Pregunta de Platypus No. 5: Sobretrabajo, desempleo y el estado

por Jehu

Al castellano: Non Lavoro

https://therealmovement.wordpress.com/2013/12/10/platypus-question-no-5-overwork-unemployment-and-the-state/


5. ¿Qué remedios existen para abordar el sobretrabajo y el desempleo?

En la quinta pregunta, el grupo Platypus pregunta qué remedio podría considerarse adecuado para el sobretrabajo y el desempleo.

“5. Históricamente, la izquierda ha intentado remediar los problemas del sobretrabajo y el desempleo, por diversos medios: el pleno empleo; un ingreso mínimo garantizado independientemente del empleo; y/o horarios de trabajo más cortos para los empleados. ¿Cuál de estas, si alguna, consideras que son respuestas adecuadas y cómo, si es que las hay, debería seguirlas la izquierda?”

La pregunta en sí misma evidencia la falacia profundamente arraigada en la política de izquierda, una falacia que Platypus parece explícitamente aceptar en su introducción a estas preguntas:

“Por ejemplo, el pleno empleo, si bien es una demanda natural desde el punto de vista de los intereses de todos los trabajadores, también amenaza a las condiciones de producción capitalista (que dependen de un excedente de trabajo disponible), lo que podría poner en peligro el sistema del empleo por completo”.

Esa afirmación, así como está formulada en la introducción de Platypus, hace parecer que el pleno empleo de la fuerza de trabajo disponible en la sociedad en sí mismo amenaza al modo de producción. Y en realidad, nada podría estar más lejos de lo cierto: en el modo de producción capitalista, el empleo de la fuerza de trabajo es esencial para la producción de plusvalía. No es en absoluto cierto que se requiera de una masa de trabajadores desempleados para la producción de plusvalía. Más bien, el caso es el contrario: es la producción de plusvalía lo que produce una masa de trabajadores desempleados.

La izquierda quisiera hacernos creer que el pleno empleo existe en una sociedad utópica nunca alcanzable en este modo de producción. A decir verdad, el mecanismo económico del estado soviético también estaba totalmente dedicado a la producción de plusvalía, y dicha sociedad no tenía un desempleo significativo. El estado nazi alemán sorprendió al mundo en 1936 al anunciar que había logrado el pleno empleo sobre la base de su programa de construcción militar. En los Estados Unidos, durante la Segunda Guerra Mundial, el desempleo cayó casi a cero. El pleno empleo de la fuerza de trabajo no solo es posible, sino que es el resultado necesario de la pulsión por maximizar la producción de plusvalía. Es solo sobre la base de esta premisa que podemos explicar por qué este objetivo, el del pleno empleo, se convirtió en la principal preocupación de la política y del estado después de la Gran Depresión.

La producción de plusvalía existe en directa función de la duración de la jornada laboral social. Esta jornada laboral social no es más que la masa de trabajadores empleados productivamente  multiplicado por el número promedio de horas de trabajo. Maximizar la producción de plusvalía significa maximizar: 1. Las horas promedio de trabajo individual y 2. La masa total de la fuerza de trabajo empleada. ¿Cómo, sobre esta base, se puede afirmar que el pleno empleo amenaza al sistema de empleo?

Lo que en realidad se asevera con esta afirmación, es que el pleno empleo no sería el objetivo real de la política del estado fascista. Según proponen algunos, este argumento nos sugiere que los fascistas no quieren el pleno empleo en realidad, porque el pleno empleo, si alguna vez se hiciese realidad, reduciría la competencia entre los trabajadores. La atenuación de esa competencia en la clase trabajadora facilitaría una mayor organización de los trabajadores y les ayudaría en su lucha por aumentar los salarios. Este es el tipo de pensamiento que hace que Kalecki sea tan popular en la izquierda en este momento.

El reciente fiasco del “techo de la deuda”, demostró que sin la intervención activa del estado fascista, habría desempleo masivo. El estado fascista no está impidiendo el pleno empleo, gasta incluso grandes sumas precisamente para mantener y aumentar el nivel de empleo actual. Se estima que el estímulo de Obama, de 2009, costará entre U$ 185.000 y U$ 4.1 millones por cada trabajo realmente creado. Desde 2008, Washington ha acumulado un total de casi U$ 6 billones de nueva deuda por simplemente evitar que la economía caiga por el precipicio. Además, el Banco de la Reserva Federal está inyectando divisas recién creadas en los mercados de activos, a una tasa anual de un billón de dólares, para evitar la devaluación nominal de los precios de los activos. En un breve sondeo por la bibliografía de la política económica se demuestra que estimular el “pleno empleo” es la principal preocupación de Washington en la actualidad. Si, a pesar de todo esto, todavía hay un desempleo considerable, no es la falta de esfuerzo de parte de los fascistas lo que lo explica.

Es obvio que el capital no necesita medidas del estado para aumentar el tiempo de trabajo productivo de la clase trabajadora, es decir, para aumentar la producción de plusvalía. El objetivo del capital, no es más que el constante aumento en la producción de plusvalía, de ganancias. Sin embargo, el problema es que, dado el desarrollo de las fuerzas productivas en la actualidad, el aumento en la producción de plusvalía requiere ahora de un aumento cada vez mayor en el tiempo de trabajo superfluo, es decir, en el tiempo de trabajo que no produce nada. Solo este aumento [de trabajo superfluo] cae en la categoría de las medidas específicamente estatales dirigidas al pleno empleo. Todas las medidas destinadas a promover el “pleno empleo”, en este sentido del término, están destinadas únicamente a aumentar las horas de trabajo durante las cuales no se produce nada — y esta es la especial preocupación del estado fascista.

No hay forma de “remediar los problemas del sobretrabajo y el desempleo” sin que se reconozca explícitamente el papel que juega el estado en la extensión activa de las horas de trabajo innecesario en la sociedad. Lo que equivale a insistir, enfáticamente, en que las políticas económicas del estado fascista son, directa y plenamente, las responsables tanto del sobretrabajo como del desempleo. No habría sobretrabajo ni desempleo si el estado no gastara en la actualidad incontables trillones de dólares para mantener horas de trabajo demasiado largas para el nivel actual de desarrollo de las fuerzas productivas.

En apoyo a mi afirmación, ofrezco las palabras de Larry Summers, ex economista jefe de la administración Obama y ex Secretario del Tesoro de la administración Clinton. En el punto más bajo de la crisis de 2008-2009, en respuesta a una pregunta de un periodista, respecto a por qué el gobierno de Obama no propuso una reducción de las horas de trabajo para abordar el desempleo, de manera similar a las medidas utilizadas en Alemania, Summers afirmó que era la política del gobierno de Obama obligar a las personas a trabajar más horas en lugar de reducir las horas de trabajo:

“Creo que [la administración de Obama] hizo bien con la Ley de Recuperación. El objetivo principal de nuestra política es que haya más trabajo hecho, más producto producido y más personas obteniendo más ingresos. Puede ser deseable tener una cantidad determinada de trabajo compartido entre más personas. Pero eso no es tan deseable como expandir la cantidad total de trabajo”.

Para que quede claro: no se puede solucionar el sobretrabajo y el desempleo por medios políticos cuando el propio estado es el responsable del sobretrabajo y el desempleo. El sobretrabajo y el desempleo no son condiciones que ocurran naturalmente, están siendo activamente fabricados por la política del estado fascista. Para remediar los problemas del sobretrabajo y el desempleo hay que impedir que el estado fascista los cree.

Haríamos bien en recordar que la política del estado fascista está diseñada para encarar el “desempleo tecnológico”, como fue definido por Keynes:

“Al mismo tiempo, las mejoras técnicas en la fabricación y el transporte han avanzado a un ritmo mayor en los últimos diez años que nunca antes en la historia. En los Estados Unidos, la producción per cápita fue un 40 por ciento mayor en 1925 que en 1919. En Europa estamos retenidos por obstáculos temporales, pero aun así, es seguro decir que la eficiencia técnica está aumentando en más del 1 por ciento anual compuesto. Existe evidencia de que los revolucionarios cambios técnicos, que hasta ahora han afectado principalmente a la industria, pronto podrían estar atacando a la agricultura. Podemos estar en vísperas de mejoras en la eficiencia de la producción de alimentos tan grandes como las que ya se han llevado a cabo en la minería, la manufactura y el transporte. En unos cuantos años — en nuestras propias vidas, quiero decir — podremos realizar todas las operaciones de la agricultura, la minería, y la manufactura con un cuarto del esfuerzo humano al que estamos acostumbrados.

Por el momento, la rapidez de estos cambios nos está perjudicando y trayendo problemas difíciles de resolver. Esos países están sufriendo relativamente y no están a la vanguardia del progreso. Estamos sufriendo una nueva enfermedad de la que algunos lectores aún no han escuchado el nombre, pero de la que oirán mucho en los próximos años — a saber, el desempleo tecnológico. Esto significa desempleo debido a que nuestro descubrimiento de medios para economizar el uso del trabajo, supera al ritmo al que podemos encontrar nuevos usos para el trabajo.”

Para dar soporte a la producción de plusvalía, el estado fascista debe encontrar un “uso” para los trabajadores que han sido desplazados de la industria. Estos trabajadores han sido excluidos de todo empleo productivo por el progreso mismo de las fuerzas productivas — ya no tienen un lugar en el empleo productivo del capital.

Pero la preocupación aquí no son los trabajadores que están ahora excluidos del empleo productivo, eso es secundario. La verdadera preocupación del estado fascista es mantener la mayor cantidad posible de horas para los trabajadores que siguen empleados productivamente. No importa el tamaño de esta fracción decreciente de la fuerza de trabajo total empleada productivamente, la plusvalía que ésta produce se maximiza al mantener el día laboral lo más largo posible. Incluso si solo el cincuenta por ciento de la fuerza de trabajo total puede emplearse productivamente en un día de 8 horas, mantener este cincuenta por ciento trabajando durante esas 8 horas maximizará la plusvalía producida, incluso si la masa restante de trabajadores deba pasar su tiempo en “trabajos patraña” [bullshit jobs].

La función de la política estatal, en relación a la masa de trabajadores empleados de manera improductiva y los desempleados, está determinada por el requisito de mantener a los trabajadores empleados productivamente en la mayor duración posible de trabajo. El problema en la actualidad es que cada aumento en el gasto de trabajo productivo — es decir, trabajo que produce plusvalía —, requiere un aumento aún mayor de trabajo totalmente innecesario — es decir, trabajo gastado de manera improductiva.