Una daga directa al corazón del capitalismo
por Jehu
Al castellano: Non Lavoro
https://therealmovement.wordpress.com/2015/04/03/a-dagger-aimed-at-the-heart-of-capitalism/
La belleza de la reducción de las horas de trabajo, es que pareciera ser una reforma insignificante, pero en realidad tiene el potencial tanto para sentar las bases para el comunismo como para destruir el capitalismo. La importancia que tiene el conflicto por las horas de trabajo se halla tan oculta por las relaciones de producción capitalistas como el papel que desempeña el trabajo en la producción de la plusvalía. Ahora bien, cualquiera familiarizado con el razonamiento de Marx, entendería por qué él, a la lucha por la reducción de las horas de trabajo, le llamó: “la modesta Carta Magna de una jornada laboral limitada por la ley”.
En el capítulo 15 del volumen 3 de El Capital, Marx señala este muy importante punto:
“La tasa de ganancia disminuye no porque se explote menos al obrero, sino porque en general se emplea menos trabajo en relación con el capital empleado”.
Durante la vida del capital, se ha ido empleando una proporción progresivamente decreciente de trabajo vivo en la producción de mercancías. Esta proporción decreciente de trabajo vivo respecto al trabajo muerto es lo que fuerza la caída de la tasa de ganancia. Y esta caída tiene en sí misma implicaciones generalizadas en la forma en que funciona el capital: produce la concentración y centralización del capital, al tiempo que elimina tanto el exceso de capital como el exceso de trabajadores. Para Marx, el proceso que conduce a la crisis no comienza con una acumulación de mercancías sin vender, sino con la disminución del trabajo vivo contenido en las mercancías.
Comparemos esto con la teoría de las crisis de los simplones burgueses, para quienes una crisis comienza con la producción de las mercancías equivocadas. Como lo explica Steven Kates, este argumento se parece a esto:
“La producción podría aumentar sin límite mientras los productores produjeran lo que los demandantes quieran comprar. Sin embargo, se producirían recesiones cuando se produjera un error de cálculo, es decir, cuando la estructura de la demanda fuera diferente de la estructura de la oferta. Si los bienes que se han producido no coincidieran con los bienes que los consumidores e inversores deseaban comprar, algunos bienes quedarían sin vender. Fue a partir de errores de cálculo de este tipo que se construyó la teoría clásica de la recesión”.
El argumento de Kate parece ser consistente con lo que algunos austriacos llaman “mala inversión” (aunque no soy un experto en esa escuela).
Así, en la economía clásica anterior a Keynes, los economistas sostenían que las depresiones eran causadas por errores de cálculo, como aquel recién citado, mientras Marx asignó la causa de la depresión a la reducción continua, por parte de los capitales, del contenido de trabajo vivo en las mercancías. Es decir, para Marx era la revolución en las fuerzas productivas y la mejora constante en la productividad del trabajo lo que producía las crisis. Y esta revolución producía también una masa creciente de capital superfluo y una población creciente de trabajadores desempleados. El capitalismo, como fue descrito por Marx, está siempre produciendo exceso de capital y exceso de trabajadores.
Por supuesto, en la época de Marx, gran parte de este exceso era recogido nuevamente en ramas de la producción de reciente formación — nuevos mercados para mercancías ya existentes o para nuevas mercancías que satisfacían las viejas o nuevas necesidades. Sin embargo, Marx predijo que esto era solo una solución temporal: tarde o temprano, el capitalismo se toparía con lo que llamó sobreacumulación absoluta: un punto en el que todo el capital adicional invertido no produciría ganancias adicionales e incluso podría reducir las ganancias. (Al menos esa es mi lectura de Marx — por lo que puedo ver, nadie más parece estar de acuerdo con mi lectura del texto).
En cualquier caso, a diferencia de los tontos burgueses, Marx argumentó que las crisis no eran el resultado de malas decisiones de inversión, sino de la mejora en la productividad del trabajo. Lo cual es sorprendente, ya que el capitalismo, si alguna otra cosa, no se trata sino de la introducción constante de tecnología mejorada para producir bienes por mayores ganancias. Los mismos métodos que los capitalistas introducen para aumentar sus ganancias producen las crisis que los llevan a la bancarrota.
La idea de Marx tenía implicaciones revolucionarias (en el sentido político del término), porque notó una correlación interesante: cuando se establecían límites en la duración de la jornada laboral, todo el proceso de despilfarro de capital y de trabajo se acelera. Si bien el capitalismo reducía constantemente las horas de trabajo y se veía envuelto en crisis periódicas, la promulgación de límites en la jornada laboral tenía el notable efecto de obligar al capital a introducir tecnología mejorada para reducir el contenido de trabajo vivo en las mercancías a un ritmo acelerado.
Marx explica qué sucedía cuando se establecían límites en la jornada laboral, en una cita que transcribo en su totalidad:
Si la extensión general de la legislación fabril a todos los oficios con el propósito de proteger a la clase trabajadora, tanto en la mente como en el cuerpo, se ha vuelto inevitable, esa generalización por su parte, y como ya se ha indicado, acelera la conversión general de numerosas pequeñas industrias aisladas en unas pocas industrias combinadas que operan a gran escala; esto es, acelera la concentración de capital y el predominio exclusivo del sistema fabril. Destruye tanto las formas tradicionales como las transitorias, tras las cuales el dominio del capital todavía está semioculto, y las sustituye por su dominio directo y abierto; pero así también generaliza la oposición directa a esta dominación. Mientras que en cada taller individual impone la uniformidad, la regularidad, el orden y la economía, a su vez aumenta por el inmenso estímulo que la limitación y la regulación de la jornada laboral dan al mejoramiento técnico, la anarquía y las catástrofes de la producción capitalista en su conjunto, la intensidad del trabajo y la competencia de la maquinaria con el trabajador. Mediante la destrucción de las industrias pequeñas y domésticas, destruye también los últimos refugios de la “población redundante” y, con ello, la única válvula de seguridad restante de todo el mecanismo social. Al hacer que maduren las condiciones materiales, y la combinación social del proceso de producción, hace madurar las contradicciones y antagonismos de la forma de producción capitalista, y proporciona, junto con los elementos para la formación de una nueva sociedad, las fuerzas para hacer explotar la vieja.” (Énfasis mío)
En resumen, argumentó Marx, los límites en la jornada laboral, hacían madurar las contradicciones inherentes al capitalismo y lo llevaban a su desaparición.
Esta cita, por mucha coincidencia, también se detalla en el capítulo 15 de El Capital, pero esta vez, la encontramos en el volumen 1 de Capital, no en el volumen 3. Entonces, en el capítulo 15, volumen 3 de El Capital, vemos el impacto, en el capitalismo, de la reducción constante del trabajo vivo en la producción, y en el capítulo 15 del volumen 1 de El Capital, encontramos que este proceso podría ser acelerado imponiendo límites en la jornada laboral.
Sin embargo, por alguna muy extraña puta razón, nunca encontrarás ningún indicio de este argumento en los escritos de un solo marxista. Y te diré por qué creo que esto es cierto. Antes de que cualquier académico marxista escriba un solo artículo universitario sobre teoría laboral, ya se ha sometido a un riguroso programa de adoctrinamiento conocido como introducción a la micro y macro economía. Para cuando han comenzado a estudiar seriamente la teoría laboral, ya están completamente adoctrinados en el punto de vista burgués. Y esto le sigue a décadas de vivir en una sociedad donde el punto de vista burgués es el único punto de vista. Así, cuando emprenden el estudio de la teoría laboral, la abordan como un burgués simplón.
En cualquier caso, quiero llevar tu atención a la última parte de esa cita de Marx, la parte en la que puse énfasis. Lo hago porque es muy similar a un familiar pasaje tomado casi directamente del “fragmento de la máquina” de los Grundrisse. Allí Marx escribe:
“El capital mismo es la contradicción en movimiento, [en tanto] que presiona para reducir el tiempo de trabajo al mínimo, mientras que el tiempo de trabajo, por otro lado, es la única medida y fuente de la riqueza. Por lo tanto, disminuye el tiempo de trabajo en su forma necesaria para aumentarlo en su forma superflua; y por ende, presupone en medida creciente lo superfluo como condición — cuestión de vida o muerte — por sobre lo necesario. Por un lado, entonces, trae a colación todos los poderes de la ciencia y de la naturaleza, como la combinación social y el intercambio social, para hacer que la creación de riqueza sea independiente (relativamente) del tiempo de trabajo empleado en ella. Por otro lado, quiere usar el tiempo de trabajo como la vara de medida para las gigantescas fuerzas sociales así creadas, y confinarlas dentro de los límites requeridos para mantener el valor ya creado como valor. Las fuerzas de producción y las relaciones sociales — dos lados distintos del desarrollo del individuo social — le parecen al capital ser meros medios, y son meros medios para que produzca sobre su limitada base. De hecho, sin embargo, son las condiciones materiales para volar esta base por las nubes ”.
Ciertos marxistas, como Harvey y Heinrich, juran que Marx abandonó esta idea al pasar desde los Grundrisse a escribir El Capital, volumen 1. Sin embargo, como se puede ver claramente, Marx nunca abandonó la idea; y sigue desde el volumen 1 al volumen 3 de El Capital. Además, Marx parecía estar completamente consciente del potencial inherente a la lucha por las horas de trabajo para acelerar la autodestrucción del capital. Hoy, esta conciencia ya no existe en ninguna parte de la escuela marxista. En El Capital, Marx explica por qué una medida política que limita la jornada laboral acelera el proceso que está ya teniendo lugar en el capital y que lo está conduciendo hacia su desaparición y el surgimiento del comunismo.
Una reducción de las horas de trabajo es el paso más radical que SYRIZA puede realizar frente a sus enemigos, ya que explota la contradicción central del capitalismo: su tendencia inherente a reducir el trabajo requerido para la producción de mercancías y, por lo tanto, su propia premisa. Es una daga dirigida directamente al corazón del capitalismo.