EL MARX ANTI-IZQUIERDISTA
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EL MARXISMO ES ANTI-IZQUIERDISMO, PARTE 2

Socialismo reaccionario y burgués

Benedict Cryptofash

Al castellano: @aederean

https://antileftistmarx.substack.com/p/marxism-is-antileftism-2


El Manifiesto Comunista divide su crítica fulminante de todo el socialismo existente en tres encabezados generales: “El socialismo reaccionario”, “El socialismo burgués o conservador” y “El socialismo y el comunismo crítico-utópico”. Incluso al explicar Marx y Engels los contextos particulares y las motivaciones de clase de cada una de estas formas, las rechazan todas por su impulso compartido de escapar del proceso histórico, ya sea a través de un intento de evasión o reversión del desarrollo histórico o a través de una supuesta trascendencia por completo de la historia en la realización de ideales absolutos.

Su primer objeto de ataque, el “socialismo reaccionario”, es en gran parte culpable de lo primero, en el “socialismo feudal” de los aristócratas franceses e ingleses cuya protesta impotente contra la burguesía en ascenso, y el proletariado revolucionario que estaba creando, solo representaba un “eco del pasado . . . que casi siempre movía a la risa por su total incapacidad para comprender la marcha de la historia moderna.” [1]  Y como clase en decadencia amenazada de proletarización por la sociedad burguesa moderna, los descendientes “pequeñoburgueses” de los “burgueses medievales y pequeños propietarios campesinos” también siguieron un enfoque “reaccionario y utópico” que aspiraba a restaurar la vieja sociedad. [2]

El “socialismo alemán, o ‘verdadero'”, la escuela final que Marx y Engels designan como “reaccionaria”, también buscaba evitar que la clase pequeñoburguesa fuera destruida históricamente a manos de la burguesía en ascenso y el proletariado revolucionario. Despojando al socialismo francés que lo inspiró de cualquier contexto de clase en favor de un humanismo abstracto, el  socialismo “verdadero” alemán representaba “no los intereses del proletariado, sino los intereses de la Naturaleza Humana, del Hombre en general, que no pertenece a ninguna clase, no tiene realidad, que existe sólo en el brumoso reino de la fantasía filosófica.” [3]

Habiéndose alcanzado “el socialismo verdadero, absoluto” en una conciencia filosófica desligada del movimiento real de la historia, los socialistas verdaderos “aceptan a pies juntillas la ilusión”, como observan Marx y Engels en La ideología alemana, de que “se trata de proclamar el orden ‘más racional’ de la sociedad, y no de las necesidades de una determinada clase y de una determinada época”. “ya no se trata de los seres humanos reales, sino ‘del hombre’ en general”, como critican, “ha perdido todo entusiasmo revolucionario y proclama en cambio el amor universal a la humanidad. No se dirige, por tanto, a los proletarios” y la lucha de clases, sino a la “pequeña burguesía con sus ilusiones filantrópicas y a los ideólogos de esta misma pequeña burguesía: los filósofos y sus discípulos”. [4]

Este socialismo verdadero que “abandonó la base histórica real y volvió a la ideología” encarna el deseo perdurable de la izquierda de trascender la historia en ideales contemplativos. En The Retreat from Class, Ellen Meiksins Wood de hecho argumenta que la iteración posmoderna del izquierdismo que se afianzó en la década de 1980 representó “un renacimiento del socialismo ‘verdadero’”, ya que, al igual que su original alemán, su “característica más distintiva” era “la autonomización” de la ideología y la política desde cualquier base social, y más específicamente desde cualquier base de clase”. Este “nuevo socialismo ‘verdadero’ (NSV), que se enorgullece de rechazar el ‘economicismo’ y el ‘reduccionismo de clase’ marxistas, prácticamente ha eliminado la clase y la lucha de clases del proyecto socialista”. [5]

Aunque Wood escribe sobre este fenómeno tal como estaba emergiendo en los años 80, el nuevo socialismo verdadero que ella describió es básicamente la izquierda interseccional que permanece hoy, que concibe la lucha por el socialismo “como una pluralidad de luchas ‘democráticas’, reuniendo una variedad de resistencias a muchas formas de desigualdad y opresión”. [6]  La crítica de Marx y Engels a los socialistas verdaderos originales demuestra que dicha retirada de la clase al reino inmaterial de las abstracciones morales no es nada nuevo, pero como enfatiza Wood, “lo nuevo del NSV es que sus exponentes insisten en que están operando en la tradición del marxismo, o en alguna secuela de él”. [7] Mientras que la política marxista comenzó como una crítica del encubrimiento de la sociedad de clases por parte del socialismo reaccionario y utópico, la izquierda ha terminado como eclipse ideológico del marxismo proletario.

El socialismo verdadero no es la única forma que aparece en el catálogo del Manifiesto que tiene sorprendentes similitudes con el izquierdismo contemporáneo. Las premisas de las dos categorías finales detalladas por Marx y Engels, “el socialismo burgués o conservador” y “el socialismo y comunismo crítico-utópico”, también resuenan en todo el reciente renacimiento del “socialismo” dentro de la izquierda estadounidense. Mientras que las escuelas reaccionarias del socialismo protestaron por la extinción de sus clases con el surgimiento de la sociedad burguesa, estas últimas formas de socialismo representan la respuesta de la izquierda burguesa a esa sociedad una vez establecida.

Al igual que la plétora de organizaciones de la sociedad civil alineadas con los demócratas dedicadas en el presente a diversas causas de izquierda, el “socialismo burgués” encarna, para Marx y Engels, una “parte de la burguesía” (es decir, la izquierda) que “desea mitigar las injusticias sociales, a fin de garantizar la perduración de la sociedad burguesa”. Su descripción de la coalición socialista burguesa del siglo XIX, de hecho, no suena muy diferente a la mezcolanza de la izquierda activista de hoy: “Se encuentran en este bando  los economistas, los filántropos, los humanitarios, los que aspiran a mejorar la situación de las clases obreras, los organizadores de actos de beneficiencia, las sociedades protectoras de animales, los fanáticos de la sobriedad, los predicadores y reformadores de toda laya.” [8]

Como indica esta lista, la naturaleza burguesa de clase de este socialismo lo impulsa a intentar mejorar el peor de los síntomas causados ​​inevitablemente por la sociedad capitalista. Su papel no es apoyar una revolución de las relaciones sociales que generan los diversos problemas a los que se oponen, sino gestionar el potencial revolucionario del proletariado con reformas destinadas a neutralizar esa clase: “Los burgueses socialistas considerarían ideales las condiciones de vida de la sociedad moderna sin las luchas y peligros que encierran. Su ideal es la sociedad existente, depurada de los elementos que la corroen y revolucionan. Quieren una burguesía sin proletariado”. Como concluyen Marx y Engels, este socialismo “se reduce, en efecto, a una tesis y es que los burgueses lo son y deben seguir siéndolo… en beneficio de la clase trabajadora”, aquel benefactor paternalista que mejorará la suerte del proletariado si tan solo éste renuncia a su división revolucionaria, “permanece dentro de los límites de la sociedad existente” y “desecha todas sus odiosas ideas sobre la burguesía”. En otras palabras, si tan solo deja de existir como proletariado. [9]

Al igual que los socialistas democráticos del presente que juran que sus campañas burguesas para abolir las fronteras, las prisiones y la policía bajo las relaciones sociales existentes sirven a los intereses proletarios, los socialistas burgueses del siglo XIX predicaron: “¡Pedimos el librecambio en interés de la clase obrera! ¡En interés de la clase obrera pedimos aranceles protectores! ¡Pedimos prisiones celulares en interés de la clase trabajadora!”. “Hemos dado, por fin, con la suprema y única seria aspiración del socialismo burgués”, como subrayan Marx y Engels, ya que este socialismo “sólo encuentra expresión adecuada allí donde se convierte en una mera figura retórica”, un símbolo vacío de la oposición socialista que opera para asegurar la sociedad capitalista, una política “para la clase obrera” que extingue al proletariado como clase. [10]

Las motivaciones reformistas del socialismo burgués lo mantienen atado inevitablemente a los partidos burgueses de izquierda, que históricamente han perseguido sus “reformas administrativas” basadas en la existencia continua de las relaciones burguesas de producción. [11] Sin embargo, mientras los socialistas burgueses contemporáneos (la DSA) idean intrincadas razones para aferrarse al Partido Demócrata basadas en el legado del New Deal o en la promesa de reformarlo desde adentro, los escritos políticos de Marx y Engels repudian todos esos argumentos. Pronunciado tras la derrota de las revoluciones europeas de 1848, su “Circular del Comité Central a la Liga Comunista” de 1850, la organización en cuyo nombre publicaron el Manifiesto, es su advertencia más aguda contra la participación del proletariado en los partidos de la izquierda burguesa.

Este texto repasa el papel de “traición” que “desempeñó la burguesía liberal alemana en 1848 contra la clase trabajadora”, al tomar posesión del poder del Estado tras el movimiento de marzo de ese año, se unió al partido feudal “para hacer retroceder a los trabajadores, sus aliados en la lucha contra el absolutismo, a su anterior condición de oprimidos”. Sobre esta base, Marx y Engels advierten que la futura actividad revolucionaria de la clase obrera será igualmente socavada “por la pequeña burguesía democrática, que en la actualidad adopta en la oposición la misma actitud que la burguesía liberal antes de 1848”. [12] Instan a dicho movimiento proletario, por lo tanto, a mantener la independencia del “partido democrático” de gran carpa en el que la pequeña burguesía “tratará de convertir al proletariado en una organización de partido en la cual predominen las frases generales socialdemócratas, tras del cual sus intereses particulares estén escondidos, y en el que las reivindicaciones particulares del proletariado no deben, en interés de la concordia y de la paz, pasar a un primer plano”. [13]

Es difícil leer el ataque de Marx y Engels a las consignas socialdemócratas provenientes de la pequeña burguesía democrática de su tiempo sin recordar los esfuerzos del socialismo burgués contemporáneo por disolver las energías radicales en una izquierda omni-inclusiva opuesta a la derecha, y que invariablemente logra su pacífica unidad dentro del Partido Demócrata. Así como los socialistas de clase media de hoy abogan por reformas como un ascenso del salario mínimo, “la pequeña burguesía democrática”, como la describen Marx y Engels, “procurará más altos salarios, mejores condiciones de trabajo y una existencia más segura. Los demócratas tienen la esperanza de realizar este programa por medio del estado y la administración municipal y a través de instituciones benéficas. En concreto: aspiran a corromper a la clase trabajadora con la tranquilidad, y así adormecer su espíritu revolucionario con concesiones y comodidades pasajeras. [14]

Cuando los socialistas de clase media se enfrentan a perspectivas decrecientes es que el proletariado se les aparece como un vehículo para escapar de este destino: “cuando la pequeña burguesía democrática es en todas partes oprimida, predican al proletariado, exhortándole a la unidad y la conciliación; ellos desearían poder unir las manos y formar un gran partido de oposición que abarque dentro de sus límites todos los matices de la democracia”. [15] Pero esta supuesta unidad “sería hecha en exclusivo beneficio de la pequeña burguesía democrática y en perjuicio del proletariado”, porque bajo el yugo de los oportunistas pequeñoburgueses, la clase obrera solo sería “de nuevo reducida a un apéndice de la democracia burguesa oficial”.

Mientras que los socialistas burgueses contemporáneos no dejan de preparar futuras rupturas con el Partido Demócrata que nunca sucederán, Marx y Engels insisten en que cualquier unión con los partidos burgueses de izquierda debe “rechazarse con la mayor firmeza”, porque si el proletariado ha de ejercer su poder alguna vez, debe dejar de “rebajarse a servir de coro de aplausos de los demócratas burgueses”, quienes los aplacan con una agenda reformista diseñada para derrotarlos. [16] No sólo rechazan en teoría la unión del proletariado con los izquierdistas, sino que llegan a exigir que “el armamento de todo el proletariado con fusiles, mosquetes, cañones y municiones debe ser realizado en el acto” para “poder enérgica y amenazadoramente oponerse a este partido” de los demócratas pequeñoburgueses, “cuya traición a los trabajadores” es inevitable. [17]

Mientras que Marx y Engels en 1850 recomiendan la oposición armada del proletariado a los llamados a la unidad de los partidos democráticos burgueses, los izquierdistas del presente siguen presentando líneas similares de disculpas en cada ciclo electoral, insistiendo en que la amenaza de la derecha es realmente excepcional esta vez, y los aspirantes a radicales deben apoyar el programa demócrata como “el menor de dos males”. Como si estuviese respondiendo a las afirmaciones de un socialista democrático que “renuentemente” lleva votos a favor de Biden para “derrotar al fascismo”, la “Circular a la Liga Comunista” repudia el argumento del mal menor con tal resonancia para el presente que debe ser citado completo:

Incluso donde no hay posibilidad alguna de que nuestro candidato salga triunfante, los trabajadores deben, no obstante, presentar sus propios candidatos para preservar su independencia, templar sus fuerzas y presentar su actitud revolucionaria y los puntos de vista del partido ante el público. En este sentido, no deben dejarse sobornar por argumentos de los demócratas como, por ejemplo, que al hacerlo están dividiendo al partido democrático y dando a los reaccionarios la posibilidad de victoria. El fin último de todas esas frases es engañar al proletariado. El avance que el partido proletario está obligado a hacer por tal acción independiente es infinitamente más importante que la desventaja que podría ocasionar la presencia de unos pocos reaccionarios en el cuerpo representativo. [18]

Independientemente de las implicaciones a corto plazo de las elecciones burguesas, Marx y Engels subrayan que la colaboración de clase con los partidos de la izquierda burguesa es la ruina de los movimientos proletarios. Los oportunistas de izquierda imploran a la clase obrera que se pierda en la inmediatez de la necesidad del partido demócrata de combatir amenazas supuestamente urgentes provenientes de la derecha, “Pero ellos mismos deben hacer todo lo posible por su victoria final dejándose claro cuáles son sus intereses de clase, asumiendo su posición como partido independiente lo antes posible y no dejándose engañar ni un solo momento por las frases hipócritas de la pequeña burguesía democrática para abstenerse de la organización independiente del partido del proletariado”. [19] Para Marx y Engels, el “menor de dos males” simplemente lleva al proletariado a la sumisión a la democracia burguesa, un mal del que nunca escapará a través de la colaboración de clases.

 


[1]  Karl Marx y Friedrich Engels, Manifiesto del Partido Comunista , en Marx/Engels Collected Works , vol. 6 (Londres: Lawrence & Wishart, 1976), 507.

[2]  Marx y Engels, Manifiesto , 510.

[3]  Marx y Engels, Manifiesto , 511.

[4]  Marx y Engels, La ideología alemana , en Marx-Engels Collected Works , vol. 5 (Londres: Lawrence & Wishart, 1976), 455-57.

[5]  Ellen Meiksins Wood, The Retreat From Class (Londres: Verso, 1986), 1-2.

[6]  Wood, 4.

[7]  Wood, 7.

[8]  Marx y Engels, Manifiesto , 513.

[9]  Marx y Engels, Manifiesto , 513-14.

[10] Marx y Engels, Manifiesto , 514.

[11] Marx y Engels, Manifiesto , 514.

[12] Karl Marx y Friedrich Engels, “Circular del Comité Central a la Liga Comunista, marzo de 1850”, en Marx-Engels Collected Works , vol. 10 (Londres: Lawrence & Wishart, 1978), 279.

[13] Marx y Engels, “Circular”, 281.

[14] Marx y Engels, “Circular”, 280-81.

[15] Marx y Engels, “Circular”, 281.

[16]  Marx y Engels, “Circular”, 280-81.

[17]  Marx y Engels, “Circular”, 283.

[18]  Marx y Engels, “Circular”, 284.

[19]  Marx y Engels, “Circular”, 287.