EL MARX ANTI-IZQUIERDISTA
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Izquierda/derecha en contexto

Históricamente, la eternidad burguesa

Benedict Cryptofash

Al castellano: @aederean

https://antileftistmarx.substack.com/p/left-right-in-context


A pesar de que la expresión “izquierda/derecha” se haya extendido por el mundo, es sorprendente lo poco que se ha escrito sobre la historia de esta división, que se ha vuelto tan familiar que parece ser una situación eterna, “que aparentemente tuviese sentido en contextos políticos absolutamente diversos, en diferentes sociedades, en diferentes etapas de desarrollo”. [1] Cuando se le da una historia, la identificación izquierda/derecha en la política suele derivarse  ritualmente del período en torno a la Revolución Francesa en el que los miembros de la Asamblea Nacional se dividieron en monárquicos en el lado derecho y partidarios de la revolución en el izquierdo. Pero a pesar de este mito de la “izquierda versus derecha” que denota “una continuidad de lucha que se remonta a 1789”, los pocos relatos históricos rigurosos ofrecidos por académicos como Steven Lukes y Marcel Gauchet revelan que el “nacimiento y uso esporádico durante la Revolución Francesa” de esta dicotomía fue solo “un comienzo en falso” en un “largo y prolongado proceso que duró más de tres cuartos de siglo”. [2]

Como concluye Gauchet, el uso moderno de la izquierda y la derecha como “los emblemas por excelencia de la identidad política, las categorías fundamentales de la confrontación democrática” no fue “firmemente establecido sino hasta principios del siglo XX”. [3] De hecho, “la preocupación predominante” durante la Revolución Francesa no fue establecer nuevas divisiones, sino “abolir todas las divisiones políticas”, y la izquierda/derecha solo cuajó en la década de 1820, después de la restauración de la monarquía francesa, y aseguró lentamente, durante el siglo siguiente, su papel como categorización principal de la identidad política. [4]

La izquierda se enorgullece de sus supuestos orígenes revolucionarios en Francia, minimizando a menudo la naturaleza burguesa de ese evento, mientras oculta el hecho histórico de que la solidificación de la izquierda/derecha en el uso popular coincidió, no con el estallido de una revolución, sino con la, más gradual, naturalización del parlamento burgués. Izquierda y derecha “fueron el producto de una anomalía relativa al ‘estado normal del gobierno parlamentario, cuyo mecanismo funciona mejor si solo hay dos partidos presentes’” [5] Y la universalización de esta lógica parlamentaria es un registro de la globalización de la producción capitalista y su superestructura política correspondiente.

La norma burguesa de una democracia representativa dividida internamente entre los campos de la izquierda y la derecha se extendió, de hecho, junto con “el establecimiento de la industria moderna y del mercado mundial” que Marx y Engels describen en El Manifiesto Comunista. Para ellos, “la necesidad de un mercado en constante expansión”, que “persigue a la burguesía por toda la superficie del globo”, impulsó también el desarrollo de los Estados capitalistas que existen “para gestionar los asuntos comunes de toda la burguesía”, la clase que “conquistó por sí misma, en el moderno Estado representativo, el dominio político exclusivo”. [6]

La comprensión de Marx y Engels de que “cada paso en el desarrollo de la burguesía fue acompañado por el correspondiente avance político de esa clase” se aplica a la globalización de sus términos parlamentarios, la izquierda y la  derecha, que en palabras de Gauchet “han conquistado el planeta para  convertirse en categorías políticas universales”, conceptos que “se encuentran entre aquellas nociones básicas que dan forma al funcionamiento de las sociedades contemporáneas”. [7] No es coincidencia, por tanto, que el lenguaje de izquierda y derecha alcanzara su ubicuidad moderna en Francia y otros Estados capitalistas a principios del siglo XX, cuando “el régimen parlamentario” de la burguesía “se había afianzado firmemente” y transformó su lenguaje en una expresión política universal. [8] Lejos de designar una lucha decisiva entre revolucionarios y reaccionarios, izquierda y derecha son, en cambio, los términos que definen la naturalización del sistema burgués de gobierno, “parte de un proceso de creación de un marco de referencia cuyo propósito es hacer que el orden subyacente de la sociedad. . . sea más aceptable para sus miembros”. [9]

El marco de referencia creado por el discurso de la democracia burguesa, de izquierda versus derecha, es el de una sociedad perpetua y uniformemente dividida que carece de todo movimiento histórico que pueda lograr la resolución de sus contradicciones. Mientras que el proletariado, como teoriza Marx, es la fuerza negativa generada dentro de la sociedad burguesa que se ve impulsada a abolirla, la izquierda y la derecha se afirman mutuamente, suponiendo la “convivencia insuperable de los contrarios”, el estancamiento perpetuo de una sociedad capitalista que se presenta a sí misma como sin historia y, por lo tanto, sin conclusión posible. [10] Negando los antagonismos de clase, cuya resolución significaría el fin del orden social existente, la izquierda y la derecha simbolizan lo que Lukes llama el “consentimiento a la discordia”, la aceptación pluralista “del conflicto permanente, irreductible e institucionalizado como inseparable de la democracia y un rechazo de la idea de que dicho conflicto es una desviación patológica que bloquea el camino hacia una sociedad unificada y reconciliada”. [11]

El marco de la democracia liberal, del equilibrio eterno izquierda/derecha, es antitético al marxismo precisamente porque no es histórico ni dialéctico. En su abstracción, la izquierda y la derecha eternizan el horizonte político burgués, permitiendo que la gente crea “que desde los girondinos contra los montañeses hasta los nacionalistas contra los socialistas, pasando por los liberales contra los monárquicos, la historia fue siempre la misma”. [12]  Aunque la narrativa izquierda/derecha, como enfatiza Lukes, “fue (accidentalmente) inventada en un momento y lugar particular”, como algo con “su historia propia” y que “podría. . . o debería llegar a un fin”, es por intereses burgueses que nunca lo hace. [13]  “En la sociedad burguesa. . . el pasado domina el presente”, y dos siglos de su bagaje ideológico acumulado, de izquierda/derecha, de hecho “pesa como una pesadilla en el cerebro de los vivos”, como escribe Marx en El dieciocho brumario. [14]

Marx afirma en ese texto que justo cuando las sociedades “parecen empeñadas en revolucionarse. . . ellos conjuran ansiosamente los espíritus del pasado a su servicio y toman prestados de ellos nombres, gritos de batalla y disfraces para presentar la nueva escena de la historia mundial con este disfraz consagrado y este lenguaje prestado”. [15] Esta disolución del proceso histórico en la eternidad burguesa es el servicio proporcionado por el disfraz tradicional de la izquierda contra la derecha, en cuyo alcance universal, incluso sus peores detractores se ven obligados a tomar prestado su lenguaje. Tal fue el destino de los comunistas franceses descritos por Gauchet, cuya denuncia inicial de ambos “bloques burgueses” en nombre de la lucha de clases no sobrevivió a su integración en la oposición política establecida de “una izquierda todo-incluyente opuesta a la derecha”. [16]

La carga, de izquierda/derecha de la sociedad capitalista, es peor que inútil para el proletariado, porque niega su propia existencia y propósito histórico, sumergiendo sus verdaderos conflictos sociales en el terreno neutral-de-clase de la política burguesa. Dado que “la derecha y la izquierda eran construcciones artificiales que no coincidían precisamente con las realidades sociales, podían manipularse” de tal manera que se mistificara el hecho alguna vez entendido, como escribe Gauchet, de “que la frontera entre la derecha y la izquierda no coincidía con la frontera entre proletariado y burguesía”. [17] Los izquierdistas mantienen una ilusión de política proletaria, sin embargo, al trasponer la contradicción social entre clases hacia una oposición superficial entre grupos, a menudo equiparando a la clase dominante con la derecha y a la clase trabajadora con la izquierda, pero el proletariado se pierde en la   traducción.

Como dos caras de la democracia liberal, “izquierda versus derecha” es el marco que asegura que todo conflicto político permanezca dentro de los parámetros burgueses. Su propósito es divorciar la política de la clase, dividir a las personas en base a ideas, valores, creencias, identidades, etc., es decir, con las fallas geológicas ilusorias de la superestructura política burguesa. “Es por eso que la división derecha/izquierda, tal como ha llegado a operar en nuestros días, es la clave política definitiva para los constantes avances del orden capitalista”, como escribe Jean-Claude Michéa sobre la lógica parlamentaria, que “hace posible enfrentar permanentemente a las clases populares con una alternativa imposible” por la cual ratifican, con cualquiera de ambas, “al sistema que metódicamente destruye sus vidas”. [18]

A pesar del matrimonio concertado entre Marx y la izquierda, el primero no interpreta los antagonismos sociales como una cuestión de valores en competencia, sino como una diferencia de interés de clase. Mientras que “izquierda versus derecha” disuelve las divisiones de clase en diferencias morales entre grupos, Marx subraya las contradicciones de clase al revelar la naturaleza histórica del conflicto del proletariado con la burguesía. Sin embargo, aunque la izquierda/derecha sea tan antitética al pensamiento de Marx, como útil para los intereses burgueses, es la izquierda la que históricamente ha empujado esta división a la vanguardia. “Es evidente que aquella división fue promovida por la izquierda, mientras que la derecha, que poco podía usarla, tendía a negar su existencia o negarse a reconocerla”. [19]  Esto se debe a que, a diferencia de la derecha conservadora, es la izquierda progresista la que ha desarrollado maestría en su papel de parecer representar la transformación del orden existente, al tiempo que promueve las divisiones, neutrales en cuanto a clase, que lo perpetúan.

Si el proletariado no gana nada con el peso de toda esa carga de la izquierda/derecha, que se ha acumulado solamente para oscurecer el conflicto fundamental de clases detallado por Marx, sus intereses no radican en la alianza con la izquierda, sino en la destrucción de este falso amigo, que instintivamente lleva este encubrimiento ideológico a nuevos contextos de dominación burguesa. Examinar la historia de esta forma de arte izquierdista será la próxima tarea de esta serie.


 

NOTAS

[1]  Steven Lukes, “Epilogue: The Grand Dichotomy of the Twentieth Century” [“Epílogo: La gran dicotomía del siglo XX”], en The Cambridge History of Twentieth-Century Political Thought [La historia de Cambridge del pensamiento político del siglo XX], eds. Terence Ball y Richard Bellamy (Cambridge: Cambridge University Press, 2003), 605.

[2] Marcel Gauchet, “Right and Left” [“Derecha e izquierda”], en Realms of Memory: Conflicts and Divisions , eds. Pierre Nora y Lawrence D. Kritzman (Nueva York: Columbia University Press, 1996), 241, 253; Lukes, 606.

[3] Gauchet, 241.

[4] Lukes, 606.

[5] Gauchet, 248.

[6] Karl Marx y Friedrich Engels, Manifesto of the Communist Party [Manifiesto del Partido Comunista], en Marx/Engels Collected Works Obras completas de Marx / Engels , vol. 6(Londres: Lawrence y Wishart, 1976), 486-87.

[7] Marx y Engels, Manifesto, 486; Gauchet, 286.

[8] Gauchet, 254.

[9] Gauchet, 290.

[10] Gauchet, 298.

[11] Lukes, 606.

[12] Gauchet, 259.

[13] Lukes, 606.

[14] Marx y Engels, Manifiesto , 499; Karl Marx, El dieciocho brumario de Luis Bonaparte , en Obras completas de Marx / Engels , vol. 11 (Londres: Lawrence y Wishart, 1979), 103.

[15] Marx, El dieciocho brumario, 103-04.

[16] Gauchet, 273, 270.

[17] Gauchet, 273.

[18] Jean-Claude Michéa, The Realm of Lesser Evil [El reino del mal menor] (Cambridge: Polity, 2009), 79-80.

[19] Gauchet, 266.