EL MARX ANTI-IZQUIERDISTA
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El marxismo es anti-izquierdismo, parte 1

Orígenes anti-izquierdistas

Benedict Cryptofash

Al castellano: @aederean

https://antileftistmarx.substack.com/p/marxism-is-antileftism-1


 El siguiente ensayo resume mi serie sobre el Marx anti-izquierdista después de un “intermedio” en la Platypus Review . Las tres primeras entregas plantearon el problema del “Marx de izquierda” y contextualizaron la inusual afirmación de que “el marxismo es anti-izquierdismo”, algo que ahora estamos preparados para derivar directamente de los escritos de Marx y Engels. En otras palabras, los próximos tres artículos que interpretan el marxismo clásico como anti-izquierdismo ofrecerán la recompensa prometida por los tres primeros lanzamientos. A medida que se lea y reflexione sobre el presente ensayo y los dos siguientes, considere comprar una suscripción para respaldar los trabajos futuros que se ramificarán a partir de los cimientos establecidos por esta serie inicial.


El anti-izquierdismo no es un componente marginal de los escritos de Marx, y la presente sugerencia de un marxismo anti-izquierdista no es una reutilización anacrónica de Marx para una política incongruente con la suya. Así como los avances filosóficos de Marx se centraron en una inversión materialista del idealismo hegeliano y una desmitificación del humanismo contemplativo de Feuerbach, sus intervenciones políticas se centraron también en una crítica de las abstracciones, es decir, de los ideales morales sobre los que los pensadores de izquierda de su tiempo pretendían construir una base para el socialismo.

Comenzando con su obra maestra anti-izquierdista, El Manifiesto Comunista (1848), y extendiéndose a textos como su “Discurso a la Liga Comunista” (1850) y su carta a la dirección socialdemócrata de Alemania (1879), los escritos políticos de Marx y Engels están, de hecho, saturados de una crítica despiadada del idealismo y la utopía de todos los socialismos existentes en su tiempo. Tales obras no están en absoluto comprometidas con el intento perpetuo de la izquierda de hacer cuadrar una amplia coalición en oposición a un enemigo común de derecha. En cambio, protestan contra esa colaboración de clases, insistiendo en la necesidad de la independencia proletaria del reformismo burgués. El famoso panfleto de Engels, Del socialismo utópico al socialismo científico (1880), que buscaba destilar la esencia del pensamiento de su amigo para un público popular, pivota, de hecho, no sobre una tensión con un algo reconocible como “la derecha”, sino en un contraste entre el marxismo y el socialismo utópico, que es sinónimo de izquierda.

El estudio de Engels sobre la salida de Marx del utopismo comienza por vincular la historia del socialismo premarxista con los orígenes de la izquierda en la Revolución Francesa. Como grandes utópicos que pretenden hacer que la realidad se ajuste a los principios ideales descubiertos en el pensamiento puro, la intelectualidad de esa revolución burguesa creía que su erradicación filosófica de la irracionalidad estaba marcando el comienzo de un “reino de la razón” en el que “la superstición, la injusticia, el privilegio, la opresión, serían reemplazados por la verdad eterna, el Derecho eterno, la igualdad basada en la Naturaleza y los derechos inalienables del hombre”. Sin embargo, como afirma Engels, “sabemos hoy que este reino de la razón no era más que el reino idealizado de la burguesía”, que de hecho aseguraba la “justicia burguesa”, la “igualdad burguesa ante la ley” y los derechos de propiedad burgueses en un “gobierno de la razón” que “nació, y sólo podría llegar a existir, como una república democrática burguesa”. [1] Los intelectuales de la revolución que dieron origen a la democracia burguesa, y por tanto, a la izquierda, compartían las mismas premisas idealistas de los socialistas utópicos, de quienes, en la narrativa de Engels, diverge el marxismo clásico.

Así como los izquierdistas originales de la Revolución Francesa, los “tres grandes utopistas” de principios del siglo XIX —Saint-Simon, Fourier y Owen— “no pretenden emancipar a una clase en particular, para empezar, sino, a toda la humanidad a la vez”, con el objetivo de solucionar los problemas del mundo burgués imponiendo a la sociedad “el reino de la razón y la justicia eterna” comprendido por la mente humana. [2] Antes de Marx, el socialismo se regía nada más que por este pensamiento utópico, central para el surgimiento de la izquierda, en el que “el socialismo es expresión de la verdad, la razón y la justicia absolutas, y sólo hay que descubrirlo para conquistar todo el mundo en virtud de su propio poder”. [3]

Sin embargo, dado que la noción de cada intelectual de una ahistórica “verdad absoluta” está de hecho “condicionada por su comprensión subjetiva, por sus condiciones de existencia”, los principios ideales que guían el socialismo utópico “son diferentes con el fundador de cada escuela diferente”. Así como en  la fragmentación interseccional de la izquierda contemporánea, este pluralismo de tendencias llevó al socialismo utópico a convertirse en una “mezcolanza que permite los más variados matices de opinión; una mezcla de declaraciones críticas, teorías económicas, imágenes de la sociedad futura, de los fundadores de diferentes sectas”. Este tipo de socialismo “ecléctico”, que “dominó las mentes de la mayoría de los trabajadores socialistas en Francia e Inglaterra”, fue de hecho la situación desafiada por el materialismo histórico de Marx. [4]

El importancia histórica de Marx no radica en el anticapitalismo, algo ya adoptado por los utopistas, sino más específicamente en su anti-izquierdismo. Como enfatiza Engels al definir el marxismo como una ruptura con el socialismo utópico, Marx no condena moralmente al capitalismo mientras pinta cuadros de condiciones sociales ideales como los fantasiosos burgueses de su tiempo o los organizadores de la DSA del nuestro. En cambio, se opuso con el materialismo histórico a la crítica izquierdista del capitalismo impregnada de idealismo, moralismo, utopismo y sentimentalismo: “El socialismo de antaño ciertamente criticaba el modo de producción capitalista existente y sus consecuencias. Pero no pudo explicarlas y, por lo tanto, no pudo dominarlas. Pudo solamente rechazarlas por malas”. Entra Marx, para quien los antagonismos sociales no debían resolverse mediante la persuasión moral en referencia a alguna noción de justicia absoluta, sino a través de “la lucha entre dos clases desarrolladas históricamente: el proletariado y la burguesía”. [5]

A diferencia del izquierdismo utópico que se propone “fabricar un sistema de sociedad lo más perfecto posible” en correspondencia con sus principios ideales, la intervención de Marx fue “examinar la sucesión histórico-económica de los acontecimientos a partir de los cuales estas clases, y su antagonismo surgió por necesidad, y descubrir en las condiciones económicas así creadas los medios para poner fin al conflicto”. El socialismo sólo se convierte en ciencia, según cuenta Engels, con la “concepción materialista de la historia y la revelación del secreto de la producción capitalista mediante la plusvalía” de Marx, una explicación científica del desarrollo de la sociedad capitalista que “arrojó luz sobre el problema” quedando “tanto los economistas burgueses como los  críticos socialistas. . . tanteando en la oscuridad”. [6]

La distinción esencial que hace Engels entre el enfoque científico de Marx y el idealismo moral de los utopistas de izquierda es la tensión crítica que anima al compromiso político de Marx. “El comunismo no es para nosotros un estado de cosas que deba implantarse, un ideal al que ha de sujetarse la realidad”, como pronuncian Marx y Engels en La ideología alemana. En cambio, “llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual”. [7] En contraste con todos los socialismos existentes, que buscaban imponer ideales positivos al mundo, el marxismo clásico teoriza el comunismo proletario como la negación revolucionaria generada dentro de la realidad social existente. Su tarea fundamental es guiar este proceso histórico inmanente, no introducir utopías prefabricadas sobre las contradicciones sociales. No es de extrañar, por tanto, que la expresión más clara de la política de Marx, El Manifiesto Comunista, sea un asalto a todo el menú del utopismo de izquierda en lugar de un intento de contrarrestar formas de socialismo en competencia con ideales alternativos que realizar.

Aunque la obra más popular de Marx, El Manifiesto Comunista, se canoniza como el clásico definitivo de la izquierda, éste de hecho pasa su guadaña por todos los instintos y premisas de la izquierda: la denuncia moral del capitalismo, el privilegio de los principios abstractos por sobre el proceso histórico, la mistificación de los antagonismos de clase, y el reformismo burgués. Mientras que los socialistas utópicos condenan al capitalismo como un mal moral, Marx y Engels reconocen la necesidad histórica y los logros progresivos de la burguesía, que “durante su dominio de escasos cien años, ha creado fuerzas productivas más masivas y colosales que todas las generaciones precedentes juntas”. En lugar de protestar contra el movimiento de la historia, admiran como un avance desde el feudalismo a las fuerzas creativas sin precedentes desatadas por la sociedad burguesa, “El sometimiento de las fuerzas de la naturaleza al hombre, la maquinaria, la aplicación de la química a la industria y la agricultura, la navegación a vapor, los ferrocarriles, los telégrafos eléctricos, el asimilación de continentes enteros para el cultivo, la canalización de ríos, poblaciones enteras surgiendo por encanto, como si salieran de la tierra”. [8]

Fundamentalmente, no rechazan a la sociedad burguesa como mala, sino que la aprecian como un fenómeno histórico, analizando cómo, al igual que el feudalismo que suplantó, contiene en sí misma ciertas contradicciones que presagian su eventual desaparición, a saber, la necesaria producción de “sus  propios sepultureros”, el proletariado. [9]  Repudiando todos los socialismos abstractos “basados ​​en ideas o principios que han sido inventados o descubiertos por este o aquel futuro reformador universal”, definen su teoría comunista como la expresión “en términos generales, de relaciones reales que surgen de una lucha de clases existente, de un movimiento histórico que está sucediendo ante nuestros propios ojos”. [10]

Marx y Engels no se preocupan por expresar indignación moral por los efectos inevitables del sistema capitalista; en cambio, centran su ira en esos corazones sangrantes de izquierda cuyo moralismo sólo oscurece la naturaleza histórica del desarrollo capitalista y el conflicto de clases que se prepara para lograr su fin. “Cuanto más [el socialismo utópico] denunciaba la explotación de la clase trabajadora, inevitable bajo el capitalismo, menos capaz era de mostrar claramente en qué consistía esta explotación y cómo surgía”. [11] Dicho anti-izquierdismo en el corazón del marxismo clásico culmina ciertamente en “Literatura socialista y comunista“, la sección sustancial del Manifiesto dedicada a una demolición crítica de todas las tendencias burguesas de izquierda que solo confunden y comprometen el movimiento histórico del proletariado. A este pináculo del marxismo anti-izquierdista es donde debemos dirigirnos a continuación.

[1] Friedrich Engels, Del socialismo utópico al socialismo científico , en The Marx-Engels Reader , ed. Robert Tucker (Nueva York: Norton, 1978), 684.

[2]  Engels, Del socialismo… , 685.

[3]  Engels, Del socialismo… , 693.

[4]  Engels, Del socialismo… , 693.

[5]  Engels, Del socialismo…, 700.

[6]  Engels, Del socialism , 700; Engels, “Discurso junto a la tumba de Karl Marx”, en The Marx-Engels Reader, ed. Robert Tucker (Nueva York: Norton, 1978), 681.

[7]  Karl Marx y Friedrich Engels, La ideología alemana, en Obras completas de Marx-Engels, vol. 5(Londres: Lawrence y Wishart, 1976), 49.

[8]  Karl Marx y Friedrich Engels, Manifiesto del Partido Comunista , en Obras completas de Marx-Engels , vol. 6 (Londres: Lawrence y Wishart, 1976), 489.

[9]  Marx y Engels, Manifiesto, 496.

[10]  Marx y Engels, Manifiesto , 498.

[11]  Engels, Socialismo , 700.