Donde Marx se equivocó — según Benanav y Clegg

por Jehu

Al castellano: Non Lavoro

https://therealmovement.wordpress.com/2018/05/18/where-marx-went-wrong-according-to-benanev-and-clegg/


Continúo con mi examen del argumento económico del colectivo Endnotes a favor de la comunización. Este argumento se describe en Endnotes 2, en un ensayo titulado Miseria y deuda, de Aaron Benanav y John Clegg.

En dos secciones de su ensayo, tituladas respectivamente “La crisis de la reproducción” y “De la reindustrialización a la desindustrialización”, estos cabezas huecas resumen los supuestos defectos de la teoría de la acumulación de Marx de esta manera: Marx identifica un cambio desde industrias de trabajo intensivo a industrias de capital intensivo. Esto se traduce en una caída de la demanda de trabajo tanto en los sectores industriales nuevos como en los antiguos. Al principio, los asalariados desempleados expulsados por este cambio tienden a ser reabsorbidos en los circuitos del capitalismo. Pero, con el tiempo, tienden a superar esta función y se vuelven absolutamente redundantes. Por tanto, el capital tiende a producir una población de trabajadores asalariados que se vuelven absolutamente redundantes para las necesidades de la producción capitalista. Si esto no se controla, la disminución relativa de la demanda laboral se vuelve absoluta. En un comienzo, esta predicción de Marx nació dada la evidencia disponible en su tiempo, dicen los autores.

Con el tiempo, tanto una creciente población de trabajadores como una creciente masa de capital no podrían encontrar lugar en el proceso de producción. De esta manera, el proletariado como clase queda progresivamente excluido de todo empleo productivo. El capital proletariza a los pequeños productores, pero estos proletarios recién creados no pueden vender su fuerza de trabajo porque, al obtener empleo, socavan sus propias condiciones materiales de existencia. El trabajo asalariado es inseparable de la acumulación de capital, pero la creciente productividad del trabajo social reduce la demanda de trabajo asalariado. Así, en una sociedad basada en el trabajo asalariado, la reducción del tiempo de trabajo socialmente necesario se expresa en una creciente escasez de puestos de trabajo.

Todo bien, ¿verdad? ¿Marx predijo el fin del capitalismo basado en la creciente escasez de empleo asalariado?

Bueno, no tanto.

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Lo que Benanav y Clegg describen aquí es un resumen bastante bueno de la explicación de Keynes sobre el desempleo tecnológico, pero poco tiene que ver con la discusión de Marx en El Capital. Al eliminar la discusión de Marx sobre el valor, la plusvalía y la ley del valor, del proceso de desarrollo tecnológico descrito anteriormente, estos dos idiotas han reproducido el argumento del ensayo de Keynes de 1930. Luego, habiendo atribuido el argumento de Keynes a Marx, ¡alegan que Marx ha sido contradicho por la historia del capitalismo!

Así es como la historia refutó a Marx según Benanav y Clegg: la formación de una masa absolutamente redundante de proletarios que supuestamente Marx predijo no sucedió, al menos como él lo había previsto, porque Marx no previó el surgimiento de nuevas industrias que absorbieran gran parte del excedente de trabajo y capital. Las innovaciones que ahorran trabajo dieron lugar a nuevos mercados y nuevos productos absorbentes de capital-y-trabajo. Estos nuevos mercados y nuevos productos pudieron absorber simultáneamente grandes cantidades de capital y trabajo, incluso cuando los aumentos de productividad redujeron los costos relativos de producción. Las nuevas industrias y mercados frenaron el declive del empleo asalariado durante más de medio siglo. Así, incluso cuando los campesinos recientemente proletarizados irrumpieron en los mercados laborales urbanos, el empleo asalariado creció.

Lo realmente extraño de estas acusaciones contra Marx es que no hay una sola evidencia que sugiera que Marx alguna vez sostuviera algo que se acercara a una teoría del desempleo tecnológico. Si bien es cierto que Marx creía que las mejoras en la productividad del trabajo social, debido a la aplicación de la ciencia, las máquinas y la tecnología mejoradas en la producción, eventualmente comenzarían a reducir la necesidad de trabajo humano en la producción, el empleo de trabajo humano en la producción no estaba determinado únicamente por los requisitos técnicos de producción. Se requería trabajo humano además para la producción de valor de cambio, no solo para valores de uso. Debería ser obvio, incluso para los tontos de Endnotes, que aunque Marx argumentó que las máquinas podrían reemplazar a los trabajadores en la producción de valores de uso, además creía que ninguna máquina podría reemplazar a un trabajador en la producción de valor de cambio.

¿Qué mierda les pasa a estos académicos? No es posible que sean tan estúpidos como para esperar que este argumento se lo trague cualquiera que esté un poco familiarizado con la teoría laboral del valor de Marx.

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Tengo que introducir esta cita de Benanav y Clegg, porque es demasiado preciosa:

“Sin embargo, como muestra el gasto público sin precedentes que sustentó este proceso, el capital no está dotado de ninguna tendencia intrínseca que permita generar de forma continua innovaciones en productos que compensen sus procesos de innovación para ahorrar mano de obra. Al contrario, esas mismas innovaciones en productos actúan a menudo como procesos de innovación, con lo que la solución no hace más que agravar el problema inicial. Cuando, durante las décadas de 1960 y 1970, las industrias del automóvil y de bienes de consumo duraderos comenzaron a expulsar capital y trabajo, nuevos sectores como el de la microelectrónica se mostraron incapaces de absorber los excedentes, incluso décadas después. Estas innovaciones, como las de la segunda revolución industrial descritas, surgieron de innovaciones de procesos concretas en el marco de la industria y de los ejércitos, y sólo recientemente se han transformado en una diversidad de productos de consumo. La dificultad inherente a este desplazamiento, desde la perspectiva de la generación de nuevos puestos de trabajo, no reside simplemente en la dificultad de controlar un mercado de software, sino también en que los nuevos bienes generados por la industria microelectrónica han absorbido magnitudes cada vez menores de capital y trabajo. Es más, no se trata sólo de que los ordenadores tengan en sí mismos unos requisitos de mano de obra rápidamente decrecientes (la industria de los microchips, restringida a sólo unas cuantas fábricas en el mundo entero, está increíblemente mecanizada), sino también de que, al incrementar rápidamente el grado de automación, tienden a disminuir las necesidades de mano de obra en todos los demás sectores. Por tanto, en lugar de resucitar una industria estancada y restablecer la reproducción ampliada —en línea con el pronóstico de Schumpeter— el auge de la industria informática ha contribuido a la desindustrialización y a una escala de acumulación descendente, en línea con el pronóstico de Marx.”

Observa cómo los autores simplemente dejan caer la mención del gasto público deficitario y el ejército en el pasaje anterior. En El Capital, Marx apenas menciona al Estado. Sin embargo, los autores invocan los déficits estatales y el gasto militar para admitir el papel desempeñado por el estado en lo que denominan formaciones de nuevas industrias y mercados que hicieron posible que el capital frenara el declive del empleo asalariado durante medio siglo.

Uno pensaría que los genios de Endnotes destacarían este desarrollo, sobre todo porque, según las lecturas más difundidas, Marx no junta su análisis del modo de producción con su teoría del estado para entonces producir una teoría unificada. Uno pensaría que Benanav y Clegg nos dijeran: “Oye, mira. Marx no pudo anticipar el papel creciente del estado en la economía capitalista como un contrapeso cada vez más importante para la creciente población excedente de trabajadores y el capital excedente”. Este tipo de observación podría ser significativa porque, como todos sabemos, el Estado solo consume valor de cambio y valores de uso; no produce nada por sí mismo. Y dado que el estado no produce nada, ¿qué utiliza como aval cuando pide prestado? ¿cómo reembolsa lo que pidió prestado? Este es un verdadero misterio en cualquier modelo del capital que asuma la noción de Marx de producción e intercambio de mercancías, donde, como regla general, se intercambian equivalentes del valor trabajo.

¿Cómo se las arregla el Estado para evadir esta premisa fundamental de un modo de producción basado en el valor de cambio?

Pero hay un problema con esta observación: En realidad, Marx (y Engels) argumentan explícitamente que el estado deberá volverse cada vez más importante. Este argumento no se adelanta en el inacabado El Capital, donde en general se concuerda en que no se integró al Estado en el análisis del modo de producción. Esa predicción aparece en otro texto: el tercer capítulo del libro de Engels, Del socialismo utópico al socialismo científico. En ese capítulo, Marx y Engels nos explican la evolución del capital y hacen la firme predicción de que, eventualmente, el estado burgués se vería obligado a asumir la gestión de los capitales nacionales. Sería posible ignorar esta predicción, ya que viene en un texto que nadie siquiera lee hoy. Pero, ¿es ético de parte de los académicos de Endnotes ignorar dicho texto cuando ciertamente citan al gasto público deficitario y al gasto militar como razón por la cual Marx estaba supuestamente equivocado en predecir el desempleo tecnológico?

Si quieres colgar la predicción de Keynes al cuello de Marx, estás al menos obligado a señalar que Marx como mínimo especuló de pasada que el estado se vería obligado a administrar directamente las capitales nacionales; que éste se convertiría en el explotador directo del trabajo asalariado; y que esto marcaría un avance en el modo de producción que prepararía técnicamente a la sociedad para el comunismo. Es decir, admitirías todo esto si fueras ético.

No hay evidencia, de hecho, de que el colectivo Endnotes esté tratando de tratar a Marx y su teoría de manera ética.

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Lejos de mí está lloriquear por que los académicos de Endnotes sean charlatanes poco éticos.

En vez de eso, quiero centrarme en el acertijo de aquello que Benanav y Clegg correctamente citan como la explicación de por qué la predicción de Keynes sobre el desempleo tecnológico se descarriló durante al menos cincuenta años.

Aunque inicialmente, en 1933, en un ensayo titulado Los medios para la prosperidad, Keynes diagnosticó la Gran Depresión como un colapso catastrófico en la demanda de trabajo asalariado provocado por el “descubrimiento de medios para economizar el uso del trabajo, superando el ritmo al que podemos encontrar nuevos usos para el trabajo”, lo que probablemente significaría el fin del sistema de esclavitud asalariada, él era de la opinión de que el estado podía, al menos temporalmente, proporcionar un respiro a la esclavitud asalariada. Si el problema de la depresión fue el exceso de capital y el exceso de trabajadores, Keynes propuso una solución simple y elegante: el estado debería tomar prestado el capital en exceso y usar este capital prestado para emplear a los trabajadores en exceso.

Keynes basó sus ideas en tres supuestos generalizados:

(1) Para las mercancías en su conjunto, no puede haber ningún medio posible de aumentar sus precios, excepto aumentando el gasto en ellas más rápidamente de lo que su oferta llega al mercado.

(2) El gasto solo puede aumentarse si el público gasta una mayor proporción de los ingresos que ya tiene, o si su poder adquisitivo agregado aumenta de alguna otra manera.

(3) Hay límites estrechos para aumentar el gasto de los ingresos existentes, ya sea ahorrando menos o aumentando el gasto personal de naturaleza capital. Los ingresos se reducen tanto hoy y los impuestos aumentan tanto, que muchas personas ya están, en el esfuerzo por mantener su nivel de vida, ahorrando menos de lo que requieren los buenos hábitos personales. Cualquiera que pueda permitirse gastar más debe ser alentado a hacerlo, especialmente si tiene la oportunidad de gastar en nuevos objetos de capital o semi-capital. Pero es una evasión de la magnitud del problema creer que podemos resolverlo de esta manera. Por tanto, debemos apuntar a incrementar el poder adquisitivo agregado. Si podemos lograrlo, servirá en parte para subir los precios y en parte para aumentar el empleo”.

Con base en estos supuestos, Keynes propuso que el estado británico debía pedir prestado el exceso de capital “a gran escala y organizado con determinación … para detener el deterioro progresivo, ya que empresa tras empresa arroja la esponja y deja de producir con pérdidas en la aparentemente vana esperanza de que la perseverancia sea recompensada”. Una iniciativa de obras públicas de este tipo solo se había considerado en tiempos de guerra. “Hasta ahora, la guerra ha sido el único objeto de préstamos gubernamentales a gran escala que los gobiernos han considerado respetables”.

Pero esta vez fue diferente: la Gran Depresión fue una catástrofe económica sin precedentes que requirió la aplicación de medidas económicas de tiempos de guerra a una economía en tiempos de paz.

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Pero la solución del gasto deficitario de Keynes no habría sido posible si no fuera por otro evento que hizo notable la Gran Depresión: todas las economías industriales fueron expulsadas del patrón oro y el dinero-mercancía fue reemplazado por fichas sin valor emitidas por los gobiernos nacionales. Como ciertamente lo predijo Marx, el cambio tecnológico no termina en la abolición del empleo asalariado; más bien, termina en el colapso de la producción basada en el valor de cambio.

Pasaré a esto a continuación.