La miope defensa del estado social keynesiano por parte de la izquierda
por Jehu
Al castellano: Non Lavoro
La raíz del estado social keynesiano es matar de hambre a la clase trabajadora.
Creo que la izquierda de posguerra nunca ha entendido bien la economía keynesiana, justo porque nunca ha comprendido el capital mismo. Y este problema está profundamente enraizado en la teoría laboral desde las “Reflexiones sobre el dinero”, de Marx, donde critica cierta visión unilateral del capital. Ahí señala, que el capitalismo no es solo intercambio entre consumidores y capitales, sino también entre capitales, y hay una relación entre ambos. Otra forma de decirlo, creo, es que el capital no es solo circulación de mercancías, sino de capital en la forma de mercancías.
Solemos pensar en el “mercado” como compuesto por vendedores de mercancías, pero este es solo un lado de la contradicción. En el otro lado está el movimiento de capital, que, a diferencia de las mercancías, nunca abandona la circulación. Las mercancías, encuentran su final como objetos de uso y son consumidas; pero la circulación de capital es el único uso que el capital tiene. Por un lado del intercambio hay un vendedor/comprador de mercancías, mientras por el otro, hay un capitalista que invierte su capital, para obtener el mismo capital, en otra forma. En el lado del capitalista, no hay compra o venta, sino una sucesión de conversiones de su capital a distintas formas.
Este es el problema que plantea la adopción de la gestión económica keynesiana. Es que lleva nuestra atención a la compra y venta, pero pasa completamente por alto el movimiento de capital. El sucesivo movimiento de capital, por sus diversas formas, se explica como los diversos actos de compra y venta de los indidivuos. Puesto que, en el mismo acto de intercambio, ambos movimientos están presentes, pareciera ser que este intercambio puede reducirse a la compra y venta.
El movimiento de capital y el movimiento de la mercancía no son movimientos separados, sino que constituyen el mismo movimiento. Los marxistas pierden el rumbo y empiezan a rastrear el movimiento de la mercancía, mientras descuidan completamente el movimiento del capital. A la economía keynesiana no le concierne el movimiento de las mercancías; se ocupa únicamente del movimiento de capital. Su método específico de ocultamiento, sin embargo, es presentar el movimiento de capital como el mero movimiento de las mercancías. Es por esta razón que los marxistas tienden a identificarla como una ideología subconsumista, cuando en realidad no lo es.
Se suele presentar la teoría keynesiana como una teoría sobre la incapacidad de la sociedad para consumir lo que ha producido, cuando su objetivo es el opuesto; es decir, reducir aún más la capacidad de la sociedad — vale decir, de la clase trabajadora — de consumir lo que ha producido. En un giro extraño, el keynesianismo, cuyo único fin es la privación para la clase trabajadora, aparece como una ideología cuyo fin es alimentar a la clase trabajadora. Así también, los opositores a las políticas keynesianas aparecen como decididos opositores del bienestar de la clase trabajadora.
No hay necesidad alguna de afirmar, por algún sofisticado argumento, que el fin de la economía keynesiana es matar de hambre a la clase trabajadora. No hay necesidad de complejas deducciones, en varios niveles, y basadas en un examen exhaustivo de los supuestos teóricos de John Keynes. El pendejo lo dice directamente desde su puta boca:
“Sería impracticable [para la clase trabajadora] resistir cada reducción de los salarios reales, debidas a un cambio en el poder adquisitivo del dinero”.
¿Qué más claro puedes ser? La superioridad de Keynes está en no preocuparse de eufemismos y declarar claramente su objetivo. No hay para qué inferir, a partir de un denso argumento filosófico, casi indescifrable, a lo Hegel, que quiere matar de hambre a la clase trabajadora. Lo escribe en simple inglés. No hay ningún puto embuste de mierda de la “negación de la negación” por parte de Keynes, nada que requiera ocho putos semestres de Hegel. Keynes es directo: “Si quieres empinar las ganancias, tienes que recortar los salarios. Pero el gobierno puede reducir los salarios de manera más efectiva que las empresas.”
La herramienta del gobierno es su control sobre la moneda, sobre el medio de cambio, una vez que varios estados industriales se salieran del patrón oro. Si no se puede reducir los salarios directamente, se podrían reducir devaluándolos constantemente contra el oro — la expresión universal del valor.
En serio, ¿qué mierda es lo tan difícil de entender de su argumento? ¿Estoy yo leyendo algo que no es?
Entonces, ¿por qué Gugliemo Carchedi se sorprende tanto, en su explicación en 2012, de que la teoría keynesiana no funcione a través de la redistribución? ¿Por qué no puede explicar cómo funciona dicha teoría exactamente? ¿Por qué choca contra una pared de ladrillos? ¿Y por qué, después de explicar que la teoría keynesiana no funciona, y no puede funcionar como se anuncia que lo hace, de todos modos la recomienda a la clase trabajadora?
Lo anterior no debe interpretarse como si el trabajo fuera indiferente a las políticas de redistribución inducidas por el estado y financiadas por el capital. Por el contrario, los trabajadores deberían luchar fuertemente por dichas políticas. Pero esta lucha debe llevarse a cabo no desde una perspectiva keynesiana sino desde la apropiada perspectiva marxista.
El enfoque keynesiano considera las políticas keynesianas como una forma de mejorar tanto las condiciones del trabajo como las condiciones del capital, una forma de contrarrestar o de salir del desplome. Desde la perspectiva marxista, las políticas de distribución y/o inversión, inducidas por el estado y financiadas por el capital, no necesitan ser keynesianas, es decir, no necesitan cargar con el contenido ideológico asociado a la palabra, la comunión de intereses entre las dos clases fundamentales. La perspectiva marxista subraya (a) que estas políticas pueden mejorar la suerte del trabajo pero son impotentes frente a la crisis; a lo sumo, pueden posponerla, y (b) el potencial político de estas políticas. A través de la lucha del trabajo por mejores condiciones de vida y de trabajo, puede surgir y crecer la conciencia entre los trabajadores de que cada vez que el capital paga por estas políticas, se debilita tanto económica como políticamente, y que el trabajo puede explotar esto para debilitar el yugo del capital.”
No hay necesidad de agrandar el error de Carchedi con la indagación en profundas discusiones filosóficas. Es simple: el 99.9999% de los marxistas nunca se han molestado en leer a Keynes, así que no saben qué demonios dijo. Toda la impresión que se hacen de Keynes, la toman de viles ideólogos burgueses como Paul Krugman. Estos marxistas, en alguna parte leyeron, que Keynes identifica como causa raíz de las crisis al subconsumo de la sociedad, y eso es todo lo que saben. Si alguna vez Carchedi lee la Teoría General de Keynes, me como mi puta gorra. El tipo es un puto fraude.
Nuestro movimiento es dominado por profesores de economía que se hacen pasar por expertos en la teoría laboral. En particular, la escuela trotskista ha hecho más daño a la comprensión adecuada de la teoría laboral que todas las otras escuelas marxistas juntas. Si existe algún contendor para este sitial en la historia, tienen que ser los de Monthly Review. Estas dos escuelas — los troskos y los de Monthly Review — han engendrado la mayor parte de lo que hoy pasa por marxismo. Han reducido el marxismo a observaciones trilladas que ni para los ideólogos burgueses son útiles.
Hasta un ideólogo burgués de mierda como Krugman sabe, que lo único que Keynes alguna vez recomendó para poner fin a las crisis, fue la reducción de salarios. Krugman incluso explica que Keynes era la “solución conservadora” para la Gran Depresión. Dice:
Pero Keynes no era ningún socialista — llegó para salvar el capitalismo, no para enterrarlo. Y hay un sentido en el que La Teoría General fue, dado el momento en que fue escrito, un libro conservador. (Keynes mismo declaró que, en algunos aspectos, su teoría tenía “implicancias moderadamente conservadoras” [377]).
El movimiento de las mercancías y el movimiento del capital son uno y el mismo movimiento de producción social. La teoría keynesiana se preocupa únicamente por el movimiento del capital, pero presenta este movimiento como el movimiento de las mercancías. El movimiento del capital es continuo; mientras que el movimiento de las mercancías tiene un comienzo y un final definidos. Se produce una mercancía, se vende y sale de circulación para ser consumida. Si se ha de reproducir el proceso, éste debe nuevamente comenzar con la producción de una nueva mercancía.
En la venta de la fuerza de trabajo, el movimiento simple de una mercancía y el movimiento continuo de capital son uno y el mismo movimiento. La teoría keynesiana, por lo tanto, presenta al movimiento de capital como una simple compra y venta de fuerza de trabajo — la otra cara del movimiento de capital. Así nuestra atención se centra siempre en la compra y venta de la fuerza de trabajo — en los empleos, en el desempleo y en los salarios — como acto discreto, desconectado del movimiento de capital. Teóricamente, en la economía keynesiana, no hay conexión entre la compra y venta de la fuerza de trabajo y el movimiento de capital.
Y hay una buena razón para esto: con el inicio de la era keynesiana, estos dos movimientos ya no son el mismo movimiento. La compra y venta de fuerza de trabajo, inexplicablemente, se ha separado completamente del movimiento de capital. Por decirlo de otra manera, con la Gran Depresión, a medida que el movimiento de capital se expande, el movimiento de compra y venta de fuerza de trabajo se contrae. Entre estos dos movimientos yace una creciente masa de capital inactivo y de fuerza de trabajo superflua. Es, esencialmente, una masa de capital que ya no puede hallar un lugar en la producción, que requiere de la compra y venta de fuerza de trabajo, y una masa de fuerza de trabajo que ya no puede ser vendida. Ya no estamos hablando de interrupciones momentáneas de la producción que ocurran en la forma de una crisis capitalista, sino, de que el capitalismo mismo colapsa.
Nada de esto requiere de la teoría keynesiana para poder explicarlo; fue totalmente predicho por la teoría laboral décadas antes de que ocurriera. La teoría keynesiana solo se requiere para poder EXCUSARLO — para argumentar que no hubo un colapso del modo de producción. El argumento keynesiano señala que, durante una crisis, hay una “demanda inadecuada” de mercancías, es decir, de fuerza de trabajo. De hecho, no hay otra mercancía que sea de interés para la teoría keynesiana, ya que solo la fuerza de trabajo puede crear capital real desde el capital — solo la fuerza de trabajo puede producir plusvalía y, por lo tanto, posibilitar la autoexpansión del capital. Todas las mercancías en la sociedad capitalista son simplemente fuerza de trabajo en sus diversas etapas de producción. En la teoría neoclásica, la fuerza de trabajo es la “mercancía compuesta” cuya producción y empleo son manejados por el estado fascista. Dada una “demanda inadecuada” de fuerza de trabajo, de acuerdo a la teoría keynesiana, el estado puede suplir esta falta de demanda a través de varias medidas.
La forma más simple y directa de abordar el déficit en la “demanda” es que el estado mismo contrate directamente la fuerza de trabajo. Un segundo método es que el estado participe en varias “inversiones sociales” o intentos de “redistribuir” el producto social.
Tomemos la primera solución: el estado contrata directamente a una masa de trabajadores y los pone a trabajar cincelando las caras de los presidentes en un acantilado. ¿De dónde vienen los medios para contratar a estos trabajadores? El estado puede imprimir la moneda o puede tomarla prestada del capital superfluo disponible y que yace inactivo. Si imprime la moneda de la nada, esencialmente no paga nada por la fuerza de trabajo que ha contratado. Es decir, la fuerza de trabajo se ha vendido por debajo de su valor; el estado no está agregando a la demanda, sino redoblando en lo inadecuado de los salarios de la clase trabajadora. Ahora dos trabajadores deben compartir los salarios reales (las mercancías reales producidas) de uno. No ha habido un aumento en la masa de mercancías salariales producidas; la escasa masa de mercancías se ha dividido ahora aún más.
En el segundo caso, el estado toma prestado el capital inactivo y lo utiliza para emplear a la misma masa de trabajadores para cincelar a Lincoln en una roca. Nuevamente, no ha habido un aumento en la masa de mercancías salariales producidas, solo la división de la masa existente. En cualquiera de los casos, los salarios se han devaluado mediante este esfuerzo. En el segundo caso, sin embargo, el estado fascista ahora, además de devaluar los salarios, ¡paga intereses por el capital inactivo incluso mientras devalúa los salarios! ¿Qué mierda pasa aquí?
Supongamos por un momento que, en lugar de contratar directamente a los trabajadores para cincelar las caras de los presidentes al costado de un acantilado, el estado externaliza esta “inversión”. Este es el segundo de los dos métodos keynesianos para “aumentar la demanda”. ¿Acaso este método resuelve la contradicción esencial del primero — que dos trabajadores ahora deban compartir las mercancías salariales de uno? Por supuesto que no. El problema sigue ahí y, aún más, debemos añadir ahora las ganancias del subcontratista.
¿Dónde, por favor díganme, está la magia de la economía keynesiana? ¿Dónde no se basa simplemente en devaluar los salarios? Ustedes, marxistas de mierda, pueden serpentear tanto como quieran, pero su supuesto estado “social” keynesiano no es más que una devaluación de los salarios. Si con “social” quieren decir que ahora se supone que dos trabajadores vivan con el salario real de uno, tienen toda la razón. La “socialidad” capitalista nunca ha sido otra cosa que esto. El hecho de que esto deba recordarse nos demuestra las profundidades de la vanalidad y la corrupción a las que han llevado a la teoría laboral.
La objeción principal y dominante ante darle fin al estado es que, parafraseando a algunos marxistas: “Algunos programas ayudan a la clase trabajadora”. Tenemos el salario mínimo, el Seguro Social, Obamacare, la EPA, OSHA y lo que sea. No podemos descartar el grano con la paja. ¡Sí, podemos! ¡Nuestra misión histórica como clase trabajadora es poner fin a la clase trabajadora! ¿Quién mierda quiere ser miembro de la clase trabajadora? ¿Quién mierda QUIERE ser un esclavo? El punto de la clase trabajadora es que su condición material de existencia, el trabajo, solo sirve a otras clases, y no a sí misma. ¿Cómo mierda olvidan esto? ¿Pueden decirme? ¿Pueden decirme qué tipo de extraña amnesia tienen que olvidan que son putos esclavos?
Entonces sí. Queremos eliminar la Seguridad Social, el salario mínimo, OSHA, la EPA y el resto de los derechos sociales del estado de bienestar — y al estado completo, vinculado a estos programas. No tengo claro por qué esto molesta a los marxistas, pero esta incomodidad demuestra que están completamente confundidos por la propaganda burguesa. Un criminal de guerra en la Casa Blanca — un asesino de niños — ¿es, de alguna manera, una persona lo suficientemente cariñosa como para brindar atención de salud a sus esclavos? ¿Realmente creen eso? ¿Acaso son así de jodidamente ingenuos?