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Notas sobre el Fragmento sobre las máquinas

Por Ben Reynolds

Al castellano: Non Lavoro

https://fetaat.wordpress.com/2016/06/10/notes-on-the-fragment-on-machines/


El “Fragmento sobre las máquinas” es la parte más conocida (y quizás la menos comprendida) de la tremenda colección de notas de Marx conocida como los Grundrisse. Ha sido objeto de estudio por aparentemente todos los teóricos marxistas o pseudo-marxistas desde la década de 1970, desde los pioneros de la escuela wertkritik hasta Paul Mason. Si bien vale la pena leer todo el pasaje, la parte más importante del “Fragmento” es su sexto párrafo, que incluiré aquí en su totalidad:

 “El intercambio de trabajo vivo por trabajo objetivado, es decir el poner el trabajo social bajo la forma de la antítesis entre el capital y el trabajo, es el último desarrollo de la relación de valor y de la producción fundada en el valor. El supuesto de esta producción es, y sigue siendo, la magnitud de tiempo inmediato de trabajo, el cuanto de trabajo empleado como el factor decisivo en la producción de la riqueza. En la medida, sin embargo, en que la gran industria se desarrolla, la creación de la riqueza efectiva se vuelve menos dependiente del tiempo de trabajo y del cuanto de trabajo empleados, que del poder de los agentes puestos en movimiento durante el tiem­po de trabajo, poder que a su vez —su poderosa eficacia – no guarda relación alguna con el tiempo de trabajo inme­diato que cuesta su producción, sino que depende más bien del es­tado general de la ciencia y del progreso de la tecnología, o de la aplicación de esta ciencia a la producción. (El desarrollo de esta ciencia, esencialmente de la ciencia natural y con ella de todas las demás, está a su vez en relación con el desarrollo de la producción material.) La agricultura, por ejemplo se transforma en mera aplicación de la ciencia que se ocupa del intercambio material de sustancias, de cómo regularlo de la manera más ventajosa para el cuerpo social entero. La riqueza efectiva se manifiesta más bien – y esto lo revela la gran industria – en la enorme desproporción entre el tiempo de trabajo empleado y su producto, así como en la desproporción cualitativa entre el trabajo, reducido a una pura abstracción, y el poderío del proceso de producción vigilado por aquél. El trabajo ya no aparece tanto como recluido en el proceso de producción, sino que más bien el hombre se comporta como supervisor y regula­dor con respecto al proceso de producción mismo. (Lo dicho sobre la maquinaria es válido también para la combinación de las actividades humanas y el desarrollo del comercio humano.) El trabajador ya no introduce el objeto natural modificado, como eslabón intermedio, entre la cosa y sí mismo, sino que inserta el proceso natural, al que transforma en industrial, como medio entre sí mismo y la naturaleza inorgánica, a la que domina. Se presenta al lado del proceso de producción, en lugar de ser su agente principal. En esta transformación lo que aparece como el pilar fundamental de la producción y de la riqueza no es ni el trabajo inmediato ejecutado por el hombre ni el tiempo que éste trabaja, sino la apropiación de su propia fuerza productiva general, su comprensión de la naturaleza y su dominio de la misma gracias a su existencia como cuerpo social; en una palabra, el desarrollo del individuo social. El robo de tiempo de trabajo ajeno, sobre el cual se funda la riqueza actual, aparece como una base miserable comparado con este fundamento, recién desarrollado, creado por la gran industria misma. Tan pronto como el trabajo en su forma inmediata ha cesado de ser la gran fuente de la riqueza, el tiempo de trabajo deja, y tiene que dejar, de ser su medida y por tanto el valor de cambio [[deja de ser la medida]] del valor de uso. El plustrabajo de la masa ha dejado de ser condición para el desarrollo de la riqueza social, así como el no-trabajo de unos pocos ha cesado de serlo para el desarrollo de los poderes generales del intelecto humano. Con ello se desploma la pro­ducción fundada en el valor de cambio, y al proceso de producción material inmediato se le quita la forma de la nece­sidad apremiante y el antagonismo. Desarrollo libre de las individualidades, y por ende no reducción del tiempo de tra­bajo necesario con miras a poner plustrabajo, sino en general reducción del trabajo necesario de la sociedad a un mínimo, al cual corresponde entonces la formación artística, científica, etc., de los individuos gracias al tiempo que se ha vuelto libre y a los medios creados para todos. El capital mismo es la contra­dicción en proceso, [por el hecho de] que tiende a reducir a un mínimo el tiempo de trabajo, mientras que por otra parte pone al tiempo de trabajo como única medida y fuente de la riqueza. Disminuye, pues, el tiempo de trabajo en la forma de tiempo de trabajo necesario, para aumentarlo en la forma del trabajo excedente; pone por tanto, en medida creciente, el trabajo excedente como condición — cuestión de vida o muerte — del necesario. Por un lado despierta a la vida todos los poderes de la ciencia y de la naturaleza, así como de la cooperación y del intercambio sociales, para hacer que la crea­ción de la riqueza sea (relativamente) independiente del tiempo de trabajo empleado en ella. Por el otro lado se propone medir con el tiempo de trabajo esas gigantescas fuerzas sociales crea­das de esta suerte y reducirlas a los límites requeridos para que el valor ya creado se conserve como valor. Las fuerzas producti­vas y las relaciones sociales —unas y otras aspectos diversos del desarrollo del individuo social – se le aparecen al capital únicamente como medios, y no son para él más que medios para pro­ducir fundándose en su mezquina base. De hecho, empero, constitu­yen las condiciones materiales para hacer saltar a esa base por los aires. “Una nación es verdaderamente rica cuando en vez de 12 horas se trabajan 6. La riqueza no es disposición de tiempo de plustrabajo” (riqueza efectiva), “sino tiempo disponible, aparte el usa­do en la producción inmediata, para cada individuo y toda la sociedad”. [The Source and Remedy, etc., 1821, p. 6.]

Marx comienza afirmando que la relación del valor, y por lo tanto, el capitalismo, se define por el intercambio de fuerza de trabajo humana por valores trabajo cristalizados en forma de dinero. Pero Marx sigue, argumentando que el desarrollo del capitalismo arroja esta relación – la relación entre la fuerza de trabajo humana viva y la producción de valor – a una contradicción cada vez más aguda. A medida que la ciencia y la tecnología se desarrollan y el capital se acumula, la sociedad capitalista produce cantidades crecientes de riqueza a medida que la maquinaria eclipsa al trabajo vivo en la producción.

La contribución real de Marx a nuestra comprensión del capitalismo no es su argumento de que el trabajo es la fuente del valor de cambio en una sociedad capitalista. Todos los economistas clásicos estuvieron de acuerdo en este punto. La crítica de Marx a la economía política comienza donde sugiere que el capitalismo es un sistema en movimiento impulsado por las contradicciones inherentes a la producción de valor de cambio. En pocas palabras: si el capitalismo deriva todo el valor que produce de la apropiación del trabajo vivo, y su desarrollo continuo hace que este trabajo sea cada vez más obsoleto, entonces el capitalismo se basa en una contradicción fundamental que, en última instancia, debe ser su perdición.

Pero, ¿qué quiere decir Marx cuando sugiere que “se desploma la producción fundada en el valor de cambio”? Jehu Eaves ha ofrecido recientemente una interpretación sofisticada de este pasaje. Eaves sostiene que el capitalismo consiste en dos modos de producción: producción por el valor de cambio y producción por la ganancia. Eaves escribe que: “en la primera, la producción por el valor de cambio, el precio de la mercancía está determinado por el valor trabajo. En la segunda, la producción por la ganancia, el precio de la mercancía está determinado por la ganancia”. Eaves luego sostiene que el desarrollo del capitalismo hace que la producción de ganancias sea incompatible con la producción basada en el valor de cambio. Como tal, el colapso de la producción basada en el valor de cambio significa que la producción por la ganancia (el capitalismo) solo puede persistir si abandona las premisas de la producción por el valor de cambio – es decir, su fundamentación en el valor del trabajo humano vivo.

Eaves y yo estamos de acuerdo en la mayoría de los puntos sustanciales de este argumento. El desarrollo del capitalismo lleva hasta sus límites la contradicción entre las premisas de la producción sobre la base de los valores trabajo y la producción por la ganancia. En cierto punto, mientras la maquinaria y la tecnología continúan reemplazando al trabajador en todas las esferas de la producción, la plusvalía apropiada desde el trabajo vivo solo puede expandirse hasta cierto límite. Sin embargo, yo sostengo que el colapso de la producción basada en el valor de cambio implica el colapso del capitalismo mismo. Pero según señala Jehu, en este pasaje Marx no dice que la producción de plusvalía o que el capitalismo colapse.

Examinemos en detalle lo que sostiene Marx. Después de describir el desarrollo de la ciencia y la tecnología en relación con el trabajo humano, afirma: “Tan pronto como el trabajo en su forma inmediata ha cesado de ser la gran fuente de la riqueza, el tiempo de trabajo deja, y tiene que dejar, de ser su medida y por tanto el valor de cambio [[deja de ser la medida]] del valor de uso”.   Marx sostiene que el capitalismo avanzado produce enormes cantidades de riqueza con una mínima aportación de trabajo. Imagina las fábricas esencialmente automatizadas por completo de Fanuc, el principal fabricante de robótica industrial, que pueden funcionar durante casi un mes sin intervención humana. En este punto, Marx afirma que el valor de cambio (el valor derivado del trabajo) ya no puede ser la medida del valor de uso. Éste es un punto importante. Marx no está diciendo que el valor de cambio deje de ser la medida del precio de los bienes, sino que la relación entre el valor de cambio y la producción de riqueza material se rompe.

Marx prosigue: “Con ello se desploma la pro­ducción fundada en el valor de cambio, y al proceso de producción material inmediato se le quita la forma de la nece­sidad apremiante y el antagonismo”. Una vez más, Marx sostiene que la producción directa de valores de uso ya no está restringida por la pobreza y las contradicciones que caracterizan a la producción capitalista. Continúa: “Desarrollo libre de las individualidades, y por ende no reducción del tiempo de tra­bajo necesario con miras a poner plustrabajo, sino en general reducción del trabajo necesario de la sociedad a un mínimo, al cual corresponde entonces la formación artística, científica, etc., de los individuos gracias al tiempo que se ha vuelto libre y a los medios creados para todos”. Marx contrasta la reducción del tiempo de trabajo necesario bajo el capitalismo, que sirve para aumentar la plusvalía, con la reducción del tiempo de trabajo en su conjunto. Cualquier estudioso de Marx debería reconocer esta afirmación como una descripción del desarrollo de una sociedad socialista, una sociedad en la que el objeto del desarrollo es la reducción general del tiempo de trabajo y el consiguiente aumento general del tiempo libre. El capitalismo no se preocupa por dejar libres a los individuos para que persigan su desarrollo individual; se ocupa únicamente de aumentar la cantidad de plusvalía que extrae de su trabajo. Como tal, hay razones para creer que Marx asocia la ruptura de la producción basada en el valor de cambio no con el surgimiento de un nuevo modo de producción capitalista, sino con el fin del capitalismo mismo.

Hay una ambigüedad esencial en el análisis de Marx en el “Fragmento”. Marx no dice explícitamente que el capitalismo se derrumbe con la ruptura de la producción sobre la base del valor de cambio. Si creía que así sería, ¿por qué omitió tal predicción? Al mismo tiempo, el análisis de Marx de las consecuencias del colapso de la producción sobre la base del valor de cambio suena como el colapso del capitalismo, no como la continuación del capitalismo en una forma diferente. Tiene poco valor tener un debate filológico prolongado sobre “lo que realmente pensó Marx”. El capital no es una Biblia, los Grundrisse no son el hadiz de Marx. El valor del “marxismo” es que es un método, una ciencia que se describe a sí misma, que se basa en afirmaciones falsables sobre las condiciones materiales de la sociedad capitalista.

Lo que está esencialmente en juego en este debate es si la producción sobre la base del valor de cambio ya ha colapsado o si el capitalismo está en un proceso prolongado de ruptura junto con la producción sobre la base del valor de cambio. Eaves sugiere que el colapso del patrón oro en 1971, el fin de la circulación general del dinero-mercancía, representa el punto en el que la producción bajo las premisas del valor de cambio colapsó, momento en el que la producción por la ganancia continuó siguiendo líneas alternativas. Yo sostengo que el colapso del patrón oro significó el comienzo del colapso general de la producción sobre la base del valor de cambio y del capitalismo mismo. Este proceso ha sido mediado y prolongado por la expansión masiva del mercado mundial y la fuerza laboral disponible, el uso creciente de deudas soberanas y privadas irredimibles, y la inversión masiva de capital excedente en sectores improductivos como el de bienes raíces, los mercados financieros y los seguros. Sin embargo, la irrupción de la crisis en el mundo desarrollado significa que el capitalismo puede estar alcanzando sus límites últimos en su capacidad para explotar el trabajo vivo en relación con la acumulación de ciencia, tecnología y maquinaria.

La única forma de resolver este desacuerdo es examinando qué explicación describe mejor cómo funciona el capitalismo contemporáneo y hacia dónde parece dirigirse.


 

JEHU

27 de octubre de 2018 a las 6:43 pm

Ben, no tenemos ningún desacuerdo aquí. Felicitaciones por tu trabajo. Estoy completamente de acuerdo con tu línea de pensamiento en esta discusión. Cuando distingo entre el colapso de la producción basada en el valor de cambio y el colapso  de la producción por la ganancia propiamente tal, es solo para enfatizar que el actual estado de bienestar social, en todas sus variedades, no es ni puede ser nunca nada más que la dictadura del capital al desnudo. Lo hago también para resaltar el hecho de que, en ausencia del dinero-mercancía, los académicos marxistas han perdido el hilo de la crítica de la economía política de Marx.