El conflicto oculto dentro del estado fascista por el control de la política económica. (1)

 por Jehu

Al castellano: Non Lavoro

https://therealmovement.wordpress.com/2015/10/02/the-hidden-conflict-within-the-fascist-state-for-control-of-economic-policy/


 Este artículo, Las devaluaciones no funcionaron , apunta a la que creo que es la verdadera razón por la que la Reserva Federal está desesperada por aumentar la tasa de su política monetaria en algún momento de este año. Se va haciendo cada vez más obvio que la política monetaria no ha funcionado y los banqueros están en peligro de perder el control de la política económica.

Según The Economist: “Las devaluaciones de hoy no han tenido los impactos positivos que tuvo el final del patrón oro en la década de 1930”. A raíz de la crisis financiera de 2008-2009, los simplones burgueses están profundamente divididos en cuanto a cómo reemplazar las medidas extraordinarias que tomaron para prevenir el colapso del capitalismo, por un conjunto de políticas que puedan usarse para manejar la crisis a largo plazo. La pregunta medular en este esfuerzo es:

“¿Por qué las políticas de devaluación de la moneda no están creando inflación?”

Para responder a esta pregunta se requerirá un poco de historia económica.

Los medios para … ¿la inflación?

En su ensayo de 1930, Posibilidades económicas para nuestros nietos, Keynes diagnosticó que la Gran Depresión fue causada por la mejora en la productividad del trabajo. Yendo más o menos por la misma línea de lo que Marx predijo unos 70 años antes: que la reducción del trabajo necesario para la producción de mercancías resultaría en un colapso catastrófico de la producción, Keynes explicó que el capital sí estaba reduciendo la necesidad de trabajo más rápido de lo que podría encontrar nuevos usos para el trabajo. En ese ensayo, Keynes expresó su creencia en  que esto conduciría a una reducción de las horas de trabajo y a un fin a la moral fundada en la acumulación de capital.

En una palabra, el comunismo.

Sin embargo, en su ensayo de 1933, Medios para la prosperidad, su discusión sobre la Gran Depresión cambió significativamente. Aunque todavía parece decir que la mejora en la productividad del trabajo fue la causa de la deflación, refiriéndose a millones de desempleados mientras incluso aumentaba la necesidad, ya no habló más de reducir las horas de trabajo. En cambio, sugirió que la deflación producida por la Gran Depresión había resultado del colapso del crédito, particularmente en los Estados Unidos.

Si es que tenía razón en su diagnóstico de 1933 o no, no es la pregunta aquí. (No tenía razón, ya que el colapso del crédito fue solo un efecto secundario de la depresión misma). Sin embargo, incluso en ese ensayo, lo que Keynes propone como solución no es la devaluación de la moneda — y de hecho, parece descartarla — sino la intervención del estado, tomando prestado el capital dinerario inactivo en la economía y poniendo a la clase trabajadora a trabajar.

¿Cómo, se preguntó Keynes, podría estabilizarse la deflación de los precios? Algunos de los simplones burgueses abogaban por que los precios pudieran estabilizarse por medios convencionales: reduciendo la producción de mercancías y reduciendo su oferta hasta que mejoraran las condiciones para una producción rentable. Keynes no estuvo de acuerdo con esta aproximación: reducir la producción, explicó, solo reduciría la demanda de inversión y empeoraría la crisis general:

“[Como] remedio integral la restricción es peor que inútil. Para la comunidad en su conjunto, reduce la demanda, al destruir los ingresos de los productores restringidos, tanto como reduce la oferta”.

Usar el gasto deficitario estatal para contrarrestar la deflación

En cambio, Keynes propuso solucionar el problema de la deflación mediante el gasto deficitario. El gasto en mercancías tenía que aumentar más rápido que lo que la mejora en la productividad del trabajo aumentara la oferta de mercancías. Esto significaba que la gente tenían que gastar una parte mayor de sus ingresos y ahorrar menos. Keynes observó que debido a la depresión, las personas ya estaban ahorrando menos y gastando una mayor parte de sus ingresos. Además de producir más oro, la única forma de lograr un mayor gasto era con más exportaciones y más deuda. Finalmente, argumentó, tratar de aumentar las exportaciones mediante la devaluación competitiva de la moneda podría funcionar para un país, pero no si todos los países lo intentaran a la vez.

Keynes concluyó así:

“Por lo tanto, nos queda la conclusión general de que no hay medios efectivos para elevar los precios mundiales, excepto aumentando el gasto en préstamos en todo el mundo”.

Se han de hacer esfuerzos para que el crédito esté disponible y las tasas de interés sean lo más bajas posible, pero Keynes creía que la única fuente real y efectiva para aumentar el gasto en préstamos en medio de la Gran Depresión era el propio estado:

“Por lo tanto, el primer paso debe darse por iniciativa de la autoridad pública; y probablemente tenga que ser a gran escala y organizado con determinación, para que esto sea suficiente para romper el círculo vicioso y detener el deterioro progresivo”.

El mito estándar de los simplones burgueses es que la Gran Depresión terminó con la devaluación de la moneda en la década de 1930. Esto no es exactamente cierto. Al menos en los Estados Unidos, la fase de contracción de la Gran Depresión terminó en ese momento, pero la recuperación no ocurrió. Al igual que en 2009, después de una fuerte contracción de la producción, la economía se estabilizó a un nivel más bajo que antes. El crecimiento se reanudó, pero la recuperación no tuvo lugar hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial y la expansión de los gastos en préstamos para gastos militares.

En Alemania, era lo contrario: los sostenidos preparativos de guerra bajo los nazis llevaron la economía rápidamente al “pleno empleo”. Los efectos estimulantes del despilfarro en gastos de guerra del gobierno hicieron el truco. Tal como argumentó Keynes en 1933, el despilfarro en el gasto del gobierno — no la devaluación de la moneda — podría compensar la deflación. Además, la guerra misma completaba la tarea con la destrucción de la capacidad productiva de los competidores industriales avanzados de los Estados Unidos; dejándole a éste solo y sin contendor como capital nacional dominante en el mercado mundial.

Gasto deficitario e hiperinflación

Sin embargo, en los quince años posteriores al fin de la guerra, las políticas keynesianas acabaron en la Gran Estanflación de la década de 1970. Las políticas keynesianas fueron tan buenas en la creación de inflación que durante la depresión de esa década, la inflación se intensificó hasta el punto límite de la hiperinflación, amenazando el estatus de reserva mundial del dólar.

Desde la década de 1970, ha surgido el mito entre los burgueses simplones de que la inflación puede generarse solo a través de la política monetaria. Friedman y los “monetaristas” han argumentado que el estado puede controlar la inflación mediante la inyección constante de moneda falsificada en circulación. Keynes ha sido derrocado.

En 2002, por ejemplo, Bernanke calmó los temores a la deflación, al declarar que la Reserva Federal podría avivar la inflación falsificando moneda simplemente.

“[El] gobierno de EE. UU. tiene una tecnología, llamada imprenta (u, hoy en día, su equivalente electrónico), que le permite producir tantos dólares estadounidenses como desee sin ningún costo. Al aumentar la cantidad de dólares estadounidenses en circulación, o incluso amenazando creíblemente con hacerlo, el gobierno de los Estados Unidos también puede reducir el valor de un dólar en términos de bienes y servicios, lo que equivale a aumentar los precios en dólares de esos bienes y servicios.”

Esta afirmación proviene directamente de la estúpida teoría de la inflación de Friedman; vale decir, que la inflación es “siempre y en todas partes un fenómeno monetario”. Sin embargo, si Bernanke y los monetaristas de Friedman tienen razón en que los fascistas pueden crear inflación simplemente falsificando la moneda, ¿por qué The Economist publica este artículo sobre la deflación después de seis años de políticas monetarias no convencionales?

Bernanke no tenía razón, el monetarismo es una mierda — no se puede aumentar la inflación imprimiendo moneda.

“Dominancia fiscal”

La idea de que la inflación no puede ser avivada por la falsificación de moneda tiene enormes implicaciones políticas. Si quieres inflación, debes hacer lo que Keynes sugirió: aumentar los gastos más rápido que los aumentos de productividad. Pero al mismo tiempo, Keynes además insinuó por qué el gasto deficitario no funcionaría como estrategia: los capitalistas se resistirían a la intervención estatal en la economía, aunque fuera en nombre de sus intereses.

“Algunos cínicos, que han seguido el argumento hasta ahora, concluyen que nada, excepto una guerra, puede llevar a una gran depresión a su conclusión. Hasta ahora, la guerra ha sido el único objeto del gasto gubernamental en préstamos a gran escala que los gobiernos han considerado respetable. En todos los asuntos de paz, son tímidos, demasiado cautelosos, poco entusiastas, sin perseverancia ni determinación, y piensan en un préstamo como un pasivo y no como un vínculo en la transformación de los recursos excedentes de la comunidad, que de lo contrario se desperdiciarán, en activos de capital útiles”.

Según Keynes, los capitalistas se resistirían al aumento de la deuda pública para poner fin a la crisis y aceptarían el control estatal de la producción solo en caso de guerra. La razón es bastante comprensible: como lo señaló Engels cincuenta años antes que Keynes, el control estatal de la producción vuelve superflua a toda la clase. Y nadie quiere ser superfluo.

Así, a pesar del consejo de Keynes, el gasto necesario para terminar con la Gran Depresión solo comenzó con la Segunda Guerra Mundial y los preparativos para ella. Del mismo modo, la Gran Estanflación solo terminó con la construcción militar de Reagan. Y, más recientemente, en 2008-2009, la economía tuvo que literalmente estar al borde del colapso antes de que Washington revirtiera los intentos de reducir sus déficits y se embarcara en una ola de gastos de varios años y miles de millones de dólares.

Hoy, la resistencia de los capitalistas a la intervención estatal, incluso a riesgo del propio capitalismo, continúa bajo la bandera de la independencia del banco central y la oposición a la  “dominancia fiscal”, es decir, al control estatal de la producción de plusvalía.

Pasaré a esto a continuación.