Breve esbozo de la economía política de la barbarie

por Jehu

Al castellano: Non Lavoro

https://therealmovement.wordpress.com/2013/07/02/a-brief-sketch-of-the-political-economy-of-barbarism/


Y bien, ¿qué es la economía política de la barbarie (fascismo)? Y, ¿puede ser ésta sometida a crítica por la teoría laboral? Yo diría que esto es muy difícil, pues, en ese modo de producción, la ley del valor ya no opera libremente. Lo que sea que asumamos como categorías reales similares a las que se encuentran en El Capital de Marx, a menos que seamos cuidadosos en nuestro análisis, podrían resultar ser completamente desorientadoras.

Podemos comenzar, como lo hizo Marx, por la economía política en general, examinar el modo de producción tal como aparece en la economía política burguesa, y hacer en orden inverso lo que en algunas instancias Marx hizo prospectivamente. Entre sus escritos, en diversos lugares, Marx ilustra los mecanismos del modo de producción capitalista, en términos de cómo aparecerían estos procesos, o similares, en el comunismo. Nos encontramos con un ejemplo de esto, en una disertación de Peter Hudis, “La concepción de Marx sobre la trascendencia de la producción del valor”, de 2011.

En el capítulo cuatro de su disertación, Hudis argumenta que, en El Capital, Marx hace comentarios críticos sobre el modo de producción capitalista elucidando cómo, estos mismos procesos, podrían aparecer en la nueva sociedad. [Hudis] empleará estas observaciones para intentar construir, de manera aproximada, cómo aparecería la trascendencia del valor en la nueva sociedad. Dice, por ejemplo:

“Si bien el ámbito de El Capital se limita a un análisis del capitalismo, al examinar sus conceptos más importantes se revela que éstos contienen varias sugerencias respecto a su visión de una sociedad poscapitalista”.

¿Es posible hacer esto a la inversa? ¿Podemos examinar la barbarie, como aparece en la concepción de los economistas burgueses, para relacionar estas ideas con las categorías de análisis de la teoría laboral sobre el modo de producción capitalista?

John Weeks nos da una pista, en una reseña bastante sorprendente (al menos para mí), sobre los supuestos de la teoría neoclásica del dinero, en su artículo: “La credibilidad teórica y empírica del dinero-mercancía”. Aunque el propósito de Weeks en este artículo es demostrar la superioridad de una teoría del dinero basada en la mercancía, en comparación con la neoclásica idea de “cualquier cosa puede ser dinero”, al hacerlo, disecciona la idea neoclásica del dinero. En la realización de este esfuerzo, Weeks pone al descubierto el mecanismo básico de la política económica del estado fascista, con un detalle y claridad que no había encontrado antes.

La exposición de Weeks, demuestra que la barbarie no es, como lo afirman Luxemburgo y Lowy, una regresión en el modo de producción, sino un avance, como lo indica Engels, en Socialismo, utópico y científico. Lo que ocurre es que la política económica del estado podría ser, para el sistema estadounidense, lo que el Gosplán fue para la Unión Soviética: un medio para administrar el capital total bajo el control del estado. Pero debe destacarse una distinción entre ambos: el Gosplán gestionó el acto del trabajo mismo y la producción de valores de uso, directamente. La política económica del estado fascista, por el contrario, gestiona el acto de la producción mediante el mecanismo de precios, divorciado de todo acto particular.

Ambos, sin embargo, pueden ser considerados similares en esta medida: la totalidad del capital opera, esencialmente, según el principio de la colonia industrial. Todo dentro de la colonia es esencialmente propiedad, o está controlado, por la empresa; toda distinción aparente entre la empresa y la gobernanza de la colonia es meramente formal. El estado no es solo el representante del capital, en mayor o menor medida, es el gestor del proceso de reproducción del capital total. En el sistema soviético, esta gestión, es completamente transparente, pero en el sistema estadounidense, el rol fáctico y real del estado fascista en la gestión de la reproducción del capital total, es indirecto, y es oscurecido por el método mismo de la gestión: por los precios.

Y bien, ¿cómo se efectúa esta gestión?

Como sería de esperar, toda gestión que tome los precios como mecanismo, debe partir por el objeto que funciona como dinero. Para este método de gestión, se requiere que el estado tenga el control sobre aquel material que funciona como dinero en la supuesta economía. Por lo tanto, la teoría económica del estado fascista, según Weeks, parte por una variante de la teoría cuantitativa del dinero que intenta demostrar cómo es que, la cantidad de dinero en circulación, puede determinar “el nivel de producción y empleo, así como los precios y las tasas de interés”.

Que quede claro (y mostraré por qué esto es cierto), debe tenerse en cuenta que lo que Weeks llama “precios”, en realidad son salarios, y lo que llama “tasas de interés”, en realidad son ganancias. Así, la teoría del dinero del estado fascista busca explicar cómo es que es la cantidad de dinero en circulación lo que determina al empleo, la producción, los salarios y las ganancias.

La teoría del dinero del estado fascista, dice Weeks, desde un principio, presenta dos dificultades. La primera dificultad es, si es que el estado está tratando de determinar los precios, el empleo, la producción y las tasas de interés de acuerdo a la producción de solo una o de varias mercancías. Según Weeks:

“El enfoque estándar en el marco monetario neoclásico basado en la cantidad, es asumir que la economía hipotética tiene un solo producto”

Weeks piensa que esta suposición es absurda, pero sin embargo le es forzada a los economistas neoclásicos:

“Si bien la suposición de una sola mercancía compuesta puede parecer absurda (que lo es, para la mayoría de los propósitos), es esencial en la teoría monetaria neoclásica”.

¿Es realmente absurdo este supuesto neoclásico? Por supuesto que no. Al fin y al cabo, estamos hablando del modo de producción capitalista, donde solo hay una mercancía capaz de crear capital real desde el capital dinerario: la fuerza de trabajo. La única transacción de mercancías necesaria en el modo de producción capitalista, y que es su premisa, es la compra y venta de la fuerza de trabajo. Todas las demás mercancías producidas en este modo de producción son, en mayor o menor medida, materias primas para la producción de esta única mercancía. Y el proceso de producción de este modo es, en mayor o menor medida, el consumo de esta única mercancía para producir plusvalía. Si bien, en cualquier otro sistema de producción de mercancías, hay muchas mercancías, en el modo de producción capitalista solo hay una mercancía real o final. O, para ser quizás más preciso: todas las demás mercancías son simplemente producción de esta única mercancía en sus diversas etapas de producción. En cualquier caso, la producción capitalista completa puede ser esencialmente conceptualizada como la producción de fuerza de trabajo.

Si la totalidad de la producción de una economía capitalista puede conceptualizarse como la producción de una sola mercancía, la fuerza de trabajo, la totalidad de los precios en la economía puede conceptualizarse como los salarios más las ganancias. Como ha señalado el bloguero Sam Williams, en la teoría neoclásica, el término “tasa de interés” ha sustituido al término “ganancia”. Cuando los economistas neoclásicos se refieren a la “tasa de interés”, se refieren simplemente, y a nada más, que a la “tasa de ganancia”. (Yo no creo que esto sea un accidente, sino que está determinado por el régimen mismo de acumulación en las economías capitalistas avanzadas).

La segunda dificultad para la teoría económica del estado fascista es qué es lo que funciona como dinero en la economía. La teoría neoclásica supone que “la cantidad de los medios de pago está determinada ex machina por una entidad generalmente identificada como la ‘autoridad monetaria'”.

¿Puede el estado determinar la oferta de dinero?

La discusión de Weeks sobre este problema no es del todo satisfactoria, porque nunca entiende que el control del estado sobre lo que funciona como dinero en la economía, surge porque el dinero real (dinero-mercancía) ya no puede circular como dinero. No es que el estado le usurpe el control sobre el dinero a la sociedad, sino que es la sociedad misma la que ha expulsado al dinero de la circulación. Y esto no es un misterio: sabemos exactamente cuándo y bajo qué circunstancias la sociedad retiró el dinero de la circulación. Y sabemos exactamente cómo y bajo qué circunstancias, en este evento catastrófico, el estado tuvo que intervenir con su propio fiat como sustituto.

Para ambos casos la causa es idéntica: la producción de mercancías ha llegado a su fin. Una vez que la producción de mercancías ha llegado a su fin, el dinero-mercancía no podría ya funcionar como dinero en la supuesta economía. La teoría laboral hace énfasis en esto: el movimiento del dinero es solo un reflejo del movimiento de las mercancías. (¿Cuántas veces habrá que repetir esto para que a los malditos académicos marxistas les cruce por sus gruesos cráneos?)

Los mismísimos eventos que obligaron al estado fascista en Washington a sustituir el dinero por su dinero fiduciario sin valor, pusieron a toda la actividad productiva en el mercado mundial ligada al dólar, bajo el control de Washington. Fue la culminación de décadas de catastrófico desarrollo, consistente en dos guerras mundiales, una depresión masiva y la imposición, por parte de Washington, de una hegemonía efectiva sobre los capitales nacionales de todas las economías capitalistas avanzadas.

Veamos por qué esto es cierto.

Weeks explica que para comprender la teoría neoclásica, tenemos que “partir por como se presenta el intercambio capitalista”. En un período de tiempo determinado, la suma de todas las ventas (el número total de mercancías vendidas multiplicado por sus precios) es igual a la suma de todas las compras (el total de los medios de compra utilizados en esas transacciones). Si dividimos la suma de las compras por la suma de los medios utilizados para realizar las compras, obtenemos la tasa de rotación del dinero. En la teoría neoclásica estándar, hay solo una mercancía y el estado controla la cantidad de dinero en circulación. Por lo tanto, para erigir una teoría cuantitativa, la teoría neoclásica debe asumir que la tasa de rotación del dinero (su velocidad) es constante.

En la teoría laboral, la velocidad del dinero aumenta o disminuye con el movimiento de las mercancías, pero en la teoría neoclásica es constante. Dado que solo hay una mercancía en la economía y que la rotación de dinero (v) es constante, la teoría neoclásica propone que, cualquier cambio en la cantidad de dinero en circulación, aumentará el precio o la cantidad de esa única mercancía. El estado puede, por lo tanto, aumentar los precios y la cantidad de esa única mercancía simplemente ajustando la cantidad de dinero en circulación.

Este argumento, afirma Weeks, es vulnerable en varios aspectos: en primer lugar, no hay una, sino millones de mercancías diferentes producidas en el mercado mundial. En segundo lugar, Weeks afirma que el fiat se comporta como dinero-mercancía, salvo que una parte del fiat queda inactivo. Por lo tanto, la cantidad de dinero en circulación puede no ser igual a la cantidad falsificada por la Reserva Federal. Tercero, Weeks afirma que la teoría neoclásica solo es válida si el producto es constante. Y por último, Weeks afirma que la teoría neoclásica se ve liquidada, en última instancia, con la realización de que ningún estado puede determinar la cantidad de dinero en circulación.

Tomemos entonces estas objeciones, una por una, para ver si la crítica de Weeks a la teoría neoclásica es válida.

Primero, hay que decir que si estuviéramos tratando con un sistema de producción de mercancías, Weeks no solo estaría en lo cierto, estaría dando en el clavo. Pero no estamos tratando con un sistema de producción de mercancías — hay, de hecho, solo una mercancía producida en este sistema. Esa mercancía es la fuerza de trabajo, que es la fuente de la plusvalía y, por lo tanto, la única mercancía necesaria en todo el modo de producción. Todas las demás “mercancías” en este sistema son simples valores de uso: no son mercancías, son sino la materia prima necesaria para la reproducción de la fuerza de trabajo.

Segundo, estamos hablando de un proceso de circulación continuo, en el que el capital debe siempre circular, para ser capital. El problema aquí, el obstáculo para la circulación continua del capital, es el dinero-mercancía en sí mismo, y esa es la razón por la cual la sociedad lo abole. Para evitar que el capital se convirtiese en un acopio de dinero-mercancía, este dinero-mercancía debió ser reemplazado por dólares en fichas sin valor. Aquí se supone que estas fichas sin valor, seguirán en circulación, porque son capital dinerario, y no dinero. Bien, en la teoría laboral el supuesto es que ningún capital se mantiene inactivo, y el dinero que se mantiene inactivo no es capital. Este supuesto, nos sugiere que la teoría neoclásica solo se ocupa del capital dinerario, y no, en absoluto, del dinero. Y además, como mostraré, la velocidad del dinero no tiene ninguna importancia bajo la barbarie.

Tercero, el supuesto de que el sistema está siempre en su pleno potencial es muy raro. La autoexpansión del capital ya está dada en el objetivo del modo de producción capitalista. Y la explotación de la fuerza de trabajo (la única mercancía consumida), la producción de plusvalía, ya está dada como medio para este objetivo. Como mostraré, así como “v” (la rotación) no tiene sentido bajo la barbarie, así “Y” — la fuerza de trabajo — no tiene ninguno en absoluto.

Cuarto, esto fue lo que gatilló mi comprensión de cuán profundo era el artículo de Weeks. Weeks argumenta que “ni siquiera en teoría puede existir una autoridad monetaria que determine la cantidad de dinero”. Esta declaración tiene que ser vista como absolutamente cierta, PERO completamente al margen: la sociedad ya ha establecido la cantidad de dinero en cero. Estableció la cantidad de dinero en cero cuando eliminó todo el dinero-mercancía de la circulación y obligó al estado a reemplazarlo con fiat. El resto del artículo de Weeks está dedicado a este problema, pero el problema en realidad no existe. En el modo en consideración, la barbarie, la suma total de dinero en circulación, en todas las monedas y las formas, es cero. Aún más, la suma total de los diversos dineros y cuasidineros en circulación tiene que ser cero, porque el dinero real, y cualquier ficha de dinero vinculada a él, no circulará COMO DINERO.

El argumento de la teoría neoclásica en este caso es una finta, y Weeks cae en ella, como mostraré. Es obvio que la Reserva Federal no puede determinar por sí misma la cantidad de dinero, ni aunque tenga una definición con menos patrañas que la que ofrece la teoría neoclásica. Como muestra Weeks, esta definición se reduce básicamente a: no se permitirá que nada amenace la posición del dólar como moneda de reserva en el mercado mundial. Weeks lo pone de esta manera:

“La esencia del problema monetario neoclásico se puede expresar simplemente: la teoría no proporciona un ancla nominal para los precios. Sin un ancla nominal, la necesidad de definir y restringir lo que pueda funcionar como dinero es absoluta.” (énfasis mío)

En pocas palabras, Estados Unidos convertirá este puto planeta en un CENICERO antes de permitir que cualquier otra moneda amenace la posición del dólar como moneda de reserva mundial. Son demasiado respetuosos los académicos cuando hablamos de decirle al resto del mundo cuáles son los límites de su comportamiento, y que serán tolerados por Washington. Las confusiones tipo: Estados Unidos se quedará de brazos cruzados y dejará que otras naciones desafíen al dólar, conducen inevitablemente a un Irak reducido a una masa de carne ardiente y gritos de mujeres y niños. Así que mientras Weeks intenta demostrar por qué una onza de oro funciona mejor como medida del valor en la economía, Estados Unidos le está explicando las duras realidades de la política económica del estado fascista a sus reacios alumnos en Afganistán, Libia, Siria, etc.

¿Cualquier cosa puede ser dinero?

Aunque la teoría fascista afirma que cualquier cosa puede ser dinero, resulta que el verdadero problema, si se ha de creer en la teoría neoclásica, es precisamente que “cualquier cosa puede ser dinero”, es decir, en la barbarie, el dinero es una ficha sin valor cuya función puede ser satisfecha por CUALQUIER COSA. Bajo esta condición, el estado fascista debe asegurarse de que solamente su ficha sirva como dinero, con la exclusión de todas las demás fichas. La política monetaria real de los Estados Unidos, según Weeks, consiste por completo en evitar que surja cualquier competidor del dólar.

Weeks argumenta:

“La ambigüedad teórica está implícita, ya que algo que puede ser cualquier cosa no tiene una existencia separada de todas las demás cosas. El problema de la existencia deriva del núcleo metodológico de la economía neoclásica, la combinación de los supuestos de la maximización de la utilidad individual y el pleno conocimiento de la información generada por los mercados. Si las personas tienen pleno conocimiento de todos los mercados, sabrán el precio monetario al que se compraría y vendería cada mercancía. Si saben esto, pueden intercambiar mercancías directamente, sin pasar por el intermediario del dinero”.

Esta crítica está mal expresada: en un sistema fabril, a diferencia del mercado, no es cierto que los actores económicos no tengan conocimiento del tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de sus mercancías. Puesto que en el sistema fabril toda la producción procede de acuerdo a un plan, por muy despótico que sea ese plan, la actividad de los productores no tiene el carácter anárquico de una sociedad de productores individuales, donde cada cual lleva a cabo su actividad en forma aislada. El dinero mismo surge porque la actividad de los productores individuales aislados, solo se vuelve social en el acto del intercambio de sus mercancías. En el sistema fabril este impedimento no se produce, y no hay necesidad de que surja un dinero desde el intercambio de los productos.

Podemos ver fácilmente esto cuando evaluamos las ecuaciones proporcionadas por Weeks en su artículo: En la ecuación 1, la suma de todas las compras es igual a la suma de todos los pagos:

Suma (P1Q1) = Suma M1

¿Cuál es el valor de M1? En la teoría neoclásica, se supone que este valor es cero, ya que el dinero en sí mismo no tiene valor. Es decir, la suma de todas las transacciones siempre es cero, sin importar cuán grande sea el número o cuán grande sea cada transacción. El valor del comercio total entre los EE. UU. y China tiene exactamente el mismo valor que una barra de chocolate: cero. Si la suma de todas las transacciones es cero, la suma de todas las compras también debe ser cero; vale decir, los precios de todas las mercancías compradas y vendidas anualmente en los Estados Unidos (PIB) son cero.

Esto, recordemos, no es un artefacto de alguna tonta suposición de la teoría neoclásica: para que la política del estado fascista funcione, los productos del trabajo ya no pueden ser tratados como valores, como mercancías; solo pueden ser tratados como valores de uso. Para que el estado fascista tome el control de la gestión del capital total del mercado mundial, debe, al mismo tiempo, despojar a este capital de sus valores trabajo.

Puesto que el capital total del mercado mundial solo puede ser gestionado en su conjunto si los productos del trabajo son tratados como no-mercancías, sino como meros valores de uso, ¿qué función juegan los precios en este sistema de producción? Si los precios no resultan del tiempo de trabajo socialmente necesario requerido para la producción de los bienes, deben tener alguna otra causa. Marx ya ha establecido que los valores de las mercancías no surgen de nada particular a esas mercancías — peso, color, etc. Ninguna característica particular de las mercancías individuales desempeña algún rol en la determinación de su valor.

Ahora, si vamos a creer en la teoría neoclásica, y las características de la moneda empleada en la economía tendiesen a respaldar su afirmación, el tiempo de trabajo socialmente necesario no jugaría ningún rol en la determinación de los precios. Pero, el valor de cambio (el precio) de un objeto es una relación totalmente social entre las personas, que aparece en la forma de una relación entre las cosas, lo cual nos sugeriría que el precio, en este caso, expresa una relación implícita entre el productor social y el producto de su trabajo: no es suyo. El producto de su trabajo pertenece al emisor de la moneda que funciona como dinero en la transacción.

Pero me parece que esto no agota el problema: en el intercambio de fuerza de trabajo por salario, al trabajador no se le paga nada. Puesto que la moneda con la que se le paga no tiene valor, tanto desde el punto de vista de la teoría laboral como del de la teoría neoclásica, está trabajando gratis. ¿No es así? No es como que la teoría laboral llegue a una conclusión y la teoría neoclásica a otra — ambas concuerdan en esto — una ficha inconvertible sin valor no puede expresar el valor de ninguna mercancía.

La moneda fiduciaria, por lo tanto, timbra no solo al producto de su trabajo, sino además, al propio trabajador, como propiedad del estado fascista. ¿Cómo mierda es que esto no es esclavitud? ¿Qué mierda es lo que no estoy viendo?

Verás, este es el problema: el trabajador no tiene medios para vivir, ni tiene acceso a ningún medio para producir esos medios. Por lo tanto, es absolutamente dependiente de la venta de su fuerza de trabajo para acceder a esos medios. Pero la venta de su fuerza de trabajo por fiat sin valor, de ninguna manera constituye un intercambio de equivalentes —en esencia, la ha regalado.

Esta no es la conclusión del análisis de la transacción de la teoría laboral solamente, es la conclusión de la política económica del estado fascista misma. Lo cual significa, que la política económica del estado fascista PARTE por el supuesto de que al trabajador no se le paga por su fuerza de trabajo. Parte por el supuesto de que todas las compras y ventas de fuerza de trabajo en la supuesta economía, son de ficción. La teoría laboral no discrepa de esta conclusión: confirma, de hecho, que toda transacción en esta economía es una ficción.

¿Y esto no levanta ninguna bandera roja entre los de la Bandera Roja?

El valor de cualquier mercancía puede solamente expresarse en la forma de un valor de cambio contenido en el dinero. La moneda emitida por el estado fascista — el dólar — no tiene ningún valor y, por lo tanto, no puede expresar el valor de ninguna mercancía en sí. Y esto no es ningún accidente de la historia; desde un inicio que el estado fascista busca reemplazar el dinero por un objeto sin valor. Además, y esto debe enfatizarse: no estoy hablando aquí de estériles teorías del dinero en competencia unas con otras, estoy describiendo lo que realmente está ocurriendo en la ‘economía’ en este momento. Una transacción en la que un individuo debe darle a otro un objeto de valor a cambio de nada, no es una transacción, es esclavitud. Los vales que flotan por la economía resultantes de ‘transacciones’ de este tipo, son solo una distracción. Estos vales ocultan el rasgo singular de la barbarie: en este modo de producción el trabajador mismo es propiedad del estado.

El trabajador en este modo de producción, ya no es el trabajador doblemente libre bajo el capitalismo del que escribe Marx: libre de todos los medios para la vida, pero también libre de la “carga” de su propiedad peculiar. Está, en otras palabras, absolutamente empobrecido, absolutamente desamparado, absolutamente despojado de sí mismo — y esto ya no es simplemente el resultado de las relaciones de intercambio. La alienación (por usar un término que sea comprensible para nuestros tontos académicos marxistas con ocho putos semestres de maldito Hegel) ha alcanzado su expresión extrema en la sociedad, donde la gran masa de la población ya no se posee a sí misma, sino que simplemente habita en la propiedad del estado fascista.