LA RELIGIÓN DE LA VIDA COTIDIANA
K-Punk (Mark Fisher)
Al castellano: Non Lavoro
http://k-punk.abstractdynamics.org/archives/006137.html
Algo mío sobre The Skeleton Key [“La llave maestra” o “La llave del mal”] en Hyperstition.
Creo que la película ofrece una respuesta a la pregunta que planteó Steven Shaviro hace un tiempo en una excelente publicación sobre el fetichismo de las mercancías. Se refería a la versión de Zizek de la tesis de Marx en El sublime objeto de la ideología.
La genialidad de la interpretación de Zizek del fetichismo de la mercancía reside en su fidelidad al argumento de Marx; con el simple hecho de leer a Marx muy de cerca, revitaliza un concepto que se había convertido en un agotador lugar común teórico.
Para Zizek, el error de la explicación estándar del fetichismo de la mercancía fue haber concebido la ideología simplemente como una especie de ilusión. Sin embargo, estrictamente hablando, la ideología debe ubicarse en una relación entre la creencia y el comportamiento, no en el nivel de la creencia solamente. La postura ideológica es como: “No creo en ello [en otras palabras, no me hago ilusiones] pero lo hago de todos modos”.
Steven pregunta:
“Pero, ¿por qué Zizek, en este giro hacia la práctica material, sigue caracterizando lo que encuentra allí en términos de “creencia”, es decir, de cognición? Siguiendo la propia lógica de Zizek, deberíamos decir que el fetichismo de la mercancía no es una cuestión de creencia o ideología. No pertenece en absoluto a la categoría de la mistificación o de la (mala) aprehensión intelectual. Más bien, el fetichismo o animismo es un conjunto de prácticas rituales, posturas y sintonizaciones con el mundo, que constituyen la forma en que participamos en la existencia capitalista. Las mercancías están realmente vivas: más vivas, quizás, que nosotros mismos. Ellas “aparecen”, se destacan o “brillan” (la palabra que usa Marx es scheinen) como seres autónomos. Las mercancías no solo “creen” por nosotros; mucho más, usurpan nuestro día a día y actúan pragmáticamente en nuestro lugar. El consumidor “ingenuo”, quien ve las mercancías como seres animados, dotados de propiedades mágicas, no está, por tanto, perplejo ni engañado. Está percibiendo con precisión la forma en que funciona el capitalismo, cómo dota a las cosas materiales de una vida interior. Bajo el reino de las mercancías, vivimos, como dijo William Burroughs, en un “universo mágico”.”
Pero el caso es que no existe un “consumidor ingenuo” que “crea” que las mercancías sean seres animados. Cuando se les pregunta si piensan que las mercancías están vivas o poseen voluntad, los consumidores resoplarán burlonamente. No obstante, seguirán actuando como si las mercancías fueran entidades animadas.
Sin embargo, no hay comportamiento sin la creencia, no hay posibilidad de un atajo que eluda la creencia por completo, porque la gente sólo realizará las prácticas rituales si está segura de que “sabe que no significan nada”. La creencia es indispensable para la operación ideológica, pero solo como algo abjurado. Llegamos, entonces, a una conclusión sorprendente: en el nivel de la creencia, lejos de tratarse de consumir ilusiones, la ideología capitalista se trata del rechazo explícito de las ilusiones, pero sólo a través de este rechazo pueden consumirse las ilusiones en el nivel de la conducta.
Para volver, entonces, a The Skeleton Key, Caroline solo puede ser engañada para que se involucre en un ritual en Hoodoo precisamente porque no cree en él. La ilusión crucial no radica en el contenido de sus creencias, sino en el estatus que otorga a su creencia. Piensa que lo más importante no es lo que hace, sino lo que cree. Ella confía en que su participación se basa solo en la creencia de un Otro y, por lo tanto, no ‘cuenta’, de la misma manera que los consumidores, que a nivel de la creencia son utilitaristas anglosajones obstinados y desencantados, pueden participar en el animismo capitalista, porque no son ellos los que creen, sino las mercancías mismas.