Cómo es que el tiempo de trabajo superfluo crea la inflación
por Jehu
Al castellano: Non Lavoro
https://therealmovement.wordpress.com/2014/03/08/how-superfluous-labor-time-creates-inflation/
El poder adquisitivo de un dólar, medido en porcentaje de una onza de oro. (1970-2012)
Quiero pasar a la cuestión del impacto que tiene la creciente masa de tiempo de trabajo superfluo sobre el valor de cambio y los precios de las mercancías. Una vez que termine, espero que comprendas por qué la inflación no es un misterio — y, en consecuencia, por qué toda la inflación dentro del modo de producción puede atribuirse a la creciente masa de trabajo improductivo.
Como expliqué en la publicación anterior, la aparición de una masa significativa de tiempo de trabajo superfluo dentro del modo de producción es el resultado de la tendencia a la sobreproducción de mercancías, a la sobreproducción de capital en la forma de mercancías.
Según Marx, en el volumen 3 de El Capital, esta sobreproducción necesariamente resulta en la devaluación del capital: en el punto en que la sobreproducción de capital se convierte en una condición general del modo de producción, ningún aumento en la masa de capital puede agregar a la masa de ganancias; de hecho, existe la posibilidad de que un aumento en la masa de capital resulte en una caída en la masa de ganancias.
Este resultado puede entenderse si pensamos la sobreproducción en la forma de una producción adicional de mercancías en un mercado ya completamente saturado por la sobreproducción. En tales condiciones, el nuevo capital, en la forma de mercancías, no aumenta las ganancias, sino que solamente provoca una caída en los precios de las mercancías y, por lo tanto, una caída en las ganancias. El nuevo capital añadido a la masa de capital, en estas circunstancias, solo conduciría al retiro de una igual porción del capital existente, bajo la presión de la competencia. Dice Marx:
“En realidad, las cosas se presentarían de tal modo que una parte del capital se hallaría total o parcialmente inactivo (porque para poder valorizarse primeramente tendría que desplazar de su posición al capital que ya se halla activo), mientras que la otra parte, a causa de la presión del capital desocupado o parcialmente ocupado, se valorizaría a una menor tasa de ganancia”.
Una parte del capital total tendría que renunciar a su cualidad característica como capital; ya no podría ser empleada productivamente con el propósito de producir plusvalía. Es cierto, como argumentan algunos marxistas, que existen tendencias contrarias a esto, pero, en este caso, estamos asumiendo una condición general de sobreproducción bajo la cual estas tendencias contrarias ya no sirven para restaurar las ganancias. Una vez que la sobreproducción es absoluta, no hay tendencia contraria alguna que sea suficiente para permitir que el modo se restaure a sí mismo, ni todas juntas. La masa de capital ha encontrado los límites de su expansión como un modo para la producción de riqueza material; en esta situación, cualquier expansión adicional de las horas de trabajo social debe ser superflua para la producción de riqueza material.
Por otro lado, el capital es la producción de plusvalía, lo cual debe conducir a la expansión de las horas de trabajo social y al empleo de fuerza de trabajo adicional para la producción de plusvalía. Por decirlo de otra manera: si la producción de plusvalía aumenta, la plusvalía producida por este aumento debe consumirse de manera improductiva. Marx explica por qué:
“Sería irrelevante a este respecto si una parte del capital adicional tomara el lugar del capital antiguo, y este último tomara su posición en el capital adicional. Siempre tendríamos por un lado la antigua suma de capital, y por el otro la suma de capital adicional”.
El capital recién producido, si encontrara su camino hacia su empleo productivo, simplemente empujaría a una parte del capital anterior fuera del empleo productivo. En cualquier caso, alguna masa definida de capital siempre se vería obligada a dejar de operar como capital. El capital ya ha perdido su carácter capitalista, es decir, ya no puede operar como capital, ya no puede emplearse como capital para producir plusvalía. Por otro lado, la existencia de este exceso de capital (exceso de capital en la forma de mercancías y medios de producción) deprime las ganancias del capital empleado productivamente.
La destrucción (el consumo improductivo) de este exceso de capital es un medio para reducir la presión sobre las ganancias. Puesto que esta masa de capital ya ha dejado de funcionar como capital, puede ser aprovechada por el estado para este propósito. Esto puede verse claramente en la Ley de Ajuste Agrícola de 1933, “que redujo la producción agrícola pagando subsidios a los agricultores para no plantar en parte de sus tierras y para matar al exceso de ganado”. Este método crudo y primitivo para reducir la sobreproducción de capital, contiene ya en sí todas las características del trabajo superfluo. La ley entró en vigencia en mayo de 1933, aproximadamente un mes después de que Roosevelt firmara la Orden Ejecutiva 6102, que reemplazó al dinero-mercancía por dólares fiduciarios. Una vez que se prohibiera la tenencia de oro monetario en los Estados Unidos, Washington podría comenzar a falsificar su moneda sin temor a que surgiera un sistema de precios de dos niveles — uno para el oro y otro para los dólares fiduciarios.
Como resultado, la administración Roosevelt podría simplemente imprimir la moneda necesaria para pagarle a los agricultores por no cultivar alimentos. El objetivo declarado de esta política era “aliviar la emergencia económica nacional existente aumentando el poder adquisitivo agrícola”. Es decir, el estado podría así mantener los precios de producción agrícola por encima de sus valores de cambio.
Pero la tasa de ganancia es el estímulo del modo de producción; así, al mantener los precios por encima de sus valores de cambio y subsidiar artificialmente las ganancias, el estado hizo posible el empleo adicional de capital en una rama de la producción que ya sufría una sobreacumulación masiva. Así, la inversión adicional en la rama se logró mediante la destrucción total de las fuerzas productivas producidas dentro de la rama.
Si el estado simplemente hubiera falsificado su moneda para pagarle a los agricultores por no cultivar alimentos, y hubiera permitido que esta falsificación circulara junto con el dinero-mercancía, un sistema de precios de dos niveles habría aparecido inmediatamente en circulación. El poder adquisitivo de la moneda habría caído en proporción a la moneda adicional creada y emitida por el estado. Según la teoría laboral, esto se debe a que el valor de cambio representado por la masa de la moneda emitida por el estado, sin importar su cantidad, solo puede ser igual al valor de la masa de oro que habría ocupado su lugar en la circulación.
Dado que el valor de cambio de la producción agrícola había disminuido debido a la sobreproducción, la moneda adicional pagada a los agricultores no tendría más poder adquisitivo que el valor real de la producción. Pagar subsidios a los agricultores para que no cultiven alimentos solo habría desacreditado a la moneda, debido a la inflación de los precios, en moneda, de las mercancías. Los precios en moneda de las mercancías se inflarían, mientras que los precios de las mismas mercancías denominados en oro se habrían mantenido estables y los vendedores de las mercancías habrían exigido oro por sus productos.
Al reemplazar el oro por moneda fiduciaria y prohibir el uso monetario del oro, el estado no pudo evitar la inflación de los precios en moneda, pero sí pudo evitar que los vendedores de mercancías demandasen oro a cambio de sus productos. En caso de que te hayas perdido el significado de esta afirmación: los mayores vendedores de mercancías no son Wal-Mart, Target o cualquier otra empresa capitalista, sino el proletariado, que vende su fuerza de trabajo a Wal-Mart, Target y empresas capitalistas similares. Eliminar el oro de la circulación y reemplazarlo con una moneda fiduciaria sin valor, por lo tanto, tuvo el doble efecto de devaluar la fuerza de trabajo y de subsidiar las ganancias.
Creo que es fundamental comprender que la inflación no es causada por la falsificación de la moneda; más bien es la sobreproducción de capital lo que requiere la falsificación de la moneda. Los monetaristas burgueses simplones atribuyen a la falsificación de divisas un poder que no tiene para crear inflación. La sobreproducción de capital es, al mismo tiempo, el sobretrabajo de la población de trabajadores con el fin de producir plusvalía. La inflación, por lo tanto, comienza no con la falsificación de la moneda, sino con las horas de trabajo, que son demasiado largas.
Toda la inflación secular que ha ocurrido desde la Gran Depresión en todos los países puede atribuirse al sobretrabajo de la clase trabajadora, no a la falsificación de la moneda. El gasto de horas de trabajo más allá de la duración del tiempo de trabajo socialmente necesario requerido para la producción de mercancías requiere también precios, para estas mercancías, que difieran cada vez más de los valores de las mercancías. Si bien los precios en dinero-mercancía reflejan y solo pueden reflejar el valor de cambio real de las mercancías (es decir, el tiempo de trabajo requerido para su reproducción), los precios deben reflejar cada vez más el tiempo de trabajo real gastado durante esa producción.
La relación entre la suma de los precios y la suma de los valores de cambio es la relación entre el tiempo de trabajo total de la sociedad y el tiempo de trabajo socialmente necesario requerido para reproducir las necesidades materiales de la sociedad. La regla general con respecto a la relación entre estas dos magnitudes del tiempo de trabajo es esta: a medida que disminuye el tiempo de trabajo socialmente necesario de la sociedad, el tiempo de trabajo total de la sociedad debe aumentar.
Es por eso que la posibilidad misma de la deflación de precios produce tanto horror dentro de la clase dominante. La teoría burguesa establece que esta inflación puede producirse imprimiendo dinero, como explicó Bernanke en su discurso de 2002 sobre la deflación. Pero esto no es cierto: la inflación solo puede producirse extendiendo las horas de trabajo. Del mismo modo, las ganancias no pueden aumentarse mediante la austeridad o la reducción de los salarios, sino solo aumentando las horas de trabajo. Tanto el fracaso de QE como el fracaso de la austeridad en Grecia demuestran que las ganancias solo pueden aumentarse aumentando las horas de trabajo.