Entre Nomadland y “Nomadland”
Patricia Comitini
Al castellano: Non Lavoro
En el verano de 2018, iba en un avión hacia el oeste para visitar a mi hija. Me llevé un libro llamado “Nomadland: Surviving America in the Twenty-First Century” [“Tierra nómada: Sobreviviendo al Estados Unidos del siglo veintinuo”]. Lo terminé una semana y media después, en el vuelo de regreso al este. Era … exasperante y deprimente. Y era la primera descripción honesta del trabajo explotado, en un libro o novela convencional de no ficción, que había leído en años. Muchos, muchos años. Entonces, tenía curiosidad por ver la versión cinematográfica del libro, que se está transmitiendo en Hulu ahora. No podía imaginar cómo podrían representar honestamente a los personajes de la vida real que encontramos en el libro de Jessica Bruder: las dificultades y pérdidas que enfrentaron durante la Gran Recesión, las razones por las que se dijeron a sí mismos que vivían sin “casa” [“house”less] pero no sin hogar [homeless], el silencioso aislamiento, el miedo y la desesperación que sintieron cuando la agradable vida de clase media que construyeron trabajando se derrumbó y fue reemplazada por una vida pasajera y viajera de marginados. La propia Bruder intenta adoptar el estilo de vida nómada en el libro, y trabajar en los empleos manuales que representan los únicos ingresos para estas personas, y rápidamente llega a comprender el crudo mundo hobbesiano al que están atadas, aún cuando se vean a sí mismas como “libres”.
Bruder es compasiva con las personas que describe y las ve como personas cuyas vidas han sido desarraigadas por el capitalismo del siglo XXI, que solo están tratando de hacer lo que necesitan hacer y decirse a sí mismas lo que necesitan decirse a sí mismas para sobrevivir. Y el verbo “tratar” es el importante en esa oración. Porque está claro en el libro que ella no puede creer que esto les esté funcionando. Mientras narra sus vidas con una mezcla de simpatía y curiosidad periodística no a menudo vistas, transmite su incredulidad al lector. Por ejemplo, hay momentos de levedad y esperanza, como el deseo de Linda May de comprar un terreno en el desierto en la frontera entre Arizona y México para poder construir el “Earthship” de sus sueños — una casa hecha con materiales completamente reciclados que es lo más “autosuficiente” posible de conseguir. Por supuesto, Bruder deja que el lector se pregunte cómo Linda May — una mujer de sesenta y tantos años — podría construir ella misma este Earthship, incluso si pudiera conseguir el dinero para comprar y luego llevar los materiales al desierto. ¿Y cuánto tardaría? Pero Bruder entiende lo que este terreno significa para Linda May: “Aquí había un progreso tangible hacia el sueño de construir algo que nadie pudiera quitarle, algo que ella poseyera libre y claramente, algo que pudiera durar más que ella” (235). Tan respetuoso como es el libro con las personas que entrevista, que viven en sus camionetas y automóviles y viajan de California a Nevada a Colorado para aceptar trabajos de temporada, a menudo a tiempo parcial y sin beneficios, y en su comprensión de sus razones, esperanzas y deseos, el libro también rechaza, con suavidad pero con firmeza, sus caracterizaciones de sí mismas como “nómadas”. La creencia de que todavía pueden lograr algo parecido a sus vidas anteriores permanece, como en el caso de Linda May, la nómada sobre la cual narra Bruder en gran parte de su libro.
El libro puede diferir porque su narrador, la voz periodística de Bruder, hace una distancia entre las autopercepciones de los nómadas y los relatos orales que logra extraer de ellos. Esos relatos se corresponden con la convulsión provocada por la Gran Recesión iniciada en 2008, que sigue siendo la razón principal por la que las masas de estos “nómadas” se convirtieran en nómadas. Algunas de estas personas ya eran trabajadores itinerantes, algunos eran trabajadores de fábricas, algunos eran dueños de sus propios negocios, otros fueron reducidos desde puestos de gestión o puestos ejecutivos. Si bien la mayoría de estos nómadas ven esto como una elección de estilo de vida, ninguno de ellos realmente eligió vivir en sus autos o camionetas; en realidad, era más viable económicamente para ellos hacerlo, ya que sus vidas se convirtieron en una lucha cada vez mayor para pagar las facturas, mantener una hipoteca y administrar la deuda que acumularon con las facturas médicas y las tarjetas de crédito una vez que desaparecieron sus trabajos estables. Su rechazo a la vida de clase media solo se manifiesta cuando se vuelve imposible de mantener. Esos relatos son contiguos a los detalles de este estilo de vida nómada: desde satisfacer las funciones corporales diarias hasta equipar la camioneta o el automóvil como espacio habitable, hasta dónde estacionarse sin ser molestado por la policía. Pero, lo que Bruder se pasa la mayor parte del libro describiendo es la nueva relación de explotación entre el trabajo y el capital, tal como está moldeada por el modelo de Amazon, y otras empresas que utilizan jornaleros y temporeros para “mantener bajos los costos” y aumentar las ganancias. Bruder se da cuenta que la historia económica también forma parte de sus relatos orales.
Y en esto es exactamente en lo falla la versión cinematográfica hecha ficción de “Nomadland”. La versión cinematográfica de la historia es ficción, a pesar de que algunas de las personas reales del libro de Bruder aparecen en la película para darle credibilidad. La película obliga absolutamente a sentir empatía por ellos, como afirma un reseñista en Jacobin, pero se queda corto, al decir que la película “pasa por alto la explotación por parte de los empleadores”. El reseñista se pregunta si “las personas que hicieron la película simplemente pasaron por alto ese componente clave del libro de Bruder, o si fue un compromiso que tuvo que ser aceptado para filmar en las locaciones reales” (110). Quizás, pero no importa. La película que hicieron tiene un sentido distinto para los espectadores que para los lectores del libro: la película puede ser empática con estos personajes porque utiliza los ideologemas probados y comprobados del individuo rudo estadounidense que no encaja en las normas “tradicionales” de la cultura y entonces “elige” su propio destino — es decir, se reinventa ese ideal romántico de “vivir libremente” para el capitalismo tardío del siglo XXI. Por supuesto, lo que queda fuera de la película es la idea de que lo que esa “libertad” realmente significa para los nómadas es la lucha constante por satisfacer las necesidades más básicas asumiendo trabajos desmoralizantes y/o rompe-espaldas en empresas que pagan poco y se preocupan menos por sus trabajadores. Esos trabajos siguen siendo una necesidad urgente en la vida de estas personas reales que no pueden elegir, y deben y de hecho aceptan cualquier trabajo que puedan conseguir, donde sea que puedan conseguirlos, en cualquier condición y con cualquier salario que se les ofrezca.
En cambio, la película muestra a Fern — el personaje principal de la película, que no está en el libro — en largas escenas panorámicas: junto al océano, en las rocas del desierto de Arizona, junto a las secuoyas en California. Cinemáticamente, la libertad se convierte en el viejo cliché de estar en la carretera, una versión femenina de Jack Kerouac. Claro, ella caga en un balde de 5 galones en su camioneta, pero la película nos dice que lo vale por ese tipo de libertad. Y aunque sentimos la soledad de Fern en varios momentos de la película, también la vemos conectando con personas en el camino con quienes comparte un cigarrillo, o recibiendo ayuda de Swankie (uno de los personajes reales del libro de Bruder y que interpreta un papel en la película) cuando tiene un pinchazo. Al único personaje, Dave, interpretado por el actor David Strathairn, con quien parece querer, casi en contra de su voluntad, estar más cerca, ella lo rechaza para volver a la carretera. Más tarde nos enteramos de que todavía se siente casada con su esposo, que murió hace muchos años, junto con la colonia industrial de Empire, Nevada, donde se fabricaban paneles de yeso. Su marido y la ciudad de Empire, que vemos en una de las últimas escenas de la película, son los fantasmas que acechan a Fern, que le impiden volver a la sociedad a pesar de que tiene opciones: vivir con David en la casa de su hijo o vivir con su hermana en California, donde ambas crecieron. Así, la película no solo psicologiza su “elección”, sino que, en primer lugar, hace parecer que tiene, no una, sino algunas elecciones. Fern está buscando algo más, allá afuera, en el camino de lo que dejó atrás — y eso está implícito en el plano final de la película. El mito de la elección está unido a este llamado a la “libertad” de la vida nómada, romantizada en la imagen de la tristeza y soledad de Fern. Sentimos simpatía por ella, por sus pérdidas, pero no desprecio, como el que sentiríamos por muchas personas “sin casa”. Entonces, ¿quizás eso sea algo bueno?
Sin embargo, la película podría haber elegido mostrar el mundo abrumador del trabajo rompe-espaldas que Bruder pasa mucho tiempo describiendo. Nos dan vistazos por aquí y por allá, pero el resto de la película descansa en observar a Fern. Fern es la guía para nuestra introducción a este mundo, pero a diferencia de la voz periodística de Bruder que mantiene cierta neutralidad, cierta distancia entre este mundo nómada y el nuestro, Fern es claramente parte de ese mundo no nuestro. No hay forma de que ella piense en sus pérdidas excepto en términos personales. Somos espectadores siguiendo a Fern, pero la película no nos deja distancia para pensar en las causas. La película dedica la mayor parte de su tiempo a presentar cómo vive Fern ahora y las limitaciones físicas y psicológicas que encuentra para mantener su elección casi patológica de permanecer en la carretera. El espectador es como el dueño de la estación de servicio en la película que dice algo como: “Puede que me esté sobrepasando aquí, pero hay una Iglesia al final de la calle que tiene catres y comida caliente”. Queremos ayudar, pero Fern rechaza esa ayuda. También lo hace la película. Y al final, la película parece sugerir que estos nómadas están felices con sus vidas — bueno, tal vez no felices, pero contentos con el destino que han elegido. Esta relación entre Fern y el dueño de la gasolinera, la película y el público, es la ideología que produce la película. Ver la vida de Fern como una decisión que tomó para lidiar con sus problemas personales deja libres a los espectadores. No necesitamos pensar en las causas, como el libro nos anima a hacer. Podemos sentir profundamente mientras vemos a Fern y romantizamos su difícil situación como una búsqueda de algo que siempre está fuera de su alcance, justo al final de la carretera en la siguiente parada o en el próximo trabajo de temporada. Y podemos ser espectadores que, un poco horrorizados por la cara sucia de Fern, respetan cortésmente esa elección de estilo de vida.
La audiencia del libro de Bruder no es muy diferente a la audiencia de la película. Estoy seguro de que quienes leen el libro de Bruder, como yo, también son el público objetivo de la película; aunque dado que se transmitió en Hulu y tuvo un estreno en cines durante la pandemia, eso sugiere que los estudios pensaron que era posible una audiencia más grande. Frances McDormand, quien interpreta a Fern y produjo la película, sabe cómo hacer una película que se venda y es probablemente la única razón por la que existe la versión cinematográfica. Como afirma un artículo de NYTimes, es el poder de la actuación de McDormand lo que hace la película: “Pero el resultado es una actuación que McDormand nunca ha ofrecido antes, una que tiene menos que ver con la actuación y más con el simple ser“. Como escribe el crítico de Los Angeles Times, Justin Chang, en su reseña de “Nomadland”: “McDormand no desaparece en Fern; ella es revelada por Fern, y Fern es revelada por ella”. Es un artículo principalmente sobre el rechazo de McDormand al sistema de Hollywood, su negativa a hacer prensa para películas o a convertirse en una mercancía de Hollywood: la celebridad. Fern es un personaje de ficción que pretende representar a McDormand más de lo que pretende representar a estos nómadas. El hecho de que el Times esté escribiendo sobre ella, por supuesto, es motivo de prensa para la película: ella es Fern. Y como tal, la película tiene menos que ver con decir algo sobre los nómadas, y mucho más con la producción de una ideología que mantiene ese mito de “elección” y “libertad”.
La fuerza ideológica del libro es diferente, porque su objetivo es diferente: estimular el pensamiento dando causas. Si el libro fuera simplemente sobre estos personajes nómadas, como es la película, entonces seguramente la función ideológica sería la misma. Sin embargo, el libro explica el motivo del surgimiento de esta vida nómada, ya que es la propia historia de fondo de Fern la que aparece en el texto de la pantalla en blanco que abre la película. En un capítulo titulado “Surviving America” [“Sobreviviendo a Estados Unidos”], el libro proporciona la explicación causal de la gente blanca, trabajadora y de clase media en desaparición en Estados Unidos, de cuyas filas proceden los nómadas. Y sí, tanto en el libro como en la película, rara vez se ve a una persona de color. Esa es otra historia completamente diferente de niveles de privilegio, o falta de él, en la relación entre razas. Pero en el capítulo se hace el contraste con la ciudad industrial de Empire, donde algo así como la prosperidad de una pequeña ciudad de la década de 1950 mantuvo a los trabajadores trabajando y viviendo para US Gypsum, que subsidiaba los alquileres, mantenía la infraestructura de la ciudad, pagaba los servicios de televisión, alcantarillado y recolección de residuos: “Empire se sentía como una ciudad suspendida en la década de 1950, como si la economía de la posguerra nunca hubiese terminado ”(40). Una excepción a las realidades del mercado del capitalismo tardío, pero sigue siendo la promesa que queremos encontrar en Estados Unidos y cuya desaparición todavía lamentamos. Pero, como todas las fábricas susceptibles a la mala gestión y las vicisitudes del mercado, así como a la competencia global, la Gran Recesión mató al “estilo de vida” de Empire, dejándola como una ciudad fantasma. Esta es la génesis de Fern. Y la película lo deja hasta ahí.
En Nomadland, la historia de Empire, Nevada, se contrasta deliberadamente con el surgimiento de Amazon, el nuevo modelo de relaciones laborales en Estados Unidos. Y mientras en la película vemos a Fern sonreír a sus compañeros de trabajo mientras camina por el almacén de Amazon y pone cintas a los paquetes como empleada temporal de CamperForce durante la temporada navideña, Bruder explica la explotación de estos trabajadores y el dolor que sufren sus cuerpos debido al trabajo, especialmente en su edad media. CamperForce tenía como objetivo reclutar estadounidenses mayores, a pesar de los rigores bien documentados de trabajar en Amazon y a pesar de las ganancias récord para su CEO; CamperForce contrata principalmente a jubilados o aquellos que no tienen la edad suficiente para los pagos de la seguridad social (esto sí se muestra en la película). La película no menciona turnos de 10 horas, el movimiento constante que soportan los trabajadores para hacer su trabajo “caminar más de quince millas sobre pisos de concreto, agacharse, ponerse en cuclillas, alcanzar y subir escaleras” con pocos descansos y un sistema de seguridad que quita los teléfonos celulares y tiene cámaras en todas partes de los almacenes (45). Bruder tampoco afirma que trabajar o vivir en Empire fuera un paraíso. Claramente lo ve como una ciudad “empresarial” que hace promesas y seduce a sus residentes haciéndoles creer que están viviendo una buena vida. Pero eso está muy lejos de Amazon, la “nueva ciudad empresarial” que ni siquiera intentaba prometer a sus trabajadores nada más que un cheque de pago: “En lugar de ofrecer estabilidad a la clase media, esta aldea estaba poblada por miembros del ‘precariado’ : trabajadores temporales que realizan trabajos de corta duración a cambio de salarios bajos”(44). Y para ser claros, Estados Unidos siempre ha tenido un precariado; pero en general no estaba compuesto por personas blancas de clase media, como lo está ahora, en números cada vez mayores. Bruder cambia la conversación a la causa aparente y se centra en los trabajadores atrapados en esta transición de la inversión de capital. La película no lo hace, o no puede. No estoy segura de cuán cinematográfico o entretenido sería ver el sufrimiento diario de alguien haciendo un trabajo físicamente exigente.
La película “Nomadland” funciona para hacer el trabajo que estaba destinada a hacer: producir una relación entre los “que tienen” — los blancos de clase media que pueden ver Netflix durante la pandemia en la seguridad de sus hogares — y los “que no tienen” — aquellos que podrían verlo en sus computadoras portátiles en sus camionetas, si es que les importara. Pero dado que la película ignora las condiciones económicas que condujeron a los nómadas en primer lugar, la clase media puede sentir un sentido de “distinción” de esos nómadas — es su elección vivir de esa manera, y ese es el precio de la libertad de la rutina diaria que el resto de nosotros “elegimos” realizar, ¿verdad? En el Nomadland de Bruder, no es tan fácil. Si bien el libro de Bruder deja abierta la idea de “elección”, porque reconoce que hay personas que intentaron no quedarse “sin casa” o “sin hogar”, también hace que el lector comprenda que estas personas alguna vez fueron muy similares a la audiencia de clase media que indudablemente pretende que sean los lectores de su libro. Eso nos puede pasar y no tenemos control sobre ello. Y Bruder, como periodista educada en la Ivy League, se ve a sí misma a la vez igual pero diferente a ellos: lucha contra el trabajo servil, el miedo al peligro físico que vive en la carretera y la preocupación por la avería de su camioneta. Mientras asume el papel de Nómada en el libro, dice que se siente reconfortada por la realidad, el conocimiento, de que puede dejar atrás esta existencia errante — puede dejar Amazon después de una semana, puede llevar su “Van Halen” a casa, a su apartamento de Nueva York. Ella es una turista en este mundo. Nomadland sirve para mostrarnos un mundo que podría ser nuestro futuro. Y se nos consuela con la realidad de que eso no es lo que nosotros somos — al menos no por el momento. Entonces, podemos “pensar” en las causas, y tal vez eso sea suficiente. Pero, incluso con ese conocimiento, el libro no nos deja en ninguna parte.
Obras citadas
Bruder, Jessica. Nomadland: Surviving America in the XXI Century. Nueva York: Norton, 2017.
Buchanan, Kyle. “Lo que Frances McDormand le daría (y no le daría) a ‘Nomadland'”. New York Times, 22 de febrero de 2021. https://www.nytimes.com/2021/02/22/movies/frances-mcdormand-nomadland.html .
Marx, Paris. “Nómadas en busca de un villano”. Jacobin. 40: Invierno 2020 (108-110).