El papel fundamental del oro en el análisis de la teoría laboral (Parte 2)

por Jehu

Al castellano: Non Lavoro

https://therealmovement.wordpress.com/2013/06/15/the-critical-role-of-gold-in-labor-theory-part-2/


En la primera parte de esta serie, hice las siguientes afirmaciones:

  1. El rol de un dinero-mercancía en el análisis de la teoría laboral no está determinado por el material que el estado designe como dinero en el territorio bajo su control, sino por la sociedad.
  2. El oro (el dinero mercancía generalmente) todavía realiza la función de medida del valor y estándar de precios a pesar de que esta función no sea reconocida por ningún estado en el mercado mundial.
  3. Es fundamental para el análisis de la teoría laboral que el dinero-mercancía sea reconocido como el único dinero que puede servir como medida del valor en el análisis.
  4. Sin embargo, existe un sesgo institucional dentro de la academia marxista, producido por décadas de investigación empírica basada en la idea errónea de que los dólares fiduciarios son dinero en el pleno sentido del término y que pueden servir como dinero en el análisis de la teoría laboral. Esta falacia sirve para bloquear el reconocimiento del dinero-mercancía como la única medida de valor apropiada para el análisis de la teoría laboral.
  5. Por tanto, los académicos marxistas han fracasado por completo en reconocer la importancia del colapso de Bretton Woods en 1971.
  6. Incluso un examen superficial de los datos empíricos utilizando el oro como medida del valor y medidas nominales de la actividad económica produce resultados marcadamente diferentes que aún no han sido explicados por los académicos marxistas.

Estos resultados marcadamente diferentes demuestran que el dinero fiduciario emitido por el estado no se comporta en absoluto como el dinero-mercancía y, además, no hay investigación (ni podría haber nunca investigación) que demuestre que el fiat inconvertible y envilecido emitido por el estado creado de la nada (el “fiat” para resumir) puede comportarse como dinero-mercancía por la ridículamente simple razón de que, si bien ninguna institución en la sociedad determina lo que sirve como dinero, solamente el estado crea fiat y lo fuerza a circular.

El dinero no manifiesta simplemente las relaciones de producción de los individuos involucrados en un cierto tipo de producción social, implica que esas relaciones de producción están fuera del control de los individuos que las crean. Dado que las relaciones de producción en las que entran los individuos no son dominadas por ellos, estas relaciones se manifiestan como una fuerza independiente que se opone a ellos en la forma de dinero.

De esto se deduce que el oro no desempeñaba anteriormente un rol en la gestión de las transacciones nacionales o internacionales, como argumenta Caffentzis, sino que, más bien, expresaba el hecho de que las relaciones de producción e intercambio estaban totalmente desreguladas.

3. Dinero no-mercancía e intercambio de valores

A pesar de la acusación que hace Caffentzis contra Marx, la investigación histórica indica que Marx estaba completamente familiarizado con las formas de dinero no-mercancía; sabía que el oro no servía como patrón de precios en muchos países en su época; e incluso creía que era posible que hubiese una economía en la que solo se utilizara en circulación dinero no-mercancía. A pesar de esto, dice Anitra Nelson, Marx declaró explícitamente que en la teoría laboral solo debería usarse un dinero-mercancía:

“Aunque Marx se refiere con frecuencia a tipos de medios circulantes no metálicos, los que él reconoce que incluso predominaron en Inglaterra en su época, insiste en que los modelos teóricos deben asumir un dinero puramente metálico”.

Este no es un asunto menor. Como mostraré, no es el resultado de una obsesión por el oro por parte de Marx, sino de su análisis de la naturaleza misma de los cambios impuestos al sistema monetario por el modo de producción capitalista.

Dado que el examen del registro histórico hace imposible concluir que Marx insistió en el dinero-mercancía por ignorancia, Caffentzis intenta otra táctica: inspirado en Hegel, Marx cometió el error de asumir que solo hay una expresión necesaria del tiempo de trabajo socialmente necesario requerido para la producción de mercancías.

Ocupando considerablemente menos espacio que Caffentzis, su argumento se reduce a esta analogía: el calor es solo la expresión de una abstracción: la energía cinética promedio de los átomos que componen un objeto. Dado que no podemos conocer en detalle todos los estados separados de energía de todos los átomos que componen el objeto, y así llegar a un estado de energía promedio para todo el objeto, solo podemos aprehender el estado de energía promedio de todos los átomos en la forma de la temperatura del propio objeto empleando un termómetro.

Pero, pregunta Caffentzis, ¿es el calor del objeto la única forma de aprehender la energía cinética promedio de todos los átomos que componen el objeto? ¿Qué pasa incluso con la estrella más cercana, que obviamente no podemos medir directamente con un termómetro? Resulta que también podemos medir el estado de energía promedio de un objeto distante por la frecuencia o el color de la luz emitida por él. Resulta que el estado de energía promedio de un objeto puede tener múltiples expresiones.

Aplicado al valor, Caffentzis sugiere que el tiempo de trabajo socialmente necesario requerido para producir una mercancía puede tener una serie de expresiones que son pasadas por alto o completamente ignoradas por Marx, quien, en su mentalidad del siglo XIX, creía que solo había una forma única para la aparición del valor de una mercancía.

Este es un argumento interesante que, sin embargo, pasa por alto un punto importante: el dinero-mercancía no simplemente expresa el valor de una mercancía, en una transacción reemplaza por completo ese valor con su propio valor. Cuando la mercancía se cambia por dinero, el valor contenido en la mercancía no salta del cuerpo de la mercancía al cuerpo del dinero. Si el dinero en sí no tiene valor, el resultado del intercambio es que un objeto con valor se intercambia por un objeto sin valor. El objeto utilizado como dinero en el intercambio no es en sí mismo un valor, sino un marcador de posición nominal para el valor: una ficción.

Puede que este hecho no sea evidente para las partes de la transacción, pero sigue siendo este el resultado. Si esta concepción errónea no es en sí misma una mera expresión del fetichismo de la mercancía en su forma más desarrollada, donde un marcador de posición nominal para el valor se toma por una cosa con valor simplemente porque el estado fascista declara que es dinero, no sé qué es. Sólo mientras el objeto sin valor permanezca en circulación como marcador de posición de un valor real, podrá mantener esta falacia. Cuando se interrumpe la circulación de mercancías, estos marcadores de posición nominales se revelan inmediatamente como ficciones en la forma de crisis financieras y se destruyen.

Así, Marx afirma:

“El oro como tiempo de trabajo materializado es una prenda por su propia magnitud de valor, y, como es la encarnación del tiempo de trabajo universal, su función continua como valor de cambio está avalada por el proceso de circulación. El simple hecho de que el propietario de la mercancía sea capaz de retener sus mercancías en la forma de valor de cambio, o retener el valor de cambio como mercancía, hace del intercambio de mercancías, para recuperarlas transformadas en oro, el motivo específico de circulación”.

La función que desempeña el dinero-mercancía como medida del valor depende, en última instancia, no sólo de su propio carácter como material que tiene valor y del reconocimiento universal de este carácter. Es la forma material en la que el vendedor puede retener el valor de una mercancía después de que la mercancía misma se ha vendido al comprador. Y retener el valor de la mercancía constituye el objetivo de la transacción.

En pocas palabras, aquí nos ocupamos no sólo del carácter del objeto que sirve la función del dinero, sino también de los objetivos de los miembros individuales de la sociedad. Usando la analogía de Caffentzis, si nuestro objetivo es simplemente medir la temperatura de un objeto, podemos usar la frecuencia de la luz emitida por el objeto o, quizás, cualquier número de medidas. Sin embargo, si nuestro objetivo es mantenernos calientes, el simple hecho de conocer la temperatura de una estrella distante no ayudará.

4. El dinero de crédito como señal de la desintegración de las relaciones capitalistas

Caffentzis analiza los eventos del 13 de agosto de 1971 y, aparentemente, no capta su verdadero significado para el análisis de la teoría laboral. En cambio, llega a la observación del apologista burgués completamente infundada de que, de plano, el dinero nunca tuvo para qué tomar la forma de una mercancía necesariamente:

“Recuerdo claramente haber visto con unos camaradas de un grupo de estudio de El Capital, el domingo 15 de agosto de 1971, la transmisión del anuncio de Nixon de que había ordenado el “cierre de la ventana del oro”. Y puesto que durante los meses anteriores estábamos leyendo pasajes como el siguiente: “el dinero, en la forma de metal precioso, sigue siendo la base desde la cual el sistema crediticio, por su propia naturaleza, nunca puede separarse” (Marx 1994: 606), ¡nos dejamos esa noche con el pensamiento de que o bien el capitalismo o el marxismo estaban llegando a su fin ante nuestros ojos!”

En realidad, Marx ya tenía bastante claro las implicaciones del dinero de crédito para el análisis de la teoría laboral en su época. La mera existencia del dinero de crédito, y su preponderancia en el intercambio real incluso en la época de Marx, sugería que la función necesaria del dinero como expresión material del valor de las mercancías ya se estaba socavando progresivamente en el siglo XIX a través de la expansión del propio sistema crediticio. Por tanto, según Anitra Nelson, Marx creía que la expansión precipitada del sistema crediticio prefiguraba la desaparición del capital mismo:

“Marx sugiere que el sistema crediticio es la manifestación más compleja de las relaciones capitalistas que se desarrolla sobre “la posesión monopolística de los medios sociales de producción”; el crédito es “una forma inmanente del modo capitalista … y … una fuerza impulsora de su desarrollo en su forma más alta y última posible”. El monstruoso sistema crediticio, compuesto por intereses “ficticios” y capitales que generan dividendos, representa la socialización de la ganancia, el capital compartido de una clase, y media la movilidad del capital y, por tanto, su progreso. En última instancia, da señal también de la desintegración de las relaciones capitalistas, que resultan de las contradicciones endógenas en la producción y se manifiestan de manera más violenta en las crisis. El crédito, escribe Marx, “suprime el carácter privado del capital y, por tanto, lleva inherentemente en él, aunque sólo inherentemente, la abolición del capital mismo”.”

Sin embargo, a pesar de esta observación de Marx, ha quedado desde entonces “claro” para Caffentzis que el fin del patrón oro no fue el fin efectivo del capitalismo. ¿Cómo llega Caffentzis a esta conclusión? La teoría laboral es clara en esto, y Marx, como reconoce Caffentzis, lo afirma muy explícitamente: el dinero-mercancía sigue siendo la base desde la cual el sistema crediticio, por su propia naturaleza, nunca puede separarse. Entonces, en lugar de concluir de esto que el sistema de dinero crediticio, al separarse del dinero-mercancía, se volvió puramente ficticio, Caffentzis concluye que Marx debe haber cometido un error como resultado de su obsesión por el oro.

¡Dios mío! ¡Sálvanos de los imbéciles!

La idea de que el shock de Nixon requiere una alteración en el análisis de la teoría laboral de la categoría dinero para superar cierto error provocado por la obsesión de Marx por el oro o por su falta de familiaridad con otras formas de dinero es la interpretación dominante y está muy extendida entre los académicos marxistas. Esto contrasta fuertemente con las interpretaciones de un pequeño grupo de teóricos laborales como Robert Kurz, que describen el sistema crediticio actual como completamente ficticio. En 1995, Kurz vinculó esta ficción con el trabajo improductivo, el sector terciario, la deuda estatal, las burbujas especulativas, los derivados, etc., todos los problemas que enfrenta el análisis marxista de esta crisis y que hasta ahora han eludido un argumento coherente.

A pesar de la contribución teórica de Kurz, en 2009 Caffentzis todavía se preguntaba si Marx cometió algún error increíble en su análisis del dinero, y esto, sorprendentemente, incluso mientras la política económica estatal fascista colapsaba bajo el peso de las ficciones del capital justo en su cara.

Marx cometió un error porque, según Caffentzis, “para Marx, sin oro no habría precios, y ¿qué sería del capitalismo sin precios?”

¿Es cierta esta afirmación? Por supuesto que no.

La ausencia de una mercancía estándar para una moneda no tiene ningún impacto sobre si las mercancías tienen precios. Lo que sí significa, sin embargo, es que estos precios no tienen estándar, es decir, un precio realizado en una transacción de una mercancía por una cierta cantidad de dólares no implica que el vendedor de la mercancía haya realizado el valor de la mercancía que vendió.

Con el fiat, el valor de las mercancías mismas no se puede realizar en ningún intercambio, sin importar el precio nominalmente realizado en este intercambio, ya sea que este precio sea de un dólar o de mil millones de dólares. Por dar un ejemplo: un contratista de defensa fabrica un dron y lo vende a Washington. El estado simplemente pasa un crédito a la cuenta del vendedor con cierta cantidad de electrones danzantes, mientras que el vendedor entrega su mercancía que contiene el valor real a cambio. El precio realizado a través del intercambio es una pura y simple ficción que no contiene ningún valor de cambio. Meses después, la misma transacción aparece en las estadísticas de la Oficina del Trabajo como un incremento del PIB, y luego es importada acríticamente a la investigación empírica de los imbéciles marxistas.

Si examinamos el argumento de Marx con cuidado, no hay nada que sugiera que una economía no pueda funcionar completamente con precios nominales como este. Mientras entendamos que estos precios nominales denominados en moneda fiduciaria sin valor sin una mercancía estándar no son realmente valores de cambio. En la teoría laboral ya se asume que el vendedor de una mercancía puede no realizar todo o parte del valor de la mercancía que vende por varias razones: por ejemplo, puede que no haya compradores o el tiempo de trabajo gastado en su producción puede representar sólo en parte el tiempo de trabajo socialmente necesario, o el tiempo de trabajo gastado aunque sea por completo socialmente necesario, puede venderse en un mercado saturado, etc.

Sin embargo, con el fiat, la posibilidad de que el valor de una mercancía no se realice se convierte en un hecho objetivo ya dado en el dinero mismo empleado en el intercambio, que no contiene ningún valor. Si bien la producción de mercancías siempre conlleva el riesgo de que el valor creado no se realice, en este caso la realización es completamente imposible. En el capítulo pertinente de El Capital, Marx trata este tipo de riesgo asociado con la producción de mercancías solo como una mera posibilidad. Esto es totalmente correcto, ya que aún no ha desarrollado las condiciones en las que esta posibilidad se convierte en una inevitabilidad. La conversión de la mera posibilidad de que el valor de una mercancía no se realice en el fracaso real de la realización del valor de la mercancía bajo cualquier circunstancia surge de las leyes de la producción capitalista misma, no de las relaciones de intercambio.

Puesto que la imposibilidad material de convertir el valor de la mercancía en valor de cambio en un sistema de dinero fiduciario puro surge del capital, no de las relaciones de intercambio, parecería que la sustitución del dinero-mercancía por un fiat emitido por el estado debería haber obligado a los teóricos laborales a investigar cómo y bajo qué condición el capital obligó a la sociedad a abolir el dinero-mercancía. Sin embargo, esto nunca sucedió; en lugar de averiguar cómo obliga el capital a la sociedad a abolir el dinero-mercancía, casi todos los teóricos laborales se propusieron buscar formas en que el dinero no-mercancía pudiera ser introducido en la teoría del dinero de Marx como una medida independiente del valor de las mercancías.

Si creemos en Nelson, el capital, desde su comienzo, necesariamente toma la forma de dinero no-mercancía en su movimiento. Por lo tanto, si Marx dice que todo el dinero es de plano un signo del dinero-mercancía, también está diciendo que el capital en su movimiento despoja cada vez más al dinero de su carácter de mercancía. Este despojo del dinero de su carácter de mercancía es tan pronunciado que, al final, el dinero mismo se reduce a un simple trozo de papel o a electrones danzantes en una terminal de computadora. Los simplones burgueses y los ingenuos académicos marxistas que los siguen, creen que los vales sin valor pueden servir como dinero, sin siquiera investigar las implicaciones de los eventos de 1971.

Pasaré a esas implicaciones en la parte final de esta serie.