Sobre el concepto de Postone del vaciamiento de la sociedad trabajadora
Segundo Interludio
por Jehu
Al castellano: Non Lavoro
Si la Gran Depresión de la década de 1930 señaló el colapso de la producción basada en el valor de cambio, como he argumentado aquí, también señaló la efímera era del estado como administrador de la capital nacional. Esta era, como el colapso de la producción basada en el valor de cambio que la precedió, había sido predicha por Marx y Engels en 1880, cincuenta años antes de que ocurriera.
Aquí cito la más significativa de sus ideas sobre este tema en Del socialismo utópico al socialismo científico:
En las crisis estalla en explosiones violentas la contradicción entre la producción social y la apropiación capitalista. La circulación de mercancías queda, por el momento, paralizada. El medio de circulación, el dinero, se convierte en un obstáculo para la circulación; todas las leyes de la producción y circulación de mercancías se invierten. El conflicto económico alcanza su punto de apogeo: el modo de producción se rebela contra el modo de cambio. (Énfasis mío)
Esta rebelión conduce a una mayor socialización de la gestión del proceso de acumulación:
Es esta rebelión de las fuerzas de producción cada vez más imponentes, contra su calidad de capital, esta necesidad cada vez más imperiosa de que se reconozca su carácter social, la que obliga a la propia clase capitalista a tratarlas cada vez más abiertamente como fuerzas productivas sociales, en el grado en que ello es posible dentro de las relaciones capitalistas. Lo mismo los períodos de alta presión industrial, con su desmedida expansión del crédito, que el crac mismo, con el desmoronamiento de grandes empresas capitalistas, impulsan esa forma de socialización de grandes masas de medios de producción con que nos encontramos en las diversas categorías de sociedades anónimas. Algunos de estos medios de producción y de comunicación son ya de por sí tan gigantescos, que excluyen, como ocurre con los ferrocarriles, toda otra forma de explotación capitalista. Al llegar a una determinada fase de desarrollo, ya no basta tampoco esta forma; los grandes productores nacionales de una rama industrial se unen para formar un trust, una agrupación encaminada a regular la producción; determinan la cantidad total que ha de producirse, se la reparten entre ellos e imponen de este modo un precio de venta fijado de antemano. Pero, como estos trusts se desmoronan al sobrevenir la primera racha mala en los negocios, empujan con ello a una socialización todavía más concentrada; toda la rama industrial se convierte en una sola gran sociedad anónima, y la competencia interior cede el puesto al monopolio interior de esta única sociedad
Y, en última instancia, que el propio Estado se vea obligado a tomar el control de este proceso:
De un modo o de otro, con o sin trusts, el representante oficial de la sociedad capitalista, el Estado, tiene que acabar haciéndose cargo del mando de la producción. La necesidad a que responde esta transformación de ciertas empresas en propiedad del Estado empieza manifestándose en las grandes empresas de transportes y comunicaciones, tales como el correo, el telégrafo y los ferrocarriles.
En una nota a pie de página de este pasaje, Marx y Engels aclaran que solo se referían a una situación en la que el estado se vio obligado por circunstancias económicas a asumir este nuevo papel; impuesto sobre él, porque la acumulación capitalista habría superado toda forma de gestión privada. Este paso sería económicamente inevitable, aún si fuese realizado por el estado burgués, y marcaría un avance económico hacia el comunismo.
En otras palabras (y expresando esto en términos que pudieran entender nuestros marxistas de cabeza dura), en algún momento del desarrollo de las fuerzas de producción social, no habría alternativa a alguna forma de gestión social de la economía. Si los proletarios no pudieran tomar el poder, por cualquier razón, el estado existente aún encontraría necesario asumir este papel. Este supuesto de la gestión económica del capital nacional por parte del estado existente no sería “socialismo”; todo lo contrario: el estado se convertiría de hecho en el capitalista nacional:
“La relación capitalista, lejos de abolirse con estas medidas, se agudiza, llega al extremo, a la cúspide. Mas, al llegar a la cúspide, se derrumba”.
Esto nos lleva a 1980, 100 años después de la publicación de Del socialismo utópico al socialismo científico. Si en ese breve panfleto, Marx y Engels predijeron que no habría alternativa a que el estado asumiera el papel del capitalista nacional, 1980 parece señalar el período decisivo en el que “No hay alternativa” viene a simbolizar el comienzo de lo que muchos, y los tontos marxistas entre ellos, confundieron con una regresión histórica:
El derrumbe del capital nacional administrado por el estado.
Entonces, continuemos.