EL MARX ANTI-IZQUIERDISTA
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El acuerdo antimarxista
El problema propuesto
Al castellano: @aederean
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La izquierda y la derecha políticas concuerdan: Karl Marx es el padre del izquierdismo contemporáneo. La derecha estadounidense, por un lado, ve a Marx como la fuente de una tradición maligna de teoría crítica, cuya incubación en la academia de izquierda durante el último medio siglo o más ha producido supuestamente aquella plaga del despertar [wokeness] que a menudo ridiculiza como “marxismo cultural” o “neo-marxismo”. Por otro lado, algunos segmentos aparentemente radicales de la izquierda, como los Socialistas Demócratas de América, abrazan a Marx como el símbolo revolucionario de sus esfuerzos “anticapitalistas” para vencer a la derecha en la creación de una sociedad más justa e igualitaria. Para la izquierda, Marx es el izquierdista definitivo y, por lo tanto, el radical democrático definitivo. Para la derecha, Marx es el izquierdista definitivo y, por lo tanto, el demócrata radical definitivo.
Esta suposición común, del izquierdismo de Marx, satisface diferentes necesidades de cada grupo, pero se basa, en ambos lados, en la conveniente ficción de que el pensamiento de Marx siempre estuvo orientado por la dicotomía izquierda/derecha, central en la política burguesa. Como lo reconocen los estudiosos de esta división, como Steven Lukes, “’izquierda’ y ‘derecha’ nunca fueron. . . parte del léxico marxista clásico”, y de hecho, los lectores pueden abrirse camino en la recopilación de obras de Marx sin encontrar un solo texto en el que se identifique a sí mismo, o a su proyecto, como parte de algo llamado la izquierda. [1] Esto se debe a que “el socialismo clásico (es decir, Marx) no se definió a sí mismo en relación a la división izquierda/derecha”, como observa Jean-Claude Michéa, “sino en relación a la oposición entre las clases trabajadoras y la burguesía”, que es el conflicto básico del marxismo, al que el sentido común burgués, de izquierda versus derecha, esconde.
Desechar la asociación de Marx con la izquierda porque este término estaba ausente en su vocabulario podría llevar a un izquierdista a responder que “izquierda/derecha” no era tan omnipresente a mediados del siglo XIX como lo es hoy, y ya sea que Marx usara estos términos o no, su obra puede aún situarse dentro de la historia de la izquierda política, que se extiende desde la Revolución Francesa hasta el socialismo democrático del presente. Yo sostengo, sin embargo, que la insistencia de la izquierda en reclamar a Marx, a pesar del hecho de que Marx no reivindicaba a la izquierda, solo oculta una contradicción más profunda: Marx no era un izquierdista simplemente. Fue un anti-izquierdista, cuya originalidad surge a través de la crítica despiadada de la política de izquierda de su tiempo, a saber, las diversas escuelas de socialismo y anarquismo contra las que afinó su análisis histórico de la sociedad de clases.
Desde el asalto de La miseria de la filosofía a las confusiones místicas del utopismo pequeñoburgués de Proudhon hasta la sustancial sección del Manifiesto comunista dedicada a fustigar todas las formas alternativas de socialismo, pasando por su rivalidad con anarquistas como Bakunin, Marx pasó su vida política enfrascado en conflictos con la izquierda. “Marx criticó, y criticó con saña, a todos los anarquistas con los que entró en contacto teórico o práctico”, como escribe Paul Thomas, y los socialistas moralistas de todas las escuelas reaccionarias, burguesas y utópicas a las que se opuso vehementemente difícilmente les fue mejor. [2]
A pesar de las representaciones revisionistas en fuentes populares de izquierda como Jacobin, Marx no basó su pensamiento en un compromiso con las abstracciones morales, como la igualdad y la justicia, que han definido a la izquierda a lo largo de su historia. Si lo hubiese hecho, probablemente nunca hubiéramos oído hablar de él, porque como ilustran las constantes polémicas de Marx contra los socialistas utópicos, como Proudhon, había ya muchos prominentes moralizadores de izquierda antes que él. Más bien, lo que hizo que el pensamiento de Marx fuera característicamente marxista, y un evento revolucionario en la historia intelectual, fue su demolición crítica de la tendencia habitual de la izquierda a ocultar la realidad de la sociedad de clases con un idealismo, moralismo y utopismo que Marx revela como la expresión ideológica de su naturaleza burguesa. En contraste con los socialismos burgueses de su tiempo y el nuestro, que intentan armonizar el conflicto de clases con lo que él y Engels llamaron “fraseología vacía sobre la ‘justicia'” y con apelaciones al “verdadero amor por la humanidad”, la concepción materialista de la historia de Marx volcó la proyección utópica de la izquierda de los ideales trascendentales, centrándose en cambio en las relaciones sociales reales que impulsan el proceso histórico, los antagonismos de clase perpetuamente mistificados por la organización izquierda/derecha de la política burguesa. [3]
Ambos lados de la democracia liberal equiparan a Marx con la izquierda porque es de su interés común de clase reducir su teoría de la revolución proletaria al horizonte burgués que ambos mantienen. Este acuerdo de ayuda mutua permite a la izquierda desprenderse de la seriedad intelectual de Marx, mientras viste su pluralismo antimarxista, de las causas cruzadas y la apologética sofisticada por el Partido Demócrata, con atuendos revolucionarios. Por supuesto, este acuerdo también beneficia a la derecha, que está muy feliz de asumir el discurso de la izquierda de que su mezcolanza interseccional de agravios identitarios tiene algo que ver con Marx. Caracterizar a las tóxicas ofensivas ideológicas burguesas, que utilizan como arma el esencialismo racial reduccionista y la fluidez infinita de género, como “neo-marxismo”, funciona para falsificar al mayor crítico de la sociedad capitalista de la historia, al que la derecha, ni la izquierda, tienen intención o capacidad alguna de desafiar.
Que la derecha se beneficie de la supresión de la política proletaria presentada por Marx es sabido, pero la aparente aceptación de esa política por parte de la izquierda ha ocultado su papel en este acuerdo. El secreto de la castración de Marx por parte de la izquierda, sin embargo, la convierte en el lado más pernicioso de la asociación antimarxista, pues socava la teoría de la revolución proletaria mediante su engañosa afirmación del marxismo, al cual diluye y somete, y por ello ésta se convierte en objeto necesario de la crítica marxista. A pesar de la asociación generalizada entre Marx y la izquierda, sostengo que el marxismo no equivale al izquierdismo y que el primero, de hecho, proporciona los recursos críticos para exponer el papel del segundo como la principal fuerza ideológica que opera contra el marxismo y el proletariado hoy.
Al analogar la autodenominada izquierda del presente con la izquierda del pasado se corre el riesgo de ser acusado de anacronismo, al igual que al trasladar la crítica de Marx a esta última al izquierdismo contemporáneo. Hablar de algo tan vago como “la izquierda” a lo largo de la historia requiere, por tanto, una aclaración y una contextualización. Con el fin de recuperar el anti-izquierdismo de Marx y aplicarlo a los enemigos izquierdistas del marxismo en el presente, mi próxima entrega analizará la historia de la división izquierda/derecha para establecer que desde sus orígenes siempre ha implicado nada más que el ámbito restringido de la política burguesa, un ocultamiento ideológico antitético del marxismo, que oscurece el fundamento de clase de los antagonismos sociales al tratarlos como una diferencia de valores y creencias.
Una excusa que mantiene a muchos críticos de la sociedad de clases atados al concepto de izquierda, a pesar de su sumisión recurrente a los imperativos burgueses, es la creencia en una forma ideal de izquierdismo que vale la pena salvar, el sueño de una izquierda “real” que, érase una vez, existió como un vehículo proletario puro en contraste con la izquierda “falsa” y corrupta que vende a la clase obrera en el presente. La historia de la izquierda muestra, sin embargo, que desde los jacobinos burgueses de la Francia revolucionaria hasta los propagandistas demócratas de Jacobin de hoy, siempre ha sido el ala izquierda de la burguesía, los ideólogos del capitalismo progresista, quienes lejos de encarnar los intereses proletarios, como Marx y Engels escribieron de los “pequeño burgueses democráticos” de su tiempo, tienden únicamente a “luchar por un cambio en las condiciones sociales por medio del cual la sociedad existente se hará lo más tolerable y cómoda posible para ellos”. [4] Históricamente, la lucha aparentemente eterna entre izquierda y derecha desmitificará cualquier ilusión de un ideal transhistórico del izquierdismo, al tiempo que iluminará el conflicto entre el marxismo proletario y sus antagonistas burgueses de izquierda.
NOTAS
[1] Steven Lukes, “Epilogue: The Grand Dichotomy of the Twentieth Century” [“Epílogo: La gran dicotomía del siglo XX”], en The Cambridge History of Twentieth-Century Political Thought [La historia de Cambridge del pensamiento político del siglo XX], eds. Terence Ball y Richard Bellamy (Cambridge: Cambridge University Press, 2003), 608
[2] Paul Thomas, Karl Marx and the Anarchists [Karl Marx y los anarquistas] (Londres: Routledge & Kegan Paul, 1980), 14.
[3] Karl Marx y Friedrich Engels, “Circular Letter to Bebel, Liebknecht, Bracke, and Others” [“Carta circular a Bebel, Liebknecht, Bracke y otros”], en The Marx-Engels Reader, ed . Robert Tucker (Nueva York: Norton, 1978), 554.
[4] Karl Marx y Friedrich Engels, “Address of the Central Authority to the League, March 1850” [“Discurso de la Autoridad Central a la Liga, marzo de 1850], en Obras completas de Marx-Engels, vol. 10 . (Londres: Lawrence y Wishart, 1978), 280.
Nota: Para las selecciones de Marx y Engels, uso las ediciones que estoy citando, mientras que los que enlazo son los textos tal como aparecen en marxists.org, que pueden contener diferentes traducciones.