se pueden reformular los hallazgos de Marx en términos neoclásicos o los dos sistemas son completamente contradictorios? Si son contradictorios, ¿qué sistema refleja la realidad concreta del sistema capitalista?

 


NOTAS

[1] La mayoría de los economistas neoclásicos actuales son reaccionarios extremos. Sin embargo, Walras era socialista. En la economía neoclásica, a los trabajadores, incluidos los capitalistas activos, se les paga el valor total de su trabajo. El capitalista puro, u ocioso, cuya única actividad económica es la recaudación de dividendos y el pago de intereses, hace posible la creación de riqueza adicional posponiendo el consumo personal a una fecha futura. Para ello son recompensados ​​con intereses y dividendos.

¿Qué pasa con los terratenientes? ¿Por qué merecen una recompensa? La tierra en economía se refiere a la riqueza creada por la naturaleza, no al trabajo. El terrateniente no crea la tierra. ¿Qué le da al propietario el derecho a cobrar la renta? El socialismo de Walras no intentó justificar los ingresos del terrateniente. Creía que la tierra debería ser nacionalizada. Lenin no consideró la nacionalización de la tierra tomada en sí misma como una medida socialista sino como una medida burguesa radical. Fue así porque permitió que una mayor parte de la plusvalía creada por la clase trabajadora se concentrara en manos de los capitalistas que luego transformaron la plusvalía en nuevo capital. Los terratenientes, por el contrario, simplemente consumían la plusvalía improductivamente. Por lo tanto la nacionalización acelera el desarrollo del capitalismo. En el sentido de Lenin, Walras era un burgués radical pero en ningún sentido socialista. Hoy, la mayoría de los sucesores neoclásicos de Walras apoyan la propiedad privada de la tierra, lo que los convierte en reaccionarios burgueses.

[2] Marx explicó que los socialistas malinterpretaron a Ricardo. Ricardo usó el supuesto de igualdad de intercambio, no para describir una sociedad ideal, sino el capitalismo tal como era en realidad. Aun así, el error de los socialistas fue fructífero porque abrió el camino a la teoría de la plusvalía de Marx, que finalmente convirtió al socialismo en una ciencia.

[3]  Algunos economistas neoclásicos son teóricos puros, interesados ​​únicamente en estudiar las propiedades matemáticas de una economía imaginaria donde la competencia es perfecta y en constante equilibrio general. Otros economistas neoclásicos más realistas afirman que la economía real se aproxima al equilibrio general en la medida en que la competencia se acerca a la perfección.

Estos economistas más prácticos admiten que en el mundo real la economía nunca está en perfecto equilibrio general. Pero cuanto más nos acercamos al ideal platónico de competencia perfecta, más nos acercamos al equilibrio general donde los consumidores reciben la máxima satisfacción. Lo que aleja a la economía del ideal de equilibrio general es la interferencia del gobierno, del banco central o de los sindicatos. Por lo tanto, para acercar la competencia del mundo real al ideal platónico de la competencia perfecta, se aboga por las políticas antisindicales, la derogación de la legislación laboral y la menor regulación gubernamental de las empresas. En los Estados Unidos, la mayoría de los economistas neoclásicos favorecen al Partido Republicano sobre el Partido Demócrata.

[4] Los capitalistas industriales establecidos, generalmente evitan invertir en la producción de nuevos productos porque no conocen la tasa de ganancia del capital invertido en producirlos. Se lo dejan a los nuevos aspirantes a capitalistas como el joven John D. Rockefeller, Henry Ford o Steve Jobs. Estos aspirantes a capitalistas comienzan con poco capital y poco que perder. Si el negocio fracasa, como ocurre en la mayoría de los casos, poco han perdido.

Si una empresa produce un nuevo tipo de mercancía, por ejemplo, automóviles baratos a principios del siglo XX o computadoras personales baratas a fines del siglo XX, que resultan ser muy rentables, los capitalistas dinerarios establecidos comienzan a invertir grandes cantidades de capital en las nuevas empresas y los capitalistas industriales establecidos entran en esa línea de negocios. Un ejemplo clásico de esto último fue la decisión de International Business Machines (IBM) de ingresar al negocio de las computadoras personales a principios de la década de 1980.

Una vez que los capitalistas industriales establecidos ingresan a la nueva línea de negocios, se produce un período de competencia feroz. La mayoría de los pequeños capitalistas industriales pioneros y algunos de los grandes que ingresan al negocio son expulsados ​​cuando las superganancias iniciales dan paso a pérdidas. Una vez que el polvo se ha asentado, unos pocos de los capitalistas industriales establecidos, más un puñado de los nuevos, terminan dominando el negocio a medida que la tasa de ganancia se estabiliza en la tasa de ganancia promedio. El mundo de los negocios dice entonces que la nueva industria ha alcanzado la madurez.

[5] Incluso bajo la libre competencia —los clásicos y Marx nunca usaron el término competencia perfecta, solo tiene significado dentro del sistema neoclásico de análisis matemático— Marx señaló un monopolio muy importante. Es el monopolio de los capitalistas en los medios de producción. Sin este monopolio no puede existir el modo de producción capitalista.