La crítica despiadada de todo lo existente
Despiadada en tres sentidos
Por @BCryptofash
Al castellano: @aederean
https://antileftistmarx.substack.com/p/ruthless-criticism?s=r
A los 25 años, Marx definió su pensamiento como “la crítica despiadada de todo lo existente”. [1] Aunque su crítica maduraría en escritos posteriores, la carta de 1843 a Arnold Ruge en la que aparece esta frase es una declaración de propósitos para la obra de su vida, pues todo desarrollo futuro solo se deriva de la aplicación del método despiadado que describe. En otras palabras, si Marx sólo escribiera esta breve carta, todavía habría esbozado la forma característica de crítica que lo distingue tanto de los filósofos anteriores como de los marxistas posteriores, en cuyas manos la crítica despiadada de todo lo existente se osificó en autocomplacientes fórmulas e ideologías de Estado.
De hecho, no hay recurso más vital con el cual desbrozar las formas dogmáticas del marxismo que el método de crítica despiadada de Marx. Esto es porque en él no se establece nada de una vez por todas. En cambio, lo critica todo, incluso toda crítica, incluso a sí mismo. Mientras siga siendo la crítica despiadada de todo lo existente, nunca podrá convertirse en dogma, porque por definición es una crítica implacable, mientras que el dogmatismo es el fin de la crítica.
Al describir este nuevo enfoque, al que daría expresión su efímera revista (la Deutsch–Französische Jahrbücher ) y la de Ruge, Marx escribe que él “no está a favor de levantar ninguna bandera dogmática. Por el contrario, debemos tratar de ayudar a los dogmáticos a aclararse a sí mismos el significado de sus propias posiciones”. La única tarea de la crítica despiadada es demoler los clichés que acaban con el pensamiento y las ilusiones reconfortantes que inhiben una comprensión crítica del mundo existente, “dejando al mundo aclarar su conciencia, despertándolo de su sueño de sí mismo, explicándole el significado de su propias acciones.”
Marx concluye: “Por lo tanto, nuestro lema debe ser: la reforma de la conciencia no a través de dogmas, sino mediante el análisis de la conciencia mística, la conciencia que no está clara para sí misma, ya sea que aparezca en forma religiosa o política». En otras palabras, la crítica despiadada no busca reemplazar una falsa conciencia con una conciencia absoluta. No confronta al mundo “como doctrinarios con un nuevo principio: ‘¡Aquí está la verdad, inclínense ante ella!’”.
La primera carta de Marx anunciará su persistente polémica contra el utopismo y su insistencia en una comprensión crítica de la sociedad en su desarrollo real, en lugar de visiones dogmáticas de órdenes sociales ideales. “Si el diseño del futuro y la proclamación de soluciones listas para siempre no es asunto nuestro, entonces nos damos cuenta con mayor claridad de lo que tenemos que lograr en el presente: hablo de una crítica despiadada de todo lo existente, implacable en dos sentidos: la crítica no debe temer sus propias conclusiones, ni el conflicto con los poderes fácticos”.
La crítica sólo se vuelve despiadada, para Marx, cuando cumple dos criterios. No debe tener miedo de su objeto (“los poderes fácticos” con los que necesariamente entran en conflicto sus críticas fundamentales), ni de sí mismo (“sus propias conclusiones” y la incomodidad que crean). La crítica despiadada de todo lo existente es ciertamente peligrosa para todos los involucrados. No se modera para proteger los sentimientos de los individuos o para preservar la paz del grupo, ni rehuye la tensión extrema que introduce allí donde aparece. Se nutre de la inquietud que crea cuestionando todo, obligando a todos, incluido el crítico que la sostiene, a sufrir sus consecuencias.
No muchos tienen estómago para críticas despiadadas. Pocos desean ser criticados, y menos aún criticar, no solo algunas cosas, sino todo, incluidos ellos mismos y las redes sociales, profesionales y políticas en las que persiguen sus intereses. Pero precisamente porque se aplica a todo, no hay nada personal en la crítica despiadada, algo que no tiene interés en criticar nada de forma aislada. Cuando atiende a una cosa, solo lo hace para abordar patrones generales que son ejemplificados por ese algo en particular. No demoniza a los individuos; presiona a las formas individuales de conciencia ideológica para que respondan por su confusión general.
Visto bajo esta luz, sólo aquellos deseosos de permanecer en cómodas ilusiones retroceden ante el método despiadado mediante el cual se hace añicos la ideología y se clarifica la conciencia mística. Pero para aquellos que prefieren las realidades inquietantes a las falsedades tranquilizadoras, sus irritantes picaduras deben ser acogidas como un regalo, el estímulo que nos despierta de nuestros sueños de nosotros mismos.
Marx considera que la crítica es despiadada cuando no le teme a sus conclusiones ni a ningún conflicto con los poderes establecidos, sin embargo, sostengo que hay un tercer sentido en el que la crítica demuestra que es completamente despiadada: es decir, cuando demuestra la capacidad de criticarse a sí misma. Así como Marx pronto concluiría que “ser radical es tomar las cosas de raíz” y que “para el hombre la raíz es el hombre mismo”, la crítica despiadada de todo lo existente sólo puede reclamar su nombre cuando se incluye a sí misma en su crítica. [2] Mientras la mayor parte de la crítica se asegura a sí misma cuando critica otras cosas, la crítica despiadada critica verdaderamente todo cuando no se protege de la crítica, y de hecho, cuando obliga a la crítica a afilarse contra sí misma.
Se piensa que el marxismo es una crítica de la sociedad capitalista, pero que jamás se contenta con ninguna crítica del capitalismo más de lo que lo hace con el capitalismo mismo. Es este escrutinio constante del anticapitalismo lo que me lleva a interpretar el marxismo como la crítica de las críticas al capitalismo. La crítica marxista se vuelve radical —realmente lo abarca todo— no al criticar el capitalismo desde una justa “perspectiva anticapitalista”, sino cuando critica todas las críticas al capitalismo y obliga a los críticos de la sociedad a aclarar sus críticas. Esto es precisamente lo que hace Marx cuando, al esbozar por primera vez su método despiadado, nombra a los comunistas, no a los capitalistas, como “los dogmáticos” a los que hay que hacer que se expliquen.
Demuestra su tendencia a criticar el anticapitalismo tanto como al capitalismo mismo, tildando al comunismo utópico realmente existente de la época de “una abstracción dogmática”, aquello que su propia crítica buscaría implacablemente desmitificar. La presión crítica despiadada que ejercía sobre los ostensibles aliados anticapitalistas también se aplicaba a cualquier vaguedad en su propio pensamiento, evidenciado por su alejamiento de las conversaciones abstractas sobre “el mundo” y la “humanidad” en general que marcan sus primeros escritos. De hecho, Marx agudizó continuamente su pensamiento, aclarando siempre conceptos vagos y ahistóricos como los que persistían en su primera carta a Ruge. Lo hizo, sin embargo, sin negarse nunca a volver su método crítico contra sí mismo.
Lo que separa a la crítica despiadada del anticapitalismo de izquierda es esta capacidad de reflexión metacrítica, la admisión consciente de que nunca hay un punto en el que la crítica pueda llenarse de sí misma y dejar de ser despiadadamente autocrítica. El anticapitalismo de izquierda es la crítica de la sociedad capitalista a sí misma, producida de tal manera de proteger a esa sociedad de la crítica. Es el capitalismo regañándose a sí mismo para convertirse en un mejor capitalismo, pero su crítica desdentada nunca cuestiona su autosatisfacción moral. Se contenta con condenar al capitalismo como malo, pero esto no satisface a la crítica despiadada que rechaza todas las críticas complacientes.
Así, el marxismo antiizquierdista critica al anticapitalismo de izquierda tanto como al capitalismo criticado por la izquierda. Pero para que se vuelva completamente despiadada, debe dar un paso más y abrirse a la crítica. En otras palabras, debe criticar las críticas de la izquierda.
NOTAS
[1] Karl Marx, “Para una crítica despiadada de todo lo que existe (de Marx a Arnold Ruge)”, en The Marx-Engels Reader , ed . Robert Tucker (Nueva York: Norton, 1978), 12-15.
[2] Marx, “Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel : Introducción” en The Marx-Engels Reader , ed . Robert Tucker (Nueva York: Norton, 1978), 60.